Dos pliegos cuya estructura se aleja de los más comunes o difundidos, tanto por la utilización de un mejor papel, ilustraciones a color más elaboradas, por consignar el precio de los mismos (diez céntimos de peseta) y por la cita final donde se atribuye la autoría de los textos, en este caso a Antonio de San Martín.
Estos pliegos, que llevan en su cabecera la etiqueta de «El Romancero en España», se editaron en el establecimiento tipográfico de los Sres. M. P. Montoya y Cª. Este establecimiento estuvo especializado durante el último tercio del siglo XIX en la edición de comedias, pasillos, juguetes cómicos y libretos de zarzuela. Entre la gran variedad de autores que editó se encuentra especialmente la primera edición, en 1879, de una de las obras menos conocidas de doña Emilia Pardo Bazán: «Pascual López: autobiografía de un estudiante de medicina».
El autor de los pliegos se refiere al escritor coruñés Antonio de San Martín (1841-1887), prolífico autor de novelas folletinescas (más de doscientas) de inspiración histórica y de poesías de corte costumbrista, como las incluidas en los pliegos. De escasa calidad literaria (si lo consideramos desde un punto de vista literario academicista) es acusado de abusar de tópicos y de adjetivos recurrentes.
Al principio del primer pliego comenta el protagonista que viene recién licenciado de la guerra de Marruecos, pues traía su «licencia absoluta, bien limpia de polvo y paja, y encerrada dentro de un canuto de hoja de lata».
El autor de los pliegos se refiere al escritor coruñés Antonio de San Martín (1841-1887), prolífico autor de novelas folletinescas (más de doscientas) de inspiración histórica y de poesías de corte costumbrista, como las incluidas en los pliegos. De escasa calidad literaria (si lo consideramos desde un punto de vista literario academicista) es acusado de abusar de tópicos y de adjetivos recurrentes.
Al principio del primer pliego comenta el protagonista que viene recién licenciado de la guerra de Marruecos, pues traía su «licencia absoluta, bien limpia de polvo y paja, y encerrada dentro de un canuto de hoja de lata».
En una anterior entrada comentaba como detalle significativo que este canuto o cilindro de hoja de lata se refiere a la antigua costumbre entre los soldados españoles de conservar la licencia absoluta, una vez firmada por el jefe militar correspondiente, enrollada en el interior de ese canuto, a modo de portadocumentos. Los había simples y más elaborados. Se solía decorar con cintas y se colgaba del cuello en su regreso a casa, procediéndose a guardado con delicadeza en un armario, hasta acabar seguramente olvidado en un trastero. Esta práctica fue sustituida por la famosa cartilla conocida como "La blanca".
Respecto a la expresión que da título al pliego de «pelar la pava» Algunos lingüistas creen que la frase hace referencia a que las mozas aprovechaban para quitar las plumas al pavo o el pollo mientras eran cortejadas por el pretendiente, y cuando eran requeridas por la madre o el ama, respondían: ¡estoy pelando la pava! Obviamente, ésta era una actividad que llevaba su tiempo, pasando como expresión popular como el cortejo a la muchacha que se encontraba en la ventana por su pretendiente.
El mozo continúa desarrollando su trayectoria conquistadora ante Angustias, la gitana objeto de su cortejo, con la que acaba casándose,
El mozo continúa desarrollando su trayectoria conquistadora ante Angustias, la gitana objeto de su cortejo, con la que acaba casándose,
El siguiente pliego desarrolla el tópico del provinciano que llega a la capital, aunque en este caso provenga de Colmenar de Oreja, pueblo no muy alejado de Madrid. Tras sufrir una serie de vicisitudes y de perder su dinero en una timba, decide regresar al pueblo de su origen lamentando su incursión en la gran ciudad, reivindicando de nuevo el viejo tópico literario del «Menosprecio de corte y alabanza de aldea», que escribiera Fray Antonio de Guevara y tan perdurable en el tiempo.
©Antonio Lorenzo
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