De la segunda época de los artículos editados en las Escenas matritenses de Mesonero Romanos (1836-1842), recogidos en el volumen recopilatorio editado por Gaspar y Roig en 1851, entresaco algunas de las imágenes que los ilustran y añado algunas consideraciones sobre el llamado género costumbrista.
En estas Escenas matritenses se recogen las costumbres, tradiciones y gentes de Madrid, su ciudad natal, donde el autor reconstruye un conjunto de escenas típicas de la vida madrileña del momento, tales como El día de toros, El martes de Carnaval o el entierro de la sardina o Las costumbres literarias. Pero es en su artículo El romanticismo y los románticos, donde critica de forma irónica los gustos del llamado movimiento literario romántico, movimiento cambiante y en revisión al que se le achaca una peculiar estética, como su afición por lo lúgubre y misterioso, su exaltación de los sentimientos: desengaños y fracasos amorosos, el fatalismo de los ambientes nocturnos, su interés por seres fantasmales y fúnebres composiciones, por la exaltación de la imaginación y del yo con lenguaje efectista y exagerado...
«La necedad se pega» ha dicho un autor célebre. No es esto afirmar que lo que hoy se entiende por romanticismo sea necedad, sino que todas las cosas exageradas suelen degenerar en necias; y bajo este aspecto la romántico-manía se pega también. Y no so o se pega, sino que al revés de otras enfermedades contagiosas que a medida que se trasmiten pierden en grados de intensidad, esta, por el contrario, adquiere en la inoculación tal desarrollo, que lo que en su origen pudo ser sublime, pasa después a ser ridículo; lo que en unos fue un destello del genio, en otros viene a ser un ramo de locura. (pág. 125)
Desde un punto de vista literario las relaciones entre el romanticismo y el costumbrismo se entrecruzan y no existe pleno consenso entre los estudiosos por deslindarlos como dos géneros separados. Se ha venido señalado una aparente desigualdad entre el llamado romanticismo y el costumbrismo en el sentido de la incapacidad de los primeros en describir la realidad que les rodea, lo que contrasta con el interés de los artículos costumbristas que tratan de describir la realidad circundante. Los artículos de costumbres están ligados en su origen al periodismo de entonces donde se procuraba describir y recrear una realidad social bajo una perspectiva más bien inmovilista, aunque buscando la amenidad y la gracia mediante un lenguaje popular y expresivo. En realidad, se trata de dos concepciones estéticas, pero entremezcladas, que difieren por su forma de describir el mundo exterior o interior.
Apartándonos un tanto del tema de las ilustraciones, creo de interés el señalar las observaciones de los estudiosos al considerar cómo el género costumbrista excede, sin duda, los límites de lo literario, siendo asociado de forma un tanto apresurada con una visión o ideología conservadora por parte de sus representantes. Mesonero Romanos, en sus Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid, trató de alejarse de esta visión utilitaria y partidista aludiendo a su independencia y despolitización, algo que, analizado a través de sus escritos, no es posible separar la memoria de sus recuerdos al evocarlos y valorarlos.
Mesonero trata de presentarse como un mero observador de la realidad y sin ningún propósito o matiz ideológico, aunque no puede evitar alusiones sobre las circunstancias sociales y políticas sobre los años a los que se refiere en sus memorias. Observador de la entonces evanescente clase media (entendida como fronteriza entre la aristocracia y el pueblo bajo) constituye el objeto central de observación de la estructura social de su tiempo histórico, como claramente expresó en la Revista Española del 10 de noviembre de 1832:
«en mis discursos, si bien no dejan de ocupar su lugar las costumbres de las clases elevada y humilde, obtienen naturalmente mayor preferencia las de los propietarios, empleados, comerciantes, artistas, literatos y tantas otras clases como forman la medianía de la sociedad».
Contextualizando a grandes rasgos la actitud de Mesonero al escribir estos artículos y tratando de desmarcarse de quienes le achacaron de adoptar una actitud conservadora respecto a los cambios sociales de la época, en sus Memorias de un setentón, recogidas primeramente en un volumen, con cambios, en 1880 y corregido de nuevo en 1881, el propio autor se desmarca de que se le achaque una trascendencia política a su obra. En la introducción reivindica su posición de mero observador de la realidad.
«Habrá, sin duda, alguno y aun algunos de los que tengan la mala idea de leer estas líneas, que digan, encarándose con el autor: ー«Conformes, señor setentón; ábranos V. ese Memorándum de sus añejas reminiscencias personales; cuéntenos, si así le place, esos episodios, esos sucesos, esos pormenores de V. solo conocidos, que le ofrece su exquisita memoria: dispuestos estamos a prestarle atención; aunque, a decir la verdad, ¿qué interés de novedad han de podernos inspirar los recuerdos de un hombre que, según confesión propia, no ha figurado para nada en el mapa histórico ni político del país; no ha vivido lo que suele llamarse la vida pública; no ha entrado jamás en intrigas cortesanas ni en conspiraciones revolucionarias; no le fueron familiares ni los clubs tenebrosos ni los cubiletes electorales; no ha sido, en fin, ni orador parlamentario; ni tribuno de plaza pública; ni periodista de oposición, ni de orquesta; ni, por consecuencia, ministro ni cosa tal; no ha probado el amargo pan de la emigración, ni el dulcísimo turrón del presupuesto; ni firmado en toda su vida una mala nómina, ni recibido la más humilde credencial?
Alto ahí, señores míos, contestará el autor; todo eso que ustedes dicen es verdad, pero también lo es que esta misma insignificancia política de su persona, combinada con su independencia de posición y de carácter, le brindan con mayor dosis de imparcialidad, al mismo tiempo que le reducen a considerar los sucesos políticos únicamente bajo su aspecto exterior, digámoslo así, fijando particularmente su atención en los que corresponden a la vida literaria y a la cultura social, a que dedicó su especial estudio».
Sin embargo, Mesonero menciona de pasada y sin darle importancia su contribución a las tareas públicas de las que formó parte tratando de fijar su atención con preferencia en la vida literaria y la cultura social. En sus memorias trata de evocar la vida social que conoció en su búsqueda de un ideal colectivo de identidad nacional, fundamento del género costumbrista.
Al margen de estas generalizaciones y retomando de nuevo la idea inicial de otorgar crecida importancia al papel desempeñado por las ilustraciones, entresaco algunas de ellas de la recopilación de artículos de la segunda época de Mesonero (1836-1842) reunidos en el libro Escenas matritenses editado por Gaspar y Roig en 1851.
Añado al final el índice completo de los artículos de las dos épocas recogidos en la compilación de 1851 de las Escenas matritenses.
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La librería (pág. 108) |
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El banderillero (pág. 109) |
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Corrida de toros (pág. 110) |
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El coche simón (pág. 132) |
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La almoneda (pág. 133) |
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La exposición de pinturas (pág. 168) |
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El entierro de la sardina (pág. 180) |
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La posada (pág. 181) |
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La cucaña ministerial (pág. 204) |
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El cofrade (pág. 218) |
Índice de los artículos de la primera y segunda época
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