Imágenes para ser leídas parece un oxímoron a primera vista por cuanto se unen dos términos que parecen entrar en contradicción. Las imágenes son intentos de representar y condensar la realidad. El proceso perceptivo asociado a las imágenes es inmediato en lo que es un ‘golpe de vista’ y apropiado para transmitir ideas a un público poco alfabetizado por su facilidad de captación. Existe un pensamiento o lenguaje ‘no verbal’ al margen de los signos lingüísticos estructurados como sucede con los gestos, o las expresiones de la cara que percibimos y pueden contradecir a lo expresado con el habla, otorgándoles, incluso, una mayor veracidad frente a lo expresado verbalmente.
La imagen es también una forma de lectura y de apropiación emparentada con la oralidad y con la memoria. La imagen es a su vez generadora de otras imágenes, emociones o pensamientos. La secuenciación de imágenes, como sucede en los pliegos de aleluyas o en los cromos coleccionables no deja de ser una lectura. Su propia secuenciación responde a un discurso narrativo estructurado. La lectura de imágenes es, pues, una forma de literatura, popular si se quiere, (al igual que lo cantado u oído). Son distintas maneras de apropiación de unos bienes culturales que no se reducen a la lectura individual y solitaria de unos caracteres tipográficos. Lo visual y lo auditivo va adquiriendo cada vez más fuerza y sentido para comprender la complejidad del acto comunicativo. En las aleluyas arquetípicas de 48 viñetas con texto al pie, el lector ha de hacer una lectura doble: la del desarrollo secuencial gráfico y la del discurso textual, si es que lo hay, mientras que ha de ir reconstruyendo y organizando mentalmente lo que no está explícito.
La fugacidad
de la vida, el 'tempus fugit' de los antiguos, adquiere gran trascendencia
en el barroco y se traduce en la poesía y en el arte en general. Ya en el siglo XV
Jorge Manrique recoge y expresa magistralmente esta idea en las Coplas por la
muerte de su padre, donde compara el fluir de los ríos con el fluir de la
existencia donde subyace la idea de que todo lo iguala la muerte.
Recordemos
algunos versos:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor...
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
El
transcurso de la existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, ha sido lugar común y ampliamente representado en todo tipo de pinturas, grabados y estampas de diferentes culturas, de las que en esta entrada reproduzco algunos ejemplos
significativos de variada procedencia.
El motivo iconográfico que suele repetirse en todas estas estampas es el del un puente escalonado donde cada peldaño equivale a un decenio en la vida de una persona en una paritaria representación común para el hombre y la mujer, diferenciándose tan sólo por el simbolismo animal o vegetal que les acompañan o por la vestimenta según sea su procedencia geográfica.
A diferencia de la representación de la danza de la muerte donde ésta puede sobrevenirnos a cualquier tiempo o edad, estas láminas desarrollan lo que podríamos definir como una vida plena donde la muerte llega de una forma natural al final del transcurso vital.
Sobre el mismo tema conocemos un raro opúsculo publicado en Madrid por la hija de Ibarra
en 1805 (reeditado posteriormente por López y Hermano en 1814 y del que existe
edición facsímil por la editorial vallisoletana Maxtor en 2009) bajo el título
de Recuerdos a la vida mortal, desde la cuna al sepulcro en quince edades,
adaptadas a sus láminas en metro poético, por D.A.R.I.
El librito recoge ilustraciones desarrolladas cronológicamente a partir de un año que van acompañadas por unas líneas de poesía que pretenden ser explicativas de
cada una de ellas. Dichas ilustraciones representan las actividades que se
suponen propias a cada edad, algunas de las cuales no me resisto a
reproducirlas.
Basten estas pequeñas muestras para ilustrar mediante estampas y grabados el transcurso de la vida humana como ejemplos de representaciones populares.
Basten estas pequeñas muestras para ilustrar mediante estampas y grabados el transcurso de la vida humana como ejemplos de representaciones populares.
Seis años. Salto y brinco en años tiernos qual cabrito en la montaña es mi caballo de caña |
Un año. Es un relox la vida y señala, en la cuna ser de mi edad la una |
Veinte años. Indomable potro soy alcon nuevo y generoso por aora huio el reposo |
Cien años. Mi memoria te asustaba mas yá mi dia llegó ven al cáos, dó abito yo |
Antonio Lorenzo