martes, 22 de agosto de 2017

Nuevas seguidillas voleras (sic) con sus estrivillos (sic) para la guitarra

Antonio Mª Esquivel (1806-1857) - Baile bolero (ca. 1830)
La escena costumbrista que ilustra esta entrada nos muestra a una pareja bailando un bolero, acompañados por un guitarrista y junto a otros asistentes que observan o hacen palmas. Ello nos da idea de la popularidad que alcanzó el bolero, tanto en ambientes burgueses como rurales. La escena está ambientada en Sevilla, ciudad natal del pintor antes de marchar a Madrid. Esta lámina, junto con otras producciones de parecido estilo y época, estaban destinadas a satisfacer la necesidad de atracción de los viajeros extranjeros que acudían a la capital hispalense en busca de los tópicos costumbristas que imperaban, y que han permanecido en el imaginario colectivo a lo largo de los años.

Ya he comentado en entradas anteriores dedicadas a las seguidillas y a sus variantes, la importancia de este baile y su enorme difusión. Las seguidillas dieron paso al bolero, de ritmo más lento y de una mayor complicación coreográfica. La Escuela Bolera, en definitiva, es el resultado de la reelaboración y recreación artística de los bailes populares. No en vano extraigo dos ilustrativas y esclarecedoras citas del Compendio de las principales reglas del baile, traducido del francés por Antonio Cairón, y aumentado de una explicación exacta, y método de ejecutar la mayor parte de los bailes conocidos en España, tanto antiguos como modernos, en el temprano año de 1820:

"Lo que llamamos «seguidillas manchegas» es sin diferencia alguna lo mismo que el bolero, pues consta de las mismas pasadas, de los mismos estrivillos [sic], y bien parados, y todo se ejecuta en el mismo género de combinación, y en igual número de compases del mismo tiempo de «tres por cuatro». Solo la diversidad que tiene, es únicamente la de bailarse las manchegas con mayor precipitación, y el serles más características las mudanzas simples que las dobles. A corta diferencia así se bailaba el bolero al principio de su invención".

Y sobre el bolero:

"Este es el baile español más célebre, el más gracioso y el más difícil tal vez de cuantos se han inventado: en él se pueden ejecutar todos los pasos tanto bajos como altos; en él se puede mostrar la gallardía del cuerpo, su desembarazo, su actividad en las mudanzas, su equilibrio en los bien-parados, su oído en la exactitud de acompañar con las castañuelas".

El pliego utiliza un común desarrollo de la estrofa de cuatro versos que responde a la clásica medida ABAB: el primero y tercero heptasílabos y el segundo y cuarto pentasílabos. Es frecuente que esta clásica estrofa de seguidilla se complete con el llamado «bordón» o estribillo de tres versos.

El pliego que reproduzco a continuación está editado a finales del siglo XVIII o en los primeros años del siglo XIX, pues, aunque no figura en él la fecha de edición, sabemos que la viuda de Escuder, nombrada en el colofón del impreso, se refiere a Rosa Compte (viuda desde 1793 del impresor Cristòfol Escuder), quien se hizo cargo, junto a su hija Rosalía, del taller tipográfico que regentaba su marido. Rosa Falleció en 1818 en Lérida a los 76 años.





©Antonio Lorenzo

martes, 15 de agosto de 2017

Seguidillas boleras

Estampas de aguafuerte y buril por Marcos Téllez Villar (ca. 1790)
El bolero, como forma musical, es básicamente una seguidilla. Un cambio en la forma de bailar de las seguidillas populares, que hizo más lento su 'tempo' y ejecución, dio paso al bolero. 

Las seguidillas, que algunos autores consideran de creación manchega en cuanto a los pasos originales precursores, están extendidas por todas las regiones con sus peculiares estilos y formas. En general, es un baile rápido y alegre, siendo su característica propia el llamado «bien parao», o la postura que hay que adoptar al terminar el baile o al acabar la copla.

Al igual que las «seguidillas sevillanas», conocidas ahora simplemente como «sevillanas», siendo el principal y conocido estilo bailable de Sevilla, son variantes del baile antiguo de las seguidillas. Las seguidillas fueron evolucionando y adaptándose a diversos esquemas y variantes. En los estilos del flamenco puede rastrearse la evolución de las mismas en sus formas de «serranas» o «livianas». 

El término bolero nace con posterioridad a 1770. Como forma musical es más o menos sinónimo de las llamadas seguidillas boleras o bolero a secas. A finales del siglo XVII y principios del XVIII las danzas populares fueron consideradas como obscenas y los maestros de baile tuvieron que adaptar las danzas con pasos más estilizados y nuevos estilos de movimiento de pies y brazos.

El bolero ha dado nombre a la llamada «Escuela Bolera», siendo su creador, según los estudiosos y de una forma un tanto simplificada, el murciano Sebastián Cerezo (Maestro Requejo), que lo enriqueció con sus mudanzas y pasos. El bolero se extendió por todas partes y arrinconó a los bailes más violentos. Durante la primera mitad del siglo XIX era costumbre acabar las representaciones teatrales con pasos de boleros interpretados por varias parejas.

Por influencia francesa se introdujeron nombres específicos para señalar los diferentes pasos en la llamada Escuela Bolera, como «assemblés», «port de bras», y otros muchos.

El bolero tuvo el rango de baile de corte en los reinados de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. De la Escuela Bolera derivaron otros bailes, como la «cachucha», «los panaderos» o el «Vito».

El pliego que reproduzco está editado en Valencia por la imprenta de Domingo y Mompié en la temprana fecha de 1819, lo que confirma el éxito de esta forma musical no sólo en los teatros de la corte, sino también como fácil recurso de los ciegos ambulantes para ganar algo de dinero vendiendo estas coplas.





ⒸAntonio Lorenzo

martes, 8 de agosto de 2017

La vida de Juan Soldado

Cuento ilustrado editado en México por A. Vanegas (ca. 1890)
Juan Soldado es un nombre genérico que pertenece a la categoría de lo que podríamos denominar como tipos folklóricos. Dentro de ellos, abundan los calificativos aplicados a los juanes: Juan Español, Juan Pérez, Juan Palomo, Juan Lanas, Juan el Tonto, Juan Zoquete, etc., casi todos ellos aludiendo a una escasa capacidad mental o a determinados defectos. En realidad, está por hacer un estudio diacrónico de estos personajes y su aparición en el refranero, en los cuentos, frases proverbiales o en el teatro del Siglo de Oro.

El estribillo que aparece en el pliego es muy conocido y aplicable a numerosas canciones por lo socorrido de las faenas domésticas. Es estribillo de canciones infantiles:

                                           La vida de Juan Soldado
                                           es muy larga de contar:
                                           que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar. 

                                            Un soldado se ha perdido;
                                            lo salieron a buscar
                                            veinticinco granaderos
                                            un cabo y un oficial. 

                                           Que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar


Aparece también como estribillo en bulerías, como la que cantaba la Niña de los Peines en «Juanito, el barquillero»: que lo sea o no lo sea/siempre me tengo yo de acostar/que tender, tender, que lavar, lavar...

También aparece el estribillo en un paloteo de rueda dedicado a la virgen en la localidad de Cuevas de Velasco (Cuenca).

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)

                                       La Virgen se está peinando
                                       a la sombra de un rosal,
                                       los cabellos eran de oro
                                       y el peine era de cristal.

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)


El personaje de Juan Soldado es también protagonista de un cuento tradicional andaluz recogido por Fernán Caballero y publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español del 15 de febrero de 1852.

Copio el resumen del mismo que hace Montserrat Amores en La narrativa breve en el «Semanario Pintoresco Español» (1836-1857), Universitat Autònoma de Barcelona, 2016. Se trata de un cuento folclórico maravilloso que desarrolla los tipos 330B y 326A*, según el trabajo de: Aarne, Antti y Stith Thompson (1973³), The Types of the Folktale: a Classification and Bibliography, Suomalainen Tiedekatemia-Academia Scientiarium Fennica (FF Communications, 184), Helsinki.
Juan Soldado, tras haber servido al rey durante seis años, es despedido y solo recibe un trozo de pan y seis maravedíes por el trabajo prestado. Por tres veces comparte sus bienes con San Pedro y Jesús. Finalmente le regalan una bolsa que tiene la propiedad de contener lo que él pida. Llega a un pueblo y el alcalde le cede una casa para dormir donde hay un alma en pena. Sin ningún miedo salva al alma que baja por la chimenea amenazando con caer y cuando lo hace va pasando de miembro en miembro. El diablo manda a un «satanasillo» para que lo lleve al infierno, pero Juan lo mete en el morral. Lo mismo hace con el propio Lucifer. Cuando muere obra igual con San Pedro y le dejan pasar al cielo.

El personaje de Juan Soldado también sirvió de inspiración a unos versos de Antonio de Trueba ambientados en la guerra de la Independencia con el título de «Vida de Juan Soldado», recogidos en El libro de los cantares, publicado en 1851.

Como personaje folklórico tampoco ha sido ajeno de su tratamiento en el teatro, pues el autor dramático gaditano Luis de Eguílaz (1830-1874) compuso un drama de costumbres populares con el título La vida de Juan Soldado, estrenado con cierto éxito en Madrid en el año 1856. También los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero escribieron una obrita corta, titulada Carta a Juan Soldado, estrenada en el Teatro de la Princesa de Madrid en el año 1910. 


Las referencias se extienden también a la zarzuela, como en la titulada El Dios grande, con libreto de Manuel Fernández de la Puente y música de Manuel Fernández Caballero, estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 29 de enero de 1903. En dicha zarzuela se menciona expresamente la adquisición por unos chiquillos del pliego que contiene la vida de Juan Soldado y una referencia a las llamadas aleluyas, que consistían en un principio en unas estampitas recortadas donde figuraba impreso el nombre de «aleluya» y se lanzaban a la calle desde los balcones al paso de determinadas procesiones. Estas estampitas dieron posteriormente el nombre a las llamadas aleluyas («aucas» en el ámbito lingüístico catalán), que consisten en una sola plana gráfica, con generalmente 48 viñetas, acompañadas de unos dísticos informativos. Ejemplo de estas aleluyas es la que incluyo tras el pliego y referida, precisamente, a la vida de Juan Soldado.


Pero demos paso al pliego, editado en Reus por la imprenta de Juan Bautista Vidal en 1847. A continuación reproduzco la aleluya, que divido en secciones para una mejor lectura.












©Antonio Lorenzo

miércoles, 2 de agosto de 2017

Los aventuras del trigo y otras historias sentimentales

Lionel Percy Smythe (1839-1918) - Descanso del mediodía
El pliego que reproduzco a continuación resulta de interés, no tanto por su calidad literaria y estética, y por tanto subjetiva, sino porque puede considerarse un ejemplo de la convivencia entre una composición más o menos elaborada, como es la dedicada a las aventuras del trigo, junto a otras historias sentimentales que pueden relacionarse con las características de la llamada «novela rosa» o los folletines románticos, en unos pocos versos. Es un ejemplo de literatura popular nacida para la difusión masiva y propia de la literatura de kiosco, que pretende conectar con la sensibilidad colectiva con una técnica y un lenguaje asequibles a la gran mayoría. Este tipo de composiciones, ya sea de mayor o menor dimensión, aprovecha con gran eficacia los esquemas tradicionales del relato de carácter popular: tratando de distraer al lector con asuntos melodramáticos con tendencia al tremendismo

No encontramos en estas historias alusión alguna a problemas de tipo político, religioso o a otros problemas sociales, pues su finalidad es la evasión o consolación. La complejidad de la literatura popular, frente a la llamada culta y la interacción entre ellas no está resuelta en absoluto, por lo que expresar juicios estéticos sobre una u otra o juicios de valor para contraponerlas sin matices creo que no está del todo claro desde un punto de vista generalista. Tampoco la literatura popular, en sus distintas manifestaciones, refleja en todos los casos una ideología de los marginados frente a lo hegemónico (por usar la terminología de Gramsci), pues poco a poco esta literatura popular va consolidándose en las ciudades en un entorno cada vez más urbano.

Al margen del discutible interés estético o literario, de lo que no cabe duda es de su incontestable interés sociológico, con una clara intención moralizante en su descripción dicotómica de los personajes, donde los buenos son buenísimos y los malos malísimos.

Los recursos narrativos empleados son tópicos y recurrentes: los personajes, más que ser verdaderos o reales deben resultar verosímiles y funcionales. La evolución de estas historias sentimentales en verso pueden considerarse antecedentes de las llamadas novelas rosas y posteriormente de las fotonovelas como género híbrido, e incluso a los seriales radiofónicos.

La realidad social es poliédrica y esquiva, por lo que no se deja atrapar en conceptos dicotómicos. Es por eso que no me parece adecuado la clasificación que opone «literatura/subliteratura». Obviamente, la movilidad de fronteras entre ambos conceptos no responde a la multiplicidad de situaciones que pueden producirse. Más adecuado sería, en un sentido global, aunque habría que matizar convenientemente cada caso, una distinción entre «literatura literaria/literatura viva socialmente», entendiendo a grandes rasgos la primera con un grado mayor de apropiación de su funcionalidad estética; y a la segunda, como resultado de una producción, distribución y un consumo generalista.

Pasando a los dos pliegos que reproduzco, se añaden a los martirios que pasa el trigo desde que nace hasta que llega a la mesa, otras composiciones que pasan por un pretendido tango hasta por un pasodoble de corte andalucista.

Los pliegos son tardíos, casi en las postrimerías del género de cordel, que podemos fechar aproximadamente a mediados del siglo XX, editados en Madrid por la imprenta Rodas, 26, de la que conocemos muchos otros ejemplares en un papel muy barato y coloreados en muchos casos, y que aún tuve la oportunidad de conocer directamente, muchos años más tarde, en la calle Toledo de Madrid, donde el vendedor los exponía en la reja de un banco al viejo estilo tradicional: expuestos en un cordel y sujetos con pinzas.








©Antonio Lorenzo

martes, 25 de julio de 2017

Contienda por seguidillas sobre las cualidades que deben buscarse en las damas

Ilustración del periódico satírico "El fandango" [Madrid, 1845, nº 10]
Este curioso pliego del siglo XVIII desarrolla una animada controversia entre dos poetas sobre las cualidades que deben adornar a una dama. Dicha contienda está recogida en siete cuestiones, donde el segundo poeta responde, desdice o contrapone al primero determinados aspectos.

Resumo en el siguiente cuadro las cuestiones tratadas, resaltando los aspectos a favor y en contra sobre las características que han de buscarse en las damas, según uno u otro poeta.

                  Preferencia por dama esquiva / Preferencia por dama afable
                  Preferencia por dama hermosa / Preferencia por dama fea
                  Preferencia por dama gorda / Preferencia por dama flaca
                  Preferencia por dama chiquita /Preferencia por dama grande
                  Preferencia por dama tonta / Preferencia por dama discreta
                  Preferencia por dama blanca /Preferencia por dama morena
                  Preferencia por dama rica  / Preferencia por dama pobre

Tras una serie de indagaciones, esta contienda por seguidillas entre dos famosos poetas, donde no se especifica en el pliego quién es el autor, he podido averiguar que corresponde a don Antonio Muñoz.

Poco sabemos de don Antonio Muñoz, seguramente sea un pseudónimo de quien fuera un militar, llamado en realidad Enrique Ramos, fallecido en 1797. La obra donde se incluye esta contienda lleva por título: Aventuras en verso y prosa del insigne poeta y su discreto compañero, cuya primera edición data de 1739, editada en Madrid por Gerónimo Ortega, obra que alcanzaría un notable éxito, pues fue reeditada con posterioridad en 1759, 1789 y 1805, a la que añado una curiosísima reimpresión alemana de 1907. 


Este desconocido personaje, del que apenas conocemos más datos, es también el autor de una obra, editada en el 1790, de título Morir viviendo en la aldea, y vivir muriendo en la corte, que incide en el tópico de la dicotomía campo-ciudad, compuesta seguramente para ser leída en ambientes superficiales de reuniones cortesanas. La obra busca una cierta complicidad para alabar la vida en la corte madrileña («vivir muriendo») frente a la vida aldeana («morir viviendo»). Esta dicotomía, que marca la vida de la ciudad y la del campo actuó como fácil y provechoso recurso literario en nuestro autor, pues se asemeja a la contienda reflejada en el pliego entre los dos poetas que discuten sobre las convenientes y aconsejables características que debe reunir una dama.

Ambas obras lo que buscan es el entretenimiento del público lector, como tantas otras del siglo XVIII, mediante el conocido recurso de la caricaturización de las situaciones y la contraposición de caracteres y comportamientos: de un lado, el aldeano, apegado al trabajo, desinformado y portador de valores tradicionales; de otro, el cortesano, desocupado y atento al ocio, a la diversión y a las novedades.

Una observación más: en la primera edición del libro de 1739 los personajes que intervienen en la contienda sobre las damas, establecen previamente un pacto o convenio de no satirizar ni burlarse de persona alguna tanto entre el primero de los poetas, don Eusebio como en el segundo, don Juan. 

El pliego recoge las siete cuestiones sin añadir ningún comentario a las mismas, comentario que sí viene recogido, tanto en la edición original como en las reimpresiones siguientes.

Considero de interés el reproducir los comentarios tras las distintas cuestiones que no aparecen en el pliego, pero sí en el libro original. Las añado tras la reproducción del pliego, editado en Madrid por Andrés de Sotos, cuya actividad impresora se desarrolló, al menos, entre 1764 y 1792.








"...Esta es una diversion entre nosotros, por ver á ustedes lucir: y así cada uno de estos señores propongan una Qüestion, sea la que fuese, y en seguidillas, que son mas graciosas, defienda cada uno su partido. Norabuena, dixeron los Poetas, y uno de los Licenciados dixo: Don Eusebio defienda las Damas esquivas, y Don Juan (que así se llamaba el segundo Poeta) las afables, y digan como gustasen; y despues de sus ciertos cumplidos de diga usted, y usted antes, no puede ser, y otras cosas, empezando Don Eusebio, y alternando Don Juan, dixeron estas seguidillas".
Comienza la cuestión primera: dama esquiva / dama afable
Con mucho placer oyeron y celebraron todos las seguidillas; y deseando que prosiguiesen, dixo uno de los Famulos: El señor Don Eusebio defienda las Damas hermosas, y Don Juan las feas; y apenas lo oyó, quando dando un corcobo, dixo: ¿Yo defender las feas? no haré tal, defiendalas el diablo, que yo no quiero hacer lo que no ha hecho hasta ahora hombre alguno: demas de que no hay qüestion, si yo tambien digo, que lo hermoso es lo mejor. Pues para que la haya, dixo Don Eusebio, yo defenderé las feas, sin alegar sus discreciones. Y pues la qüestion pasada empecé yo, empiece usted, señor Don Juan; y convenidos, dixeron así:
Comienza la cuestión segunda: dama hermosa / dama fea
Vitor, vitor  dixeron todos, á vista de la defensa que cada uno habia hecho. Y siguiéndose á dar asunto uno de los Licenciados mas ridículos, propuso, el que uno defendiese las Damas gordas, y otro las flacas. Los Poetas quisieron resistirse á esto; y viendo que no era posible, cargando Don Eusebio con las gordas, aunque de mala gana, dixo asi:
Comienza la cuestión tercera: dama gorda / dama flaca
Mucho tuvieron que reir los grandísimos disparates que los Poetas dixeron; y con grande algazara, unos de un vando, y otros de otro, prosiguieron su paséo, aunque á alguno ya le parecia largo, y distante de la Ciudad, porque en ella tenia su quebradero de cabeza; pero todo lo disimuló: porque si los Poetas supieran su pensamiento, le pusieran para pelar. Prosiguiesen los asuntos, dixo uno, que aun tenia gana de oírlos; y otro se convidó á darle, protestando, que no habia de ser menos ridículo que el antecedente; y así suplicó á Don Juan defendiese las Damas chicas y Don Eusebio las grandes. Y convenidos en ello, dixeron así:
Comienza la cuestión cuarta: dama grande / dama chica
Acabada esta Qüestion, y celebrada como las antecedentes, no quisieron los Poetas desayrar á los que faltaban de proponer asuntos; y así uno de ellos dixo á Don Eusebio defendiese á las Damas tontas, y Don Juan las discretas; y dixeron así:
Comienza la cuestión quinta: dama discreta / dama tonta
Finalizada esta Qüestion, el Licenciado, que tenia priesa, no pudiendo aguantar mas, dixo: Caballeros, esto es muy bueno; pero para diversion toda de barbados, basta y sobra; y así, dexemos descansar estos Señores Poetas, y vamonos poco á poco á la Ciudad. Usted marche, respondió otro, si quisiere, que nosotros estamos muy divertidos, y los dos ingenios que nos favorecen, no dan á entender cansancio. Quimera hubiera entre ellos, si Don Jacinto no la cortara, diciendo: Solo dos faltan por proponer, y por el camino se puede hacer, y con eso le llevamos mas divertido. Y convenidos en ello, dixo uno de los que faltaban, que Don Juan defendiese las blancas, y D. Eusebio las morenas; y admitido así, dixeron:
Comienza la cuestión sexta: dama blanca / dama morena
Yá venian muy cerca de la Ciudad quando acabaron esta competencia; y no faltando mas que uno, dixo: Yo no he de ser menos que los demás: y pues la velocidad con que estos Caballeros componen, dá tiempo, tambien quiero yo dar mi asunto; y sea, que uno de estos señores defienda quál es mejor Dama, rica, ó pobre. Al punto dixeron los Poetas, que á ambos les tocaba defender la Dama pobre. Pero siendo preciso dar gusto al ultimo Licenciado, por no ser razón desayrarle, eligió Don Eusebio la rica, dexando por cortesanía á Don Juan la pobre. Y convenidos en ello, empezó la ultima competencia, que decia así:
Comienza la cuestión séptima: dama rica / dama pobre

Tras el desarrollo de estas siete cuestiones finaliza la contienda de este modo:
"Con esto llegaron divertidos á la Ciudad, y siendo ya tarde, cada uno tomó su rumbo. Don Eusebio llegó á su Posada, y la Criada le dixo, como su forastero Amo le habia andado á buscar, y que viendo que era tarde, y no venia , habia dexado orden de que le dixesen, que no volviese mas á servirle, y se fuese con su Madre de Dios. No tomó por eso mucha pesadumbre D. Eusebio, el que al punto se fué á buscar á su compañero Don Jacinto, al que le contó el suceso. Tampoco le cogió muy de susto; y viendo quan poco se habia perdido, solo le dixo: Hombre, esta noche puedes quedarte aquí, porque ya no hay arbitrio á otra cosa, que para esto pediré licencia á mi Ama, y mañana hablarémos para tu acomodo. Con esto entró á solicitar el permiso; y la respuesta fué salir toda la casa á recibir á D. Eusebio, que como ya le conocian, gustaban de él, y creían con este motivo tener una buena noche...."
©Antonio Lorenzo

martes, 18 de julio de 2017

Tangos de Cádiz que se cantan en el café de la Marina

José Alarcón Suárez - Café cantante (1850)
El pliego que reproduzco al final es prueba de la indisoluble relación de los cafés cantantes de Madrid con el flamenco en sus distintas variantes. Es sabido que este tipo de establecimientos contribuyeron enormemente a la difusión del flamenco entre un amplio sector de la población madrileña.

El pliego nos habla de unos Tangos de Cádiz que se cantan en el Café de La Marina. Creo conveniente efectuar unas consideraciones, tanto del que fuera un famoso café cantante como del género tango.

El café cantante era un establecimiento público donde se ofrecían sesiones de cante y baile flamencos (también de otros espectáculos) y donde los espectadores podían consumir bebidas. La sala contaba con un escenario de madera, llamado «tablao» donde se ejecutaban las actuaciones flamencas de baile y cante. Los cafés cantantes propiciaron una nueva estética, como la bata de cola, el mantón o el sombrero de ala ancha.

Josep Llovera (1846-1896) - Café cantante
El auge de los cafés cantantes puede situarse aproximadamente entre los años 1850 y 1920, dando paso posteriormente a otro tipo de espectáculos desarrollados en espacios escénicos mayores: teatros, plazas de toros, festivales al aire libre..., lo que coincide con la época de la llamada Ópera Flamenca.

El café cantante supuso la popularización del flamenco en entornos urbanos favoreciendo la profesionalización de los artistas y consolidando los diferentes palos y sus características. Madrid se configura en la historia del flamenco como un eje fundamental para su desarrollo. No en vano hay quien ha apuntado que Madrid es la tercera provincia andaluza del flamenco tras Sevilla y Cádiz

Sobre el tango (no confundir con el tango argentino, sino como patrón rítmico referido al flamenco y a todas sus variantes) hay divergencias entre los flamencólogos sobre su origen y evolución. Para los más "clásicos" los tangos son originarios de la península, encuadrados dentro de los cantes primigenios o básicos y de clara e indudable raigambre gitana.

Esta visión «nacionalista» se ha visto ensombrecida (y actualmente superada) por los excelentes y valiosos estudios que se han venido publicando de un tiempo a esta parte. Parece que ya existe un consenso generalizado en considerar el origen negro del ritmo, desarrollado en La Habana y trasladado posteriormente a la península, donde fue aflamencándose por los gitanos hasta convertirse en lo que se conoce como el tango flamenco en sus diversas variedades (tientos, tanguillos de Cádiz, farruca, garrotín, marianas, etc.). Hay que recordar que Cádiz fue durante siglos la puerta de entrada de músicas y danzas de América, desempeñando un papel vertebrador de los estilos llamados preflamencos.

El tango está documentado en España desde principios del siglo XVIII, aunque su patrón rítmico (que es el mismo, por cierto, que el que presenta la habanera) ha actuado como generador de una gran variedad de estilos flamencos y lo podemos encuadrar hacia finales del siglo XIX.

Para comprender los orígenes y la evolución del género tango, resulta fundamental la aportación y el estudio llevado a cabo por Ortiz, José Luis y Núñez, Faustino: La rabia del placer: El nacimiento del tango y su desembarco en España (1823-1923), Sevilla, Diputación de Sevilla, 1999.

Muchos géneros o estilos musicales utilizan, integran o adaptan el patrón rítmico del tango. Su llegada a España, proveniente del mundo negro cubano, se cristaliza en el llamado tango americano que a su vez lo incorporan los flamencos como tango gaditano e incorporado a su vez en distintas zarzuelas como número principal, ya sea en su forma de habanera o de tango.

Los cafés cantantes madrileños: Café de La Marina

José Blas Vega, en su imprescindible y documentado libro Los cafés cantantes de Madrid (1846-1936), Madrid, Guillermo Blázquez, editor, 2006, nos ofrece un recorrido histórico sobre este café cantante que ya en 1870 se encontraba situado en la calle del Carmen como puesto de memorialista (donde se escribían cartas, se copiaban documentos o memoriales) regentado por un sargento licenciado andaluz, apellidado Corrales, cuyo negocio consistía también en la de concertar matrimonios. Sus actividades flamencas datan al menos de 1873.

El Café de La Marina, según Blas Vega (de quien tomo los siguientes datos), tuvo dos etapas seguidas si bien en distintos lugares: una, de 1888 a 1896, donde tras sucesivos traslados de domicilio se convirtió en un café flamenco. Es en esta etapa donde actuaron primeras figuras, como la gran bailarina «La Macarrona». Entre sus clientes habituales se encontraban los hermanos Machado, según recogen las crónicas haciéndose eco de su gran afición al arte flamenco.

La otra etapa del Café La Marina se sitúa a partir de 1897, ubicado ya en la calle Jardines, 21, e inaugurado por el cantaor Cayetano Muriel, Niño de Cabra: «En Madrid inauguré yo el café de la calle Jardines, que antes estuvo en la calle Hortaleza. Lo inauguramos Fosforito y Magán».

Pío Baroja, en su recorrido por los cafés cantantes, cita el de La Marina de la calle Jardines, en La Busca (1904). También actúo durante 8 años en dicho café el gran guitarrista Ramón Montoya: «Era un café muy importante. Allí conocí a La Cortijera, a los Antúnez, a La Macarrona, a don Antonio Chacón, a Juan Breva... Ocho años estuve contratado en aquel café».

Otro dato interesante que aporta Blas Vega es que de ese café salieron los estilos del Garrotín y de la Farruca adaptados coreográficamente para el baile por Faíco y por el guitarrista Ramón Montoya.

El Café de La Marina, fue, en definitiva el tablao más importante de los primeros años del siglo XX en Madrid. Su gran cuadro flamenco atraía a todo aquel que quería iniciarse como artista profesional al ser el local de más categoría y renombre de aquellos primeros años entre el público madrileño.

El Café de La Marina estuvo funcionando con altibajos hasta el año 1915, por donde pasaron los mejores artistas flamencos ante un público procedente de todas las clases sociales. 

Deduzco que el pliego es posterior a 1906, al tener en cuenta los datos que ahora desarrollaré brevemente. Una de las coplas recogidas en la primera parte dice lo siguiente:

                                    Por muy mal que yo te quiera
                                    no te mando a Peñaflor,
                                    que allí visten un muñeco
                                    para matar a un jugador.
                                    Si queréis saber quién es
                                    engañado lo llevó,
                                    preguntádselo al Francés,
                                    que es amigo de Muñoz.

Pues bien, esta copla hace referencia a una serie de asesinatos cometidos en la localidad sevillana de Peñaflor por Andrés Aldije, conocido por su procedencia como "el Francés" y por su cómplice José Muñoz. Los seis asesinatos fueron bastante espaciados en el tiempo. El primero, se cometió en 1898 y el último en el año 1904.

El procedimiento consistía en captar a viajantes que hubieran realizado transacciones y tuvieran dinero en efectivo para llevarles a la casa de juego clandestina en el municipio de Peñaflor, a unos 75 kilómetros de Sevilla. Una vez allí les conducían a través de un corredor oscuro y una vez avisados de no tropezarse con una cañería que sobresalía, estos agachaban la cabeza para sortear el obstáculo, lo que aprovechaban para golpearles en la cabeza con una barra de hierro envuelta en trapos para que no resbalase, a la que bautizaron como "el muñeco" y se les remataban con un martillo acabado en punta. Tras desvalijar a sus víctimas los enterraban en el huerto colindante.

En la mañana del primer día de abril de 1906, en la Prisión Provincial de Sevilla, los dos reos fueron ejecutados por medio del garrote vil.

Estos asesinatos causaron gran revuelo en su época e inspiraron el argumento para la película El huerto del francés, de 1977, dirigida por Paul Naschy (Jacinto Molina), y con un reparto donde intervinieron María José Cantudo, Ágata Lys, Silvia Tortosa y José Calvo, entre otros.

Tras esta pequeño inciso, vayamos al pliego donde se recogen estos tangos de Cádiz que operan como claro testimonio de la relación de estos cafés madrileños con el flamenco. Está editado en Madrid, sin año, por la Imprenta Universal de la calle Cabestreros, 5.





©Antonio Lorenzo