martes, 21 de marzo de 2017

Pisaverdes, petimetres, lechuguinos, currutacos, gurruminos, linajudos, mariposones, gomosos... [VI]


Traigo aquí unas sencillas y prácticas lecciones que deben observarse para conseguir ser un buen y perfecto currutaco utilizando la máquina calzonaria.

Nada mejor para ello que servirnos del Libro de moda en la feria, que contiene un ensayo de la historia de los Currutacos, Pirracas, y Madamitas del nuevo Cuño, y los elementos, o primeras nociones de la ciencia currutaca. La obra es debida a un "filósofo currutaco", seudónimo que esconde a Juan Fernández de Rojas (1750-1819), autor  también de una Crotalogía o ciencia de las castañuelas (1792) y de Currutaseos. Ciencia currutaca o ceremonial de currutacos (1799), de la que comenté algo en una anterior entrada.


La descripción que hace de estos personajes no tiene desperdicio:
"El hombre piensa, medita y estudia, ama la solidez. El Currutaco delira, es superficial e inconstante. Su espíritu se exhala y evapora. Carece de reminiscencia. Jamás piensa lo que va a hacer. No hay razón ni reflexión. Al contrario, todo en él es locura, extravagancia.
Es brillante, florido, chistoso, agradable; pero falso, superficial, inconsequente. No se fixa. En todo toca, en nada profundiza. Su espíritu está en una agitación continua. Se le borran y desaparecen prontamente las ideas. Vuela en continuo giro, como la mariposa. Es sutil como el viento; veloz como el pensamiento mismo. Se mueve sin cesar como el azogue. Como él penetra y se introduce en todas partes. Todo lo divide y desune. Es malvado y dañoso sin ser cruel. Su corazón engañoso, y al parecer franco. Su alma agradable, hermosa en el exterior; pero horrible, espantosa en el interior. La superficie brillante; el fondo ninguno. Su alma reside ya en los ojos, ya en la extremidad de la lengua, ya en las manos, ya en los pies; jamás en el cerebro. Es cobarde, vengativo, mañoso, astuto y engañoso como todos los animales débiles [...] Los bayles, los expectáculos, el juego, llenan sus deliciosos instantes: pero no obstante bosteza continuamente de fastidio, de inanición, de insultez. Está en un estado de inapetencia, o disgusto. Nada le agrada. Se desmaya, o se disipa".
El procedimiento para utilizar la máquina calzonaria para ajustarse los estrechos calzones sin forro, sin costura y sin pretina, es el siguiente:


"El Currutaco se coloca en medio, trepa sobre una silla hasta alcanzar a los primeros correones, mete allí los brazos, y se queda media vara elevado del suelo. Dos criados le entran los calzones, teniendo cuidado de ligarle antes los muslos por medio de una cuerda que estará colocada en la Sala; y servirá también para faxar bien apretado al señorito. Los calzones han de ser dos dedos más estrechos que el muslo, sino no valen. Quando a fuerza de tirar, y apretar se ha logrado hacer subir los calzones a la mitad del muslo, le ata, o prende a los correones de en medio. Se tira con fuerza, y se les hace subir hasta tocar con la tabla del pecho. Otro criado, valiéndose siempre de la cuerda, aprieta la hebilla de la pretina de modo que parezca rebentar. Se sueltan los primeros correones de los que penden de las barretas, se les sujeta a los hombros, y ved aquí ya al Currutaco embaynado en sus calzoncitos, y con el gusto de que no hagan arruga alguna".

Continúa con el modo de hacer unas patillas barbudas, señalando sus exactas dimensiones:
"1.La patilla debe nacer desde la frente, y venirla cerrando y estrechando hasta extenderse por la llanura de las mexillas, y finalizar precisamente en medio de la quixada, lo más cerca de la boca que sea posible.
2. Su forma ha de ser de cabo de hacha, ancha, poblada y crecida.
3. El Peluquero ha de tener cuidado de rizarla y entraparla bien, de modo que forme dos grandes mechones, o barbas, pues por eso las llamamos barbudas".
Respecto al riguroso método del tocador:
1. El Currutaco saldrá de la cama con pantalón, y desgreñado.
2. Comenzará por labarse con las pomadas que dan blancura y suavidad al cutis.
3. Se siguen las opiatas que limpian la dentadura.
4. Luego viene el colorete.
5. El Peluquero que arregla, entrapa, embalsama, empomada, empolva el pelo.
6. Luego la terrible operación de ponerse pantalón o calzones.
7. La almohadilla con resortes y goznes elásticos, que forma el alma o fondo de la hinchada corbata.
8. El lazo y las puntas.
9. Por último la colocación de reloxes, sortijas, y demás bonitas bagatelas.
Tampoco debe olvidarse la Ciencia del espejo:
"La Ciencia del Espejo es la que enseña por medio de aquella superficie reberberante que nos ofrece la imagen exacta de nuestra Currutaca figura, a presentarnos con gallardía, y a executar todos los movimientos del cuerpo, hasta los más imperceptibles, con gracia y primor".
Para conseguir la adecuada postura de un Currutaco parado,  conviene observar cuidadosamente:
"1. Es consiguiente dexar caer un poco el cuello sobre la espalda, levantar la cabeza, y elevar la frente.
2. El cuerpo ha de estar perfectamente derecho, el pecho y trasero sacado, el vientre escondido.
3. Los muslos y los pies bien estirados para que luzca el calzón, las medias y los zapatos.
4. El pie derecho en tercera, postura de minué, el izquierdo un sí es no en desviado.
5. El brazo izquiero estará escondido debaxo de la casaca, elevándola para que haga gracia, en el parage preciso que ocupa el talle.
6. El derecho, libre, desembarazado, pronto y ágil para arreglar la corbata, quitar el sombrero, o hacer besamanos".
Ponerse el corsé tampoco parece que fuera algo 'para unas prisas'. Una estampa de la primera mitad del siglo XIX recoge el delicado momento de la armadura del buen gusto o el corsé.

Lector mira esas figuras, que son criticas morales; y retratos vien cabales de vanidosas locuras. Ese Joben a infinitos en el dia Representa, que lleban errada cuenta, por parecer puliditos, con sus locos kalendarios resultan muchos perjuicios; pues son fomentos de vicios, y martires boluntarios. El criado a incapie tirando ajusta bien el corsé: sabe muy bien el porque pero se burla callando. A hombres afeminados miramos en nuestros dias. pués todas sus valentias son por berse acicalados. Bestid (jovenes pudientes) sin tretas artificiales; y creed que prendas morales son los trajes mas decentes."
Las mujeres tampoco escapaban a tan molesto trance, según recoge esta graciosa estampa de la máquina corsaria o modo de ajustarse el corsé

"Mi talle mas resistencia aún tiene: apretad Señores: que su martirio y dolores sufro con grande paciencia. Son ficciones y artificios redes y anzuelos de amor; y as modeo el pescador, de majos, onzas y vicios; Así á muchos bobalicones ponemos electrizados, mui rellenos de cuidados, y vacios de doblones. El diablo en forma de mico, desde los pies de la cama, vá dirigiendo vá dirigiendo la trama, para hacerse también rico. Page, criada y vejete, el negrillo y el perrillo, van tirando el cordelillo, porque á todos les compete. ciegos viciosos amantes mi elgorica invencion corrija vuestra pasion en los casos semejantes".
©Antonio Lorenzo

martes, 14 de marzo de 2017

Pisaverdes, petimetres, lechuguinos, currutacos, gurruminos, linajudos, mariposones, gomosos... [V]


Siguiendo con estos personajes tan proclives a las apariencias y a las modas, reproduzco un curioso folleto, original de 1798 y reimpreso sucesivas veces, que lleva por título Don Líquido o el currutaco vistiéndose.

El folleto, obra del gallego Juan Jacinto Rodríguez Calderón (1770-1840), consiste en una pequeña pieza teatral donde el currutaco trata de vestirse con los incómodos trajes de moda de la época para un simple paseo matutino. Don Líquido, que es el nombre del currutaco, tiene un criado llamado Roque, que es el encargado de ayudarle en la complicada tarea de vestirle.

El autor, que se anuncia como cadete del Regimiento de Infantería de Órdenes Militares, lo es también de un folleto de corte hispanófilo titulado La bolerología o Quadro de las escuelas del bayle bolero, tales quales eran en 1794 y 1795, en la Corte de España, donde critica los excesos y malas prácticas derivadas de los cambios de moda de fines del siglo XVIII.

La escena se dedica exclusivamente al ritual de ponerse los adornos y la vestimenta necesaria para dar un paseo matutino. Nada más levantarse, el currutaco se queja del desarreglo en que se encuentra todo y comienza a pedirle al criado las prendas necesarias para vestirse:
"¡Quanto los hombres que sufrir tenemos con estos insensatos! Y si ignoran que es CorbataCamisetaPetoSitoyen, y otros muchos nombres propios que todo Currutaco fino y diestro debe saber".
Tras la descripción pormenorizada de cada prenda y adorno pregunta por el peluquero, personaje que considera indispensable para un currutaco que se precie.
"Sin peluquero, el Currutaco es nadie, con él es hombre al cabo de provecho".
Pero el momento más angustioso es el colocarse los estrechos calzones. Pero un hecho inesperado sucede: ¡se le rompen los calzones al tratar de ponérselos, siendo, además, los únicos que le quedaban por estrenar!

¡Gran tragedia para don Líquido, que pretendía cortejar a su amada Isabel!

Esta escena unipersonal guarda una estrecha relación, en cuanto a su estructura, con el llamado melólogo, Con esta acuñación tardía suele designarse a la obra que desarrolla un monólogo donde los pasajes más representativos pueden ir subrayados por un acompañamiento musical. Este subgénero, de presencia efímera en España, era una clara invitación a la parodia, cuya conocida técnica consiste en resaltar la condición ridícula del protagonista y la situación absurda en la que se ve envuelto, lo que provoca la risa de los espectadores.

Estas representaciones, desarrolladas en casas particulares, adquirieron notable auge en el último tercio del siglo XVIII y el primero del XIX, lo que refleja un interesante fenómeno cultural en los ambientes urbanos de aquellos años.









©Antonio Lorenzo

jueves, 9 de marzo de 2017

Pisaverdes, petimetres, lechuguinos, currutacos, flamantes, gurruminos, linajudos, mariposones, gomosos... (IV)



La obra colectiva y de referencia Los españoles pintados por sí mismos, aparecida entre los años 1843 y 1844, recoge una serie de artículos sobre el imaginario colectivo que se tenía entonces sobre "lo español". En dicha obra se recogen tipos, costumbres y profesiones del siglo XIX escritas por periodistas, críticos e intelectuales y escritores de reconocido renombre, como Bretón de los Herreros, Fermín Caballero o el Duque de Rivas, entre otros.

Para el tema que nos ocupa, el artículo que recoge el personaje de El Elegante, está firmado por Ramón de Navarrete (1822-1897), quien fuera un afamado escritor costumbrista y director durante un tiempo del periódico La Gaceta así como de novelas y obras teatrales. Como "periodista del corazón", que llamaríamos ahora, se le deben las mejores crónicas sociales recogidas muchas de ellas en La Ilustración Española y Americana o en La Época, donde retrata con detalle todo lo reseñable que ocurría en los salones que frecuentaba la aristocracia madrileña.

El Elegante se identifica claramente (así lo hace el autor) con personajes como los petimetres, currutacos y lechuginos, a los que estamos prestando atención. Hace hincapié en su "narcisismo", en ser esclavo de la moda y en su falsa erudición (eruditos a la violeta, que escribiera Cadalso)







©Antonio Lorenzo