Un lechuguino es aquel que, recién salido de la adolescencia, trata de aparentar más edad de la que tiene, siempre preocupado por la vestimenta y tratando de ser elegante para enamorar a las mujeres con una afectada delicadeza a la que acompaña con exagerados ademanes y movimientos.
Su relación con personajes, como los pisaverdes o petimetres es evidente. Así lo recoge el ilustre escritor costumbrista Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882) en su descripción del personaje en Tipos y caracteres: bocetos de cuadros de costumbres (1843 a 1862).
Éste era un tipo inocente del antiguo, que existió siempre, aunque con distintos nombres, de pisaverdes, currutacos, petimetres, elegantes, y tónicos. -Su edad frisaba en el quinto lustro; su diosa era la moda, su teatro el Prado y la sociedad. Su cuerpo estaba a las órdenes del sastre, su alma en la forma del talle o en el lazo del corbatín. - Qué le importaban a él las intrigas palaciegas, los lauros populares, la gloria literaria, cuando acertaba a poner la moda de los carriks a la inglesa o de las botas a la bombé! Cuando se veía interpelado por sus amigos sobre las faldas del frac o sobre los pliegues del pantalón! Existencia llena de beatitud y de goces inefables, risueña, florida, primaveril! Y no como ahora nuestros amargos e imberbes mancebos, abortos de ambición y desnudos de ilusiones, marchitos en agraz, carcomidos por la duda, o dominados por la dorada realidad! Dichosos aquéllos, que más filósofos o más naturales, se dejaban mecer blandamente por las auras bonancibles de su edad primera; estudiaban los aforismos del sastre Ortet; adoraban la sombra de una beldad, o seguían los pasos de una modista; danzaban al compás de los de Beluci, y tomaban a pecho las glorias de la Cortesi, o los triunfos de Montresor! Qué tiempos aquellos para las muchachas pizpiretas en que el Lechuguino bailaba la gabota de Vestris y no se sentaba hasta haber rendido seis parejas en las vueltas rápidas del wals! Qué tiempos aquellos, en que se contentaba con una mirada furtiva, y contestaba a ella con cien paseos nocturnos y mil billetes con orlas de flechas y corazones!... Qué te has hecho, Cupido rapazuelo (que tanto un día nos diste que hacer) y no aciertas hoy al pecho de nuestros jóvenes mancebos, los escépticos, los amargos, los displicentes, a quien nadie seduce, que en nada creen, que de nada forman ilusión? Oh Lechuguino! Oh tipo fresco y lleno de verdor! Dónde te escondes? Oh muchachas disponibles! Rogad a Dios que vuelva; con sus botas de campana y sus enormes corbatas, sus pecheras rizadas y sus guantes de algodón. Rogad que vuelva, con sus floridas ilusiones y su escasa ilustración; con sus idilios y sus ovillejos; y sin barbas, sin periódicos, y sin instinto gubernamental.
Las críticas a estos personajes y a sus extravagancias fueron motivo de sátira en comedias, como en este Aviso a las solteras, o sea, el joven sensato y los lechuguinos calaveras, obra del italiano Antonio Morrocchesi, si bien oculto tras seudónimo; o El aviso a los lechuguinos, o sea, la juventud extraviada, por un eclesiástico amante de su patria, donde se critica a los jóvenes que siguen las modas de París y "corrompen el espíritu español" [sic].
Reproduzco una serie de ejemplos de literatura popular impresa, en su forma de "ventalls", nombre genérico de abanicos en catalán, donde se pegaban, a modo de banderola, una hoja impresa de papel doble.
©Antonio Lorenzo
Acabo de descubrir este BLOG! Me encantaaaaaaaa!! mucha información de un mundo desconocido en general y que enseña mucho de diferentes épocas! GRACIASSS!!
ResponderEliminarGracias por el comentario.
ResponderEliminarMe alegra el que resulte de su interés.