domingo, 16 de noviembre de 2014

Prodigio que ha obrado Ntra. Sra. de Montserrat con una mujer a quien se le agarraron a sus pechos dos espantosas culebras


El pliego que reproduzco íntegramente al final desarrolla, más o menos, la siguiente historia: Ginesa, hija de un humilde labrador catalán y de carácter indómito se casa a los quince años con un mozo hacendado. Tanto ella como su madre coincidieron en dar a luz a un niño, con la mala fortuna de que el niño de Ginesa muere y el padre de la joven solicita a su hija que amamantara a su hermano recién nacido, ya que su madre se quedó sin leche. Ginesa rehúsa la petición de su padre con las siguientes palabras: 'No doy la leche a mi hermano, más que viva o más que muera, que primero yo mi leche a los demonios la diera'. Ante tan desconsiderada respuesta aparecieron por la noche dos demonios en figuras de culebras que se le agarraron a sus pechos durante seis días. Gracias a la invocación de su padre a la virgen de Montserrat ésta obró el milagro de liberarla de las culebras, y Ginesa, arrepentida por su acción, fue absuelta por el confesor y perdonada por su padre.

La relación más antigua de estos sucesos, que sepamos, sitúan estos hechos imaginarios en el municipio albaceteño de Alcaraz y cuya protagonista se llama Ana de Flores, frente al nombre de Ginesa de las relaciones posteriores. En esta relación, de la que reproduzco la portada, sólo aparece una culebra agarrada a uno de sus pechos mientras que en las impresiones posteriores ya aparecen las dos culebras agarradas cada una a cada pecho.


Breve relación que declara y da quenta de un caso maravilloso. Sucedió en la Ciudad de Alcaraz, tierra de la Mancha, con una muger maldiciente que, haviendo parido, ofreció muy de veras al maligno su pecho. Refíerese cómo se le apareció una espantosa culebra agarrándosele del pecho izquierdo. Declárançe las diligencias que hizieron y circunstancias que passaron para quitar aquella fiera y no pudieron lograr su intento. Lamentable sucesso, con que causó notable admiración. Sucedió martes postrero de março deste año de 1671.
Otra relación es la editada en Madrid por la conocida imprenta de Andrés de Sotos, sin año, con la siguiente cabecera:
Nueva relación en que da cuenta y declara de un admirable prodigio que ha obrado la Divina Magestad de Dios, nuestro señor, por intercesión de su Santísima Madre, nuestra señora de Guadalupe y los sagrados quatro Evangelios, con una mujer que, por haberse echado una maldición y no querer criar a un hermano suyo, permitió Dios que se agarrasen a los pechos dos demonios en figura de culebras, y por una devota rogativa y promesa que hizo su padre a la Virgen se vio libre con todas las demás circunstancias, que verán los lectores.
En este último caso ya aparecen las dos culebras y el milagro se produce gracias a la intervención de la virgen de Guadalupe, que es sustituida por Nuestra Señora de Montserrat en las relaciones posteriores, como veremos en el pliego.

Eco de estos sucesos en el Romancero de tradición oral

Los romances sobre este mismo tema que han llegado a nosotros por tradición oral gozan de una gran economía narrativa agilizando la trama, prescindiendo de elementos retóricos superfluos junto a una clara preferencia de los diálogos frente a las descripciones que enlentecen el desarrollo de los acontecimientos, aspectos y características reveladoras y propias de la transmisión oral.

Copio unos ejemplos recogidos en el Romancero vulgar y nuevo (edit. Flor Salazar), Fundación Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1999. Da noticia de versiones de Lugo, Oviedo, Santander, León, Zamora, Salamanca, Burgos y Segovia.



La línea argumental de la historia se mantiene en todos los casos, salvo en pequeñas diferencias que no afectan a la trama. Pero aunque el desenlace final de la historia gire en torno al arrepentimiento la finalidad última es la ejemplaridad basada en el temor y en el castigo.

Tanto los pliegos como los romances son claro ejemplo del intento de atemorizar a los oyentes o lectores y de controlar severamente sus conciencias en línea con la mentalidad del espíritu barroco de la Contrarreforma.

Supersticiones y referentes iconográficos

Existe una arraigada creencia en los medios rurales, extendida por toda el área hispánica, de que las culebras son capaces de chupar la leche de las ovejas, vacas o cabras y que a la noche chupan la leche de las mujeres dormidas que amamantan a su hijo introduciendo su cola en la boca del bebé a modo de chupete para que el niño no llore.

Pueden consultarse relatos andaluces recogidos por tradición oral a través del siguiente enlace:


Posiblemente esta creencia tenga su origen en el hecho de que cuando las vacas u ovejas están pastando en el campo o en el establo, pueden pisar a una culebra y ésta trate de subir por una de las patas traseras como defensa. Al observar esto a cierta distancia, parecería que la culebra esta mamando o tratando de mamar de las ubres. Dicha creencia, abundantemente extendida en diversas culturas, es muy antigua y se asocia a la lujuria y a la postre al pecado original.

El supuesto de que las culebras o serpientes mamaban de los pechos de las mujeres también era aplicable a las madres que abandonaban o no daban de mamar a sus hijos, así como a las madres solteras que rechazaban amamantar a los huérfanos.

Esta vieja creencia ha inspirado Cayetano Ibarra Barroso estos sugerentes dibujos.





Reproduzco a continuación las portadas de otros pliegos de cordel con el mismo asunto y las mismas xilografías, si bien cambiadas de posición, editadas en Madrid por Marés en 1847 y por el editor granadino Mariano Sáez, sin año y como reimpresión.



La iconografía que puede observarse en determinados canecillos, capiteles o pórticos de los templos románicos muestran de forma alegórica serpientes o culebras succionando los pechos de las mujeres como recordatorio o advertencia sobre los castigos que conllevan los pecados de la carne y la lujuria, según se desprende en estos ejemplos.

Arquivolta de la iglesia de San Juan Bautista en Lekunberri (Navarra)
Pila bautismal de Rebanal de las Llantas (Palencia)

Sirvan estos pequeños apuntes para dar paso al pliego, editado en 1817 en Valladolid por la imprenta de Fernando Santarén, donde el demonio del grabado luce en una banda la advertencia de 'vengan a tomar por ejemplo'.





©Antonio Lorenzo


domingo, 9 de noviembre de 2014

El segador de Lorca [Romance de la bastarda y el segador]


La historia que desarrolla este pliego de cordel coincide en su trama, aunque con lógicas variantes, con la desarrollada en el conocido romance de La bastarda y el segador. Tanto en el pliego como en el romance los elementos comunes de la trama consisten en que una señora [dama de alcurnia, hija bastarda del emperador de Europa, del conde de Romanones o hasta del Padre Santo de Roma (sic)], quiere mantener relaciones sexuales con un hombre de oficio común (segador o jornalero) de cuya virilidad elemental queda prendada. El eje central descansa en el tema de la mujer insaciable sexualmente. Las claves interpretativas de muchas de las palabras, y por supuesto de sus dobles sentidos, suponen un conocimiento previo de los términos rurales que se utilizan.
Del romance La bastarda y el segador existen abundantes versiones diseminadas en una amplia área de difusión, pues se conocen versiones sefardíes, usadas como canción ritual de bodas o en la península como romance de arada o de siega de uso comunitario y acompañando el trabajo de esas labores. Del romance no se conocen versiones antiguas publicadas en viejos cancioneros, aunque el tema de la mujer seductora es común a romances como Gerineldo, La dama y el pastor, La adúltera del cebollero, El cestero la monja, El vendedor de nabos o La serrana de la Vera, entre otros, aunque también pueden hallarse reminiscencias eróticas en algunos textos de la antigua lírica de tipo tradicional.
Publico una sintética versión recogida por mí en el pueblo salmantino de Masueco, inédita hasta ahora, recogida a Ignacio Arroyo Labajos, de 62 años, el 22 de agosto de 1985 donde las connotaciones sexuales quedan en este caso claramente explícitas y manifiestas.
El presidente de Europa   tiene una hija muy guapa
que la quiere meter monja   y ella quiere ser casada.
Ha visto a un segador   que por su puerta pasaba;
gastaba manija de oro   y apuñadero de plata,
pantalón de terciopelo,   chaqueta de filigrana.
Ya le ha mandado llamar   por la criada de casa.
–¿Qué me quiere usté, señora,   qué me quiere que me llama?
–Yo quiero, buen segador,   que me siegue mi cebada.
–Y esa cebada, señora,   ¿dónde la tiene sembrada?
–No la tengo en altos montes,   ni tampoco en tierra llana,
que la tengo entre las piernas   tapadita con las bragas.
El segador no era torpe   y se la llevó a la cama.
A eso de la medianoche,   catorce polvos llevaban.
A la mañana siguiente   las campanas ya doblaban.
"¿Quién se ha muerto, quién se ha muerto?"   El segador de la llana.
No ha muerto de pulmonía   ni tampoco de costado,
que ha muerto de purgaciones   que en la llana le han pegado.
Muchas más versiones pueden consultarse a través del siguiente enlace:



Las metáforas agrícolas son un claro ejemplo del doble sentido sexual que se aprecia en todas las versiones. Es notoria la desigualdad social entre la dama (aunque sea hija bastarda y marcada negativamente por su nacimiento) con un segador de rango social netamente inferior. La mujer seductora que nos presentan estos romances, al igual que sucede en el pliego, contrasta con la imagen de la mujer modelo de virtud más común en el imaginario social del Romancero, aunque, como en este caso, este conjunto romancístico deja entrever una cierta transgresión de las normas sociales y morales vigentes, de lo que queda mucho por decir y estudiar en estos frágiles y efímeros soportes.

Las secuencias principales, tanto de las versiones romancísticas como la del pliego, pueden resumirse a muy grandes rasgos de la siguiente forma:
*  La dama (siempre de rango social superior) envía un mensaje amoroso al segador mediante una criada
*  El segador accede y acepta la petición amorosa entre desiguales
*  Encuentro amoroso del segador y la dama, antecedida de una suculenta y vigorizante cena.

*  Sospechas del padre o marido acalladas por las excusas de la dama
* El segador huye prometiendo o rehusando una falsa vuelta, o bien aceptando una retribución económica por el servicio prestado o acabando muriendo a causa del exceso amoroso o por haber contraído una enfermedad venérea.

Estas secuencias pueden aparecer, amplificarse o incluso no aparecer según sea la versión que manejemos, pero el tema principal de la mujer que seduce a un segador se mantiene en todas ellas como eje central.

Para observar la amplia difusión del tema creo de interés el reproducir una versión chilena editada por Dannemann, Manuel (Tipos humanos en la poesía folclórica chilena, Editorial Universitaria, 1995).





El pliego ha sido reeditado muchas veces y en él aparece una secuencia que no suele figurar en las versiones romancísticas, como es la sugerencia de la dama a que el segador se finja enfermo comprometiéndose a cuidarlo ante la pasividad del inocente marido.

Antes de reproducir el pliego por entero, publico algunas portadas del mismo tema de las usadas por diferentes impresores. Hay que hacer notar el uso de las mismas xilografías así como las curiosas figuras de las damas con abanico, mantilla o en actitud de implorar que los impresores creyeron convenientes como herramienta de atracción para ilustrar sus pliegos.

Edición madrileña de Marés de 1846


Edición madrileña de Marés de 1856


Edición cordobesa de García Rodríguez

Reproduzco el pliego editado en Logroño por la imprenta de Ruiz y reimpreso en Zaragoza por Ramón León en 1840.






Antonio Lorenzo

lunes, 3 de noviembre de 2014

Disparates: El Preste Juan de las Indias


La leyenda del Preste Juan, personaje fabuloso al que algunos han querido otorgarle una existencia real, forma parte del imaginario medieval como arquetipo de rey poderoso y cuyo reino es el paradigma de la abundancia.

La primera mención escrita aparece en la Chronica sive Historia de duabus civitatibus (Crónica o historia de las dos ciudades) del obispo y cronista alemán Otto de Freising (¿1111?-1158), donde sostenía que el Preste Juan era descendiente de los Reyes Magos y gobernaba las tierras que había heredado de ellos.

Muchos han sido los escritores medievales que aluden en sus obras al reino del Preste Juan, debido a la creencia de que era un monarca cristiano, aunque ajeno al catolicismo, en Oriente.
Tradicionalmente el reino del Preste Juan se situaba en un punto indeterminado que vendría a coincidir con la antigua Abisinia (Hoy Etiopía). Según la leyenda el único acceso al mismo era a través de un desierto poblado por bestias terribles, hombres con cuernos y toda una serie de personajes asombrosos. Una vez en el reino todo era sorprendente: como la multiplicidad de razas, la magnificiencia de sus palacios, los dragones domesticados que servían de cabalgaduras, seres imposibles sacados de un bestiario fantástico, como los sagitarios, gigantes, cíclopes, humanos sin cabeza, hombres salvajes con el cuerpo cubierto por espesa pelambrera, bestias descomunales que recuerdan a los dinosaurios o monstruosidades devoradoras de hombres. En el reino del Preste Juan se desconocía la envidia, el vicio y la pobreza, lo que nos recuerda también a las fabulosas riquezas de La Isla de Jauja o la incansable búsqueda de El Dorado.

La importancia añadida de su reinado tenía que ver también por su control de las rutas de la seda y el comercio entre el Mediterráneo y China. A pesar de la indeterminación de su reino algunos autores, de forma totalmente arbitraria, localizan las tierras del Preste Juan en los enclaves de los cristianos coptos de Sudán, Etiopía y de parte del sur de Egipto.


El Preste Juan en la tradición oral

Una alusión al Preste Juan la hallamos también en el romance juglaresco de asunto carolingio del moro Calaínos que requería de amores a la infanta Sevilla, hija de Almanzor, quien le pidió en arras el traerle tres cabezas de los doce pares de Francia. El esforzado moro no consiguió su propósito al ser muerto por Roldán. Se trata de un romance fruto de la imaginación y totalmente arbitrario, pues incorpora motivos narrativos presentes en otros temas carolingios, cuya primera noticia en letra impresa aparece en un fragmento de cuatro octosílabos en la temprana fecha de 1535, aunque hay razones para suponer que fueron redactados a finales del siglo XV, entre 1476 y 1486, según han demostrado Samuel G. Armistead y Luis Suárez Ávila (Revista de Filología Española, vol. LXXlX, nº 1/2, 1999), romance conocido, por consiguiente, antes de ser impreso en el Cancionero de Romances, tanto en su edición de 1547 como en la de 1550. 

La referencia al Preste la hallamos al presentarse ante la infanta Sevilla con la excusa de traerle unas cartas de su padre y haciendo alarde de que hasta el Preste Juan de las Indias le enviaba parias para que le protegiera.

   […]   — Cartas te traigo, señora,    de un señor a quien servía:
  24       creo que es el rey tu padre    porque Almanzor se decía:
             descende de la ventana    sabrás la mensajería.
  26       Sevilla cuando lo oyera    presto de allí descendía.
             Apeóse Calaínos,    gran reverencia le hacía.
  28       La dama cuando esto vido    tal pregunta le hacía:
             — ¿Quién sois vos el caballero,    que mi padre acá os envía?—
  30       — Calaínos soy, señora,    Calaínos, el de Arabía;
             señor de los Montes Claros,    de Constantina la llana,
  32       y de las tierras del Turco    yo gran tributo llevaba,
             y el Preste Juan de las Indias    siempre parias me enviaba,
  34       y el Soldán de Babilonia    a mi mandar siempre estaba.
             Reyes y príncipes moros    siempre señor me llamaban,
  36       sino es el rey vuestro padre,    que yo a su mandado estaba,
             no porque le he menester,    mas por nuevas que me daban
  38       que tenía una hija    a quien Sevilla llamaban,
             que era más linda mujer    que cuantas moras se hallan.
  40       Por vos le serví cinco años    sin sueldo ni sin soldada;
             él a mí no me la dio,    ni yo se la demandaba.
  42       Por tus amores, Sevilla,    pasé yo la mar salada,
             porque he de perder la vida    o has de ser mi enamorada. […]


Como todo mito expuesto a la luz de la razón el legendario reino del Preste Juan ha ido debilitándose y ha acabado como símbolo de lo más peregrino y absurdo, que es lo que se recoge en la tradición oral como una sarta de disparates, ya sea en coplas o, como en el caso que da pie a esta entrada, en un pliego de cordel.

Como una retahíla de disparates aparece en la recopilación hecha por Dámaso Ledesma en El Folk-Lore o Cancionero salmantino (original de 1907), que reproduzco.


Más extensa es esta versión de Ciudad Rodrigo, recogida también en tierras salmantinas y recopilada por Emilio Martín Serna.


El Preste Juan de las Indias / cuando vino de Milán
a la burra de Balam / vio retozar con el lobo;
cásase Perico el bobo / con su tía doña Juana,
los siete infantes de Lara / fueron a copia de moros
y fuéronse a desposar / con dos viejas remolonas.
Riñendo está Baltasar / con Nabuconodosor;
tocando estaba el tambor / de Trujillo una langosta.
Han cogido una langosta / más grande que una ballena
y su tía la rellena / se atasca de hierbabuena;
y su tío Roncesvalles / anda empedrando las calles
con piedras de marfil blanco / seguido del Ojaranco
que es comandante de Troya / y capitán de cebolla;
Ahora el cabo Josefuelo / se ha encontrado con su abuelo.
Las siete maravillas sí, / las campanas de París
se han sentido respinosas, / han visto ya a la raposa
ante una huerta de Murcia / y también la mula rucia
ha corrido por las eras / tuvieron dos mil quimeras.
La carabina de Ambrosio / llevaban por Anticristo,
a la burra de Calixto / y a la mujer bailadora
que daba gusto de verla / cómo gime y cómo llora.
En el río del Jordán / hay unpescador de caña
que ha sido tanta su maña / que ha cogido una lombriz.
Y su tía Beatriz / se fue por un haz de leña;
por vida de los demonios / en casa de un capricornio
que se llama Miquiltrece / y el culo se me estremece.
El regidor y el alcalde / se llamaron tarambalde
y por eso fue sentido, / porque se le ha subido
un ataque a la cabeza. / Saquemos a la vergüenza
a mi tío Juan de Reses / que anda plantando cipreses
en el culo de la reina. / Siete leguas más allá,
allá en los Montes de Oca / en cueros iba una mosca
con la mano en la bragueta, / la carabina de Ambrosio
llevaban por escopeta. / ¡Esto sí que va bueno!

Antecedentes literarios los hallamos en los disparates trobados, de Juan del Encina, incluidos en su Cancionero de 1496 y que con la intención de hacer reír están llenos de desatinos e incongruencias y con inesperadas asociaciones, recursos que posteriormente cultivaron con gran éxito tanto Quevedo como Lope.

Antes de dar paso al pliego me ha parecido interesante el reproducir por extenso este cuidado y elaborado resumen editado en la revista Alrededor del mundo en la temprana fecha del 7 de mayo de 1927, donde se incluyen estupendos grabados que sirven para ilustrar la información.





El pliego, del que sólo he podido encontrar la segunda parte, fue editado en Madrid entre 1764 y 1792 por Andrés de Sotos y recoge toda una serie de disparates, carentes de toda lógica y con finalidad cómica, que entroncan con las muestras que aún han podido recogerse por tradición oral, donde aparecen en animado mosaico anacrónico personajes como Olofernes, don Quijote, Gayferos y Melisendra, Judas o Felipe Quinto... entre muchos otros.






Antonio Lorenzo

lunes, 27 de octubre de 2014

De cómo los pretendientes atrapados en un arca son expuestos desnudos en la Plaza Mayor


Este pliego es uno de los escasos ejemplos de cómo un cuento de largo recorrido en la tradición se recoge en el efímero soporte de un pliego de cordel.

El argumento que desarrolla el pliego no es otro, aunque con las lógicas variantes, que el correspondiente al Tipo 1730 según el fundamental índice de tipos elaborado por Antti Aarne y Stith Thompson bajo el título de Los pretendientes atrapados
[Antti Aarne y Stith Thompson, The Types of the Folktale, Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, FF Communications, n.º 184, 1961. Hay traducción española de Fernando Peñalosa: Los tipos del cuento folklórico. Una clasificación, Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, FF Communications, n.º 258, 1995. Una moderna revisión de la obra es la llevada a cabo por Hans-Jörg Uther: The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography (Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson), Parts I-III, Helsinki: Academia Scientiarum Fennica, FF Communications, nos. 284-286, 2004].
De este cuento se conocen abundantes versiones recogidas por tradición oral, con la particularidad de que los pretendientes suelen ser personajes que tienen que ver con el estamento religioso, como el cura, el sacristán o el monaguillo.

En cambio, en el pliego que nos ocupa, en vez del cura o el sacristán los personajes que intervienen son un zapatero remendón y un aguador, oficios ambos de carácter popular, que son desempeñados por un francés (el aguador) y por un portugués (el remendón), personajes que, por su procedencia y oficio, sugieren una velada crítica e intención burlesca.

Del Tipo 1730 existen numerosas versiones en el área del castellano, junto a versiones portuguesas, gallegas, hispanoamericanas (sobre todo mejicanas) e italianas.

Antecedentes literarios de este cuento pueden rastrearse en Lope de Vega [Del mal, lo menos] o en Luis Zapata [Miscelánea].

Como ejemplo recogido por tradición oral reproduzco una versión que recogí con P. Esteban en el pueblo conquense de Villalba del Rey en el verano de 1984.


Cuentos anticlericales de tradición oral', Ámbito', Valladolid, 1997)

Al margen de los cuentos también se conocen abundantes versiones de un romance, conocido genéricamente como La molinera y el cura, que desarrolla esquemáticamente el mismo tema. Como ejemplo de este romance recogido por tradición oral reproduzco esta versión recogida en Jerez de la Frontera en 1998 y que puede consultarse en el siguiente enlace:


                    —Padre cura, mi marido    me quiere pisar el pie.
  2       —Déjalo que te lo pise    si te da bien de comer.
           Me da pollito dorado    con azuquita y con miel.—
  4       Y estando en estas razones    (y) a la puerta llama Andrés
           —Padre cura, ¡mi marido!,    ¿dónde lo meteré a usted?—
  6       —Méteme en aquel costal    y arrimado a la pared.—
           Y apenas entró el marido    lo primerito que ve:
  8       —¿Qué hay en aquel costal    que está junto a la pared?—
           —Fanega y media de trigo    que han traido pa moler.—
  10     —Sea trigo o no lo sea,    mis ojos lo quieren ver.—
           Apenas desató el saco    lo primerito que ve:
  12     la sotana `el padre cura    y el sombrero calañéz.
           —La mula s` ha puesto mala    y usted tiene que moler
  14     fanega y media de trigo    que han traido pa moler.—
           Lo amarraron a la una    y lo soltaron a las tres
  16     y apenas lo desataron    y apartó el cura a correr.
     

El 'totilimundi' y el castigo de los pretendientes




El castigo a los pretendientes cortejadores suele variar según las diferentes manifestaciones orales. En el caso del pliego que nos ocupa el castigo a ambos personajes, con la connivencia del marido y de su mujer, consiste en robarles el dinero y en sacarlos desnudos en unas arcas a la plaza fingiendo que era el totilimundi, palabra que ya aparece en la portada del pliego editado en Madrid que reproduzco más arriba, así como en las interiores, tanto de la edición de Madrid como en el pliego que reproduzco completo, editado en Barcelona por los herederos de Juan Jolis (s.a) y que me da pie para comentar algo sobre este artefacto.

El llamado totilimundi, tutilimundi o mundonuevo consistía en un cajón, generalmente portátil, con uno o varios orificios que iban provistos de una lente. Al mirar a través de ellos podían verse paisajes, ciudades o escenas fantásticas iluminadas o figuras en movimiento. Este artefacto o dispositivo óptico, a modo de teatrillo mecánico, solía aparecer tirado por un caballo o burro en las fiestas de los pueblos o en las plazas mayores de las ciudades donde se anunciaba con pregones o redobles de un tamborcillo para atraer al público a su pequeño escenario.


 En la edición de 1884, La Real Academia define "Mundonuevo" de este modo:
"Arca en forma de escaparate que traen a cuestas los saboyanos, la cual se abre en tres partes, y dentro se ven varias figurillas de madera, que se mueven alrededor mientras él canta una cancioncilla. Otros hay que se ven por un vidrio graduado que aumenta los objetos y van pasando varias perspectivas de palacios, jardines y otras cosas".

Francisco de Goya - Tutilimundi
El imaginario popular asociaba a los saboyanos el origen de estos artefactos, tal vez por ser los oriundos de esa región montañosa italiana expertos en la técnica de la pintura sobre el vidrio, que se usaba en la modalidad de la llamada linterna mágica, aparato óptico precursor del cinematógrafo a través del cual se proyectaban imágenes.

Grabado que representa la linterna mágica en acción
 Sin embargo, en la edición de 1889, la redacción es diferente:
"MUNDONUEVO. m. Cajón que contiene un cosmorama portátil o una colección de figuras de movimiento, y se lleva por las calles para diversión de la gente".

Esta nueva palabra, cosmorama, aparece por primera vez en Academia en su edición de 1869 y se define de esta manera:
"m. Artificio óptico que sirve para ver aumentados los objetos mediante una cámara obscura. También se llama así el sitio donde por recreo se ven representados de este modo pueblos, edificios, etc".

Sobre estos curiosos soportes ópticos ofrecen noticias en sus textos literarios escritores como Leandro Fernández de Moratín, José de Cadalso, Benito Pérez Galdós, Pío Baroja o Emilia Pardo Bazán, lo que da idea de la difusión de los mismos en la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX.

Tanto en la edición madrileña como en la barcelonesa aparece en la portada la figura de un arlequín, personaje de la Commedia dell'Arte italiana de marcado carácter burlesco y que resulta acorde con el sentido del relato.






©Antonio Lorenzo

miércoles, 22 de octubre de 2014

Pliegos de aleluyas: Los polichinelas

Giovanni Domenico Tiepolo - The Triumph of Pulcinella

El personaje del Polichinela es de origen y etimología incierta. Unos lo hacen derivar de 'pulcino (polluelo), o de 'pulce' (pulga), otros lo asocian al actor Silvio Fiorillo como su inventor y otros al actor y comediante napolitano Paolo Cinelli en el siglo XVI quien lo llevó a la fama en la llamada Commedia dell' arte.

Dicha comedia es un tipo de teatro popular que incorpora elementos teatrales del Renacimiento donde no faltan alusiones carnavalescas en su vestuario dentro de una trama sencilla y donde los actores adquieren un mayor protagonismo que la propia acción, pues amplifican e improvisan gestos y situaciones en su afán de conectar fácilmente con el público.

Esta tradición de comedia burlesca lleva aparejada un vestuario extravagante donde los personajes como el arlequín, con su vestimenta de parches en forma de rombos y el antifaz o tricornio en la cabeza, nos resultan ahora tan conocidos por las series dedicadas a ellos por Picasso.

Los personajes del Arlequín, Polichinela, Brighella, Pedrolino, etc. solían ejercer el papel de criados o sirvientes pobres y ambiciosos (los llamados 'zannis'), todos ellos con características propias aunque con ciertos elementos comunes y que por lo general solía meterse en líos y acabar de mala manera.

La evolución del criado, entendido como personaje teatral, arranca del teatro clásico romano, pasando por la Comedia del arte italiana, el teatro castellano con personajes como el pastor bobo o el rústico urbano y en los Siglos de Oro con el personaje del gracioso.

El polichinela suele representarse como un viejo solterón, egoista y glotón, de carácter irónico y cruel, atormentado a causa de su joroba y que trata de tomar venganza por su defecto físico vengándose de los demás ante cualquier ocasión. Se le representa también vestido de blanco y con un gorro puntiagudo, con barbilla prominente, nariz ganchuda y portador de un garrote u otro instrumento ofensivo.

Esta estructura o modelo teatral se ha mantenido en su forma clásica hasta bien avanzado el siglo XIX, aunque se ha retomado con fuerza en el siglo XX en el llamado teatro completo o total donde la improvisación, los títeres, guiñoles y marionetas, así como el ritmo y el contacto directo con el público han cobrado un renacido protagonismo.

Valle Inclán fue deudor de la Commedia dell’arte y del uso de las máscaras en La marquesa Rosalinda (1912), entre otras obras. Lorca, a su vez, tan atento siempre a lo popular, rescata esos teatros de títeres y costumbres rurales en su intento de renovar un teatro anquilosado. En Los títeres de cachiporra (1928) y en El retablillo de don Cristobal (1930) recoge y amplifica los recursos de los teatros de títeres que ya triunfaron en la Sevilla del siglo XVI por actores italianos.

El éxito del Polichinela como títere obedece en gran manera al uso de la cachiporra. De tal forma que el personaje se inserta en la tradición española como prototipo. En España Polichinela será bautizado como Cristobaldo, Cristobita, Cristobalón o Cristobilla. Lorca, en los títeres de la cachiporra o en el Retablillo recoge esa tradición y dota al personaje de don Cristobal Polichinela con el simbolismo de un ser primario que busca el placer sin sentimientos y con y el uso de la cachiporra como elemento disuasorio ante aquellos que no le otorgan la razón.

Grabado anónimo: Famiglia di Pulcinella 

Antes de dar paso al pliego de los polichinelas con tacos más grandes de los habituales reproduzco, por su interés, unos grabados sobre los personajes-actores de La comedia del arte realizados por el francés Jacques Callot (1592-1635) bajo el título de 'Balli di Sfessania', fuente posterior de un juego de cartas.










Naipes inspirados en los grabados de Callot

El pliego de aleluyas editado en Madrid por Hernando (s.a), con apenas 16 viñetas, nos presenta una serie de personajes cuya relación con los antiguos cómicos, que parecen haber perdido sus antiguas referencias, hay que basarla en sus estrafalarias vestimentas y en su decidido carácter grotesco.



Antonio Lorenzo