martes, 3 de abril de 2018

El que metió la cabeza en una reja por dar un beso a su novia


Curioso pliego, cuya divertida e hilarante historia ha logrado pasar a la tradición oral, donde hemos tenido la oportunidad de escucharlo recitado a personas que lo memorizaron en su día.

Caso ocurrido en el pueblo de La Solana (Ciudad Real).

Un breve resumen es el siguiente:
Un novio ronda a su amada y la promete que esa misma noche irá a visitarla. El muchacho intenta colarse entre las rejas de su ventana, pero con tan mala fortuna que, al introducir su cabeza por la reja se le quedó enganchada entre los hierros. Al amanecer, unos trabajadores descubren el hilarante suceso y aconsejan a la muchacha que avise a su padre para que socorra al muchacho y le libere de la engorrosa situación de encontrarse "como pájaro en ballesta". El padre avisa a la madre, que intenta liberar al yerno tirándole de las piernas, aunque, en su esfuerzo, lo único que acaba consiguiendo es quedarse con los zapatos del joven. Todos los esfuerzos son en vano y se ven obligados a llamar a un herrero que, tras salirsele el mango de la herramienta y dar accidentalmente con el mismo en la cabeza del joven, consigue al fin liberarlo.

Pliego editado en Madrid, sin fecha, por la Imprenta Universal.






©Antonio Lorenzo

viernes, 30 de marzo de 2018

La mala noche del pobre Juan Lanas con su mujer cercana al parto


Con el apelativo de ser un "Juan Lanas" se alude a la consideración de un hombre apocado y de poca personalidad, fácil y sencillo de engañar y, como marido, dominado por su mujer.

El pliego recoge la mala noche que pasó el pobre Juan al regresar a su casa tras un árduo y duro trabajo, encontrándose con su mujer próxima al parto. La burla a su pobre condición se manifiesta por los continuos recados de su esposa y de la comadrona para preparar el inminente parto, lo que le impide cenar y descansar.

Tras un enorme trasiego de encargos nace al fin una niña, y la comadrona aprovecha una y otra vez para encargar al pobre Juan Lanas una serie de "mandaos" para atender a su esposa y a su nueva hija.

Con el título de Juan Lanas se conoce también una zarzuela, de un solo acto, ambientada en Lisboa, con libreto de Francisco Campodrón y música del Maestro Caballero (Manuel Fernández Caballero). Estrenada en el madrileño Teatro de la Zarzuela el 10 de marzo de 1857.



Las características del personaje de Juan Lanas son el motivo central de la comedia Un Juan Lanas, en un acto, de Manuel María del Campo, ambientada en Aranjuez, para ser representada en el Teatro Príncipe, de Madrid, el 9 de noviembre de 1848.


La intención última del autor del pliego no es otra que la de señalar las mañas de las mujeres para conseguir lo que desean de los hombres, tal y como se desprende de los últimos versos:
                                    A todos los que han oído
                                    las coplas, dice Juan Lanas,
                                    no se fien de mujeres,
                                    pues ya conocen sus mañas.
                                    Yo que me he fiado
                                    muy mal lo he pasado,
                                    como antes dijo.
Y el recitador de las coplas, dirigiéndose al público que lo escucha, acaba solicitando unas monedas por vender sus coplas.
                                  Y las coplas aquí finalizo;
                                  si leerlas quisieren
                                  todos mis amigos,
                                  echen mano luego
                                  a los bolsillos;
                                  ninguno se enoje,
                                  tomen el papel,
                                  y dos cuartos aflojen por él.
El pliego, cuyo texto se atribuye a un imaginario "licenciado Gorrión", está editado en Madrid, sin fecha, por la prolífica imprenta de Marés y Compañía.





©Antonio Lorenzo

martes, 27 de marzo de 2018

Tres pliegos sobre las mujeres chismosas

José Jiménez Aranda (1837-1903) -  Conversación en un  patio de Sevilla
Asociar el chisme a lo femenino no deja de ser un estereotipo o prejuicio al relacionarlo con la mujer como si fuera un rasgo propio. En la tradición popular abundan dichos y refranes que nos previenen sobre las personas murmuradoras y difusoras de secretos.

Repasemos algunos:

* A poco barruntar, mucho preguntar
* Júntanse las comadres y arde en chismes la calle
* Quien la casa de su vecino otea, no ve la suya que se bambolea
* Quien te cuenta las faltas de otro, las tuyas tiene al ojo
* El chismoso chismorrón, no gusta de la noticia, sino del notición
* No lo diré al que me escuche; pero no se me quedará en el buche
* Con quien mucho murmura, no hay honra segura
* Donde hay viejas, hay chismes y consejas
* Muchos desean oír peer, para arrimarse a oler
* No quieras mucho averiguar, que a veces quien escarba halla lo que no quisiera hallar
* Por mucho querer saber, suele salir a la luz del día lo que no era menester
* A quien mucho quiere saber, poquito y al revés
* ¿De dónde vienes arañada? -De la casa de la suegra de mi cuñada
* Va la moza al río y cuenta lo suyo y lo mío
* Dios nos libre de ojos claros de vecino, de viña junto al camino, de mujer parladora y de fuego junto al lino

Reproduzco tres pliegos dedicados a las mujeres chismosas que se comentan por sí solos. El primero de ellos está editado en Madrid, sin fecha, por la Imprenta Universal, finalizando con una burlona oración de un borracho.





En este segundo pliego, la chismosa, consciente de sus cotilleos, solicita satíricamente el "callarse por caridad". El pliego fue editado en Barcelona, sin año, por Ignacio Estivill.

J. Philips - Cotilleos en el pozo (Ca. 1870)





El tercer pliego está dedicado curiosamente a una beata chismosa que, una vez cumplidas sus devociones se dedica a criticar y a murmurar.

Como puede observarse, la semejanza con el texto del pliego anterior es notoria.

El pliego está editado en Madrid, en 1854, por la Imprenta de Marés, donde aparece al final una "Canción nueva del desgraciado".





©Antonio Lorenzo

miércoles, 21 de marzo de 2018

Zarzuela: Boccaccio + Canciones de los polvos


Este pliego recoge los más conocidos cantables de la zarzuela Boccaccio. La obra fue estrenada en el madrileño Teatro de la Zarzuela el 12 de diciembre de 1882. Dicha zarzuela es una adaptación de la opereta vienesa de igual título, situándose la acción en la Florencia de 1340.

Los libretistas alemanes originales de la obra fueron Camillo Walzel y Franz Friedrich Richard Genée, y la música compuesta por Franz von Suppé. La original opereta cómica en tres actos se estrenó en Viena el 1 de febrero de 1879 con el título de Boccaccio, o el príncipe de Palermo. La adaptación y estreno en España, a los tres años de su representación alemana, se explica por el auge de un tipo de obra ligera de carácter cómico, donde se alternaban diálogos con el canto y la música instrumental. En este género primaba lo satírico y burlesco con escasa o nula relación con la realidad, por lo que su trama rozaba frecuentemente con lo inverosímil o disparatado.

Entre la segunda mitad del siglo XIX  y en la primera mitad del siglo XX,  la zarzuela recibió una influencia de la opereta de corte ligero, no solo de la que se desarrollaba en Francia, sino también de la vienesa, produciendo obras como la que nos ocupa.

Si leemos las distintas críticas de la obra, no parece que fuera acogida con gran entusiasmo por el público. No obstante, la edición en pliego de parte de los cantables, así como el argumento de la obra podía adquirirse en un quiosco vallisoletano en 1903 a un precio de 10 céntimos.


El arreglo musical de la opereta, en su versión española, corresponde al maestro Nieto y la adaptación del texto a don Luis Mariano de Larra.

Don Luis Mariano de Larra fue hijo del célebre escritor y periodista don Mariano José de Larra y de su mujer, doña Josefa Wetoret Velasco, con la que contrajo matrimonio en 1829, matrimonio del que nacería en 1830 su primogénito Luis Mariano. Al poco de su nacimiento el matrimonio se separó, y cuando el niño contaba con apenas siete años, su padre se pegó un tiro la noche del 13 de febrero de 1837 a raíz de su desengaño amoroso con Dolores Armijo.

Luis Mariano de Larra destacó por su obra teatral, sus novelas y libretos de zarzuelas (siendo la más conocida y destacada El barberillo de Lavapiés). Alejado paulatinamente de la corte, su figura fue cayendo en el olvido falleciendo en 1901 a los 71 años.


El pliego procede de la imprenta de Damián Vilarnau y podía adquirirse en la casa de los sucesores de Antonio Bosch y en la tienda de M. Borrás en la isla de Palma de Mallorca. El pliego incluye también en catalán unas 'canciones de los polvos' donde se critica a las mujeres que, atendiendo a las nuevas modas, se embadurnaban la cara y el cuerpo con polvos en la creencia de resultar más atractivas.

Tras el pliego, adjunto un coloreado "ventall" o abanico donde una de sus planas se dedica a la obra que nos ocupa.







©Antonio Lorenzo

domingo, 18 de marzo de 2018

Canciones al estilo moderno: La pamplinera+El tremendo+Los pollos

Verdulera - "Colección de trajes de España"
 de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1777)
Este es un ejemplo más de la conjunción de andalucismo y madrileñismo en un mismo pliego con diferentes canciones.

La Pamplinera, vendedora de “pamplinas”, alude a la yerba de cierto sabor amargo que se usa en ensaladas y en algunos guisos. También es conocida como “oreja de ratón”, “coruja” o “hierba de la gallinera”. Esta hierba, al crecer con gran facilidad, es causa de malestar entre los agricultores y jardineros a la hora de mantener y recoger sus cosechas. El escaso aprovechamiento de esta hierba perdura en el habla popular en el sentido de algo de poca importancia o valor.

El texto de la canción El Tremendo puede considerarse como una variante de los conocidos jaques o guapos en la literatura popular impresa. Personajes plenos de insolencia y narcisismo que aparecen también en los pasos y pasillos de corte andaluz, como Curro, Dolores y el Tremendo, de Juan Ignacio González del Castillo.


La última canción, de ambiente madrileño, está dedicada a Los Pollos, personajes barbilampiños que presumen de juntar versos en su afán de seducir a las damiselas o a las viejas de "dientes delicados".

El pliego está editado en Madrid, en 1849, por la imprenta de José María Marés.





©Antonio Lorenzo

miércoles, 14 de marzo de 2018

Sangriento y horrible crimen cometido en un cortijo


Un ejemplo más de pliego de asunto escabroso que corresponde a la bien conocida temática de estos impresos populares, donde la truculenta historia es acompañada por una no menos truculenta xilografía como vehículo de atracción morbosa para sus compradores u oyentes. Este gusto por lo truculento tiene un largo recorrido, al que se añade, además, un claro prejuicio incriminatorio sobre la etnia gitana de continuada andadura literaria.

En los pliegos de cordel se puede rastrear fácilmente el rechazo a las minorías étnicas que, si trascendemos sobre su mera literalidad, su estigmatización contribuye a dotar en el imaginario social un sentido de unidad frente a lo ajeno, al tiempo que se resalta lo considerado como propio.

En el  pliego subyace la negativa valoración colectiva de la etnia gitana a la que se le atribuyen una serie de tópicos basados en prejuicios y estereotipos, como embaucadores, inmorales, raptores de niños, ladrones, etc. El estigma étnico que arrastran los gitanos, al igual que sucede con otras comunidades como los judíos o los moros, contrasta en la realidad con su contribución a la economía agraria tradicional de una forma sistemática a lo largo de los años.

Al margen de estos consabidos prejuicios, el pliego nos ofrece una clara marca de oralidad al dirigirse el recitador al público que lo escucha comentando en un inciso:

                                                  Considerad el dolor
                                                  de esta madre desgraciada,
                                                  vosotras que tenéis hijos,
                                                  ¡si estaría desolada!...

El pliego está impreso en Barcelona por José Tauló en 1859 y a la venta en la conocida Casa de Juan Llorens.





©Antonio Lorenzo

lunes, 12 de marzo de 2018

La Manola+La flor de la canela+La ramilletera+La rabanera+Los pollos


Las canciones que recoge este pliego se inscriben dentro de un claro madrileñismo decimonónico, donde aparecen personajes como la Manola, la Ramilletera, la Rabanera o los Pollos madrileños.

Sobre estos personajes, más literarios que reales, dejemos hablar a uno de los escritores y representantes más genuinos del costumbrismo madrileño en particular: don Ramón de Mesonero Romanos. En su recopilación de artículos, recogidos en El antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa (original de 1854, capítulo XIII), se refiere al personaje del "Manolo" en los siguientes términos:
"Para nosotros es evidente; que el tipo del Manolo se fue formando espontáneamente con la población propia, de nuestra villa y la agregación de los infinitos advenedizos que de todos los puntos del reino acudieron a ella desde el principio "a buscar fortuna". Entre los que vinieron guiados de próspera estrella y cambiaron luego sus humildes trajes y groseros modales por los brillantes uniformes y el estudiado idioma de la corte, vinieron también, aunque con más modestas pretensiones, los alegres habitadores de Triana, Macarena y el Compás, de Sevilla, los de las Huertas de Murcia y de Valencia, de la Mantería de Valladolid, de los Percheles y las islas de Riarán, de Málaga, del Azoguejo de Segovia, de la Olivera de Valencia, de las Tendillas de Granada, del Potro de Córdoba, y las Ventillas de Toledo, y demás sitios célebres del mapa picaresco de España, trazado por la pluma del inmortal autor del QUIJOTE; todos los cuales, mezclándose naturalmente con las clases más humildes de nuestra población matritense, adoctrinándola con su ingenio y travesura, despertando su natural sagacidad, su desenfado y arrogancia, fueron parte a formar en los Manolos madrileños un carácter marcado, un tipo original y especialísimo, aunque compuesto de la gracia y de la jactancia andaluzas, de la viveza valenciana y de la seriedad y entonamiento castellanos".
Sobre el carácter, a caballo entre lo novelesco y lo real, de los "Manolos y Manolas", apunta Mesonero Romanos un poco más adelante:
"Este nombre [se refiere al "Manolo"], a nuestro entender, no tiene otra antigüedad ni origen que el propio con que quiso ataviar al famoso personaje de su burlesca tragedia para reír y sainete para llorar el ya dicho D. Ramón de la Cruz; pues en ninguna obra anterior de los escritores de costumbres y novelas, tales como Castillo, Zabaleta, Torres y otros, hallamos designadas con este nombre a los habitantes de aquellos barrios de Madrid.
  En cuanto a la Manola, precioso y clásico tipo que va desapareciendo a nuestra vista, y cuyo donaire, gracia y desenfado son proverbiales en toda España, ¿quién no conoce el campanudo y guarnecido guardapiés, la nacarada media, el breve zapato, la desprendida mantilla de tira y la artificiosa trenza de Paca la Salada, Geroma la Castañera, Manola la Ribeteadora, Pepa la Naranjera, y Maruja y Damiana y Ruperta, floreras, rabaneras u oficialas de la fábrica de cigarros? ¿Quién no sabe de memoria sus dichos gráficos, sus epigramas naturales, su proverbial fiereza y arrogancia? ¿Quién no ve con sentimiento confundirse este gracioso tipo en el otro repugnante de la mujer mundana, que, en su deseo de parecer bien, ha querido parodiar la gracia, traje y modales peculiares de la Manola?".
Los llamados "Manolos y Manolas" son una derivación o variedades del majismo del siglo XVIII. Es importante para caracterizarlos la  profunda relación que mantienen con el barrio donde viven (Lavapiés, el Rastro, Embajadores, Vistillas...) y con los oficios que se desarrollaban en ellos.

En cuanto a su forma de ser, una característica común son sus predecesores consiste en su altanería y su animosidad contra todo lo extranjero en general y la valoración de lo propio, de sus bailes y de sus atuendos.

El pliego está editado por la prolífica imprenta de Marés, sin fecha,





©Antonio Lorenzo