sábado, 6 de julio de 2019

Un noble caballero «galán de monjas» es despedazado por dos mastines


La figura arquetípica del «galán de monjas» ya se perfila en la curiosísima obra de Antonio de Torquemada (no confundir con el inquisidor Tomás de Torquemada) Jardín de flores curiosas, publicado por primera vez en Salamanca en 1570, donde en uno de los diálogos del tratado tercero que componen la obra, se nos narran los amores ilícitos de un caballero rico y principal que se trataba de amores con una monja y donde ya aparece el motivo de la «contemplación del propio entierro» y cómo el demonio, en figura de dos mastines, le acabaron despedazando.

Lope de Vega en La buena guarda (1610) cuenta la historia de la monja seducida que abandona el convento para seguir a su galán, pero sigue siendo muy devota, así que la Virgen se apiada de ella y toma su lugar en el convento, para que nadie note su ausencia, hasta que la monja vuelva arrepentida.

Agustín Durán, en el tomo II de su famosa recopilación Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII (números 1271 y 1272) reproduce dos anónimos pliegos sueltos con el título de Lisardo, el estudiante de Córdoba, que desarrolla parecido tema y donde el seductor Lisardo también contempla su propio entierro. Historia aprovechada posteriormente por Espronceda en El estudiante de Salamanca, aunque su desarrollo más acabado nos conduce al célebre Don Juan Tenorio, de Zorrilla, donde la figura de la monja enamorada resulta altamente sugerente y atractiva para la mentalidad romántica. El personaje del don Juan es una recreación, como se ha señalado repetidamente, de la figura creada anteriormente por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla, donde su don Juan acaba abrasado en el infierno, mientras que el don Juan de Zorrilla muere tras arrepentirse y redimido por el amor.

El pliego reproducido es claramente deudor de la historia que ya venía apuntada en el libro de Torquemada y de su posterior desarrollo en obras de teatro y en pliegos sueltos. El impreso fue editado en Valencia por la imprenta de la viuda de Gerónimo Conejos.

Como señala Serrano Morales, José Enrique en su Diccionario de las imprentas que han existido en Valencia, desde la introducción del arte tipográfico hasta el año 1868; Valencia, Imprenta de F. Domenech, (1898-1899), pág. 89 y ss., anota que Jerónimo Conejos comenzó a imprimir hacia 1743. Tras su fallecimiento, en octubre de 1746, continuó con la labor impresora su viuda, fallecida probablemente hacia 1754 y continuada a su vez por sus herederos. El pliego, pues, aunque carece de fecha de impresión, hay que considerarlo anterior a 1754.

La misma historia en forma de pliego también fue editada posteriormente en Madrid por la imprenta de Andrés de Sotos, sin año, impresor que desarrolló su actividad entre los años 1764 y 1792 y del que reproduzco la xilografía de su edición.






©Antonio Lorenzo

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