domingo, 5 de julio de 2015

Un niño de seis años convierte a 25 bandidos

Paolo Veronese - Jesús entre los doctores (h. 1560)
Este pliego, donde se nos cuenta la conversión de 25 bandidos por la elocuencia doctrinal de un niño de seis años, nos recuerda el episodio de Jesús entre los doctores. Obviamente, el contexto es muy distinto al igual que los personajes que intervienen, pero en los dos casos logra convencer y persuadir a los incrédulos oyentes con un conocimiento y elocuencia impropios de un niño.

En el caso de Jesús, donde se reúne con los doctores mientras sus padres le buscan sin saber dónde se encuentra (Lucas 2, 41-50) desarrolla una sorprendente superioridad teológica ante la mirada atónita de los doctores.

Al margen de los evangelios canónicos, en el evangelio apócrifo tardío donde se narra la infancia de Jesús conocido por el Evangelio árabe de la infancia, en el encuentro que mantiene Jesús con los sabios del templo les sorprende por sus conocimientos de toda clase de materias. Preguntado por uno de los sabios sobre si poseía nociones de medicina natural:
“Y Jesús respondió con una disertación sobre la física, la metafísica, la hiperfísica y la hipofísica, sobre las fuerzas de los cuerpos y de los temperamentos, y sobre sus energías y sus influencias en los nervios, los huesos, las venas, las arterias y los tendones, y sobre sus efectos, y sobre las operaciones del alma en el cuerpo, sobre sus percepciones y sus potencias, sobre la facultad lógica, sobre los actos del apetito irascible y los del apetito concupiscible, sobre la composición y la disolución, y sobre otras cosas que sobrepujan la razón de una criatura”.
En el pliego, el niño de seis años logra convertir a nada menos que a veinticinco bandidos mediante un desmesurado desarrollo expositivo sobre los efectos del pecado. Tras lograr su conversión a 'la observación de la ley de los Mandamientos santos' solicita licencia para retirarse a un monasterio de religiosos descalzos.

El pliego está editado en Madrid por el despacho de Marés en 1873.





Antonio Lorenzo

domingo, 28 de junio de 2015

Ejemplar castigo a un caballero avariento al que se lo llevaron los demonios a los abismos


Pliego dieciochesco fechado en 1758 y editado por la imprenta valenciana de Agustín Laborda, impresor que desarrolló su actividad entre 1746 y 1774, siendo continuada por su viuda (Vicenta Devis) a partir de 1780, según se desprende de los pies de imprenta donde aparece como Viuda de Agustín Laborda. Dicha viuda editó hasta 1819, año probable de su fallecimiento, ya que a partir de 1820 figura en los pies de imprenta el nombre de Hija de Agustín Laborda (María Teresa Laborda y Devis).

El enunciado del pliego trata de predisponer el ánimo del oyente o lector y atraer su atención al fijar lo sucedido en la fecha del 4 de marzo de 1757, un año antes de la fecha de edición. En realidad es una variante que no se aparta de la práctica habitual que observamos en una gran cantidad de pliegos al usar expresiones indeterminadas, pero cercanas, para situar convenientemente los hechos, como las conocida expresión formulística 'caso sucedido en el presente año'. En esta ocasión, y dado que la edición del pliego se data al año siguiente de los hechos narrados, su finalidad es actuar como reclamo comercial de cara a los virtuales compradores. Si a todo ello añadimos la justificación moral del castigo al caballero por su avaricia y soberbia y su no arrepentimiento, ya tenemos los ingredientes adecuados para despertar la atención del público.

La acción se sitúa en Toledo durante el reinado de Fernando VI actuando como mediador un ángel del cielo enviado por Dios en traje de sacerdote para anunciarle su muerte si proseguía en su actitud. El caballero desoye sus consejos por lo que unos demonios se llevaron su alma en un jumento. La desmesura es tanta que hasta intervienen dos gigantes 'echando llamas de fuego'. El pliego es ejemplo recurrente de los castigos ejemplares acompañados generalmente de terribles padecimientos.






Antonio Lorenzo

domingo, 21 de junio de 2015

Casamiento del sol y la luna

En los pueblos antiguos y en casi todas las culturas se ha asociado el sol a lo masculino y la luna a lo femenino. La luna ha ejercido enorme influencia por su asociación con las mareas, sus distintas fases asociadas a la menstruación de la mujer, las diferentes interpretaciones de sus cicatrices o manchas, etc.

Numerosos mitos y relatos desarrollan historias pobladas por dioses o personajes legendarios. Dentro de la mitología greco-latina Selene es la diosa que representa la luna, aunque a veces se le ha asociado también con Diana y Artemisa.

Se cuenta que Selene era la hermana de Helios, el dios Sol, y como él, debía iluminar los cielos durante la noche. Pero una de esas noches divisó al pastor Endimión dormido en el monde Latmo, y quedó prendada de él. Así, desapareció de los cielos para recostarse junto al pastor, lo que enfureció a Zeus, quien castigó a Endimión a dormir eternamente. Pero luego, conmovido por las peticiones de Selene, consintió en dejar que la luna desapareciese del cielo varias noches al mes para hacer compañía a su amado, y el resto de los días, Selene se conforma con verle desde lo alto y acariciarle desde ahí.

Este es uno de los mitos más conocidos a los que se podrían añadir otros de diferentes culturas donde se simboliza en general la oposición tinieblas-luz.

La hierogamia o matrimonio sagrado, ya sea entre dioses y mortales o uniones cosmológicas como el cielo y la tierra o como en el caso que nos ocupa, constituyen arquetipos propios de religiones mistéricas así como del simbolismo alquímista. Dado que tanto el sol como la luna alumbran alternativamente por el día y la noche, su encuentro, amoroso o agresivo (según su interpretación), se produce en la formación de los eclipses. Ciertas comunidades mayas tienen un temor ancestral a que ‘se apaguen’, bien sea el sol durante el día o la luna por la noche. El encuentro entre el sol y la luna en los eclipses se considera en estas comunidades como una especie de agresión de uno al otro, ya que parecen ‘morderse’, lo que les atemoriza según se ha recogido en leyendas y relatos. Los eclipses, pues, en su doble vertiente agresiva o amorosa, conlleva funestas consecuencias según las creencias mayas, pues la carencia de luz y de calor afecta singularmente a la vida en general.

El pliego que reproduzco, alejado de estas disquisiciones, tiene una clara finalidad de entretener, pues se detiene en el solemne banquete donde la junta de los dioses asistentes consideran que deben casar a la luna, a lo que ella responde que hace más de cinco meses ha dado palabra de casamiento al sol, relación aceptada al fin gracias a la intervención de Venus. Para celebrar el enlace mandan traer a un sastre de la tierra para cortarle un bello vestido a la luna, pero se ve obligado a modificarlo porque en las pruebas la luna se encuentra en una distinta fase lunar, ya en menguante o en creciente, lo que da pie al autor del pliego a expresar consideraciones morales.

Este interesante pliego está editado en Barcelona por Ignacio Estivill, impresor al que dediqué una entrada que puede consultarse a través del siguiente enlace.





Antonio Lorenzo