Las primeras referencias sobre el
martirio de santa Apolonia (siglo III d.C.) son las recogidas por Dionisio de
Alejandría en carta dirigida a Fabio, obispo de Antioquía, donde relata el
motín sucedido en Alejandría y las torturas, entre ellas a la anciana virgen Apolonia, a las que fueron sometidos numerosos
cristianos.
De dicha carta se hizo eco
Eusebio de Cesarea en su Historia Ecclesiae (VI, 41,7) donde se refiere a la
persecución sufrida por santa Apolonia.
Santiago de la Vorágine, en su
célebre Leyenda Dorada, desarrolló la historia situándola equivocadamente en
tiempos de Decio. Sin embargo, dada su enorme difusión ha sido la base de casi todas
las referencias acerca de la santa, que fue canonizada por el Papa Marcelino en
el año 299.
La descripción de su martirio,
recogido por los autores citados, cuenta
que para no renunciar a su fe, la anciana Apolonia se arrojó voluntariamente a
la hoguera donde murió quemada.
La tardanza en su canonización,
casi cincuenta años después de su muerte y oscurecida durante un tiempo, puede ser debida al debatido problema
del suicidio de la santa que no encaja bien con un martirio ejecutado por manos
ajenas, ya que en la iglesia no se contempla el apresurar el propio fin.
Santa Apolonia en Iglesia de St. Ágata en Bérgamo |
Tradición apócrifa y localista
Hay una tradición local, claramente apócrifa, que sostiene que santa Apolonia nació en Barcelona. Dicha tradición, tal y como la recoge el ilustre etnógrafo y folklorista Joan Amades en el volumen I de su Costumari català: el curs de l'any (vol. 1), describe a Apolonia como una desdichada mujer que tuvo que hacerse monja dominica para alejarse de su violento marido. Tras una visión, regresó a su casa para asumir estoicamente su sufrimiento. Acabó siendo víctima de la violencia de género de su marido, que, de dos bofetones que propinó a Apolonia sin mediar palabra le arrancó todos los dientes, pues al parecer tenía muy mal carácter.
Esta disparatada historia, que si no fuera por la misoginia que encierra mueve más a la hilaridad que a otra cosa, es un ejemplo más de la apropiación localista de un santo para satisfacer la devoción de los fieles de una determinada región.
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Durante los siglos XV y XVI las
representaciones de la santa se multiplicaron favorecidas por las disposiciones
de Trento en orden a fomentar la devoción de los fieles.
Ejemplo curioso de la
representación del martirio de la santa por la gran cantidad de detalles, se
encuentra recogida en la miniatura elaborada por Jean Fouquet (entre 1452 y
1460) recogida en el Libro de Horas de Étienne Chevalier, miniatura de la que
reproduzco la escena principal.
En la escena central se ve a la
santa vestida con una larga túnica blanca, símbolo de pureza y castidad. En la parte
inferior se ven a dos verdugos que atan a la mártir mientras otro le inmoviliza
la cabeza tirando de su cabellera. A su vez, otro verdugo que porta unas
larguísimas tenazas le arranca los dientes. A la izquierda se aprecia una
especie de bufón de la corte que se va bajando los calzones en actitud de desprecio
o de defecación. A su vez, el emperador Decio con su vara de mando y acompañado
de algunos cortesanos, trata de que la santa abjure de su fe mientras el
regidor, con una vara en la mano y un libro en la otra dirige la escena con el
acompañamiento de los músicos.
Otros hermosos ejemplos de la representación de la santa se encuentran en el manuscrito iluminado en pergamino con bellísimos bordes decorados del Libro de Horas de Charles VIII y en el Libro de Horas de Uso.
Reproduzco otros ejemplos de la numerosa iconografía de la santa.
Grabado de Albert Durero |
Estampa popular |
Giuseppe Maria Crespi (1665-1747) - S. Apollonia |
Por la calidad de su ejecución, reproduzco una obra a buril del grabador flamenco Adriaen Collaert (ca. 1560-1618). La escena representa a Apolonia, ya anciana, sentada con un libro sobre su rodilla derecha y la palma del martirio en su mano izquierda; al fondo y a la izquierda del espectador se aprecia un paisaje con la hoguera. La escena se encuentra rodeada de un marco ornamental con flores y aves.
Del pintor italiano Guido Reni (1575-1642) estas dos escenas de la vida de santa Apolonia: De niña en oración y su martirio.
Una representación de la santa que se aparta considerablemente de los 'cánones' habituales es la propuesta por Francisco de Zurbarán (1598-1664). Zurbarán dedicó muchos de sus cuadros a representar a santas conocidas, todas ellas bajo una mirada diferente, pues puso el acento en su feminidad y en su plenitud de lozanía con majestuosos trajes de ricos paños y tocadas con delicadas joyas. De esta forma evitaba reflejar el dolor de su martirio y dotar de realismo a sus imágenes. Sus trajes han servido de inspiración a modistos contemporáneos de reconocido renombre.
De la casi veintena de santas que inspiraron a Zurbarán, encontramos la de santa Apolonia, de la que reproduzco el cuadro completo y me detengo en el detalle de lo que pudiera ser el reflejo de la belleza ideal: rostro de forma ovalada, de grandes ojos negros, boca pequeña y mejillas sonrosadas.
Zurbarán - Santa Apolonia (detalle) |
Referencias literarias y populares a la oración de santa Apolonia
La oración a santa Apolonia, como abogada contra el dolor de muelas, aparece citada en un diálogo de El Quijote:
También en el Acto IV de La Celestina en una conversación con Melibea:
La tradición oral ha conservado oraciones buscando la intercesión de la santa para aliviar los dolores de muelas. Recogida en diversos lugares y con muy ligeras variantes la oración es más o menos como sigue:
A la puerta del cielo, Polonia estaba
y la Virgen María por allí pasaba.
-Polonia, ¿qué haces? ¿duermes o velas?
-Señora mía, ni duermo ni velo
que de un dolor de muelas me estoy muriendo.
-Por la estrella de Venus y el sol poniente,
por el Santísimo Sacramento que tuve en mi vientre:
¡que no te duela más ni muela ni diente!
Otras, más cercanas al conjuro que a la oración son las siguientes; la última, claramente inapropiada en boca de la santa.
Santa Polonia bendita, el que no la rece
aunque le duelan las muelas que no se queje.
Santa Apolonia bendita, quítame el dolor de muelas,
y por tu gracia y poder haz que ya no me duelan.
Santa Polonia bendita
a mí me duelen las muelas,
yo no puedo comer pan.
-Pues entonces come mierda.
Estampas y gozos populares
Ilustración de 'El santo de cada día' (edit. Edelvives, 1946) |
Para acabar esta aproximación a la figura de santa Apolonia no quiero dejar pasar la ocasión de citar lo que escribiera el padre Feijoo en su Teatro crítico universal en alusión burlesca a la gran cantidad de dientes conservados como reliquias que los cristianos recogieron entre los restos de la hoguera donde se consumió la santa.
"Concluyamos este Discurso con dos chistes de hecho. Está extremamente vulgarizado, que un Papa, advirtiendo los muchos dientes (supuestos), que había de la Virgen, y Martir Santa Apolonia, expidió un Edicto por toda la Cristiandad, ordenando, que cuantos se hallasen fuesen remitidos a Roma; y que ejecutado fielmente el orden del Papa, entró en aquella Ciudad tanta cantidad de dientes de Santa Apolonia, que cargaban un carro. Yo tengo esto por cuento, y juzgo que jamás hubo tal Edicto Pontificio. Lo que discurro es, que esta fama tuvo su origen en Martin Kemnicio, Autor Luterano, el cual en un tratado, que escribió de las Reliquias, a fin de hacer odiosa, y vana la adoración, que les da la Iglesia Católica, refiere, que un Rey de Inglaterra expidió el orden, que la voz común hoy atribuye al Papa, y que solo en el ámbito de la Gran Bretaña se hallaron tantos dientes de Santa Apolonia, que hubo con que llenar muchos toneles. [350] No por eso asiento a que sea verdadera la relación del Kemnicio; antes es sin comparación más inverosímil, que la que corre en el Pueblo. Mucho es, que de toda la Cristiandad se juntase un carro de dientes de Santa Apolonia; pero que en sola la Isla de Inglaterra hubiese dientes para llenar muchos toneles, es totalmente increíble. Sin embargo, es verosímil, que aquella fábula se derivó de ésta mudando la circunstancia de lugar, y la persona." (VI, 10)
Relicario con diente conservado en Oporto |
Mandíbula en la catedral de Brindisi |
Antonio Lorenzo