lunes, 24 de septiembre de 2018

Toma de la ciudad de Estella por Espartero (1839)

Escenificación del "Abrazo de Vergara" (1839)
Tras la importante victoria del general Espartero sobre Oñate y especialmente sobre Luchana, lo que le mereció el título de conde de Luchana, las tropas carlistas sufrieron un duro golpe en sus pretensiones de mantenerse activas en el norte de la península. 

A mediados de 1838, el pretendiente carlista al trono, el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro (proclamado rey por sus partidarios con el nombre de Carlos V), nombró a Rafael Maroto como capitán general de los carlistas del norte. Sin embargo, los rumores de conspiraciones y entendimientos de Maroto con el general isabelino Espartero, generó violentas disputas entre los diferentes oficiales carlistas. Los movimientos de Maroto despertaron desconfianza en parte del ejército carlista, materializada en la puesta en circulación de proclamas en su contra.

Tropas carlistas leyendo proclamas en contra de Maroto
La máxima tensión se produjo en febrero de 1839 donde Maroto ordenó fusilar en Estella a sus correligionarios detractores (cuatro generales). La imagen que reproduzco a continuación es una de las estampas más versionadas y utilizadas como medio de propaganda por el ejército liberal.

La reacción de don Carlos no se hizo esperar y destituyó fulminantemente a Maroto como jefe militar, si bien tuvo que acatar, apenas tres días después, su reposición en el puesto debido al apoyo de sus partidarios incondicionales.

La división interna entre los partidarios de continuar la guerra y los partidarios de llegar a un acuerdo con los liberales (postura de Maroto) acabaron con el conocido Convenio o Abrazo de Vergara entre el carlista Maroto y el liberal Espartero.  Este convenio, que sellaba la paz entre los dos bandos, escenificado en la población guipuzcoana de Vergara con el abrazo de Espartero y Maroto el 31 de agosto de 1839, constituye un momento de euforia en la población que deseaba el fin de la guerra.

Vascongados residentes en Madrid
 celebran el convenio en el café de "La Fontana" (1839)
Tras la firma del convenio, el pretendiente carlista huyó del norte de España y Espartero conquistó la ciudad de Estella (Lizarra en euskera), que fuera cuartel general del pretendiente huido, momento que recoge la estampa que reproduzco tras la también reproducida del abrazo de Vergara.

El Convenio de Vergara no solo supuso el descrédito de la figura de Maroto, sino también la del pretendiente al trono en Europa. Sin embargo, la figura de Cabrera, que no se sumó a lo acordado en el convenio por considerarlo una traición a la causa carlista, alcanzó gran relieve al proseguir la lucha en el Maestrazgo y en Cataluña. Sobre la figura de Cabrera volveremos a comentar en otras entradas cómo se le denigra o ensalza en los pliegos de cordel o en las estampas de uno y otro signo.

La lámina que recoge la conciliación entre el Duque de la Victoria y el general Maroto, se vendía en Barcelona en la librería de José Lluch, en la calle de la Libretería.



La lámina que recoge la rendición de la ciudad de Estella se vendía, igualmente, en la librería de José Lluch, conocido difusor de gran número de estampas y pliegos de cordel.



©Antonio Lorenzo

lunes, 17 de septiembre de 2018

Toma del castillo de Segura por Espartero en 1840


La imagen que encabeza esta entrada está tomada del libro de Dámaso Calbo y Rochina de Castro: Historia de Cabrera y de la guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, Establecimiento tipográfico de Vicente Castelló, 1845.

Otra imagen del castillo de Segura, y que reproduzco a continuación, está sacada del libro de Antonio Pirala Criado (1824-1903): Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. 2ª ed. aumentada con la Regencia de Espartero. Madrid, Mellado, 1868-71, 6 tomos.


Para ampliar el recorrido de imágenes entresacadas de libros añado esta otra, cuyos autores se autodefinen como una Sociedad de ex-milicianos de Madrid: Vida militar y política de Espartero, Sociedad tipográfica de don Benito Hortelano, Madrid, 1845.


Parece evidente que la primera ilustración poco tiene que ver con las dos siguientes, que muestran un mayor parecido. La primera puede ser fruto de la imaginación del ilustrador, pero todas ellas no dejan de tener interés, puesto que despiertan la imaginación de los lectores como referentes visuales descriptivos de las sucesivas conquistas de las tropas realistas de Espartero sobre las fortificaciones ocupadas por Cabrera en la primera guerra carlista (1833-1840).

El castillo de Segura, en la población de Segura de los Baños (Teruel), se alza sobre un escarpado cerro en la comarca conocida por las Cuencas Mineras, entre los valles de los ríos Aguasvivas y Martín. El castillo, como parte de las línea de fortificaciones fronterizas aragonesas, fue protagonista de numerosos episodios y asaltos. Uno de ellos fue precisamente la toma de Segura por las tropas realistas de Baldomero Espartero en medio de unas difíciles condiciones meteorológicas. Tras su asalto con el decisivo concurso de la artillería dejó prácticamente en ruinas el castillo tal y como lo conocemos en la actualidad.

Foto actual del castillo de Segura por Luis Puey Vílchez
Para contextualizar el asalto y toma del castillo de Segura, extraigo del tomo sexto del libro citado de Pirala la descripción de los acontecimientos:
"...Se estableció el sitio, á pesar del temporal de lluvia y nieve; se levantaron cinco baterías bajo los tiros del fuerte; rompieron el fuego y los destrozos que causaron hicieron conocer a los carlistas lo inútil de su temeraria resistencia. Reunió Méndez en la noche del 26 a los jefes y oficiales, y pidieron capitulación en la mañana del 27, San Baldomero: contestó el duque verbalmente que se entregasen á discreción, ofreciéndoles la vida que de otro modo perderían en el asalto; mediaron algunas contestaciones, les permitió generosamente que salvaran sus equipajes; aceptaron, y penetrando en Segura las tropas del duque, cogió éste la bandera del primer regimiento de la Guardia, y colocándola en la torre del homenaje, exclamó: —«Soldados: el pendón de Castilla vuelve á tremolar sobre los muros que un momento ha servían de asilo á la rebelión. Tan hermoso triunfo solo es debido á vuestro valor y sufrimiento. La reina cuenta de hoy más con un obstáculo menos para la paz. «Valientes camaradas: viva la Constitución; viva la reina!.»
Una guarnición de cerca de trescientos hombres, seis piezas, ochenta mil cartuchos y una gran cantidad de pólvora, valerío y víveres quedaron con el castillo de Segura en poder de los vencedores, que solemnizaron a la vez el día del santo de su jefe con un banquete. En vano estaba inscrito en las murallas: Segura siempre será Segura, o de Ramón Cabrera la sepultura. Así lo creían, y fué por lo mismo grande la disminución de la fuerza moral de los carlistas.
El jefe vencedor dirigió aquel mismo día a sus soldados una alocución, en la que después de manifestarles lo convencido que estaba de su constancia, de su sufrimiento, de su pericia, valor y disciplina, sin lo cual no se hubiera resuelto en el rigor del invierno y sobre las terribles rocas de la sierra de Segura á desafiar los elementos, ni hubiera conseguido que la bandera de Isabel II y de la Constitución de 1837 tremolase en las almenas de la torre del homenaje, terminaba diciendo: «Soldados, habéis contraído un nuevo mérito que la nación y la reina sabrán premiar debidamente. Yo cada vez estoy más complacido de vuestro bizarro comportamiento: os doy las gracias más expresivas, y me atrevo á predeciros que la presente campaña con la toma de Segura será tan feliz en Aragón, Valencia y Cataluña, como lo fue la anterior en las provincias del Norte, después de la toma de Ramales y Guardamino. Así veremos pronto afianzada la paz general, y satisfechos de no haber omitido ningún sacrificio por conquistarla, disfrutaremos con orgullo de sus beneficios y de la ventura de que es tan digna esta nación magnánima. Tales son los votos y deseos de vuestro general»".
Tras el intercambio de prisioneros se acordó el trato que se había de otorgar a los derrotados, no solo en esta ocasión, sino en general. Creo de interés el reproducir las disposiciones acordadas por el entonces gobierno de Lérida de ese año para permitir el regreso de los vencidos e indultados a otros lugares, eso sí, tras prometer fidelidad a la Constitución (1837) y a la reina Isabel II y "sin indicios de pérfidas intenciones".


Tras la conquista de la plaza de Segura, Espartero se dirigió a Castellote, importante reducto carlista situado en un monte más empinado y con excelentes fortificaciones defensivas. El propósito del general era ir descomponiendo poco a poco la línea de fortificaciones de los carlistas. De esta forma, tras la toma de Segura fueron cayendo Castellote, Aliaga, Cantavieja y Morella. Conquista esta última que prácticamente puso fin a la primera guerra carlista obligando a Cabrera a pasar a Cataluña.

Castillo de Castellote según la citada obra de Pirala

Vista de Castellote según el libro de Calvo y Rochina

Vista del castillo de Aliaga según el libro de Calvo y Rochina
El pliego, editado por la imprenta leridana de Buenaventura Corominas (de intensa y azarosa vida, fallecido en 1841), e ilustrado con tacos de madera antiguos y ampliamente reutilizados, añade la siguiente nota final: "Es propiedad de don Francisco Logroño, cabo primero de la Tercera Compañía de Ingenieros quien perseguirá ante la ley al que lo reimprima sin permiso".





©Antonio Lorenzo

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Barcelona ofrece una corona de oro al general Espartero (1840)


Sorprendentes láminas, de no conocer los cambiantes avatares políticos del siglo XIX, donde se conmemora la entrada triunfal del general Espartero en Barcelona el día 30 de agosto de 1840, tras cumplirse un año de la firma del llamado Abrazo o Convenio de Vergara (31 de agosto de 1839), que dio fin a la Primera Guerra Carlista. Dicho tratado, firmado por el general Espartero del bando isabelino y el general carlista Maroto, se confirmó y se recuerda por el abrazo que se dieron ambos ante las tropas de uno y otro bando.

La ciudad de Barcelona, conmemorando el año de la firma de dicho tratado, ofreció en agradecimiento al general monárquico una corona de oro en medio de grandes fastos y de un culto extremo a su persona, como representante del "orden constitucional" establecido en la Constitución de 1837. Litografías, cuadros, postales, estampas, carteles, pitilleras y hasta obras de teatro, fueron algunos de los muchos productos de exaltación a su persona.

Dos años más tarde, el propio Espartero daba la orden de bombardear a la entonces "agradecida", constitucionalista y monárquica Barcelona, debido, entre otras causas, a las insurrecciones populares y a la crisis del sector algodonero, que fueron reprimidas con extrema dureza. A Espartero se le atribuye la ominosa y famosa frase: "A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada cincuenta años".

Bombardeo de la ciudad de Barcelona desde Montjuic en 1842
La poesía popular contenida en los pliegos de cordel no hay que entenderla en todos los casos como expresión o representación de un espíritu colectivo, pues, como ocurre en casi todos los ámbitos, obedece a circunstancias cambiantes según fueran desarrollándose los acontecimientos. Este es el caso de la exaltación de la figura de Espartero, considerado entonces como el "pacificador de España" según aparece en numerosos pliegos de la época.

Reproduzco dos láminas: la primera, distribuida por la barcelonesa librería de Juan Llorens, donde dice ofrecer "curiosa y exacta relación de la pompa y ceremonias de la entrega" de la corona al duque de la Victoria; y la segunda, en parecido tono laudatorio, distribuida por la barcelonesa librería de José Lluch de la calle de la Libretería.





©Antonio Lorenzo