Una respetable cantidad de aleluyas están dedicadas a contar la vida de personajes, más o menos imaginarios, protagonistas efímeros de una existencia más bien anodina y víctimas de los caprichos de la suerte donde, las más de las veces, sufren continuadas desgracias o son protagonistas anónimos de peripecias simplistas y cuyo interés para el lector ocasional se centra en su carácter moralizador o abiertamente satírico. Las hay de todos los gustos, como la 'vida de Juan Palomo', 'vida del enano don Crispín', 'vida del hombre y de la mujer mala', 'vida de un necio y un sabio', 'vida del hombre flaco', 'vida de un aprendiz de zapatero'…, etc., de las que pretendo ir dando cuenta poco a poco.
Un ejemplo de estas 'vidas' es la dedicada a Juan soldado, editada repetidamente en Madrid por los impresores Marés, Minuesa y Hernando y distribuida en su etapa final 'al por mayor' por la imprenta de la calle Colegiata, 6.
Hasta el siglo XVIII el reclutamiento en España se efectuaba a través de levas de vagos o mendigos, hasta que con la llegada de los Borbones se introdujo el modelo francés del reclutamiento de ‘quintas’ donde se elegía a uno de cada cinco mozos en edad militar mediante sorteo.
En las Cortes de Cádiz de 1812 ya se dictamina que los soldados no prestan servicio al rey, como era costumbre, sino a la nación. El rechazo a la obligatoriedad del servicio puede considerarse masivo debido a las arbitrariedades del sorteo y a la declaración de inútiles o exentos con claras sospechas de fraude y a los sistemas de redención o sustitución personal que favorecía a los más ricos, aparte de las malas condiciones de vida o a la lejanía del destino respecto al lugar de origen del mozo.
Son numerosas las coplas y canciones populares que se hacen eco de estas situaciones y que fueron recogidas y estudiadas por el gran recopilador riojano Bonifacio Gil y publicadas póstumamente por su hijo bajo el título de Cancionero popular de quintos y soldados de Bonifacio Gil [editado por el Ministerio de Defensa en 2002].
Si nos atenemos al pliego observamos la gran cantidad de peripecias que le suceden al protagonista resumidas apretadamente en las 48 viñetas canónicas hasta llegar a su fusilamiento final, lo que supone un verdadero ejercicio de condensación mental para construir una completa historia de vida con tan escasas referencias tanto de texto como de imágenes.
Divido el pliego en cuatro secuencias que hay que ir enlazándolas numéricamente para una mejor visualización y lo reproduzco completo al final.
Antonio Lorenzo
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