Ilustración de "El Álbum de Momo" (1847) |
El tema de los disparates puede considerarse un subgénero de los pliegos de cordel y de la tradición folklórica en general. Tanto los pliegos de cordel como las aleluyas o aucas guardan estrecha relación con el tema del mundo al revés y con las manifestaciones folklóricas infantiles, donde las sorprendentes imágenes y metáforas ingeniosas ejercen fascinación y nos conectan con un universo mágico e irracional lleno de sugerencias.
En el saco sin fondo de los pliegos de cordel también se recogen determinadas composiciones donde el elemento rítmico y sonoro, acompañado de un sentido de juego, adquiere singular importancia. Esta experiencia lúdica conecta con lo que se denomina el sinsentido: expresiones con contenidos absurdos que en el mundo infantil sirven como soportes de formas de "echar a suertes" antes del inicio de un juego o bien como simple motivo de diversión.
Aunque en el pliego que reproduzco, editado en Madrid por Marés en 1855, no figura el autor de los versos, sabemos que corresponden al injustamente olvidado Juan Martínez Villergas.
No está de más aprovechar estos ingeniosos y disparatados versos para comentar algo de la vida y producción literaria de su autor.
Juan Martínez Villergas (Gomeznarro, Valladolid, 1816 - Zamora, 1894)
Las composiciones jocosas y divertidas de Juan Martínez Villergas fueron ampliamente leídas en las sociedades artísticas y literarias (también entre las capas populares, como se desprende del pliego). En 1842 dio Villergas a la imprenta la primera edición de sus poesías, que habían venido ilustrando distintas publicaciones en la prensa.
En abril de 1843, el escritor valenciano Wenceslao Aiguals de Izco creó un semanario titulado La risa, donde nuestro autor colaboró con gran asiduidad mediante cuentos, epigramas, artículos de costumbres, letrillas festivas o narraciones de viajes.
Participó escribiendo en periódicos festivos como El fandango, El Dómine Lucas y en publicaciones de corte republicano donde podía exponer sus ideas de una forma más explícita que en los diarios de ideología monárquica. Tampoco hay que desdeñar sus producción dramática, estrenando con éxito obras como Ir a por lana y salir trasquilado o El padrino a mojicones, etc.
Su soltura para la versificación y su mordacidad para los políticos que no eran de su agrado le hicieron ser agresivo hasta la ofensa, lo que le ocasionó abundantes poblemas. Pero es en la publicación El Tío Camorra, periódico político y de trueno, iniciado en 1847, donde arremetía contra políticos y literatos. Leídas con la perspectiva actual, tienen poco interés al referirse a menudencias políticas que ahora nos resultan ajenas por razones de actualidad y por desconocer el contexto que engloba sus aceradas críticas.
Los años convulsos que le tocó vivir y debido a las severas críticas y a sus enredos le llevaron a la cárcel. Sin embargo, su azarosa vida le condujo a una serie de nombramientos: en 1855 fue nombrado consul de España en la ciudad inglesa de Newcastle. A la caída de Espartero, a quien tanto atacó, el gobierno de O'Donell le nombró cónsul general de España en Haiti. A su llegada a Puerto Príncipe para ocupar su puesto, se enteró de que su nombramiento había sido anulado por el nuevo gobierno que había reemplazado al de O'Donell. Sin recursos, en 1857 tuvo que embarcarse para Cuba y en La Habana logró al poco tiempo publicar en un semanario llamado La Charanga variados artículos y poesías. En 1858 embarca para México. En Veracruz, al tomar una diligencia, fue asaltado por tres bandoleros y tuvieron que defenderse a tiro limpio, quedando herido uno de los bandoleros. Tras su breve estancia en la capital mexicana regresó de nuevo a La Habana en 1859 donde creó un nuevo periódico llamado El moro Muza. En 1861 decidió regresar a España, aunque fue por poco tiempo.
Vemos, en fin, que la agitada y azarosa vida de Villergas no le impidió desarrollar una gran obra llena de talento, a caballo entre la sátira política y estudios serios y competentes propios de un gran creador. Su temperamento batallador e inquieto dejó de acompañarle en Zamora el año 1894.
Sus poesías jocosas y satíricas alcanzaron varias ediciones: la primera, editada en Madrid en 1842, a las que siguió otra, corregida y aumentada, en 1847; una tercera, editada en La Habana en 1857, y una última, costeada por el Casino Español de La Habana, de 1885, que reproduzco.
El texto que acompaña el pliego, donde no se cita al autor, práctica habitual en este tipo de impresos, es copia del que publicó Villergas en el Álbum de Momo en 1847 con el título de Glosa atroz.
©Antonio Lorenzo
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