miércoles, 30 de septiembre de 2020

Guzmán el Bueno y su reflejo en la literatura popular impresa

Cromo de la fábrica de papel de fumar "La zaragozana"
Alonso Pérez de Guzmán es uno de los personajes míticos de la historia de España tratado como héroe legendario y como arquetipo defensor de la patria y de la religión. Como referencia histórica se ha discutido no solo su lugar de nacimiento, que se sitúa en la ciudad de León, sino también su trayectoria mercenaria, semejante al Cid Campeador, luchando por diversas circunstancias tanto a favor de los musulmanes como de los cristianos. Se trata de un mito histórico donde se entremezcla lo real con lo meramente legendario a lo largo de su evolución en el tiempo y con gran proyección tanto en literatura como en la pintura.

El episodio más significativo de su gesta ha quedado reflejado a través de numerosas obras literarias, romances, novelas, dramas, comedias, zarzuelas y óperas, aparte de su reflejo en la literatura popular impresa en forma de pliegos de cordel, de cromos o estampas populares donde se reproducen o adaptan pinturas o dibujos sobre el personaje.

Las biografías y crónicas que se conocen sobre su figura son un calco unas de otras unas a otras sin un rigor histórico contrastado, puesto que su engrandecimiento como héroe comienza desde el siglo XVI en adelante resaltando en todas ellas su gesta como defensor de Tarifa y como modelo de patriotismo.

El modelo histórico-legendario sobre el que descansa la gesta de Guzmán en su defensa de Tarifa puede considerarse la crónica nobiliaria titulada Las Ilustraciones de la Casa de Niebla, de Pedro Barrantes Maldonado, crónica escrita a partir del 1541 con correcciones y adiciones posteriores, cuyo autor fue contratado por el sexto duque de Medina Sidonia y conde de Niebla para escribir la historia de su familia y su genealogía.

Alonso Pérez de Guzmán (1256-1309), hijo bastardo de don Pedro Núñez de Guzmán, nació en León el año 1256, sin que se conozcan datos concluyentes que lo certifiquen. Su fama se forja en las guerras y conflictos sucesorios entre Sancho y su hermano, el infante don Juan (hijos ambos de Alfonso X el Sabio). Guzmán sirvió también en un tiempo a los intereses del emir Abu Yusuf apoyando a Alfonso X en las contiendas que mantuvo contra su hijo Sancho debido a las tensiones sucesorias y al que una vez proclamado rey como Sancho IV sirvió posteriormente.

El conflicto sucesorio vino provocado por la temprana muerte del hijo primogénito de Alfonso X, Fernando de la Cerda, cuyos derechos de sucesión al trono deberían recaer en sus hijos. Su hermano, el infante Sancho, creyendo ser el legítimo sucesor del reinado, se rebeló contra su padre apoyado por gran parte de la nobleza. Alfonso X recriminó la postura de Sancho a quien desheredó en su testamento y con la ayuda de sus antiguos enemigos musulmanes se dispuso a ganar las posiciones que había ido consiguiendo el hijo desheredado. Estos hechos justifican la intervención de Alonso de Guzmán a favor de los musulmanes en apoyo de Alfonso X contra el que luego fuera su rey y mentor Sancho IV.

Tras la conquista de la plaza de Tarifa el 21 de septiembre del año 1292 por el ya nuevo rey castellano-leonés Sancho IV, apodado el Bravo, y dirimidas las desavenencias que los enfrentaron anteriormente, designó a Alonso Guzmán, en julio de 1293, como alcaide y defensor del castillo-fortaleza de Tarifa, plaza de gran interés defensivo, tanto para los granadinos, cuyo rey era Mohamed II  como para la tribu bereber emergente por el buen acceso a su puerto, tribu conocida en castellano como los benimerines. La importancia de la conquista de la ciudad de Tarifa para las tropas cristianas residía por ser cabeza de puente y punto estratégico para el aislamiento de Granada de cara a la reconquista, según el controvertido concepto de la actual historiografía, tal y como sucede con el concepto de nación.

En el transcurso de todos estos hechos el infante Juan, hermano de Sancho, quien también aspiraba al trono, pasó de su exilio en Portugal donde se encontraba entonces a Tánger, donde se puso al servicio del sultán benimerín llevando consigo a Pedro Pérez de Guzmán, hijo del alcaide de Tarifa, con el fin de asediar y conquistar la plaza.

Tras el intento por convencer a Alonso Pérez de Guzmán de la entrega de la plaza y a su negativa de hacerlo, el infante Juan amenazó con matar a Pedro, el segundo hijo de Alonso.

Ante esa tesitura, desde lo alto de la torre albarrana Pérez de Guzmán respondió que en ningún caso le entregaría el castillo aunque degollara a su hijo, lanzándole desde el adarve su propio puñal como símbolo de su decisión en prueba inequívoca de aceptar el sacrificio de su hijo antes de entregar Tarifa.

Los sitiadores procedieron allí mismo a degollar a Pedro ante la mirada de su padre. Tras estos sucesos el rey Sancho le adjudicó el sobrenombre de «Bueno».

El primer pliego reproducido se detiene en señalar, muy del gusto romántico, el enamoramiento entre Pedro, hijo de Alonso de Guzmán, con doña Sol, hija de quien fuera posteriormente el traidor infante don Juan. La ilustración que encabeza el pliego recoge de forma novelística el regalo de doña Sol al hijo de Guzmán de una banda como símbolo de su amor. El pliego desarrolla una historia novelada y de enredo donde Pedro, prisionero de los musulmanes, se ve condicionado por el interés de su madre en salvarlo y donde entra en juego su libertad a cambio de grandes riquezas, a lo que se unen las titubeantes razones esgrimidas por su madre y por la propia doña Sol. El rechazo de Guzmán fue total al encontrarse ante el dilema de elegir entre el honor y el amor por su hijo, decantándose por lo primero: «más quiero honra sin hijo que hijo con honor manchado». 





Reproduzco también un «ventall» (abanico) donde comparte ilustración con Cristóbal Colón en una escena de audiencia con Isabel la Católica.


El segundo pliego que reproduzco tiene un interés añadido, ya que se menciona al final el autor de los versos y por formar parte de la etiquetada como Biblioteca de la Ilustración Popular.

J. B. Pastor y Aycart fue un escritor de a comunidad valenciana (Beneixama, 1849-1917). Fue médico rural y escritor prolífico: teatro, ensayo, poesía, crítica literaria, artículos de prensa, etc. De ideología conservadora y de patrioterismo exacerbado, lo que se refleja en el pliego editado en la imprenta valenciana de José María Ayoldi en ¿1870?

La Biblioteca de la Ilustración Popular Económica, creada en Valencia (1869-1877), tuvo por finalidad el contrarrestar ideológicamente la famosa revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa». De tendencia católica carlista pretendía a través de sus publicaciones realzar el catolicismo y los dogmas desarrollados en el Concilio Vaticano I (1869-1870) durante el papado de Pío IX. Para ello encargaron a diversos escritores, entre los que se encontraba Pastor y Aycart, la confección de una serie de romances, pretendidamente cultos y de contenido histórico, frente a la profusión de los considerados romances vulgares distribuidos por los ciegos y los músicos callejeros. Es en ese contexto donde hay que situar el pliego en cuestión donde se resalta la famosa gesta de Guzmán el Bueno como referente ideológico de los valores cristianos y patrióticos bajo la pluma de Pastor y Aycart. De esta serie de romances históricos se realizaron treinta y seis entregas entre los años 1870 y 1874 y cuyo número catorce corresponde al pliego sobre Guzmán el Bueno que nos ocupa.





La evolución del mito

Los mitos históricos, basados en un héroe o personaje, evolucionan a lo largo del tiempo, tanto en la mentalidad colectiva de los que lo acogen como en el tratamiento literario que se les da. En el caso de las crónicas que se conservan no se encuentra bien delimitada la frontera entre mito e historia. Es el caso de Guzmán el Bueno, que pasó de ser un referente para legitimar la genealogía y la posición privilegiada de la nobleza de la casa de Medina Sidonia, a ser recordado básicamente por el famoso episodio del puñal y la muerte de su hijo sin tratar de entrar en disquisiciones sobre la justificación de esa conducta. De ahí que su figura presente contradicciones, ya que en su trayectoria pasó de guerrear transitoriamente a favor del enemigo musulmán contra su patria y religión acabando transformándose en un cristiano fiel a los principios de la fe y a la fidelidad moral de servir a su patria con honor (el «todo por la patria», que aún perdura como lema en los cuarteles), aún a costa de sacrificar a su hijo.

Aunque no se pone en duda la historicidad real y su defensa de Tarifa, sí que aparecen en las crónicas del siglo XVI elementos novelescos que empañan la biografía del personaje. Así, en la citada crónica nobiliaria Las Ilustraciones de la Casa de Niebla (1541), de Pedro Barrantes Maldonado, obra tenida como referente histórico para crónicas y posteriores escritos, se construye una biografía fabulosa del personaje añadiendo elementos novelescos, como su lucha contra una serpiente alada cuando estuvo en Marruecos al servicio del rey musulmán o la domesticación de un león.

Si hacemos un recorrido sobre un determinado héroe lo largo del tiempo observamos cómo adquiere determinadas connotaciones que varían su percepción según la época. 

Al margen de su biografía, lo que queda en la memoria colectiva (y a esto han contribuido sobre todo los literatos y los pintores) es el gesto de poner a disposición del enemigo su propio puñal para que se diera muerte a su hijo y salvaguardar de esa forma la fidelidad a la palabra dada. Ello plantea un conflicto psicológico y moral que ha ido desarrollándose en el tiempo de diferentes maneras. Aceptar el sacrificio de un hijo no es el único caso que se conoce, pues ya Abraham aceptó por mandato de Dios el sacrificar a su hijo como prueba de su fidelidad creyendo salvar de esta forma el pacto entre Yahvé y el pueblo de Israel. 

En el mito parece deducirse en las crónicas que, aunque el protagonista estuvo un tiempo al servicio del enemigo de su patria, nunca renunció a los principios de la fe y a la defensa de los intereses patrios. De esta forma, el hijo que acabó degollado es concebido en algunos escritos posteriores como un mártir de la religión realzando la figura del padre como prototipo de la determinación de defender la ciudad ante los sitiadores musulmanes.

No es el único caso de la defensa de una plaza donde se tuvieron que tomar decisiones parecidas. Catalina Sforcia (Milán, 1463-Florencia, 1509), hija bastarda del duque de Milán, se atrincheró por circunstancias que ahora no vienen al caso en la fortaleza de Ravaldino. Durante el asedio a la misma, los sitiadores amenazaron con asesinar a sus hijos si no les entregaba la plaza y se rendía. Pero ella, cuenta la leyenda, se levantó la falda y señalando ante los sitiadores sus genitales exclamó: «¡matadlos si así lo queréis, pero tengo el instrumento para tener muchos más! Nunca conseguiréis que me rinda». Tras este gesto los asaltantes levantaron el asedio.


La hazaña protagonizada por Guzmán el Bueno hay que considerarla y contextualizarla según la época. El enfrentamiento del defensor de la ciudad con un infante de España desarrolla un conflicto interior entre un padre que se debate entre la obligación a la palabra dada y el amor filial, aparte de la tensión existente entre Guzmán y su mujer –ya que la madre sólo entiende que hay que salvar a su hijo, según los escritos posteriores–. La leyenda viene a confirmar, en un primer momento, que la patria y el honor se encarnan en él como valores fundamentales por encima de cualquier otra consideración, incluso por encima de las relaciones paterno-filiales, debate desarrollado en la tragedia neoclásica española, así como la exaltación del honor y la patria en el teatro romántico.

En la obra de Pedro de Medina (Sevilla, 1493-1567), recogida en los tomos IX y X del Memorial histórico español (colección de documentos publicados por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1857), adquiere un mayor protagonismo la olvidada María Coronel, esposa de Alonso de Guzmán, al ser la cooperadora activa en depositar lejanamente las ganancias obtenidas por su marido en su etapa al servicio del rey de Marruecos. Como episodio curioso, Pedro de Medina narra que en las largas ausencias de su marido y debido a su desasosiego carnal, introdujo un tizón encendido en sus genitales creyendo que de esta forma podía apagar sus ardores.

Controversia entre Iriarte y Samaniego


Al margen de nuestro recorrido por la figura de Guzmán el Bueno, creo que resulta de un cierto interés la controversia entre dos reconocidos fabulistas sobre su diferente visión de la gesta del defensor de Tarifa.

Tomás de Iriarte (Tenerife, 1750-Madrid, 1791), fue un reconocido dramaturgo, traductor y autor de sus conocidas Fábulas literarias (Madrid, Imprenta Real, 1782). La controversia con el otro fabulista, Félix María Samaniego (1745-1801) surgió porque este último, entre otras razones, ya había publicado el año anterior a Iriarte una primera edición de su Colección de fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado, algo de lo que era consciente el canario, lo que contradecía su reivindicación de ser el primer escritor español en reintroducir el género.

El ejemplo de Samaniego y el éxito contrastado de su colección, reeditada en diversas ocasiones, abrió el camino a toda una pléyade de fabulistas españoles que se ejercitaron en la moda del apólogo moral, ampliando el género a otros temas y estilos. 

La frecuente reedición de los autores clásicos puso de actualidad la fábula en el siglo XVIII, contando además con el apoyo de los pensadores reformadores que defendían la función utilitaria y ética de la poesía. Acabó convirtiéndose en uno de los géneros poéticos preferidos como instrumento educacional de los jóvenes y como apólogo moral de una atrayente enseñanza.

Iriarte compuso la música y el texto del Soliloquio de Guzmán el Bueno en un solo acto para declamarse por un solo intérprete. El monólogo se estrenó en Cádiz en 1790 cosechando grandes aplausos, reponiéndose al año siguiente en Madrid con la intervención del afamado galán llamado Antonio Robles, también con mucho éxito.


Esta forma de teatro musical, conocido como «melólogo», tuvo vigencia durante el siglo XVIII. Aunque el término es ambiguo hace referencia principalmente a la música instrumental que acompaña una declamación, ya sea en su comienzo o en sus pausas, en una especie de diálogo entre la orquesta y el actor. Como género teatral, aunque de carácter menor y mixto, resultaba muy apropiado para el lucimiento de un actor o actriz a imitación de sus homólogos franceses, reconociéndose como su creador al filosofo enciclopedista J. J. Rousseau.

El fabulista Samaniego, contrario a este tipo de representación y dolido por haberle arrebatado la condición de ser el verdadero reintroductor del género fabulístico en España, escribió en 1792 una versión burlesca a la que tituló Parodia de Guzmán el Bueno.

En la introducción que precede a su parodia contra Iriarte, escribe:
«El maldito ejemplo de Pigmalión, perdóneme su mérito, nos va a inundar la escena de una nueva casta de locos. La pereza de nuestros ingenios encontrará un recurso cómodo para lucirlo en el teatro, sin el trabajo de pelear con las dificultades que ofrece el diálogo. Cualquier poetastro elegirá un hecho histórico, o un pasaje fabuloso, o inventará un argumento; extenderá su razonamiento, lo sembrará de contrastes, declamaciones, apóstrofes y sentencias, hará hablar a su héroe una o dos horas con el cielo o con la tierra, con las paredes o con los muebles de su cuarto; procurará hacernos soportables tal delirio con la distracción de allegro, adagio, largo, presto, con sordinas o sin ellas; y se saldrá nuestro hombre con ser autor de un soliloquio, monólogo o escena trágicocómicolírica unipersonal».
Parece claro que su opinión sobre este tipo de teatro unipersonal se alejaba bastante de su concepción del teatro neoclásico.

Samaniego insiste en su desafección por los soliloquios unipersonales:
«O nos entregas la plaza o degollamos tu hijo», dijeron los moros a Guzmán el Bueno, que mandaba a Tarifa. Este bravo soldado no les da otra respuesta que arrojarles su propio cuchillo desde el muro al campo. Retírase a comer, oye gritos, levántase de la mesa, acude al muro, ve el sacrificio de su hijo, y se vuelve a continuar la comida, diciendo con serenidad a su esposa: «Creí que asaltaban la plaza». Este es el Guzmán de la historia, pero como en el Soliloquio veo que el señor Guzmán anda algo y aún algo remolón para arrojar el cuchillo, y que la serenidad con que volvió a la mesa, se le convierte toda en tenderse sobre un banco y prorrumpir en suspiros, ayes, lamentos, lágrimas y desmayos, me parece que no habrá inconveniente en que yo con mis correcciones, variaciones y aumentos haya hecho un Guzmán a mi antojo.
Como es oficio nuevo este de hacer soliloquios, he querido instruirme en la materia y he hallado en los libros que la palabra soliloquio está particularmente consagrada a la teología mística: que así llamamos a las meditaciones devotas, verbi gratia, los Soliloquios de San Agustín, que los de la escena deben llamarse Monólogos. Yo quisiera que en la escena no hubiese ni el nombre ni la cosa, supuesto que los mismos libros que han hablado del soliloquio dramático nos dicen que no hay una cosa más contraria al arte y a la naturaleza que los tales monólogos».
La muerte de Tomás de Iriarte, acaecida en 1791, ocasionó que la parodia de Samaniego ni siquiera fuera publicada entonces, decisión respetuosa de don Félix hacia su antiguo amigo y adversario literario.

Guzmán el Bueno, símbolo del patriotismo

La decisión de defender la plaza de Tarifa a toda costa ha trascendido en el tiempo de una dimensión local a consolidarse como símbolo colectivo nacional. La elevación de su decisión a mito nacional se recoge y justifica en la afamada y controvertida Historia de España del padre jesuita Juan de Mariana, donde relata que tras su discutida decisión de arrojar a los sitiadores su puñal regresó a la mesa donde estaba su mujer para continuar comiendo sin verse alterado por las circunstancias, escena recogida anteriormente por Samaniego. El padre Mariana eleva a Guzmán el Bueno casi a la santidad al comentar que otorgó grandes limosnas a los pobres y favoreciendo con sus posesiones a la iglesia acreditando de esta forma su fama de bueno y hasta de santo.
«Los de dentro, confiados en las buenas murallas y animados por su caudillo y cabeza Alonso Pérez de Guzmán, resistían con valor y ánimo. Aconteció que un solo hijo que este caballero tenía vino a poder del Infante y de los moros; sácanle a vista de los cercados, amenazan si no se rinden de degollarle. No se mudó el padre por aquel lastimoso espectáculo, antes decía que cien hijos que tuviera era justo aventurallos todos por no mancillar su honra con hecho tan feo como rendir la plaza que tenía encomendada. A las palabras añade obras. Échales desde el adarve una espada con que ejecutasen su saña, si tanto les importaba. Esto hecho se fue a yantar. Desde a poco dio la vuelta por el grande alarido que levantaron los soldados por ver degollar delante de sus ojos aquel niño inocente, que fue extraño caso y crueldad mas que de bárbaros. Hizo más atroz el caso ejecutarse por mandado el infante don Juan. Acudió pues el padre a ver lo que era, y sabida la causa, dijo con mesurado semblante: «cuidaba que los enemigos habían entrado la ciudad»; y con tanto se volvió a comer con su mujer sin dar muestra alguna de ánimo alterado. En tanto grado pudo aquel caballero enfrenar el afecto paterno y las lágrimas».
En otros escritos sobre su hazaña se añade la posibilidad de canjear a su hijo por la entrega de la ciudad, lo que añade un nuevo motivo para realzar el honor a la palabra dada y su sometimiento a la autoridad del monarca.

El sentido del honor y del patriotismo, al margen de la conciencia individual reflexiva y libre, ha perdurado durante toda la etapa franquista del pasado siglo XX mediante lecturas patrióticas exacerbadas donde se ensalzaba como ejemplo y sin ninguna duda la lealtad a la patria y el sentido del honor de Guzmán el Bueno. Ejemplo paralelo de su hazaña fue la defensa que protagonizó contra las fuerzas republicanas en el Alcázar de Toledo (julio de 1936) el coronel Moscardó. Los asaltantes amenazaron con matar a Luis, hijo del coronel, si no rendía la plaza, lo que posteriormente sucedió en agosto del mismo año. En la conversación telefónica de 23 de julio de 1936, en la que intervino su hijo, se le comunicó que le iban a fusilar si no se efectuaba la rendición, a lo que Moscardó respondió con estas palabras: «Pues encomienda tu alma a Dios, da un grito de ¡Viva España! y muere como un patriota».

 El 16 de julio de 1947, en pleno franquismo, el Ayuntamiento de Tarifa le concedió la Medalla de Oro de la Ciudad por el parecido de la gesta en su defensa del Alcázar de Toledo durante la «gloriosa Cruzada» con la que protagonizara Guzmán el Bueno el año 1294. La medalla fue recogida por el ya ascendido teniente general Moscardó el 8 de septiembre de 1948. Años después, a propuesta de la alcaldía, se concedió el título de Hijo Adoptivo y Predilecto a Francisco Franco el 25 de noviembre de 1965.

El franquismo considera a Guzmán el Bueno como ejemplo indiscutible de honor y amor a la patria, correlacionándolo con otros personajes como Fernán González, don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos, Agustina de Aragón o Santa Teresa. Los libros de lecturas patrióticas utilizaban la misma o parecida terminología para inculcar el mismo tipo de valores. La Enciclopedia Álvarez fue sin duda el manual escolar más difundido en la enseñanza primaria durante el franquismo en las décadas de 1940 y 1950. Estos libros de texto, junto a las lecturas patrióticas acompañantes, constituyeron un poderoso instrumento para moldear el pensamiento de los niños y niñas de entonces en los ideales del nacionalcatolicicismo, con el objetivo de perpetuar la idea de una España tradicional, eterna, católica e imperial.

La Enciclopedia estaba compuesta por tres volúmenes que se correspondían entonces con los tres grados de formación para la enseñanza primaria, siendo cada volumen válido para dos cursos. Reeditada numerosas veces entresaco una de sus páginas del tomo dedicado al 2º grado.


En 1973 se aprobó y cambió el sistema educativo en España mediante una nueva Ley General de Educación. A partir de entonces la famosa enciclopedia Álvarez dejó de aparecen en los colegios.

Pero no solo los libros escolares incidían en fomentar la idea de una España tradicional y católica, puesto que se conocen ilustraciones en láminas diversas y en cromos, como el editado por los célebres chocolates La Juncosa:


La gesta de Guzmán el Bueno también suele aparecer en cromos sueltos illustrando la historia de España.


Cromo editado por la Compañía de Fósforos y Cerillas

Álbum Gráfico de España y su Historia (Editorial Calleja)
Iconografía variada

Para completar una pequeña iconografía sobre Guzmán el Bueno añado una serie de imágenes que ilustran su memoria.

Estatuas de Guzmán el Bueno en Tarifa y León
Placa conmemorativa en Tarifa

Castillo de Guzmán en Tarifa

Dibujo de Lechard para la Historia General de España y sus Indias

Grabado de José Utrera y Cadenas en el Semanario Pintoresco Español (1847)

En 1856, el escritor Ramón Ortega y Frías editó una extensa novela sobre Guzmán el Bueno muy alejada de los hechos y fruto de una imaginación calenturienta, pero debido a su éxito fue reeditada numerosas. De la edición de 1859 entresaco, como mera curiosidad, las láminas sueltas y descontextualizadas que la acompañaban.







©Antonio Lorenzo

2 comentarios:

  1. Cuántos recuerdos. Ese dibujo del Guzmán el Bueno de la Enciclopedia Álvarez, que aparece arriba, lo recuerdo perfectamente. Son imágenes que quedan grabadas en la memoria. En aquella época los libros, en blanco y negro, apenas si traían "santos" (imágenes). La enciclopedia tenía muchos dibujos como ese de Guzmán.
    ¡Cuánta información en tus entradas! cuántos dibujos e ilustraciones. .. El Internet de aquella época

    -Manolo-

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  2. Gracias por el comentario, Manolo.
    Siempre es gratificante despertar antiguos recuerdos, obviamente si son agradables.
    Un saludo cordial.

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