martes, 29 de enero de 2013

Quevedo y el cabildo de los gatos


No son muchos los pliegos de cordel que contienen composiciones de autores consagrados. En esta entrada damos a conocer un rarísimo pliego suelto cuyo autor es nada más y nada menos que don Francisco de Quevedo. Y resulta raro no solo por lo avanzado de su impresión en el primer cuarto del siglo XIX (1822), aun habiendo sido compuesto casi 200 años antes,  sino también por la temática que contiene y porque no hemos encontrado en nuestras pesquisas otras ediciones de este pliego.

Sabido es que los pliegos de cordel eran degustados por todo tipo de público, tanto por el ‘vulgo’ como por los ilustrados. La llamada literatura de cordel es un género fronterizo y semipopular que participa y se entremezcla con los otros géneros conocidos. Aún está por completar con nuevos datos una ‘sociología de la literatura’ que tenga en cuenta las preferencias y los ‘gustos’ del pueblo y el público a quien supuestamente van dirigidas estas composiciones y los ‘valores’ ideológicos, morales o de todo tipo que subyacen en ellos dejando aparte la ‘valoración estética’ y subjetiva de esta literatura.

Lope de Vega, junto a otros dramaturgos, se quejaba de que sus obras fuesen pasto del pueblo y enmendadas y alteradas sin citar su procedencia. En un Memorial dirigido al rey, sacado a la luz y estudiado magistralmente por Mª Cruz García de Enterría (del que se conserva ejemplar custodiado en el British Museum de Londres, sig. 1322.1.3), Lope arremete con dureza contra los mercaderes de relaciones, coplas y versos que atentan contra la moral y las buenas costumbres, aunque tampoco hay que olvidar que el mismo Lope fue durante un tiempo una especie de censor moral al servicio del poder establecido.

Si bien es cierto que algunas composiciones de Quevedo, Góngora o el propio Lope figuraron en pliegos, estos no son muy abundantes. En el caso que nos ocupa de Quevedo sabemos que circuló como pliego suelto una celebérrima jácara que fue inspiradora de un largo recorrido.

‘Carta de Escarramán a la Méndez: ya está guardado en la trena…’. Aquí se contiene la adversa fortuna del valiente Escarramán, natural de Sevilla, al cual prendieron por muchos delitos que cometió… Compuesto por don Francisco de Quevedo. Impreso en Barcelona. Año 1613.



Las jácaras pertenecen a los llamados géneros menores cuyo origen estructura lenguaje y su relación con la música y el teatro aún suscitan discusiones entre los estudiosos. Se trata de composiciones que desarrollan una narración lineal de sucesos relacionados con el hampa, la marginación, la prostitución y la delincuencia. Esta especie de subgénero poético, aunque métricamente es similar al romance, se solía representar en los corrales de comedias o bien en los entreactos o al final de la representación como breves piezas  de marcado carácter burlesco y jocoso a modo de sátira social.

También conocemos un pliego, fechado en 1677, con unas ‘Sátiras graciosas de don Francisco de Quevedo’ donde se recoge su tantas veces repetida composición ‘Poderoso caballero es don Dinero’, donde refleja con su agudeza acostumbrada y su humor desencantado la angustia económica en los tiempos de Felipe IV.

Pero vayamos al pliego que nos ocupa:
Relación nueva burlesca, de don Francisco de Quevedo, que declara un Cabildo que celebraron los Gatos en el ala de un tejado, sobre el modo cómo habian de vivir, y lo que á cada uno le pasaba con su amo’. Valencia, imprenta de Laborda, 1822.


  
Parece ser que este romance fue compuesto por Quevedo alrededor de 1627 y aparece en sus obras bajo el título de ‘Consultación de los gatos, en cuya figura también se castigan costumbres y aruños’. Es de destacar en el pliego la advertencia de que se trata de una ‘relación nueva’ para dar sensación de actualidad, aunque fuera escrita doscientos años antes, recurso muy usado en la poética de la literatura de caña y cordel.



En el romance se nos narra cómo en el tejado de Aminta se reúnen en ‘consultación’ o ‘cabildo’ gran cantidad de gatos. La disposición escénica sitúa a los gatos según su edad y condición: en los caballetes, los más viejos y canos; los negros a mano izquierda y a la derecha los blancos. Cada uno de ellos se lamenta de lo ladrones que son sus amos y lo mal que les tratan.

Quevedo nos presenta en el romance a un total de once gatos con desigual participación en sus comentarios. La relación de los diferentes amos discurre fundamentalmente por un letrado, un mercader, un rico avariento, un pastelero, un boticario y un alguacil. El romance concluye con la aparición de un perro alano que, atraído por el olor, desbarata rápidamente la ‘junta’ gatuna, huyendo todos espantados y lamentándose de su precaria condición.


Mediante la utilización de la hipérbole y el equívoco como recurso de gracia y humor la idea que subyace en todo el romance es que el robar de los gatos lo han aprendido de las prácticas y el afán lucrativo de sus amos y por extensión de los humanos. Todo ello se articula en una especie de poema dialogado que lo entronca vagamente con las representaciones teatrales de tanto éxito en el Siglo de Oro y que recuerda a los entremeses y a las imitaciones burlescas de las parodias.

El éxito de este romance fue tan grande que hasta su amigo Lope de Vega retomó la temática gatuna en su Gatomaquia, donde urde una curiosa trama de amor y celos y donde el mundo gatuno es también el protagonista.

Antonio Lorenzo


martes, 15 de enero de 2013

Cautivos y renegados




Dentro de la selva temática de los pliegos de cordel cobran un lugar destacado los relativos a los cautivos y renegados, de amplísima trayectoria literaria, que se han venido cultivando hasta los albores del siglo XX.

Esta materia ha dado numerosos frutos tanto en los pliegos como también en la novelística y en la dramaturgia. De una forma u otra la temática de cautivos fue tratada por Cervantes (cautivo él mismo en Argel durante cinco años, apresado cuando regresaba a España después de sobrevivir a la batalla de Lepanto en 1571), así como Lope, Góngora, Calderón, junto a otros muchos autores menos conocidos.

Con el término peyorativo de renegado, en relación a lo que nos ocupa, se alude a aquellos que abjuran (reniegan) de su fe y pasan a formar parte de otra religión o creencias. En general se aplica a aquellos cristianos que adoptan las creencias o doctrinas del Islam, ya sea por conveniencia para ganarse un mejor trato o por otras razones. Se trata en suma de una apostasía, conocida de antiguo con diferentes nombres dependiendo de la época histórica: muladíes (hispanos convertidos al Islam), los tornadizos (en sentido contrario), por no hablar de los conversos o marranos (judíos falsamente convertidos al cristianismo  pero que seguían practicando su religión a escondidas), los moriscos, etc.

Es durante el transcurso del siglo XVI, fundamentalmente bajo el reinado de Felipe II, cuando esta temática literaria alcanza su mayor difusión aunque el gusto por estas narraciones se ha mantenido con vitalidad hasta épocas muy recientes.

Este tiempo histórico, cuya estabilidad se prolonga en el tiempo, corresponde a lo que el gran historiador francés Fernand Braudel denominó como de ‘larga duración’ (longue durée), para diferenciarlo de un tiempo de corta duración o de acontecimientos en su clásico estudio ‘La Méditerranée et le Monde Méditerranéen a l'époque de Philippe II’ (El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II) y a su continuidad a través de la escuela de Annales.

El mar Mediterráneo fue el escenario donde se desarrolló el enfrentamiento entre dos concepciones religiosas y culturales muy diferentes. Es durante el siglo XVI cuando toman un especial protagonismo los corsarios, los cautivos y los renegados. Los primeros se dedicaban al corso, esto es, a atacar y saquear barcos mercantes enemigos y poblaciones merced a la ‘patente de corso’ o permiso otorgado por un monarca, alcalde o autoridad competente a cambio de obtener parte del botín frente al adversario. En cierto modo era un medio de disponer de una armada alternativa y rentable. El corsario, pues, vendría a ser una especie de pirata con consentimiento y aprobación, puesto que contaba con una legitimidad de la que los simples piratas carecían. Los cautivos y renegados serían el resultado y la consecuencia directa  de este enfrentamiento bélico, económico y cultural por el control y el dominio del espacio fronterizo del Mare Nostrum, ya fuera por los ‘moros de allende’ norteafricanos o por los turcos. Este espacio escénico natural o medio geográfico fue sustituido paulatinamente por el Atlántico debido al creciente interés en la mercadería proveniente de América.

Esta duradera lucha entre cristianos y musulmanes se extiende prácticamente desde el siglo XVI al XVIII dando lugar a una inseguridad y tensión permanente donde el riesgo a ser atacado estaba siempre presente, sobre todo en las zonas costeras. El miedo a resultar cautivo sobrevolaba en el imaginario social de esas gentes de frontera pues su ‘redención’ requería de una fuerte suma que la mayoría no podía pagar.

No es de extrañar el que este mundo cambiante fuese propicio para desarrollar argumentos, reales o ficticios, que alimentaron las mentes de toda la escala o estratos sociales por lo excitante para la imaginación, donde convivían harenes, abordajes, amores imposibles o descripciones de batallas entre las galeras de uno u otro bando. 





Las galeras eran unas embarcaciones casi planas que combinaban vela y remo y de las que existían muchos tipos, impulsadas por la fuerza de los remeros o, en el mejor de los casos, por las velas si el viento lo permitía. Se trataba de embarcaciones excelentes para operar por las proximidades de la costa. Iban dotadas del llamado ‘espolón de proa’, prolongación de la misma a modo de ariete de bronce o hierro por debajo de la línea de flotación para embestir a la embarcación enemiga y causarle graves daños o su hundimiento. Estas embarcaciones eran propulsadas por el Mediterráneo con la energía bruta de los llamados galeotes. Estos infortunados remeros, forzados o penitenciados, cumplían una sentencia y su valía se reducía a su potencial de trabajo en las embarcaciones. Entre estos forzados también habría que incluir a los esclavos, generalmente musulmanes o negros capturados o comprados con anterioridad.

Era difícil empeorar las condiciones de navegación de uno de estos presos. Un grillete les mantenía atados a su asiento, donde comían, dormían y evacuaban. Los desdichados que tenían que servir en las galeras reales estaban sumamente expuestos al contagio de enfermedades, encadenados en las bancas de remo, con malísima alimentación y sin la menor higiene.



Los pliegos de cordel sobre cautivos y renegados que han llegado hasta nosotros suelen tomar como fondo las guerras africanas y las constantes escaramuzas en el Mediterráneo por corsarios y piratas  donde se ponen de relieve las penalidades de los cautivos. Su tono más realista contrasta con los romances moriscos donde la figura del moro resulta claramente idealizada. Uno de los más famosos romances de cautivos en el marco de la piratería mediterránea es el tan conocido de Góngora, del que transcribo el comienzo porque ilustra muy bien ese universo.

Amarrado al duro banco
de una galera turquesca, [turca]
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado [condenado] de Dragut [pirata turco]
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«Oh sagrado mar de España,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias:
pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
porque si es verdad que llora
mi cautiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur [Pacífico]
vencer en lucientes perlas.
Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta,
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lengua;
pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
 aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia.
Pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado,
a nadie matarán penas»….

Este romance expresa el sentimiento de añoranza por su patria y por su amada, al tiempo que lamenta su condición de prisionero en la galera enemiga del corsario Dragut, en la que está condenado a remar, mientras contempla las playas de Marbella de su propia patria.

Para ilustrar esta temática a través de los pliegos de cordel, donde toman presencia los clásicos argumentos de la bella mora que se enamora del cristiano cautivo y acaba convirtiéndose al cristianismo, aventuras inverosímiles de amantes separados por el cautiverio, pero llenos de fe cristiana, renegados por conveniencia pero dispuestos a abrazar la fe de Cristo, etc.

Veamos unos ejemplos.


Blas de León, cautivo en Argel. Barcelona, Hered. de Juan Jolis, s.a.



El cautivo de Gerona. Barcelona, Hered. Viuda de Pla, s.a.




Jacinto del Castillo y Leonor de la Rosa. S.l., Impr. El Abanico, s.a.


Trágicos sucesos de un enamorado en la ciudad de Pamplona. Barcelona, Impr. Hered. de Juan Jolis, s.a.

Para no alargar en demasía esta entrada publico las portadas de otros pliegos de similar temática.



Gabriela Altube. Impr. de Ramírez y Cía., s.a.

Doña Gabriela Altube

Por imposición de sus padres la prometen en matrimonio con don Juan a quien ella no quiere. El día de la boda aparece don Lope, su verdadero pretendiente. Se enfrentan ambos y don Juan da por muerto a don Lope y huye a Portugal donde se asocia con los moros africanos para ocultarse. Don Lope se recupera de las heridas y acaba casándose con Gabriela. Por un asunto de herencias viajan ambos a Roma, pero en el trayecto son apresados por una fragata argelina y conducidos a Argel donde son vendidos como esclavos a un renegado, que resulta ser el mismo don Juan. Se enfrentan de nuevo pero Gabriela en el forcejeo de ambos acaba apuñalando a don Juan. Ayudados por un moro bueno que quería convertirse al cristianismo, les conduce a la costa para que escapen y acaban embarcando en una nave española que los regresa felizmente a su patria.

El sacerdote de Valencia y Audalá. Córdoba, Impr. de Rafael García Rodríguez, s.a.

El sacerdote de Valencia y Audalá

A su regreso de Roma el nuevo sacerdote es apresado por ocho galeras argelinas y conducido a Argel junto con otros cuarenta cristianos. El sacerdote, junto con otros 12 cautivos, fue entregado a Audalá, quien confesó ser hijo de un corsario renegado pero nacido y bautizado en Toledo. Como era de corazón noble le invitó en secreto a celebrar una misa. El sacerdote se explaya con gran elocuencia explicando la simbología religiosa de las vestiduras sagradas y las oraciones y rituales de la misa. Audalá, conmovido por tan extraordinaria oratoria, decide escapar junto con 90 cautivos en una galera y se dirigen con éxito a Roma donde dan cuenta al Santo Padre de todo lo sucedido.

Otras portadas:




Dejamos para una nueva entrada unos curiosos pliegos sobre esta temática que se han venido reimprimiendo repetidamente durante varios siglos y que han logrado pervivir en el imaginario colectivo de tantas generaciones. 

Antonio Lorenzo

lunes, 7 de enero de 2013

Crímenes horrorosos (General)




Bajo esta entrada vamos a acoger variadas temáticas de lo que se podría considerar genéricamente como literatura de casos y sucesos.

En este tipo de pliegos abundan los crímenes pasionales, los adulterios, los amores contrariados, incestos, casos truculentos, parricidios, descuartizamientos…

 Este gusto por el ‘tremendismo’ y lo ‘hiperbólico’ es de raíz antigua.  Su historia se puede rastrear, a pesar de los cambios de gusto y de estética, desde el inicio de la imprenta hasta nuestros días –si bien mediante la utilización de otros soportes-,  pero sus antecedentes pueden encontrarse en estas humildes hojas que manejamos, precursoras también del folletín decimonónico y de las novelas por entregas.
  
Su carácter decididamente escabroso y sensacionalista ha llevado a etiquetar a esta literatura con el despectivo nombre de ‘sub-literatura’. Pero creemos que esta ‘sub-literatura’ posee un claro interés histórico y sociológico, aparte del propiamente ‘literario’. No creemos que se pueda establecer lo que es mala o buena literatura atendiendo sólo a un juicio de índole estético.

La ‘poética’ de esta literatura impresa tiene sus propios códigos, formas y tipos. En esta literatura de casos y de sucesos subyace por lo general una intención de impresionar y conmover o de corroborar los valores establecidos a base de acabar la relación con consejos morales.

                                      Reportemos nuestros vicios
                                      y procuremos la enmienda.
                                      Padres, los que tenéis hijos,
                                      darles educación buena
                                      como es vuestra obligación
                                      y así lo manda la Iglesia.
                                      Y dando fin al romance,
                                      aquí, el humilde poeta,
                                      os pido perdón a todos
                                      y la majestad suprema
                                      nos dé buenos pensamientos
                                      y después la gloria eterna.

Los personajes que intervienen se pueden considerar como caricaturas, sin matices psicológicos y movidos por pasiones incontroladas, donde los buenos son muy buenos y los malos malísimos.

Si bien estas composiciones parecen destinadas preferentemente a un tipo de público escasamente ilustrado o alfabetizado, no por ello reflejan una mentalidad, ideología o valores propios de las ‘clases populares’ ya que los centros de producción de este tipo de composiciones suelen ser urbanos, aunque su difusión se extienda hasta la más lejana aldea. Son composiciones supuestamente hechas o elaboradas ‘para’ el pueblo llano desde alejados ámbitos de poder. Pero éste es un tema que se aleja mucho de lo que pretendemos, que no es otra cosa que exponer y compartir unas pequeñas muestras de esta literatura impresa popularizada.

Veamos unos ejemplos.


Robo y horroroso homicidio por cuadrilla de ladrones. Barcelona, Impr. J. Tauló, 1857_A

Robo y horroroso homicidio por cuadrilla de ladrones. Barcelona, Impr. J. Tauló, 1857_B

El asesino de su padre y su madrastra. Barcelona, Impr. Llorens, s.a._A

El asesino de su padre y su madrastra. Barcelona, Impr. Llorens, s.a._B

Muerte a sus padres y a dos hermanas en 1852. Barcelona, Impr. C. Miró, s.a._A

Muerte a sus padres y a dos hermanas en 1852. Barcelona, Impr. C. Miró, s.a._B

Nueva relación de dos mancebos muy amigos en Antequera. Barcelona, Impr. Hered. Viuda de Pla, s.a._A

Nueva relación de dos mancebos muy amigos en Antequera. Barcelona, Impr. Hered. Viuda de Pla, s.a._B

Lorenzo de Tejado da muerte a su mujer y a cuatro hijos. Barcelona, Impr. Juan Llorens, s.a._A

Lorenzo de Tejado da muerte a su mujer y a cuatro hijos. Barcelona, Impr. Juan Llorens, s.a._B