Xilografía ilustrativa de Mª Egipciaca en un Flos Sanctorum de 1558 |
En las dos entradas anteriores dedicadas a la figura de santa María Egipciaca comentaba la supervivencia de la leyenda, tanto en el teatro del Siglo de Oro como a través de los efímeros pliegos de cordel.
Anónimo. Libro de Horas francés (ca. 1480) |
Las dos vías fundamentales de aproximación a las penitentes pecadoras provienen de los llamados Flos sanctorum (santorales compilados, reelaborados o reescritos a partir de la Leyenda áurea de Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII, o entresacados de fuentes cultas).
La llamada Comedia de santos o 'hagiográfica', es un género dramático que alcanza su plenitud en el Siglo de Oro, cuyo objeto es la representación de la vida real o legendaria de un determinado santo. Dentro de esta tradición puede hablarse de diversos subgéneros, como el de las 'santas pecadoras', cuyo inicial propósito edificante y moralizador, nacido al amparo y con el benepácito de la iglesia, acabó adoptando una serie de características impropias al competir con el teatro profano en los corrales de comedias.
Sus fuentes de inspiración más conocidas son los Flos sanctorum, de Alonso de Villegas (1ª edición de 1578) y el de Pedro de Rivadeneyra (1ª edición de 1599), por ser los más reeditados. Estas comedias impulsaron los recursos escénicos y las tramoyas efectistas al incluir a personajes como los ángeles o demonios que fomentaron su desarrollo.
El teatro religioso no sólo se representaba en ambientes eclesiásticos, sino también en recintos profanos. Si en un principio tuvieron como clara finalidad una intención piadosa y edificante, los dramaturgos pronto se dieron cuenta de que las vidas de los santos contenían ingredientes de aventura que podían conectar muy bien con un público más amplio y heterogéneo, para disgusto y recelo de los moralistas del siglo XVII.
El teatro religioso, como vehículo moralizador y amparado en un principio por la iglesia contrarreformista, fue poco a poco conquistando los corrales de comedias donde el público acudía a divertirse y acabó compitiendo cada vez más con el teatro profano. La combinación de la leyenda piadosa con la historia, la aventura, y enriqueciendo o añadiendo episodios profanos sirvieron de estímulo a los más importantes dramaturgos: Lope, Tirso, Calderón o Guillén de Castro, entre otros.
Dentro de esta tradición barroca, la vida de María de Egipto fue inspiradora de varias comedias. Una de ellas es la escrita por el capellán Andrés Antonio Sánchez de Villamayor con el título La muger fuerte, assombro de los desiertos, penitente y admirable Santa María Egipciaca (1677), dedicada a la entonces reina Mariana de Austria.
Pero la más conocida, sin duda, es la atribuida al dramaturgo Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), quien escenifica muy libremente la vida de santa María Egipciaca en su obra La gitana de Menfis, Santa María Egipciaca (edición princeps 1635), obra que obtuvo gran éxito y que se siguió representando hasta bien avanzado el siglo XVIII y aún del XIX. Dicha obra fue prohibida por la Inquisición, pero fue recogida de forma fragmentaria en pliegos de cordel en lo que se ha venido a llamar Relaciones de comedia.
En esta primera relación, que remite al acto primero de la comedia, María acaba de enterrar a su padre Claudio con gran indiferencia, a lo que Zósimas, pretendiente rechazado por ella y nombrado albacea por el finado, pretende ingresarla en un convento para cumplir la voluntad de su padre, a lo que ella se niega y prefiere una vida con entera libertad. La comedia desarrolla una fabulosa trama muy alejada de lo reflejado en los santorales, aunque con referencias escénicas a su vida que Montalbán desarrolla de forma muy teatralizada, donde introduce la sátira y la comicidad: ocurrencias, burlas y juegos verbales de gracioso, junto a nuevos recursos escenográficos propios del teatro barroco, con el fin de agradar al público, convirtiendo a las santas legendarias en elegantes damas.
Pliego editado en Málaga por Félix de Casas, cuya actividad impresora se desarrolla entre 1781 y 1805.
Añado una segunda relación, impresa en Córdoba por el colegio de Nuestra Señora de la Assumpción [s.a.], aunque conocemos también otra edición del prolífico editor cordobés Rafael García Rodríguez, impresor entre 1805 y 1844.
Según los datos aportados por José María de Valdenebro y Cisneros en su libro La imprenta en Córdoba, editado en Madrid por los Sucesores de Rivadeneyra en el año 1900, pág. XXIII, sostiene que la imprenta del Colegio de Nuestra Señora de la Assumpción tuvo actividad desde 1730 hasta 1767, detallando los nombres de sus regidores hasta ese último año, donde la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús concluyó con la imprenta y cerró el colegio que regentaban desde 1574. Restituida de nuevo la imprenta, el motín reaccionario de 1814 destruyó los aparatos y desperdigó por calles y plazas los moldes y letras del establecimiento.
En dicha relación María expone claramente su proyecto de vida:
Según los datos aportados por José María de Valdenebro y Cisneros en su libro La imprenta en Córdoba, editado en Madrid por los Sucesores de Rivadeneyra en el año 1900, pág. XXIII, sostiene que la imprenta del Colegio de Nuestra Señora de la Assumpción tuvo actividad desde 1730 hasta 1767, detallando los nombres de sus regidores hasta ese último año, donde la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús concluyó con la imprenta y cerró el colegio que regentaban desde 1574. Restituida de nuevo la imprenta, el motín reaccionario de 1814 destruyó los aparatos y desperdigó por calles y plazas los moldes y letras del establecimiento.
En dicha relación María expone claramente su proyecto de vida:
'Toda reclusión me enfada,
toda soledad me ofende;
ver mucho, me alivia mucho;
mucho hablar, mucho me mueve'.
[…]
Y finalmente, seré
una mujer, que no tiene
más imperio, y sujeción,
que aquello mismo que quiere.
Otro pliego, más ajustado a lo recogido en los santorales, es el que reproduzco a continuación, impreso también en Córdoba en la oficina de doña María de Ramos [s.a.], cuya labor impresora se desarrolló entre 1784 y 1789. Es interesante advertir que la xilografía que lo ilustra es intercambiable con la vida apartada de Genoveva de Brabante, alimentada en su retiro con la leche de una cierva, que aparece en una esquina del grabado, y a la que dediqué una entrada anterior.
La gitana de Menfis, al igual que sucediera con otras comedias de santos del barroco, fue prohibida por el Santo Tribunal en el siglo XVIII por considerar que no se ajustaba a la moralidad que debía observarse aduciendo una serie de motivos. Existen diferentes delaciones y censuras expedidas en distintos años prohibiendo su representación. Aunque la cita es larga, considero de interés dar a conocer una de ellas en resolución dada en Madrid el 17 de mayo de 1795:
Vista, leída y examinada la comedia con toda posible reflexión, debemos decir a V.SS. que la mayor parte de ella está sembrada de expresiones y proposiciones malsonantes, inductivas al desprecio del estado del santo matrimonio y abuso torpe del fin para que fue instituido, enseñando a hacer comercio carnal por intereses temporales, provocativas en sumo grado ad libidinem, escandalosas y llenas de peligro y veneno mortal para la juventud, y que indispensablemente han de relajar el orden de las buenas costumbres los equivoquillos de que usa muy mal el autor para explicarlas […]. En la pág. 12, columna 2, desde la lín. 8 se halla una expresión que provoca a la desesperación de la salvación eterna. Dice así: “Ese tiempo que durare (la vida) quiero tener alegría, y después venga la muerte, vengan penas y desdichas”. Zósimas, corrector introducido de la gitana, la aconseja a quejarse contra el cielo. El interlocutor Ventura mezcla sus fingidos milagros con expresiones lascivas. Así dice en la pág. 33, col. 5, lín. 1: “En los ojos de Teodora”. Finalmente, se habla en la citada comedia con algún desprecio de las órdenes y estado religioso, haciéndole como odiosos a las personas incautas, hay alguna expresión que hace violencia en la elección de estado, y abusa el autor con demasiada continuación de palabras destinadas solamente al culto de Dios para aplicarlas a objetos profanos: “mi adorado serafín”, “pues María ya te adora”, “Te quiero, estimo y adoro…”, etc. Por todo lo cual somos de sentir que la citada comedia intitulada La gitana de Menfis, Santa María Egipcíaca, está llena en muchas partes respectivamente de expresiones y proposiciones escandalosas, malsonantes, impuras y provocativas ad libidinem, piarum aurium ofensivas, impías y con sabor de idolatría y blasfemia. […] En vista della entiendo que el autor se propuso el fin de inspirar a la juventud el desprecio de la vida libertina y el amor a la virtud, proponiendo los desvíos de la santa en sus verdes años, y por lo tanto me persuado que es católico. Pero, aunque el fin es bueno, lo desempeña mal, y por lo tanto su lectura es dañosa a la gente joven […] Demás desto, se encuentran en los interlocutores de la comedia patrañas, ficciones y ridiculeces que no deben permitirse de modo alguno en la historia y relación de las vidas de los santos. […] por esta razón y de que su lectura pueda causar mucho daño y ruina espiritual, somos de dictamen de que V.SS. no la permita correr […]. Fulgencio Gil del Cielo y Plácido Ruiz de San Antonio de Padua, de las Escuelas Pías de Lavapiés (Madrid). 15 de mayo de 1795.
A pesar de toda una serie de prohibiciones la comedia fue del agrado del público durante más de dos siglos, pues la sabia combinación entre lo popular y lo culto, entre una vida disipada y una conversión asombrosa, no perdieron interés a lo largo del tiempo.
En una posterior entrada daré cuenta de cómo la vida de María de Egipto se mantuvo en el tiempo y fue inspiradora de otros pliegos de cordel, si bien con otros escenarios y personajes.
Antonio Lorenzo
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