
Con el término de Carabanchel de Abaxo, descrito en el pliego como el lugar donde se desarrollan los acontecimientos narrados, se hace referencia al antiguo municipio de Madrid, cercano en distancia a la capital y donde a lo largo de los años obtuvo una notable preeminencia por servir de asentamiento veraniego de la aristocracia en palacios y fincas de recreo, adquiriendo gran importancia referencial a finales del siglo XIX. De igual forma sucedió con su colindante, Carabanchel de Arriba (Carabanchel Alto), próximos ambos a la capital hasta su anexión conjunta a un Madrid expansivo en el año 1948. Desde un punto de vista actual, dicha anexión ha despertado ciertas dudas e incomprensiones por no haberse tenido en cuenta su importante patrimonio identitario, aunque son cuestiones que ya resultan irreversibles, tal y como sucede con otros términos municipales que fueron adheridos igualmente a la capital un poco tiempo más tarde.
En el pliego se describen estos sucesos en tiempos del reinado de Fernando VI, hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya, quien ejerció su reinado entre 1746 y 1759. En el pliego se relata que los protagonistas (un cojo, un calvo, un estudiante, un ciego, un boticario, un gibado y un barbero) dispusieron celebrar una merienda el día de San Pedro en el término de Carabanchel de Abaxo. Para lo cual, depositando cada uno la misma cantidad de dinero para la prevista merienda, quedaron para reunirse en la Puerta de Toledo y dirigirse al término de Carabanchel de Abaxo tocando instrumentos, cantando y bailando y donde acamparon un poco antes de la población. Tras la merienda, y una vez bien comidos y bebidos, se enzarzaron a golpes unos con otros en una camorra... "y lo demás que verá el curioso lector", como se apunta en la cabecera del pliego a modo de frase recurrente para incitar al público a su compra. Sobre estos incidentes no faltan alusiones satíricas y burlescas teniendo en cuenta las características propias de cada protagonista merendero. En medio de estas trifulcas los vecinos de las cercanas casas de campo acudieron como medianeros para tratar de poner orden entre ellos consiguiendo al fin que se sosegasen y que cada uno de ellos volviera a su barrio en la corte retornando juntos de nuevo cantando y bailando tal y como llegaron.
En el pliego, aunque no figura el año de edición y por lo poco que sabemos, la imprenta y librería de Luis Siges y Sotos desarrolló su actividad entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, donde, aparte de impresor de libros, también lo fue de pliegos de cordel como el reproducido. Dicha librería, continuadora de la labor desarrollada entre 1764 y 1792 por el anterior impresor Andrés de Sotos, estuvo situada en la calle madrileña de Bordadores frente a la Iglesia de San Ginés, tal y como se detalla en el colofón del pliego.
La calle de Bordadores, de las que se dan noticias en el referencial libro Las calles de Madrid, de Pedro de Répide (1882-1948) (Editorial Afrodisio Aguado, S.A., Cuarta edición, 1881) por quien fuera una figura destacada como novelista y cronista de Madrid. Dicha calle fue una antigua sede del gremio de bordadores de telas y fundadores de un montepío que tomaron por titular a Nuestra Señora de la Elevación en la parroquia de San Ginés y a la que llevaron luego a la de San Ildefonso. Dada la importancia de dicho gremio contribuyó a que la propia Santa Teresa de Jesús encargase en sus talleres el que le bordasen el traje de un San José para una de sus numerosas fundaciones.
En la actualidad, es una de las calles más conocidas de Madrid situada entre la calle Arenal y la calle Mayor, de donde hay otra referencia asociada a la película de Edgar Neville de los años 40 donde de una forma ficticia se sitúa en dicha calle la trama del film El crimen de la calle de Bordadores (1946).
En el callejón lateral de la iglesia se encuentra el llamado pasadizo de San Ginés donde se encuentra la conocida y célebre Chocolatería San Ginés, que constituye una visita referencial para los turistas y viandantes que circulen por tan conocidas vías públicas con la finalidad de disfrutar de sus churros y chocolates.

©Antonio Lorenzo




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