martes, 5 de marzo de 2013

Mujeres vengadoras (1ª parte)


Dentro del genérico cajón de sastre de aventuras amorosas que se recogen en los pliegos de cordel podemos considerar una especie de apartado el referido a las mujeres fuertes y varoniles que no dudan en usar la violencia o cometer todo tipo de crímenes como consecuencia y venganza ante una inicial situación adversa a las que fueron sometidas.

Estas mujeres vengadoras que se nos aparecen en los pliegos guardan cierta relación con las antiguas serranas medievales y con las mujeres bandoleras, tan del gusto en las comedias del Siglo de Oro. Es característica común a todas ellas un mecanismo de inversión donde la mujer asume algunos de los rasgos propios que caracterizan a los bandoleros y valentones, tales como la arrogancia y la valentía.

Un lejano antecedente literario son las conocidas serranas, ejemplos de pastoras aguerridas que viven solas y son guías y dueñas de los pasos de montaña. El personaje de la serrana lo encontramos por vez primera en nuestra lengua en el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, de la primera mitad del siglo XIV. Obviamente existen antecedentes de la mujer fuerte en la mitología: Diana, las amazonas, la hechicera Circe, etc.

Las cuatro serranas que aparecen en la obra del Arcipreste se nos presentan como personajes salvajes y temibles (la Chata de Malangosto, Gadea de Riofrío, Menga Lloriente de Cornejo y Aldara de Tablada). Destacan por su fama de luchadoras y su buen manejo de la cayada y la honda como armas. Las serranas, como controladoras de las sierras, solían exigir el pago de un peaje por pasar por sus caminos, o por mostrárselos a los viajeros que se perdían por ellas.

La imagen de estas serranas rudas y obscenas es muy distinta a las estilizadas serranillas del Marqués de Santillana en el siglo XV, donde el encuentro entre el caballero y la pastora se produce en un locus amoenus donde lo que prima básicamente es el galanteo junto a unas exquisitas actitudes de cortesía y de refinados matices eróticos.



Aunque obviamente existen coincidencias entre ellas hay que deslindar entre el arquetipo de serrana y el arquetipo de bandolera como derivación y adaptación teatral tan extendida en la comedia del Siglo de Oro.

En el desarrollo de la intriga del arquetipo de la serrana aparecen los siguientes motivos:


  • El acoso al caminante (mediante armas, golpes, posesión sexual o rapto por abuso o engaño).
  • La huida/persecución de la serrana al caminante.
  • La denuncia o divulgación de sus crímenes.
  • El castigo ejemplar.

El modelo o arquetipo de la bandolera que se desarrolla en las comedias del Siglo de Oro ya no es el de esa mujer monstruosa cuyas apetencias sexuales han de ser satisfechas por los caminantes que pasan por sus sierras, sino una mujer frágil donde su rebeldía y su posterior fortaleza e instinto criminal suele venir dada por el desacato a la autoridad paterna que quiso concertar a la fuerza su matrimonio.

Este tipo de mujer fuerte es el que aparece con más frecuencia en los pliegos de cordel. En ellos la mujer no produce la fascinación de las serranas medievales sino que su presencia sólo infunde temor por sus robos y por sus crímenes. Es un tipo de mujer que no trata de seducir a los hombres para su satisfacción sexual, como las serranas. El erotismo que mueve a las primeras desaparece en las historias de estas mujeres aguerridas. Su carrera delictiva es consecuencia del despecho y su principal motivación no es el robo en sí mismo, sino la venganza. Así como las serranas representan una especie de estado salvaje y primitivo, estas mujeres fuertes proceden de un entorno social normalizado y solo se arrepienten de sus acciones cuando son detenidas o cuando van a ser ejecutadas.

Los pliegos de cordel nos manifiestan que el bandolerismo no es exclusivo del mundo masculino y que el papel de la mujer no se reduce a ser una simple amante o confidente, ni se limita a ser mera espectadora de los hechos delictivos de la cuadrilla o a servir de enlace con el mundo exterior, sino que adquiere un protagonismo propio, tal y como manifiestan estos pliegos que presentamos como ejemplos.

El esquema de estas composiciones suele partir de un matrimonio concertado por los padres o familiares y no aceptado por nuestra heroína. Un ejemplo es el de doña Teresa Llanos: nacida en familia noble, una vez fallecidos los padres, los hermanos matan al amante de Teresa por no ser de su agrado. Ella se ‘viste de hombre’ y da muerte a sus hermanos y emprende una larga e inverosímil carrera de crímenes. Pasa por Cuenca y Zaragoza y en Barcelona se embarca para Gibraltar. Regresa por Cádiz y Jerez matando a todo aquel que le sale al paso. Capturada y condenada a morir en la horca se descubre su condición de mujer. El virrey la perdona y ella toma los hábitos llevando desde entonces una vida ejemplar.


































El resto de composiciones, de las que ofrezco la portada,  giran en parecidos términos en torno a un rosario de crímenes donde no es infrecuente el arrepentimiento final cuando van a ser ejecutadas. Las atrocidades de estas heroínas dejan traslucir un cierto trasfondo de injusticia al rebelarse contra la autoridad paterna y despiertan una cierta simpatía que ha emocionado al público durante muchos años.




















Tal fue la popularidad del pliego de Margarita Cisneros, que Camilo José Cela, en su Viaje a la Alcarria (1948), pone en boca de un buhonero que llega a Pareja, donde se encuentra el viajero (Cela), y le oye pregonar su mercancía al son de una campanilla:

—¡La oración de la Virgen del Carmen y El sepulcro o lo que puede el amor! ¡El bonito tango del brigadier Villacampa y las canciones de la Parrala y la Pelona! ¡Las décimas compuestas por un reo estando en capilla en la ciudad de Sevilla, llamado Vicente Pérez, corneta de la Habana! ¡Siento renacer en mí tu amor al saber que volverás!, la última creación de la Celia Gámez. ¡Las atrocidades de Margarita Cisneros, joven natural de Tamarite! ¡A cinco! ¡Compre usted la bonita copla de moda, a cinco!




































Por tradición oral el Romancero ha conservado ejemplos de un tipo de mujer que está emparentada con esa imagen varonil de las antiguas serranas. Los romances de La serrana de la Vera o el de La gallarda, y de forma más tangencial El veneno de Moriana, guardan con ellas ciertas similitudes, sobre lo que volveré en otra entrada.

Antonio Lorenzo

martes, 26 de febrero de 2013

El Pernales y los últimos bandoleros



En el último cuarto del siglo XIX y en los comienzos del XX asistimos a la decadencia de las actividades del bandolerismo como fenómeno social, aunque la figura arquetípica del bandido generoso tendrá largo aliento tanto en el cine como en las novelas y el teatro hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.

Es la época de célebres bandidos andaluces tardíos que perduran en la memoria colectiva, como José María Hinojosa, El Tempranillo (1805-1833), Joaquín Camargo, El Vivillo (1865-1929), José Ulloa, El Tragabuches (1781- ¿? ), Manuel López Ramírez, El Vizcaya, Juan Mingolla, Pasos Largos (1874-1934), Francisco Ríos González, El Pernales (1879-1907) y Antonio Jiménez Rodríguez, Niño del Arahal (1881-1907).

Estos últimos bandoleros andaluces reviven en el imaginario colectivo la fama como ‘tópico literario’ que supuso en el siglo XVIII las hazañas de Diego Corrientes (1757-1781). Bien es cierto que a finales del siglo XIX se produce una cierta degeneración del modelo, aunque se mantiene vigente el tópico romántico en los periódicos y en otras publicaciones.

Me voy a detener en la figura de El Pernales dando a conocer unos pliegos donde se recoge de forma fabulada su vida y hazañas.

Francisco Ríos González nació en el pueblo sevillano de Estepa en 1879, uno más de la legión de desheredados que poblaban el campo andaluz en aquellos tiempos. Desde los 10 años trabajó de cabrero; no fue a la escuela, era analfabeto, pero su padre le enseñó a robar para mejorar su precaria condición. El padre de Francisco era un ladronzuelo de supervivencia y de pequeños robos pero en una de sus fechorías se topó con la Guardia Civil y los guardias lo mataron.

La leyenda cuenta que Francisco se hizo bandolero para vengar a su padre, pero la carrera de bandido resultaba muy atractiva para un hombre joven y decidido. Allí mismo, en Estepa, tenía los ejemplos de famosos bandoleros locales: Juan Caballero, El Lero, detenido, juzgado y absuelto por falta de pruebas. Con el fruto de sus correrías vivió holgadamente en el pueblo hasta los 80 años e, incluso, se permitió el lujo de contarlas en un libro de memorias que redactó el escritor José María Mena. También era ejemplo Joaquín Camargo, El Vivillo, muchas veces detenido y otras tantas liberado porque nadie testificaba contra él, que después de bandolero se hizo picador en la cuadrilla de Morenito de Talavera y terminó emigrando a Argentina y suicidándose con cianuro en 1929, aunque antes también redactó sus memorias.

Francisco Ríos, en la verdad histórica, no era el bandido generoso del tópico literario. Parece ser que era un personaje cruel y maltratador de su mujer y de sus hijas pequeñas, quienes debido a sus brutalidades le tuvieron que abandonar. Tampoco parece cierto el que robara el dinero a los ricos para dárselo a los pobres, sino para su propio lucro personal y el de su cuadrilla.






























El autor del pliego comenta en el prólogo que lo que relata son ‘hechos reales’ y no hazañas sacadas de las novelas de Corrientes y Candelas. En el pliego se nos narra que recibió instrucción en Sevilla y a su regreso, a los 24 años, tomó plaza de conserje en el Casino de Estepa. Por defender la honra de la que era su novia, Rocío, tuvo que huir con ella al monte. Pasado el tiempo Rocío le fue infiel con el bandolero Vizcaya. En una de sus estancias en Sevilla Pernales conoce a Conchilla, de la que se enamora tras la traición de Rocío. Sintiéndose cada vez más acorralado huyó con su Conchilla a Valencia, donde esperaban un hijo. Al aparecer una fotografía en la Revista Ilustrada, se vio obligado a huir de nuevo. Al enterarse del nacimiento de su hija regresó a Valencia para conocerla y estar con ella, prometiendo dejar la vida de bandido. Pero la Guardia Civil lo detuvo cuando pretendían embarcarse hacia América y lo mataron en una emboscada. Conchilla y la hija de ambos pasaron gran parte de su vida en la cárcel, resume el pliego. Es de destacar la ilustración del bandido sosteniendo tiernamente a su hija con la intención de subrayar su amor paternal, paradigma del tópico de bandolero rudo pero tierno.


 Bonita colección de tangos




























En este curioso pliego se entremezclan dos asuntos de gran actualidad en 1907 a raíz de la muerte del Pernales y de la orden gubernamental del cierre de las tabernas.

Respecto a la muerte del bandolero se observan posturas contradictorias: de una parte se alaba a la Guardia Civil por su captura y muerte, y por otra se señala que nunca mató a nadie y se acentúa su poder de seducción con las mujeres. En una segunda parte ya se es más crítico con el bandolero, puesto que se alaba la tranquilidad que produjo su muerte. Da la impresión de que ambas partes no proceden de la misma pluma y de que sus estrofas están unidas de forma inconexa.


El pliego se hace eco también de la normativa de cerrar las tabernas los días festivos y a las doce de la noche los días de diario. Dicha normativa estuvo vigente desde 1907 (justo en el año de la desaparición del Pernales) hasta 1909. La normativa fue promulgada por Juan de la Cierva y Peñafiel (1864-1938), quien fuera ministro de la gobernación del gobierno de Antonio Maura en esos años. Durante el tiempo que permaneció en el cargo emprendió importantes reformas con las que pretendía mejorar las costumbres de los españoles. Elaboró una estricta reglamentación para controlar el horario de apertura y cierre de locales públicos, como teatros, cafés y tabernas con las consiguientes protestas del gremio de taberneros de las que da cuenta el pliego.


Por tradición oral se han conservado romances sobre sus hazañas, de los que conocemos varios y hemos tenido la oportunidad de recoger versiones inéditas similares a algunas de las publicadas.


Adjunto la noticia que publicó el diario ABC sobre su desgraciado final y algunas otras imágenes sacadas de diversas fuentes.







Fotografía original de 'El Pernales' con el sello de la 1ª compañía del cuarto Tercio de la Guardia civil donde vienen detallados todos sus rasgos: 'De 28 años, bajo, ancho de espaldas y pecho, rubio con pecas, bien curtido por el sol, color pálido, ojos grandes y azules, pestañas despobladas y arqueadas hacia arriba; vestido con pantalón, chaqueta corta y chaleco de pana lisa, color pasa...'



















Del ropaje mítico a la cultura de masas

El teatro y la novela constituyeron una vía excelente para la difusión de las hazañas de los bandoleros entre un público poco letrado. Esta atracción por lo popular andaluz se aprecia en obras como las siguientes:

Ramón López Soler (1806-1835), y sus novelas Los bandos de Castilla (1830) o Jaime El Barbudo, o sea la Sierra de Crevillente (1832). De la mente calenturienta de Manuel Fernández y González (1821-1888): Juan Palomo o la expiación de un bandido (1855); Los siete niños de Écija (1863); Diego Corriente (Historia de un bandido célebre) (1866); El rey de Sierra Morena. Aventuras del famoso ladrón José María (1871-1874); Don Miguelito Caparrota, el célebre marqués ladrón (1872); José María El Tempranillo. Historia de un buen mozo (1886); El Chato de Benamejí. Vida y milagros de un gran ladrón (1874), etc.

Y respecto a las representaciones teatrales:

Sixto Cámara: Jaime el Barbudo (1853), drama en tres actos. Luis Mejías y Escassy: Los siete niños de Écija (1865), drama en verso. José María Gutiérrez de Alba: Diego Corrientes o el bandido generoso (1848). Enrique Zumel (1822-1897): José María. Drama de costumbres andaluzas, en siete actos en verso; y otras muchas de este prolífico autor.

Con la llegada del cine este tipo de obras fue cayendo en el olvido, siendo sustituidas por películas de marcado ambiente costumbrista. Las películas sobre bandoleros son deudoras del folletín. En El signo de la tribu (1915), de Juan María Codina y Juan Solá Mestres, ya no se trata del bandolero generoso sino que nos encontramos con un bandolero cruel y prófugo de la justicia, que asola un campamento gitano y se encapricha de una jovencita con la que luego huye. Otras películas son: Diego Corrientes (1924), de José Buchs; El León de la Sierra (1915), de Alberto Marro; Luis Candelas o el bandido de Madrid (1926), de Armando Guerra, cada una de ellas con sus peculiaridades, etc.

Quiero aprovechar esta entrada para dar a conocer un curioso pliego que adquirí, junto con José Manuel Fraile, en la década de 1980 en la calle Toledo de Madrid. En dicha calle y en aquellas fechas un viejecito exponía su menguada mercancía en un cordel sujeto con pinzas en la ventana de una sucursal bancaria. De allí procede el siguiente pliego de marcado carácter burlesco sobre El bandido Tripalarga.






Sobre otros bandoleros coetáneos al Pernales adjunto unas noticias publicadas en el diario ABC de aquellos años.






Antonio Lorenzo


sábado, 16 de febrero de 2013

El bandolero Serrallonga



El bandolerismo en Cataluña se conoce desde la Edad Media. En un sentido amplio se pueden considerar como actos de bandolerismo las luchas armadas entre estamentos aristocráticos para solucionar conflictos. Los señores feudales catalanes promovían y dirigían acciones violentas suscitadas por su deseo de expansión territorial con el apoyo de amplias capas de la sociedad. Es lo que se ha venido llamando «bandolerismo aristocrático» frente a un «bandolerismo popular». El bandolerismo aristocrático que practicaban las familias nobles catalanas consistía en reclutar ejércitos privados (los llamados bàldols feudals) de carácter temporal hasta dirimir el conflicto. Esta forma de resolver a mano armada los conflictos se designa en catalán con el verbo bandolejar, próximo al sustantivo bandolero. El bandolerismo popular, tal y como lo conocemos, es un fenómeno social más moderno y cuya causa principal suele ser la pobreza de amplias capas de la población.

Los enfrentamientos entre dos bandos nobiliarios, los nyerros y los cadells (conocidos también como narros y caderes), arrancan ya desde el siglo XII, pero toman una especial relevancia durante el siglo XVI y se extienden con desigual virulencia en siglos posteriores. Simplificando mucho y sin detenernos en sus orígenes los llamados nyerros son aquellos miembros que representaban a las clases medias y a los campesinos o pagesos y que eran defensores de los intereses de los señores feudales catalanistas. Los cadells, por el contrario, representaban a un amplio sector de la nobleza urbana y daban soporte a la monarquía castellana centralista y a la iglesia.

Se trata, en definitiva, de dos ámbitos de poder: uno formado por las instituciones de gobierno catalanas y otro por el entramado institucional dependiente directo de la monarquía. Obviamente no deja de ser una simplificación conceptual que habría que matizar, pero en la que no debemos entrar ni por espacio ni por el propósito de este blog.

La presión fiscal de la hacienda real sobre Cataluña, promovida por el conde-duque de Olivares (valido de Felipe IV) y la protesta contra la movilización y su permanencia de los tercios del ejército real y contra la pretensión de que fueran alojados dentro de las poblaciones, junto a la precaria situación económica general, desembocó en una violenta revuelta social conocida como el Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640, (Guerra de Les Segadors) donde fue asesinado el virrey, conde de Santa Coloma, y asaltadas muchas casas de nobles en la ciudad de Barcelona.

Oleo de Antoni Estruch (1907)

Siete años antes de este estallido popular, pero en estrecha relación a estas confrontaciones entre linajes, fue ejecutado en Barcelona Joan  Serrallonga.

Joan Sala i Ferrer


Joan Sala i Ferrer nació en el pueblo de Viladrau, de la veguería de Vich, en 1594. El nombre de Serrallonga lo tomó de la casa de su mujer, Margarida, en el término de Carós. Comenzó su vida bandolera ya cumplidos los 30 años. Las causas sobre esa decisión no han sido aclaradas. En el proceso que se le siguió y que se conserva y conoce por haber sido publicado por Juan Cortada, Serrallonga declaró que se echó al monte por haberse visto implicado injustamente en un delito de robo.

Según la declaración de mismo Serrallonga en el proceso contra él, tuvo que huir de su casa y ponerse fuera de la ley por culpa de su amigo Miquel Barfull, quien le denunció a las autoridades por quedarse unas capas robadas por otro amigo, y por comprar a sus hermanas la mula que acababan de robar a su madre. Cuando las autoridades vinieron a detenerle, Serrallonga se escapó a los montes. Unos días después mató a tiros a su denunciante Miquel Barfull porque había guiado a sus perseguidores. Serrallonga tuvo cinco hijos, uno de ellos sacerdote.

Durante el proceso le acompañó su querida llamada Juana, la Massisa, y parece ser que era hija de un cabecilla del bando de los cadells, contrario al de los nyerros de Serrallonga.

La captura de miembros de su banda marcó el declive de la vida bandolera de Serrallonga. Las torturas a que sometieron a sus compañeros permitieron la detención de su cabecilla y la posterior acusación y condena. Detenido junto a su amante Juana en 1633 fue condenado a la horca, que se ejecutó el 8 de enero de 1634.

La figura de Serrallonga ha inspirado sendas canciones populares y numerosas leyendas donde prima más la ficción que la realidad y donde las informaciones sobre sus peripecias se contradicen.

Serrallonga y la comedia


















Al año escaso de la ejecución de Serrallonga se representaba en los teatros madrileños la obra El catalán Serrallonga y los bandos de Barcelona (1635), escrita en colaboración por tres dramaturgos: Vélez de Guevara, Rojas Zorrilla y Antonio Coello. El tomar personajes y acontecimientos próximos y reales para crear una nueva comedia era habitual en la época. Sobre hechos más o menos conocidos se creaba una ficción que pretendía emocionar y cautivar a un público ávido de novedades en el siglo XVII.

El argumento de la comedia El catalán Serrallonga nada tiene que ver con lo que conocemos de la vida del bandolero. En la comedia se nos presenta como un joven noble hijo de don Bernardo de Serrallonga. Durante un juego de pelota y a causa de unos malentendidos don Juan acaba con la vida de don Félix Torrellas, lo que despierta la enemistad previa que ya existía entre las dos familias por su apoyo a bandos contrarios –nyerros y cadells–, respectivamente. Nuestro protagonista se ve obligado a huir a Francia prometiendo vengarse de don Carlos Torrellas, primo del difunto, que había jurado matarle. Don Bernardo intenta conciliar a las dos familias concertando el matrimonio de su hijo con doña Juana, hermana de don Carlos, pero los hermanos rechazan la oferta burlándose de él y aumentando la afrenta, lo que le lleva a pedir venganza a su hijo. Este intenta satisfacerle y dirige un ataque contra los cadells durante una fiesta, ayudado por su amigo el bandolero Fardi de Sau, lo que provocará su huida al monte y su conversión en bandolero.

Los coautores de la comedia transforman al bandolero villano, infiel y violento en un joven noble, defensor del honor de la familia, fiel amante y leal compañero y que manifiesta gratitud y confianza a los de su cuadrilla, cualidades que, pese a sus crímenes, le hacen ganar el favor del público y le convierten en un personaje de leyenda. Tres dramaturgos no catalanes pudieron idealizarle como un héroe prestigioso. Cataluña se convierte en la comedia en un escenario encantador que recuerda mucho a la maurofilia literaria de las comedias de ambiente granadino y al romancero morisco.



















Los tres coautores adaptaron la historia de la vida de Serrallonga a los esquemas del teatro castellano de la época, inspirándose en el drama La muerte más venturosa (finales del siglo XVI) de Félix Lope de Vega (1562-1635). Se inventaron un héroe completamente nuevo, en muchos puntos diferente del Serrallonga real puesto que enaltecen su condición social: él es hidalgo y Joana pertenece a una importante familia barcelonesa. El bandolerismo de Serrallonga está motivado por unos nobles motivos sociales, y está explicado como una demostración de la rivalidad entre «nyerros» y «cadells».

Esta interpretación tergiversada de Serrallonga pasó seguidamente a la abundante literatura semipopular durante el siglo XIX con el drama en castellano Don Juan de Serrallonga o los bandoleros de las Guillerías (1858) de Víctor Balaguer i Cirera (1824-1901), drama que se adaptó poco después en la novela Don Juan de Serrallonga (1859), novela que ejerció una fuerte influencia sobre la tradición popular relacionada con Serrallonga. Estas obras sirvieron de base para el drama de Josep Aladern (Cosme Vidal i Rosich) (1869-1919) La fi de Serrallonga, estrenado el 3 de abril de 1898 en el Teatro Regional de Reus.

Serrallonga en la música y en el cine

No sólo la figura del bandolero fue fuente de inspiración de comedias, dramas y novelas, sino que también inspiró la zarzuela Don Joan de Serrallonga con libreto en catalán de Francesc Pujols i Morgades (1882-1962) y música de Enric Morera i Viura (1865-1942), estrenada en el Teatro Tívoli de Barcelona el 7 de octubre de 1922.

Respecto al cine conocemos dos películas: la primera de 1910 dirigida por Alberto Baños y la segunda, de 1948, dirigida por Ricardo Gascón, de la que adjunto el cartel promocional.




En la época actual la historia del bandido Serrallonga forma parte también de las lecturas infantiles, así como de una miniserie de televisión en dos capítulos en coproducció d’Oberon Cinematogràfica, Televisió de Catalunya i Televisión Española , amb el suport de l’ICIC – Generalitat de Catalunya, en 2007. En la sinopsis se expresa que:

[...] Serrallonga representa uns valors universals, reconeixibles arreu i que són l’essència de la naturalesa humana. Serrallonga és també una excusa per endinsarnos en la nostra història, un viatge rigorós i fascinant per la Catalunya del segle XVII, una aventura emocionant construïda al voltant de l’enorme interès i tota la seducció que desperta la història del bandoler català més reconegut.

Fotograma de la serie




La Ball d’En Serrallonga

En algunas localidades de Cataluña aún se representa La Ball d’En Serrallonga. Se trata de un baile folklórico donde se recrea la cuadrilla del famoso bandolero. En dicho baile los bandoleros van vestidos de época y provistos de trabucos mientras ejecutan una coreografía al son de la gralla (semejante a la dulzaina)



Los pliegos

Obviamente la figura de Serrallonga, como la de otros tantos bandoleros, pasó a los pliegos de cordel y a las 'aucas' o aleluyas mediante adaptaciones más o menos fidedignas, ya fuera como influencia del teatro, de las novelas o de la inspiración de algún «ingenio popular».

Reproduzco unos ejemplos.






El pliego que damos a conocer al completo es deudor en su desarrollo de la célebre novela de Víctor Balaguer. Se encuentra escrito en trovos en forma de cuartetas glosadas, ciertamente poco inspiradas, pero dejando el final abierto a la venganza de su amante: «Juana a vengarlo marchó». Está impreso en Barcelona, Imprenta de Cristina Segura, Vda. A. Llorens, s.a.










































Antonio Lorenzo