domingo, 16 de junio de 2013

Inés de Castro, reina después de muerta

Karl Briullov (1799-1852) La muerte de Inés de Castro
La vida, pero sobre todo la leyenda, de Inés de Castro ha sido motivo de inspiración de numerosos escritores a lo largo del tiempo. La llamada «garza de Portugal» fue reina consorte a título póstumo, lo que acrecienta el interés por su apasionante vida y posteriormente por su asesinato y proclamación como reina después de muerta.

Inés de Castro (1320-1355), nacida en la comarca de Limia, en la actual provincia de Ourense, y asesinada en Coimbra, era hija natural de Pedro Fernández de Castro y de Aldonza Soares. Huérfana muy pronto de madre fue trasladada al castillo de Peñafiel en Valladolid como dama de compañía de Constanza Manuel, hija del infante don Juan Manuel, el célebre autor de «El conde Lucanor», y prometida del príncipe heredero portugués don Pedro, hijo del rey Alfonso IV de Portugal. Casados don Pedro y Constanza por poderes, la nueva princesa se trasladó posteriormente a Lisboa junto a sus damas de compañía, entre las que se encontraba Inés, al parecer de una belleza extraordinaria: cabellos dorados, cuerpo esbelto, ojos claros y cuello de cisne, o como expresan los portugueses «colho da garza».

El príncipe don Pedro e Inés se enamoraron perdidamente y el rey Alfonso IV decidió desterrar a Inés, confiando en alejarla de su hijo, al castillo de Alburquerque, localidad extremeña a la vista de la frontera portuguesa.

En 1345 falleció la princesa Constanza al alumbrar al que posteriormente sería rey de Portugal, Fernando. El príncipe don Pedro, ya viudo, se trasladó con Inés y los hijos de ambos al norte de Portugal.

Cuenta la leyenda que don Pedro e Inés se casaron secretamente para legitimar a los hijos de ambos de cara a posibles sucesiones al trono portugués o al castellano con los que contaban con antiguas relaciones dinásticas. Según algunas crónicas el rey Alfonso IV decide en consejo eliminar físicamente a Inés para preservar el trono y designa a tres cortesanos para ejecutar la sentencia: Alonso Gonçálvez, Pedro Coelho y Diego López Pacheco.

Los tres ejecutores llegaron al convento de Santa Clara, en Coimbra, donde se encontraba Inés, y la apuñalaron en presencia de sus hijos. El mito había nacido.

Don Pedro culpa a su padre, el rey, de su asesinato y encabeza una revuelta junto a los Castro que duraría algunos años. Acordada la paz y fallecido su padre, don Pedro asume el trono portugués como Pedro I en 1357.

En 1360 el nuevo rey declaró ante la corte que un año antes del asesinato de Inés habían contraído matrimonio secreto. Ordenó construir un bello sepulcro tallado en el monasterio de Alcobaça y, una vez finalizado, ordenó el traslado de los restos de Inés desde Coimbra a su nueva ubicación. Una vez allí ordeno sacar el cadáver, engalanarlo con vestimentas reales y sentarla en el trono como reina de Portugal. Los nobles, prelados y cortesanos fueron obligados a besar su mano como signo de vasallaje y fidelidad.

Pedro I dispuso, asimismo, construir otro sarcófago para él enfrente del de su infortunada esposa con la disposición de enfrentamiento de sus pies para que en el día del juicio final la primera imagen que viesen los amantes fuese la imagen del otro.

Pedro I falleció en 1367 manteniendo su promesa de amor a Inés.



Publico el pliego donde se narran estos hechos en una edición barcelonesa de la imprenta de Juan Jolís, sin año.





Añado otras xilografías de pliegos que ilustran la misma historia.

Xilografía del pliego valenciano de Casa de Cosme Granja, sin año.

Xilografía del pliego editado en Carmona en la Imp. de D. J. M. Moreno, 1851

Xilografía del pliego editado en Córdoba en la Impr. de Don Juan de Medina, sin año.

Inés de Castro y el Romancero

Por tradición oral y literaria se han conservado ecos de la historia de Inés de Castro en el Romancero. Dentro de los llamados romances históricos, aunque con circunstancias y nombres supuestos, se conocen varias lecciones de romances agrupados bajo el título de «Isabel de Liar» que, aunque presenta un desarrollo algo distinto, se pueden rastrear con bastante seguridad los ecos de los malogrados amores de Inés y don Pedro.

Ya Menéndez Pidal hizo notar que es frecuente la interpolación de fragmentos de unos romances a otros y que, al perder su conexión con el referente que los sustentaba tienden a desaparecer, a transformarse o a incorporarse a otros romances.

La tradición oral moderna ha conservado muy pocos romances de esta historia. Conocemos versiones gallegas, catalanas y sefardíes de Marruecos, pero siempre en reducidísimo número. Es de destacar una espléndida versión canaria recogida por Maximiano Trapero, que se puede escuchar en el siguiente enlace:


Adjunto enlace para consultar el texto de otras versiones.



Huellas de esta historia también se hallan interpolados en el romance de «Juan Lorenzo» o en el más conocido de «El palmero y la aparición de la enamorada».

Obras dramáticas

Dada la gran cantidad de obras dramáticas, antiguas y modernas, inspiradas en la historia de Inés de Castro y atendiendo a las características meramente divulgativas de este blog, publico como muestra algunas portadas representativas.




Inés de Castro, un ejemplo de «melólogo»

Con la acuñación tardía del término «melólogo» se hace referencia a un subgénero teatral, cuyo origen se atribuye a Jean-Jacques Rousseau en su escena lírica «Pigmalión», obra donde se desarrolla un monólogo en el que los pasajes más emotivos o culminantes van subrayados por un acompañamiento musical. Esta fórmula dramática fue enseguida imitada en España e Hispanoamérica en el último tercio del siglo XVIII, dando lugar a melólogos basados en historias legendarias.

Uno de los melólogos más conocidos fue, precisamente, el dedicado a Inés de Castro con texto de Luciano Francisco Comella y música de Blas de Laserna, estrenada en el teatro del Príncipe de Madrid el 15 de julio de 1793, del que publico la portada.


La historia de Inés de Castro en coplas


Cito, como curiosidad, el pasodoble-canción con el título de Inés de Castro cantado por Carmen Morell en la década de los 50 del pasado siglo, del que adjunto el texto impreso por una conocida imprenta de pliegos, y que puede escucharse a través del siguiente enlace:






Antonio Lorenzo



No hay comentarios:

Publicar un comentario