El pliego que reproduzco ofrece gran interés porque viene a corroborar la teoría del origen cubano del llamado tango americano y su determinante influencia posterior en las distintas modalidades de los tangos flamencos. Esta relación fue descubierta y desarrollada en los imprescindibles trabajos sobre los orígenes del flamenco de José Luis Ortiz Nuevo y de Faustino Núñez. Las agudas referencias entresacadas por estos dos reconocidos investigadores, llevadas a cabo en las hemerotecas de Cádiz, Sevilla, La Habana o Madrid, constituyen un avance decisivo en los estudios sobre la historia del preflamenco.
El pliego visualiza y acredita la noticia que desempolvó Ortiz Nuevo y que junto al musicólogo Faustino Núñez publicaron conjuntamente en La Rabia del placer, el origen cubano del tango y su desembarco en España, 1823-1923, Diputación Provincial de Sevilla, 1999.
Un suscriptor del periódico madrileño El Clamor Público daba a conocer el 26 de enero de 1849 unas noticias sobre la historia del tango donde se ratifica la popularidad del tango habanero a través de tres canciones bailadas y cantadas desde el año 1828. Estas noticias se reprodujeron de nuevo el 15 de febrero del mismo año en el periódico semanal sevillano El regalo de Andalucía, aunque en la copia ofrecida por esta publicación señala la fecha de 1823. Las noticias comentan tres canciones entremezcladas, pero con sus títulos correspondientes: «La Guanábana», «La Limonada», con el estribillo «no era nada, ni chicha ni limonada», y la titulada como «La Lotería».
La copia completa de la noticia es como sigue:
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El Clamor Público |
«El año de 1828 se oyó por primera vez en un barrio estramuros de La Habana, en una choza de gente de color, una canción con el nombre de guanábana, que es una fruta de bastante mérito, y aunque entre ellos se generalizó algún tanto, jamás llegó a penetrar en las casas de personas del estado llano siquiera, ni se escribió una nota para el piano, tan común en aquella ciudad, habiéndose abandonado bien pronto; porque acomodándosele versos obscenos, cuidaron las autoridades por medio de sus agentes de policía, impedir que se propagase. En 1828 apareció otra en el propio barrio con el nombre de la limonada, inventada por los mismos, aludiendo a que se había concedido el título de cabo de ronda a un sugeto que, después de haber admitido brindis de los negros en las bodegas, los perseguía y privaba sus reuniones, y por eso le cantaban que no era nada, ni chicha ni limonada; lo que colocaban de estribillo a todos los versos. Por último en 1843 resonó otra llamada La Lotería, suponiendo en la letra que un negro había sido robado del premio de su billete, sin que mereciera ni por estravagancia que algunas de sus partes sirviesen para la composición de una simple danza a que hay tantos aficionados. Estas tres canciones, que son muy diferentes en su música y objeto, constando cada una de dos partes, las he oído reunidas y formando una solamente muy mal combinada, tanto aquí como en Sevilla y Cádiz; pero nada de esto ha llamado mi atención, ni que aparecieran al cabo de tanto tiempo, sino el nombre que se le ha acomodado de ¡Tango americano! Si se hubiese bautizado con el de Tango africano, sería más pasajero, ya porque fue inventado por ellos, ya también porque en los bailes que allí forman los días festivos en los recintos de la ciudad, y en las fincas de campo, al uso de su país con tambores, se les da ese nombre primero o el de cabildos, pues los hijos de estos forman otro baile muy diferente, que es, el rigodón, contradanza y wals, o el zapateado al compás de una harpa con golpes y canto; en lo cual no se nota signo alguno de inmoralidad.
Como he comprendido que ese llamado Tango Americano se supone equivocadamente que fue admitido en todas las clases de la sociedad habanera, y tal como algunas personas lo han propalado, se me concederá que he tenido mucha razón, para ocuparme un momento de la sencilla historia de lo que realmente ha pasado sobre el particular, con el fin de que la opinión que haya podido formarse, no perjudique a la sensatez y moralidad de los habitantes de la pacífica Antilla».
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Periódico
semanal «El Regalo de Andalucía» (15 de febrero de 1849)
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Las tres canciones bailadas que se mencionan en la cita seguramente fueran las más conocidas de un repertorio que acabó desembarcando en las costas españolas con la etiqueta de tango americano alcanzando una gran proyección.
La importancia de esta y de otras citas exhumadas por estos investigadores resulta fundamental en el sentido de que quienes primero practicaron el conocido patrón rítmico del tango fueron los negros en La Habana, patrón que se extendió posteriormente no solo en las ciudades andaluzas, sino en la música popular de diferentes culturas. Ello viene a contradecir la idea de que los tangos flamencos provienen de un exclusivo y hermético origen gitano y andaluz, tal y como sostuvieron en su día el poeta cordobés Ricardo Molina y el insigne cantaor Antonio Mairena en su seminal libro Mundo y formas del cante flamenco, Madrid, Ed. Revista de Occidente, 1963.
El pliego, editado en Madrid el año 1848 (un año antes de las noticias publicadas en los diarios), da idea de la pronta difusión del tango habanero por tierras andaluzas y madrileñas en una especie de popurrí donde se entremezcla la expresión «ni chicha, ni limoná» con alusiones a la fruta tropical la guanábana y a la lotería que se mencionaba en una de las estrofas, lo que viene a confirmar la combinación de los textos de las tres canciones al servicio del baile.
El origen de la expresión «ni chicha, ni limoná» hace referencia a dos tipos de bebidas: una alcohólica, (la chicha) y otra refrescante (limoná). La chicha es una bebida fermentada que proviene de la harina de maíz, de fuerte sabor y de origen prehispánico; por el contrario, la limonada es una bebida suave a base de limón, azúcar y vino blanco. El sentido de la expresión tiene el objetivo de resaltar algo de lo que tiene poca importancia o valor o lo que no es ni una cosa ni la otra. En la sociedad colonial cubana del XIX la limonada era una bebida ligada a la clase social más acomodada, mientras que la chicha era consumida por la clase social más baja.
La chicha no solo alude a la bebida fermentada, ya que también tiene otros significados asociados a la carne, como lo de «tener poca o mucha chicha» o a la asociación con «chichinabo», de parecido sentido y que ya figura en el Diccionario de Autoridades de 1729.
Como curiosidad, la popularidad de esta expresión con el sentido de su falta de interés y valor, se encuentra en una de las marquillas cubanas que formaba parte de la serie «La vida de la mulata», mandada editar por la prestigiosa fábrica de tabacos La Honradez, proveedora de los Reyes de España y de Portugal, como se dice en el logotipo del que hacen gala. En ella aparece la frase que dedica un calesero negro a una desmejorada mulata que camina por la calle fumando un cigarro. Se trata, en suma, de un ejemplo representativo de la forma popular de hablar recogida en esta y en otras tantas representaciones gráficas de las marquillas cigarreras.
Desde un punto de vista del uso de la frase como connotación política cabe recordar el título de una célebre canción del malogrado y recordado cantautor chileno Víctor Jara.
Las variadas formas de la literatura popular impresa han contribuido a la difusión de estas canciones, como sucede con el pliego reproducido. Como apunta acertadamente Faustino Núñez en su trabajo «Cuba en la música española y andaluza», artículo recogido en la obra Cuba y Andalucía entre las dos orillas, coedición de La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el CSIC, Sevilla, 2002, coordinada por Jesús Raúl Navarro García:
«Otra vía importantísima de difusión de cantos cubanos en España, quizás la más relevante a nivel popular de todas las mencionadas, se encuentra en los pliegos de cordel que cantaban los ciegos por todas las localidades, grandes y pequeñas, de la península. Las imprentas comenzaron a editar un tipo de literatura fungible que rarísima vez incluía un soporte musical indicado en notas. Cuando se incluía figuraba al comienzo o final del pliego, aunque normalmente se indicaba sobre qué “son” debía de tararearse. Lo más común era sin embargo escuchar la melodía directamente del coplero ambulante o del ciego cantor y aprenderla. Por esta vía numerosas canciones viajaron con gran rapidez. Una de las melodías que durante el siglo XVIII más difusión tuvo fue El Punto de La Habana, sobre la cual volveremos más adelante. En este orden de cosas es importante señalar que la literatura de cordel con canciones cubanas tuvo una repercusión más urbana que rural». (pág. 274-275)
El mestizaje y la simbiosis de temas entre una y otra parte del atlántico en el trasiego de idas y venidas es un factor fundamental para la comprensión de la formación de los palos flamencos. La pureza musical e incontaminada en la música popular no puede sostenerse a la vista de tantos datos exhumados de publicaciones no antes tenidas en cuenta
El gran estudioso y folklorista Joan Amades, referencia indiscutible del folklore catalán, dedicó una serie de noticias y transcripciones de pliegos de asunto americano con el título de Temas americanos en la Literatura de Caña y Cordel que fue publicando de forma dispersa en la década del 60 del pasado siglo en la Revista del Centre de Lectura de Reus.
Como complemento a los textos transcritos que ofrece el folklorista catalán entresaco y visualizo algunos de los temas que menciona, donde se suelen añadir otras composiciones para completar el pliego.
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Ventall o abanico por la imprenta de Juan Llorens
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©Antonio Lorenzo
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