La imagen que encabeza esta entrada está tomada del libro de Dámaso Calbo y Rochina de Castro: Historia de Cabrera y de la guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, Establecimiento tipográfico de Vicente Castelló, 1845.
Otra imagen del castillo de Segura, y que reproduzco a continuación, está sacada del libro de Antonio Pirala Criado (1824-1903): Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. 2ª ed. aumentada con la Regencia de Espartero. Madrid, Mellado, 1868-71, 6 tomos.
Para ampliar el recorrido de imágenes entresacadas de libros añado esta otra, cuyos autores se autodefinen como una Sociedad de ex-milicianos de Madrid: Vida militar y política de Espartero, Sociedad tipográfica de don Benito Hortelano, Madrid, 1845.
Parece evidente que la primera ilustración poco tiene que ver con las dos siguientes, que muestran un mayor parecido. La primera puede ser fruto de la imaginación del ilustrador, pero todas ellas no dejan de tener interés, puesto que despiertan la imaginación de los lectores como referentes visuales descriptivos de las sucesivas conquistas de las tropas realistas de Espartero sobre las fortificaciones ocupadas por Cabrera en la primera guerra carlista (1833-1840).
Para ampliar el recorrido de imágenes entresacadas de libros añado esta otra, cuyos autores se autodefinen como una Sociedad de ex-milicianos de Madrid: Vida militar y política de Espartero, Sociedad tipográfica de don Benito Hortelano, Madrid, 1845.
El castillo de Segura, en la población de Segura de los Baños (Teruel), se alza sobre un escarpado cerro en la comarca conocida por las Cuencas Mineras, entre los valles de los ríos Aguasvivas y Martín. El castillo, como parte de las línea de fortificaciones fronterizas aragonesas, fue protagonista de numerosos episodios y asaltos. Uno de ellos fue precisamente la toma de Segura por las tropas realistas de Baldomero Espartero en medio de unas difíciles condiciones meteorológicas. Tras su asalto con el decisivo concurso de la artillería dejó prácticamente en ruinas el castillo tal y como lo conocemos en la actualidad.
Foto actual del castillo de Segura por Luis Puey Vílchez |
"...Se estableció el sitio, á pesar del temporal de lluvia y nieve; se levantaron cinco baterías bajo los tiros del fuerte; rompieron el fuego y los destrozos que causaron hicieron conocer a los carlistas lo inútil de su temeraria resistencia. Reunió Méndez en la noche del 26 a los jefes y oficiales, y pidieron capitulación en la mañana del 27, San Baldomero: contestó el duque verbalmente que se entregasen á discreción, ofreciéndoles la vida que de otro modo perderían en el asalto; mediaron algunas contestaciones, les permitió generosamente que salvaran sus equipajes; aceptaron, y penetrando en Segura las tropas del duque, cogió éste la bandera del primer regimiento de la Guardia, y colocándola en la torre del homenaje, exclamó: —«Soldados: el pendón de Castilla vuelve á tremolar sobre los muros que un momento ha servían de asilo á la rebelión. Tan hermoso triunfo solo es debido á vuestro valor y sufrimiento. La reina cuenta de hoy más con un obstáculo menos para la paz. «Valientes camaradas: viva la Constitución; viva la reina!.»
Una guarnición de cerca de trescientos hombres, seis piezas, ochenta mil cartuchos y una gran cantidad de pólvora, valerío y víveres quedaron con el castillo de Segura en poder de los vencedores, que solemnizaron a la vez el día del santo de su jefe con un banquete. En vano estaba inscrito en las murallas: Segura siempre será Segura, o de Ramón Cabrera la sepultura. Así lo creían, y fué por lo mismo grande la disminución de la fuerza moral de los carlistas.
El jefe vencedor dirigió aquel mismo día a sus soldados una alocución, en la que después de manifestarles lo convencido que estaba de su constancia, de su sufrimiento, de su pericia, valor y disciplina, sin lo cual no se hubiera resuelto en el rigor del invierno y sobre las terribles rocas de la sierra de Segura á desafiar los elementos, ni hubiera conseguido que la bandera de Isabel II y de la Constitución de 1837 tremolase en las almenas de la torre del homenaje, terminaba diciendo: «Soldados, habéis contraído un nuevo mérito que la nación y la reina sabrán premiar debidamente. Yo cada vez estoy más complacido de vuestro bizarro comportamiento: os doy las gracias más expresivas, y me atrevo á predeciros que la presente campaña con la toma de Segura será tan feliz en Aragón, Valencia y Cataluña, como lo fue la anterior en las provincias del Norte, después de la toma de Ramales y Guardamino. Así veremos pronto afianzada la paz general, y satisfechos de no haber omitido ningún sacrificio por conquistarla, disfrutaremos con orgullo de sus beneficios y de la ventura de que es tan digna esta nación magnánima. Tales son los votos y deseos de vuestro general»".
Tras el intercambio de prisioneros se acordó el trato que se había de otorgar a los derrotados, no solo en esta ocasión, sino en general. Creo de interés el reproducir las disposiciones acordadas por el entonces gobierno de Lérida de ese año para permitir el regreso de los vencidos e indultados a otros lugares, eso sí, tras prometer fidelidad a la Constitución (1837) y a la reina Isabel II y "sin indicios de pérfidas intenciones".
Tras la conquista de la plaza de Segura, Espartero se dirigió a Castellote, importante reducto carlista situado en un monte más empinado y con excelentes fortificaciones defensivas. El propósito del general era ir descomponiendo poco a poco la línea de fortificaciones de los carlistas. De esta forma, tras la toma de Segura fueron cayendo Castellote, Aliaga, Cantavieja y Morella. Conquista esta última que prácticamente puso fin a la primera guerra carlista obligando a Cabrera a pasar a Cataluña.
Castillo de Castellote según la citada obra de Pirala |
Vista de Castellote según el libro de Calvo y Rochina |
Vista del castillo de Aliaga según el libro de Calvo y Rochina |
El pliego, editado por la imprenta leridana de Buenaventura Corominas (de intensa y azarosa vida, fallecido en 1841), e ilustrado con tacos de madera antiguos y ampliamente reutilizados, añade la siguiente nota final: "Es propiedad de don Francisco Logroño, cabo primero de la Tercera Compañía de Ingenieros quien perseguirá ante la ley al que lo reimprima sin permiso".
©Antonio Lorenzo