jueves, 26 de julio de 2018

Mujeres vengadoras: doña Victoria Acevedo


Pocos romances engloban todo un conjunto de motivos recurrentes como el que reproduzco. Este "romance trágico" desarrolla los conocidos tópicos del casamiento impuesto por los padres, el motivo de la mujer disfrazada de varón o el de las mujeres arriscadas y valerosas, donde la mujer parece tener más arrestos y bravura que lo asociado al varón en el imaginario colectivo. Hembra de carácter viril que actúa, movida por las circunstancias, como un varón bravo y violento. Un inicial conflicto amoroso suele ser el desencadenante del severo e inopinado cambio de actitud en la dama, que suele pasar de mostrarse dócil y sumisa a mutarse en una valiente y brava dama que no duda en defenderse ante las agresiones de todo tipo de los varones. Desde un primer momento, no duda en ejecutar a su impuesto marido, como también lo hace con su amante cuando trata de satisfacer sus deseos o al capitán de su regimiento, al que ingresó disfrazada de varón.

En este tipo de romances resulta difícil establecer las diferencias entre la valentía y el delito, así como considerar a la mujer como transgresora de las normas sociales o como defensora de las mismas, ya que la diferenciación resulta borrosa, contradictoria y ambigua. Establecer características generales sobre estas mujeres valerosas resulta arriesgado, pues cada una de ellas responde a una serie de motivaciones que habría que matizar en cada caso.

Un breve resumen del impreso es como sigue:
Casada contra su gusto por deseo de sus padres, mata en la noche de bodas a su reciente marido en la cama (cercenándole el pescuezo). Vistiéndose de hombre huye con su amante. En su huida son descubiertos por la autoridad. Aunque ella logra escapar, tras matar a tres de sus perseguidores, su amante [don Florencio] acaba en la cárcel. En su escapatoria se cruza con una partida de bandoleros quienes, desconociendo su condición de mujer, acaban nombrándola capitán de la cuadrilla. Urden un plan para tratar de liberar a don Florencio, cosa que consiguen. Ya libres, don Florencio intenta consumar su ardorosa pasión con Victoria, a lo que ella se niega sorprendentemente aduciendo que no estaban casados. Tras intentar forzarla junto con otros dos compañeros de la cuadrilla, la resuelta dama no duda en liquidar al amante y a los dos compañeros. Al saber que ha sido descubierta su condición de mujer, huye a caballo. En su huida se encuentra con tres gitanos que intentan robarla, a lo que ella les da cumplida muerte sin contemplaciones. Para escapar de nuevo de la justicia tomó plaza de soldado con nombre supuesto en un regimiento. Su capitán, dudoso de que fuera un varón, trató de satisfacer sus deseos carnales, a lo que Victoria se negó matándolo sin miramientos con una espada. Tal cúmulo de situaciones inverosímiles acaban con nuestra protagonista hallando refugio en un convento y terminando posteriormente sus días en una cueva del desierto, donde llegó a ser ejemplo de anacoreta modelo.
El pliego está editado en Murcia en 1841 por la imprenta de la viuda e hijo de quien fuera su fundador: don José Santamaría. El origen de esta imprenta hay que situarla a finales del siglo XVIII, donde Antonio de Santa María (como también se documenta su apellido) se asoció con el también impresor Manuel Muñoz. Los sucesores de ambos militarían en bandos opuestos durante el llamado Trienio liberal o constitucional (1820-1823), poniendo sus respectivas imprentas al servicio de la causa liberal (Santa María) o a la causa absolutista (Manuel Muñoz), publicando edictos, bandos y folletos patrióticos. Tras la muerte de Santa María, ocurrida alrededor de 1812, el taller siguió funcionando en Orihuela (donde se había trasladado la imprenta desde 1791 hasta el 1820), año en el que tanto la viuda como su hijo José volvieron a instalarse de nuevo en Murcia) coincidiendo con los inicios del Trienio liberal y publicando ininterrumpidamente hasta el año 1854.





©Antonio Lorenzo

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