"Si alguno de vosotros cree ser sabio en este mundo, que se haga necio (loco) y así se convertirá en sabio" (San Pablo, I Cor 3:18)
Si hay un santo que ha suscitado la atención de los investigadores, no es otro que san Simeón. Simeón de Émesa, apodado 'el loco', aparte de sus estrafalarias formas de predicar el cristianismo, hay quienes consideran que sus acciones se encuentran vinculadas en cierta forma con elementos demoníacos.
La vida de Simeón es un claro ejemplo de la forma de religiosidad popular del imperio bizantino durante la Edad Media cristiana, donde se combinaban influencias helenísticas y romanas en el imaginario social oriental.
La principal fuente que poseemos sobre su vida es la escrita por el obispo Leoncio de Neápolis (hoy Limassol, en Chipre) hacia el año 620. En su frondosa biografía nos narra cómo después de estar treinta años en el desierto desarrollando una vida de eremita, volvió a su ciudad para predicar el evangelio. Pero lo hizo de una forma ciertamente poco frecuente, pues se hizo pasar por loco manifestando actitudes antisociales y extravagantes al tiempo que realizaba milagros ocultamente.
En la etapa eremítica de Simeón (en tiempos del emperador Justiniano entre el 525 y el 565, conoció en su peregrinación a Tierra Santa a un compañero de viaje que sería luego conocido como Juan 'el eremita'.
A lo largo de las acciones protagonizadas por este, llamémosle 'peculiar' santo, en su etapa urbana-pública son sin duda las más interesantes en cuanto a su capacidad de despertar nuestro asombro junto a su condición simulada de perturbado. Cito algunas de ellas en plan telegráfico:
* Entra en
Émesa con un perro muerto atado a su pierna
* Perturba la
liturgia de las iglesias
* Consume o
reparte los alimentos que debía vender
* Quema
incienso en su mano y el manto
* Rompe una
jarra envenenada por una serpiente
* Finge una
violación
* Se desnuda y
defeca en público sin ningún pudor
* El Jueves
Santo no duda en comer pasteles y carne
* Convierte a
los herejes mediante maldades del demonio
* Logra la
castidad de las prostitutas
* Estorba el
paso de la gente donde hay un demonio
* Cura a un
ciego con mostaza, vinagre y ajo
* Impide a una
adivina que haga encantamientos
* Acepta con
humildad golpes y pedradas como formas de penitencia
* Deja bizcas
a las muchachas que se ríen de él
* Finge crear
amuletos protectores contra el mal de ojo grabando conjuros en placas de metal
* Inutiliza la
mano de un prestidigitador para que no pueda golpear a sus esclavos
* Cambia el
volumen de su voz y baila como los bufones y actores de teatro
Parece ser que una cierta dosis de locura es propia de la santidad, no en vano hay un dicho popular que dice: 'de santos y de locos, todos tenemos un poco'. Si bien en los textos esa locura aparece siempre como simulada para dotar de mayor trascendencia al verdadero mensaje que quieren transmitir, valorando lo esencial y rechazando los usos comunes. Sirven a dios bajo el disfraz de la locura, que en muchas ocasiones no se descubre hasta la muerte del santo. Se comportan y actúan al margen de las normas sociales y aún de la propia iglesia. El anacoretismo se convirtió en una forma de rebelión y de protesta social y religiosa que no aspiraba a transformar la sociedad, sino que hunde sus raíces en el individualismo y en la protesta particular dando pie a comportamientos excéntricos y anómalos.
Juan Mosco (ca.550-ca.634), en su obra El prado espiritual, detalla los diferentes modos de ascetismo, de los que entresaco algunos ejemplos:
* Los estacionarios, o monjes que se condenaban a la inmovilización absoluta.
* Los dendritas, o monjes que vivían en los árboles en una cabaña que construían entre sus ramas.
* Los acemetas, o aquellos que no duermen y están siempre vigilantes.
* Los recluidos voluntarios que se encerraban en estrechas celdas para hablar con dios.
* Los monjes que vivían a la intemperie expuestos en todo tiempo al sol y a los hielos.
Un último grupo y referido al caso que nos ocupa serían los llamados estilitas, pues se encaramaban a una columna que iban alzando cada vez más en altura y desde allí sermoneaban a las masas.
Quienes piensan que está poseído por el demonio en alguna de sus acciones, en realidad está luchando frente a él, pues amparándose en su total control de apetencias corporales pueden acercarse al pecado para demostrarse que no se sucumbe a ninguna tentación por la ausencia de 'pasiones' humanas. Cuando Simeón entra desnudo en el baño de mujeres y estas le acarician, pretende dar fe de que es capaz de mantenerse cercano al pecado sin sucumbir al mismo.
También es interesante señalar su participación en dos exorcismos, donde Simeón libera a un muchacho de un demonio que lo había poseído obligándole a mantener relaciones con una mujer casada. En otra ocasión expulsa a otro demonio de la calle trasera de una tienda o gana a los dados el alma de un hombre rico al demonio que pretende hacerse con ella. Todo ello hace que ciertos comportamientos de Simeón guarden similitudes con prácticas consideradas como propias del demonio.
El 'santo loco' en el cine
Un santo tan desconcertante y original no pasó desapercibido a la siempre atenta curiosidad del cineasta aragonés Luis Buñuel, quien, en 1965, filmó un mediometraje rodado en México y basado en su propio guión, al que tituló Simón del desierto, donde cuenta la historia de Simeón el estilita que se mantuvo durante más de seis años en una columna de ocho metros siendo tentado por una bella señorita (encarnada por la actriz Silvia Pinal), drama surrealista del que extraigo los carteles anunciadores y algunos fotogramas.
La tradición popular
La tradición popular no ha sido pródiga en cuanto a la edición de estampas o 'gozos' con oraciones al santo. No en vano las peripecias de las fue protagonista Simeón no resultaban fáciles de explicar como las más convenientes o propias de un elegido; de ahí que los santorales al uso apenas se detengan a comentar sus acciones (si es que decididamente no las pasan por alto), focalizando su interés en su vida eremita de contemplación y oración.
En el clásico y difundido santoral del jesuita francés Jean Croisset (1656-1738), conocido como El año cristiano, se advierte de forma sutil al comienzo de su biografía que no es precisamente un modelo a imitar:
En el clásico y difundido santoral del jesuita francés Jean Croisset (1656-1738), conocido como El año cristiano, se advierte de forma sutil al comienzo de su biografía que no es precisamente un modelo a imitar:
"La vida de san Simeón Estilita está llena de hechos tan extraordinarios y maravillosos, que debe mirarse como una especie de prodigio para la imaginación, antes que como ejemplar o modelo para la imitación".
A su vez, en la edición de El santo de cada día que agrupa dos meses en cada tomo de la editorial Luis Vives (1946), abre la vida de san Simeón con esta aséptica ilustración con un pastorcillo pensativo junto a lo simbólico de la luz en lo alto. Más adelante se agrega una ilustración donde un incrédulo árabe quiere comprobar la veracidad de las condiciones vitales de Simeón subiendo por una escalera, mientras que el santo lo hacía, al parecer, por una soga.
Reproduzco la única estampa antigua que he encontrado dedicado al estilita.
La vinculación de Simeón con los titiriteros no resulta del todo clara o convincente, si bien en algunas de sus actuaciones interviene de forma decidida en desenmascarar los trucos de los mismos. Tal vez por esas prácticas u otras parecidas se le ha asociado con el mundo de la farándula.
Antonio Lorenzo