miércoles, 4 de diciembre de 2019

Los diez mandamientos de amor [II]


En esta segunda entrada, dedicada a los mandamientos de amor, me voy a detener en las escasísimas versiones donde no es el galán el que ronda y lisonjea a la dama, sino que es la mujer la que declara en confesión su amor ante un sacerdote, sacerdote que, a la postre, resulta ser su amante disfrazado.

El antecedente de estos mandamientos glosados puestos en boda de la mujer lo encontramos en pleno siglo XVII en el Método facilísimo para aprender a tañer la guitarra a lo español, de Luis de Briceño, impreso en París por Robert Ballard en 1626.
METODO MVI FACILISSIMO PARA APRENDER A TAÑER LA GVITARRA a lo Español. compuesto por Luis de Briçñeo [sic]. y presentado a MADAMA DE CHALES. en el qual se hallaran cosas curiosas de Romançes y seguidillas. Juntamente sesenta liçiones diferentes. un Metodo para templar. otro para conoçer los aquerdos. todo por una horden agradable y façilissima.Paris, Pierre Ballard, 1626.




 El propio Briceño ya era consciente de la antigüedad del romance, puesto que lo clasifica como un «Romance biejo de la confesion de vna dama acvsandose por los diez mandamientos». La inclusión del mismo no deja de ser uno más de los que previamente era necesario que conociesen los aprendices de guitarra para interpretar la tablatura musical con la que se inicia el texto. Pero su interés se acrecienta por ser el más antiguo y completo caso que conocemos donde los mandamientos son puestos en boca de una mujer, y que además han pervivido durante siglos en pliegos de diferentes fechas e imprentas y con interesantes reminiscencias en la tradición oral moderna.

Estos mandamientos tienen un valor indiscutible (hemos de situarnos en el siglo XVII) en cuanto a que es la mujer la que confiesa un pecado de amor acusándose de amar más a un hombre que al mismo dios y que es a su amado a quien obedece. Pasa de soslayo por el sexto mandamiento donde admite deseos sin entrar en más detalles, aunque al comentar el noveno admite que no tuvo ocasión. Confiesa que ha mentido muchas veces a causa de su amor y que ha deseado los bienes ajenos "para entregárselos juntos a quien el alma le entrego". Pero es al final donde se pregunta si tendrá voluntad de arrepentimiento, lo que ocasiona el desmayo de la dama.

Antes de pasar a comentar estos mandamientos recogidos en los pliegos de cordel, me voy a detener en reproducir algunas de las escasas versiones orales que conocemos que guardan cierta relación con el romance. La primera de ellas está recogida por mí en la villa de Vilvestre (Salamanca), localidad a la que me une una estrecha relación y que me fue cantada por Leonor Gorjón Notario, de 67 años el 8 de junio de 1983.

                El primero, amar a dios.
     El segundo, no jurar.
                No lo amo como debo,
     Yo no he hecho juramento
                tengo el amor en un hombre
     y no me puedo apartar
                y en mirarlo me entretengo.
     fe tu querer un momento.


                El tercero es oír misa.
     El cuarto, honrar padre y madre.
                No la oigo como debo,
     Yo el respeto les perdí,
                tengo el amor en un hombre
     que el respeto y el cariño
                y en mirarlo me entretengo.
     solo te lo tengo a ti.


                El quinto es no matar.
     El sexto, no fornicar.
                Yo no he matado a nadie,
     El sexto lo dejaremos;
                solo me matan tus ojos
     no hace buena confesión
                cuando no quieren mirarme.
     la que calla un mandamiento.


                El séptimo, no hurtar.
      El octavo, no levantar
                yo no he hurtado nada a nadie   
      falso testimonio a nadie,
                solo por estar contigo
      Pero a mí me los levanta
                alguna vez a mis padres.
      una chica de esta calle.

                El noveno, no desear.
     El décimo, no codiciar
                Yo no he deseado a nadie,
     nunca los bienes ajenos.
                solo deseo estar contigo
     ¡No hay bienes como los tuyos,
                  para poder abrazarte                              ni amores como el primero!

Pero es en la última estrofa donde encontramos la relación con el romance del siglo XVII donde se manifiesta que la mujer se percata de que en realidad se estaba confesando con su amante disfrazado.

                                                           Estando en estas palabras
                                                           al suelo se desmayó
                                                           al ver que se confesaba
                                                           al hombre que tanto amó.

Mejor relación con el antiguo romance se aprecia en esta muestra recogida también oralmente en el pueblo de Pegalajar (Jaén) por Joaquín Quesada Guzmán en sus «Romances y canciones de ciego». Aunque incompleto en el número de los mandamientos, resulta de interés por su claro emparejamiento con el romance antiguo, aunque se incorpora un estribillo y las advertencias del confesor señalando que se trata de su primera confesión y que está encantado del desarrollo de la misma a medida que se va produciendo e invitando al final a reconocerle como su amante.


La confesión de la bella Celia en los pliegos

Si cotejamos el texto recopilado por Luis de Briceño, claramente vinculado con el ofrecido en el pliego, observamos el mismo desarrollo y rima junto a unas ligeras variaciones léxicas que remiten a una misma composición que ha logrado perdurar en el tiempo. Editado en Valencia por la imprenta de Agustín Laborda, quien desarrolló su actividad impresora entre 1746 y 1774, reproduzco este interesante pliego.



Tras la confesión de la bella Celia se incluye un añadido posterior de claro sentido legitimista de la ortodoxia cristiana en la respuesta del confesor, donde aconseja a la dama el camino recto que debe seguir reconviniéndola de su ardorosa pasión, lo que nos remite a un antiguo y conocido tópico literario sobre el amante disfrazado de confesor que aparece en otras composiciones, como en el conocido romance de «El conde Claros en hábito de fraile».

El siguiente pliego, impreso en Barcelona por los Herederos de Juan Jolis, incluye al final una letrilla anónima cuyo estribillo corresponde a "fuego de dios en el querer bien", metáfora muy conocida desde antiguo y asociada al fuego amoroso. Título además de una comedia de Calderón de la Barca publicada por primera vez el año 1604 en un volumen misceláneo de comedias varias. También aparece recogida como letra anónima en la «Colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII» de Agustín Durán.





La confesión de la bella Celia (cambiado su nombre a Elisa en este caso) cierra el pliego dedicado a la «Relación del conde Alarcos en la que se refiere a la trágica muerte que dio a su mujer por casarse con la infanta», editado en este caso en Reus por Juan Bautista Vidal. Juan Bautista Vidal fue uno de los impresores de libros, publicaciones periódicas, pliegos de cordel, estampas y gozos más activos y conocidos en el último tercio del siglo XIX en la ciudad de Reus.



El mismo romance aparece también de igual manera como final del pliego dedicado a la Relación del conde Alarcos, pero en este caso editado más tempranamente en Murcia por Francisco Benedicto en 1772.

Francisco Benedicto, tipógrafo, mercader de libros y editor, castellanizó su original apellido italiano (Benedito) y tras una gran actividad como tipógrafo y librero abrió su taller de impresión en 1772 dedicándose a publicar folletos, libretos de comedias y pliegos de cordel. Establecido en Murcia, en el colofón de uno de sus pliegos editados dice:
"Se hallará en Murcia en casa de Francisco Benedito, vive en la Platería, donde se hallarán otras diferentes Historias, Relaciones, Estampas y Comedias".



Para acabar este recorrido por la confesión de la bella Celia reproduzco una lámina suelta donde se recoge su confesión y la respuesta del confesor, editada en Barcelona por la imprenta de Francisco Vallés.

Como curiosidad, copio parte de lo incluido en el librito de Ángel Millá: Libreros y bibliófilos barceloneses del siglo XIX, Gremio de Libreros de Barcelona, 1956:
[En la librería Vallés] se editaban y vendían «auques», romances, sainetes e historias de carácter popular. Se vendía también... «aigua de la Puda»! Por eso era frecuente ver en la tienda entre los compradores de la literatura que servía la casa, mujeres con garrafas y botellas que acudían a llenarlas de la acreditada «aigua de la Puda».
[...] En la librería Vallés, además, se vendían con frecuencia instrumentos musicales de segunda mano. En el año 1849 anunciaban los diarios que en ella estaban en venta una flauta de «cristal», con llaves y adornos de plata, un violín de Gagliani y otro de Amati.


©Antonio Lorenzo

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Los diez mandamientos de amor [I]


Existe una larga tradición de glosas numeradas de los mandamientos en relación con el amor. Se trata de un canto de ronda y de galanteo amoroso del que conocemos numerosas versiones, tanto orales y en menor medida impresas, no solo de la península, sino también de Iberoamérica. Son composiciones a modo de «contrafactum» profano de la ortodoxia católica siendo conocidos desde la Edad Media, mediante glosas, y también en los siglos XVI y XVII, llamados de Oro hasta nuestros días.

En esta primera entrada ofrezco un pequeño recorrido sobre las variedades y analogías transmitidas de forma oral y su correlación con las impresas en pliegos de cordel.

Para comenzar, reproduzco varios pliegos de los mandamientos de amor, editados en distintas localidades donde se desarrollan los mandamientos de amor glosados. Tras ello, señalaré algunos antecedentes literarios dejando para una siguiente entrada el interesante caso donde la glosa de los mandamientos son desarrollados por boca de una mujer ante un confesor y cuya noticia se encuentra recogida en el siglo XVII formando parte de un método para tañer la guitarra confeccionado por Luis Briceño, editado en París en 1626, y recogido también posteriormente en pliegos y en algún que otro caso como canción sintética en la tradición oral moderna, como veremos en su momento.

Los editados por Marés en Madrid en 1844, y el de la Imprenta El Abanico, en Reus, se ajustan más al prototipo de las numerosas muestras orales recogidas al margen de analogías y variantes.




Extracto del pliego con el mismo tema glosado de los diez mandamientos, pero en este caso en forma de seguidillas y editado en Madrid en 1856 por Marés.



También editado por Marés, estos mandamientos de amor con el que daba fin el pliego titulado «Trovos nuevos, divertidos y amorosos para cantar los galanes a sus queridas».


Añado un pliego del siglo XVIII, editado en Barcelona por la imprenta de Juan Jolis, con diferencias significativas respecto al modelo habitual de los recogidos oralmente.





Algunos antecedentes literarios

Un antecedente literario sobre los mandamientos glosados lo encontramos en Juan Rodríguez de Padrón (1390-1450), más conocido por su obra Siervo libre de amor, germen y ejemplo de novela sentimental. En su obra poética dispersa nos encontramos con su visión de los Diez Mandamientos de amor. Partiendo del referente de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, desarrolla de forma simbólica el recto camino hacia la unidad representada por el número diez.

Es claro ejemplo del llamado amor cortés, donde la mujer goza de una posición preponderante e idealizada, cual cúmulo de perfecciones, frente a la posición sumisa y contemplativa del hombre enamorado. Los dos primeros mandamientos son como siguen:

                                                       El primer mandamiento,
                                                       si miráis cómo dirá,
                                                       ¡quanto bien que vos será
                                                       de mi poco sentimiento!

                                                       En tal lugar amarás
                                                       do conoscas ser amado;
                                                       no serás menospreciado
                                                       de aquella que servirás.

                                                       Mirad que me contesció
                                                       por seguir la voluntad,
                                                       ofrecí mi libertad
                                                       a quien la menospreció.

                                                       El tiempo que la serví
                                                       hasta aver conocimiento
                                                       de mi triste perdimiento,
                                                       entiendo que lo perdí.

                                                       Al segundo luego vengo;
                                                       guardadlo como conviene,
                                                       que por éste sostiene
                                                       lealtad, la qual mantengo.

                                                       Serás constante en amar
                                                       la señora que sirvieres;
                                                       mientras que la mantuvieres,
                                                       ella no te debe errar.

                                                       Quien gualardón quiere aver
                                                       del servicio que hiziere (s),
                                                       a la señora que sirviere
                                                       muy leal tiene de ser

                                                       pues lealtad vos hará
                                                       venir al fin desseado.
                                                       Quien amare siendo amado
                                                       con razón lo guardará. [...]

Otro antecedente literario se encuentras en el Rimado de palacio (entre 1378-1403), del Canciller Pedro López de Ayala, donde glosa los diez mandamientos y se acusa de no haberlos respetado como debía, aunque alejado temáticamente de los referidos al amor.

Más interesante es la analogía con una de las composiciones escritas por Fray Melchor de la Serna. Como señala José Manuel Pedrosa en su espléndido estudio Los mandamientos de amor y Los sacramentos de amor: lírica a lo divino e inversiones profanas (de la Edad Media a la tradición oral moderna), Revista de Folklore, nº 328 (2008). Escribe Pedrosa:
Bastante más cercanos a la forma, al fondo, al estilo, de Los mandamientos de amor que han dejado oír sus sones en la tradición moderna es una anónima Comfesión de amor que figura anotada dentro de una muy nutrida y miscelánea colección manuscrita de poemas (bastantes de ellos eróticos y atribuidos o atribuibles a ese asombrosísimo personaje que fue Fray Melchor de la Serna) que ha sido fechada entre 1587 y 1590. Se trata de una serie de estrofas que está encabezada por una cuarteta cuyos dos últimos versos son glosados por cada una de las octavillas que le siguen:
                                                   Comfiésome a vos, señora,
                                                   con humilde fe de amor,
                                                   deçid vos: Io, causadora,
                                                   y diré: Io, pecador.

                                                   Nuebos arrepentimientos
                                                   a mi alma an benido
                                                   de obras y de pensamientos
                                                   i de quánto os é ofendido.
                                                   Siguiendo los Mandamientos
                                                   me acuso delante Amor,
                                                   decid vos: [Io, causadora, y diré:
                                                   Io, pecador].

                                                   El primero que es amar,
                                                   comfieso que os é amado
                                                   i para no os oluidar
                                                   de mí mesmo me é oluidado.
                                                   Si amaros mucho es pecado,
                                                   io lo confieso al amar
                                                   decid vos: [Io, causadora,
                                                   y diré: Io, pecador].

Más cercanos en el tiempo resulta significativa la relación con los mandamientos de amor recogidos oralmente con el contenido del Cancionero de coplas de Francisco de Velasco, de finales del siglo XVI. Estos mandamientos glosados han pervivido de forma sorprendente hasta nuestros días en la tradición oral lebaniega de Cantabria, según ha estudiado y documentado también José Manuel Pedrosa en Un aguinaldo de Los mandamientos divinos tradicional en Liébana (Cantabria) y unas Coplas del Nacimiento (1604) de Francisco de Velasco, en Criticón, 71, 1997, pp. 53-64. En dicho trabajo publica y relaciona el antiguo villancico de Velasco con el recogido oralmente en la aldea lebaniega de Bárago en 1989, tras más de cuatro siglos de pervivencia. El comienzo del texto de Velasco es como sigue:

                                                 Guardame mis ma[n]damientos
                                                 buen Christiano por tu fe
                                                 si mis mandamie[n]tos guardas
                                                 yo la gloria te dare.

                                                 El primero es que me quieras
                                                 con amor muy verdadero
                                                 y estes firme y muy entero
                                                 en mi fe hasta que mueras
                                                 y tu veras quan de veras
                                                 te lo galardonare
                                                 si mis ma[n]damientos guardas
                                                 yo la gloria te dare.

                                                 El segundo es que mi nombre
                                                 no jures contra verdad
                                                 que es blasphemar mi bondad
                                                 por satisfazer al hombre
                                                 y ningún temor te assombre
                                                 que yo te defenderé
                                                 si mis ma[n]damientos guardas
                                                 yo la gloria te dare. [...]

El éxito de la utilización enumerativa de los mandamientos para cortejar a la amada traspasaron los límites de la moralidad en la sociedad novohispana, ya que fueron censurados y perseguidos  por la Inquisición en el siglo XVIII en Nueva España, pues en el México de aquel siglo y formando parte de la herencia musical española, la investigadora María Águeda Méndez nos ofrece suculentas noticias sobre su persecución (Los «Mandamientos de Amor» en la Inquisición novohispana, en Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brésilien. Caravelle (Université de Toulouse II-Le Mirail, Francia), 71 (1998, 9-21).

El resumen que ella misma hace de su trabajo resulta muy ilustrativo:
La tradición literaria oral de los españoles trajo a México en el siglo XVIII una sabrosísima forma de parodiar los textos sagrados: los llamados «Mandamientos de Amor», que el Santo Oficio hizo todo lo que pudo por reprimir. Dos versiones del Decálogo parodiado, la primera recogida en 1789 y la segunda en 1796, con un primer acercamiento analítico de estos textos tan mal conocidos.
La autora nos ofrece noticia de dos versiones parodiadas de los Diez Mandamientos en el siglo XVIII que fueron perseguidas por no ajustarse a la ortodoxia cristiana. Copio y selecciono la primera de las dos versiones que ofrece y que, aunque incompleta, nos proporciona información de interés:

                                                Escucha  dueño  querido 
                                                de  mi  discurso  el  intento, 
                                                cómo  por  ti  e  quebrantado 
                                                todos  los  Diez  Mandamientos. 
                                                El  primero  amar  a  Dios : 
                                                yo  lo  tengo  ofendido, 
                                                pues  no  lo  amo  por  amarte, 
                                                vien  lo  saves  dueño  mío. 
                                                El  segundo  no  jurar: 
                                                yo  e  jurado  atrevido 
                                                no  volver  a  tu  amistad, 
                                                y  jamás  cumplo  lo  d[ic]ho. 
                                                El  tercero,  yo  señora 
                                                las  fiestas  no  santifico, 
                                                porq[u]e todas las ocupo 
                                                en  gosar  de  tus  cariños. 
                                                El  quarto  honrrar  padre  y  m[adr]e: 
                                                y  yo  con  tal  desatino, 
                                                por  estar  en  tu  amistad, 
                                                nunca  les  e  ovedesido. 
                                                El  quinto  no matarás : 
                                                ya  yo  e  quebrant[ad]o  el  quinto, 
                                                porq[u]e  a  selos  matar  quiero 
                                                a  quantos  ablan  contigo. 
                                                El  sesto,  ya  tú  lo  saves 
                                                la  causa  de  andar  perdido, 
                                                que  es  fuerza  q[u]e  en  ocasiones 
                                                haga  la  carne  su  oficio. 
                                                El  sétimo  no  hurtarás: 
                                                si  me  fuera  permitido 
                                                hurtara  setro  y  corona, 
                                                para  ti,  dueño  querido. 
                                                Mil  testimonios  levanto 
                                                alevoso  y  fement[id]o, 
                                                pues  pienzo  q[u]e  quanto[s]  te  ablan 
                                                solisitan  tus  cariños. 
                                                El  noveno,  no  desear 
                                                la  muger  de  otro  marido, 
                                                y  en  este  punto  señora  es  donde 
                                                más  siego  vivo.

Acabo esta primera entrada reproduciendo un pliego impreso en Lérida por la imprenta de Corominas, sin año. El fundador de la saga fue Buenaventura Corominas (Oristà, 1763-Lleida, 1841). La actividad impresora la continuó su viuda, Teresa Terré (1841-1871) y posteriormente su hijo Lorenzo (1871-1890). Tas la conocida cuarteta asociada a cada mandamiento, incluye otras cuatro más con alambicada intención explicativa.




©Antonio Lorenzo

martes, 19 de noviembre de 2019

El controvertido conde de España conocido por "El tigre de Cataluña"


Me voy a detener en esta ocasión en una figura contradictoria, solapada y poco conocida, pero que ha protagonizado una de las páginas más negras de nuestra historia, dejando en la memoria la idea de que fue un acreditado sanguinario y funesto personaje. Al margen de su intervención en los campos de batalla desde la guerra de la Independencia nos detendremos especialmente en su etapa catalana, que es a la que se refieren los impresos populares que integramos. También nos detendremos en su muerte, ya que fue asesinado y arrojado al río Segre por unos sicarios con una piedra atada a su cabeza, desfigurado su rostro y profanada su tumba un año más tarde, en 1840, donde fue exhibido su cráneo por distintas poblaciones.

Roger-Bernard-Charles d'Espagnac de Ramefort (1775-1839), descendiente de una familia de origen hispano emigrada a Francia, (conocido posteriormente como conde de España o Carlos de España), nació el 15 de agosto de 1775 en Ariège. Hijo del marqués Henri d'Espagnac, coronel y senescal de Couserans-Comminges-Nébouzan, descendiente de los condes de Foix por una rama más joven.

A consecuencia de la Revolución francesa, su familia fue perseguida estableciéndose en su huida primeramente en Inglaterra y posteriormente en Palma de Mallorca en 1792. Charles d'Espagnac se casó en 1804 con la hija de unos grandes propietarios mallorquines: Dionisia Rosinyol de Defla y Comelles.

Alistado en el ejército español en 1792, defendió su patria adoptiva de su Francia natal sirviendo a Fernando VII incondicionalmente contra el liberalismo y a quien permaneció fiel durante todo su reinado lo que le valió ocupar importantes puestos en el mando de las distintas provincias. tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833 se puso al servicio del pretendiente carlista Carlos María Isidro de Borbón en la primera guerra carlista (1833-1840). Así llegó a ser capitán general de Cataluña, instaurando en Barcelona un auténtico régimen de terror y represión. Fernando VII españolizó su apellido otorgándole el título nobiliario del condado de España en 1819 y el título de Grandeza de España (máxima dignidad de la nobleza española) el 27 de agosto de 1827. Su recorrido en el ejército y su participación en numerosas batallas lo llevó a ser nombrado general y posteriormente a ser nombrado capitán general de Cataluña (1827-1832) estableciendo su cuartel general en la Ciudadela de Barcelona. El régimen de terror y crueldad del que hizo gala hizo que se le conociese con el sobrenombre de «El tigre de Cataluña», por su afición de eliminar a sus enemigos con medidas enérgicas "lanzándolos a la eternidad" según su frase predilecta y repetida. Su crueldad con los enemigos y el trato vejatorio con las mujeres son un referente en la vida de este siniestro personaje.

En un principio Carlos de España dispuso en Cataluña de una corriente de opinión favorable por su fama de militar competente y buen organizador. Con el transcurso del tiempo, y al igual que sucedió con el general Maroto, para protegerse de los enemigos molestos, tanto de fuera como de sus propias filas, no dudaron en ejercer el terror mediante fusilamientos. El recuerdo del conde de España, figura desconcertante, resulta difícil de concretar en la historia, debido a la documentación dispersa y contradictoria sobre la disparidad de sus actuaciones según a qué bando u opiniones nos atengamos y a las evidentes contradicciones de su personalidad. Lo mismo fusilaba a un conspirador que a un tendero que hubiese aumentado el precio de los víveres de primera necesidad. Mientras sus partidarios resaltan el orden, respeto y temor que consiguió en Cataluña, sus adversarios destacan su crueldad y sadismo.

Grabado de José Gómez
Editado en 1856, por Francisco J. Orellana El Conde de España o la inquisición militar, se detallan las actuaciones del conde con sus adversarios, del que extraigo algunas de sus láminas ilustrativas


En esta estampa se nos muestra la escena de un grupo de presos rodeados y vigilados  por las fuerzas del orden en la explanada de la Ciudadela barcelonesa con la presencia del conde de España, Cantillón y otros asistentes a la ejecución. La imagen de los presos condenados a la horca pasaron a formar parte del imaginario popular convirtiéndose en un recurso iconográfico contra el conde de España.






















La figura contradictoria del conde de España fue ampliamente denostada, aunque desde el punto de vista del carlismo más radical, su figura es ensalzada justificando sus acciones por su defensa del rey y la religión, tachando de traidor al general carlista Maroto (protagonista junto al general Espartero del célebre "abrazo de Vergara") tal y como se recoge pormenorizadamente en el libro publicado en 1840 de Tresserra y Fábrega, Félix Ramón, del que reproduzco la portada y que, por cierto, tiene una curiosa historia. Parece ser que bajo el seudónimo de Tresserra y Fábrega, se escondía el monje y predicador mercedario Magín Ferrer i Pons, conocido propagandista de la causa carlista.

Como sucede con casi todos los personajes históricos, la valoración de sus acciones depende del punto de vista ideológico que los juzgue. Las portadas que reproduzco a continuación son un claro ejemplo de los distintos puntos de vista sobre la justificación de la trayectoria política de este oscuro personaje.




Su muerte

La muerte del conde de España, nunca aclarada del todo sobre quienes intervinieron en ella, puede considerarse como un ajuste de cuentas, no solo de sus adversarios políticos sino también de sus propios correligionarios y sus desavenencias y disensiones internas. La envidia, la constatación de que padecía una condición enfermiza y por el deseo de ocupar su puesto se optó por darle muerte.  Relevado del puesto y conducido a Francia en 1839, fue asesinado por unos sicarios y arrojado por el puente llamado de Espía. Su cadáver fue encontrado días después río abajo siendo enterrado finalmente en Coll de Nargó.

Para incrementar el morbo sobre esta muerte parece ser que ni siquiera el fallecido tuvo reposo, ya que un tiempo después su tumba fue profanada y su cabeza robada. Según se cuenta, un médico aficionado a la frenología, llamado José Roset (catedrático de medicina en la universidad de Cervera, en Lérida), ayudado por sus compañeros de viaje, abrieron la tumba, extrajeron el cráneo, lo pudieron en una bolsa y se marcharon. El fin era el de hacer un estudio sobre su mente criminal. Al poco de cometer el robo fueron sorprendidos por unos ladrones que los tuvieron retenidos. Consiguieron huir y se trasladaron a Igualada portando la cabeza del conde. Un tiempo después el médico se trasladó a Filipinas llevándose el cráneo junto a sus pertenencias. Tras el fallecimiento del médico en Filipinas a causa de una enfermedad tropical, José Roset legó en carta testamental a su hermana Antonia todos sus bienes. Así pues, hizo traer desde las Filipinas sus efectos personales y el cráneo hasta Igualada, de donde eran naturales. Antonia Roset depositó el cráneo en la iglesia de San Agustín, donde se estableció la Congregación de la Buena Muerte. Antonia Roset, al morir, dejó como herederos del cráneo a éstos religiosos. Pero en 1858, familiares del conde que residían en Mallorca, por Real Orden firmada el 25 de noviembre obtuvieron el permiso para exhumar los restos mortales del conde para trasladarlos a Defla (municipio de Sinéu en Mallorca). En junio de 1859 se realizó el traslado de los restos a falta de la cabeza.

Lugar donde reposan los resto del conde de España según el siguiente enlace

En definitiva, la muerte por asesinato del conde de España haría sin duda las delicias de los impresores de pliegos donde lo morboso y escatológico son características recurrentes en este tipo de impresos populares.

Del libro de Tresserra y Fábrega, entresaco y trascribo el relato sobre su muerte:
"Al llegar al puente llamado de Espía se juntaron algunos con los que llevaban la víctima: uno le tiró un pistoletazo y otro le dió una puñalada: le ataron una soga al cuello con una piedra y lo echaron del puente abajo, creyendo los asesinos que seria negocio concluido, y que ya jamás se hablaria del Conde de España, suponiéndose que se habria perdido en Francia. [...]
En los primeros dias de noviembre circularon las noticias sagazmente propagadas por los asesinos y cómplices, ó interesados en el asesinato, de que el Conde de España estaba oculto en Francia. El partido furibundo, cuando ya estuvo seguro de que el Conde no habia de hablar mas, y contaba asimismo que jamás habia de llegar el asesinato á descubrirse, dictó la tan calumniosa como ridícula y desatinada circular de la Junta de Berga de fecha 7 de noviembre en que se dieron por supuestos los vehementes indicios de que el Conde trataba de vender el Ejército y el Principado con la misma perfidia que lo hizo Maroto en las Provincias Vascongadas. Pero pronto se turbó la feroz satisfaccion de los que habian ordenado, con sentido y ejecutado el asesinato. El dia 4 las aguas del Segre arrojaron un cadáver á la playa que forma, el rio entre Coll de Nargó y Hostal dels Esplovins: dicho cadáver tenia una soga atada en el cuello. En aquella playa permaneció durante el dia 5, en la noche del cual fue enterrado en Coll de Nargó. El Conde de España era conocido de todo el país: los primeros que vieron el cadáver lo reconocieron por el del Conde: lo reconocieron cuantos pasaron por aquel camino en dicho dia 5: los primeros divulgaron la noticia, y fueron varios los que pasaron á aquel punto para reconocer el cadáver. La identidad de este con el cuerpo del Conde de España no dejó la menor duda; el reconocimiento fue general, público y notorio, y no contradicho por persona alguna; y si hubiese necesitado confirmacion era mas que suficiente el no haber aparecido el Conde en ninguna parte". 
La noticia de su muerte estuvo llena de incertidumbre por si hubiese sido un reclamo para distinguir a los amigos de los enemigos. Extraigo de la página 322 del libro La Guerra de Cataluña. Historia contemporánea, redactada por oficiales que fueron actores o testigos de los acontecimientos, bajo la dirección de Eduardo Chao, Madrid, 1847:
«Era tal el terror que Espagne inspiraba y tal el concepto que de estravagante tenia, que cuando en Berga tuvieron noticia de su muerte, los habitantes se la fueron comunicando unos á otros con el mayor sigilo, y nadie se atrevia á manifestar abiertamente la impresion que les causaba este suceso,porque todos llegaron á persuadirse que era una treta de que se valia para descubrir el ódio ó el cariño que cada cual le profesaba. Todos creian que Espagne mismo habia hecho circular la noticia de su muerte para que, dándola por cierta, suc enemigos no le tuviesen miedo y revelasen sus sentimientos hablando de él con completa libertad. Tan general era esta creencia que por espacie de algun tiempo en el pais dominado por los carlistas no se oian mas que estas espresiones ú otras análogas: «Dicen que Espagne ha muerto.... para el tonto que lo crea; farsa suya! Todo es una farsa!». 
Los pliegos



Continúo con este interesante pliego donde se desarrolla y se recrea una ficticia conversación entre Manuel Llauder y el conde de España. Hay que recordar que Llauder fue nombrado capitán general de Cataluña, en sustitución del conde de España en diciembre de 1832. El conde se retiró a Mallorca y posteriormente a Francia. Llauder fue nuevamente nombrado capitán general de Cataluña en 1835 siendo sustituido en su cargo al año siguiente por el liberal Francisco Espoz y Mina.

Un detalle significativo que acompaña la imagen de los dos generales es que ambos llevan atados a una cuerda unos aparentes feroces animales, sin duda para resaltar el apelativo de tigre que fue aplicado tanto al conde de España como a Llauder. El epíteto de tigre también se le aplicó al general Cabrera "El tigre del Maestrazgo"

Las críticas a ambos en el pliego vienen insistentemente reflejadas mediante una especie de letrilla repetitiva:
                                                       ¿Quién hizo mas de los dos?
                                                       Sábelo el diablo, sábelo Dios.





En el siguiente pliego, no solo se recoge la muerte del conde, sino que está impregnado de advertencias al general Cabrera "El tigre del Maestrazgo" anunciándole que correría prontamente la misma suerte que el conde  por sus excesos y crueldad.

Existe la teoría de que el propio Cabrera, junto a otras destacadas personalidades carlistas, urdieron en secreto un plan para acabar con la vida del conde de España. El proceso judicial abierto para aclarar el asesinato del conde nunca concluyó, quizá porque no interesaba que salieran a la luz sus verdaderos instigadores.



Para terminar, reproduzco otro interesante pliego donde se recoge el "sueño espantoso" del general Cabrera al recibir la noticia de la muere del conde de España. El pliego vaticina el castigo que tendría el propio Cabrera al bajar a los infiernos, como lo tuvo en sus sueños el tigre de Cataluña.

Aunque en el pliego no viene la fecha de edición, puede deducirse que corresponde al mismo año del asesinato del conde de España, en 1839.





©Antonio Lorenzo