Esta habilidad de enfrentarse al contrario mediante argumentos razonados en alternancia dialogada fue práctica habitual en las enseñanzas universitarias medievales donde el alumno debía de ser capaz de defender su postura de forma razonable o, en su defecto, asumir argumentos contrarios sobre un determinado asunto.
Estos debates alegóricos han encontrado eco en los pliegos de cordel enlazando con tradiciones literarias antiguas. En este mismo blog ya dedicamos una serie de entradas a controversias entre diferentes cuestiones donde la disputa no tiene porqué dar lugar a una solución aceptada, sino que su interés reside propiamente en el desarrollo de la controversia. Con la etiqueta de «Controversias y debates», dedicamos unos ejemplos en anteriores entradas a las «Virtudes del día y la noche (a lo humano y a lo divino)», «Diálogo entre un moro y un cristiano», «Diálogo entre la riqueza y la pobreza», «Diálogo entre el trigo y el dinero», «Diálogo entre un marroquí y un español», «Diálogo entre el cuatro y el tres» o el «Diálogo entre al agua y el vino». Este último goza de una gran tradición literaria habiendo dado lugar a diversas composiciones latinas, francesas, españolas, etc., donde se manifiestan propósitos diversos: desde su relación con la eucaristía a la adulteración del vino con agua. Entre nosotros son conocidos los célebres «Denuestos del agua y del vino», considerado como antecedente del célebre poema anónimo del siglo XII «Razón de amor».
Este pliego, que recoge la contienda entre un pobre y un rico, fue impreso en Córdoba, sin año, en el taller de Rafael García Rodríguez, conocido impresor fallecido en 1844.
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