jueves, 11 de febrero de 2021

De oca a oca... y tiro porque me toca [I]

 

El conocido y siempre fascinante Juego de la Oca, considerado por lo común como un simple juego de mesa o azar, arrastra tras de sí numerosas hipótesis interpretativas, caracterizadas todas ellas con el común denominador de tratar de simbolizar la trayectoria vital y el acceso de la condición humana a una meta que suele identificarse con el Paraíso. Durante este recorrido vital han de superarse toda una serie de dificultades e inconvenientes antes de lograr alcanzar el objetivo buscado.

El tablero se compone de una espiral involutiva o de retroceso, donde si el jugador cae en la muerte (casilla 58) debe situarse de nuevo en la casilla número 1 y comenzar a recorrer el tablero cuando le llegue su turno. Es decir, que en la muerte convergen tanto el final como el principio, sin que represente un final o desenlace sino un nuevo comienzo, a modo de reencarnación, dependiendo del azar y del capricho juguetón de los dados siempre que quede algún adversario en el juego. Lo que se muere en el juego no es el jugador, sino su ficha.

Esta imitación simbólica de la vida a lo largo de su recorrido por las 63 casillas habituales admite variadas interpretaciones. En realidad, existen argumentos bien fundamentados que sostienen que el recorrido no acaba en la casilla 63, puesto que esta casilla no sería propiamente la meta, sino la puerta de entrada al Jardín de la Oca. La Gran Oca actuaría a modo de guardiana de la sabiduría secreta, aunque no se la encuentra escrita ni numerada. La casilla 64 correspondería, si nos atenemos al sentido trascendente del juego, a la unidad, al UNO en definitiva, (6+4=10; 1+0=1), que expresaría el fin de un ciclo o cierre del anillo relacionado con antiguas correspondencias numéricas a las que simplemente apuntamos.

Esta interpretación es una de las tantas sugeridas según las combinaciones numéricas empleadas, sobre todo con las referidas a las cifras 5, 7 y 9 solapándose unas a otras en divergencias interpretativas sin que podamos llegar a un acuerdo inequívoco, lo que engrandece de alguna manera el simbolismo del juego al considerarse tantas combinaciones numéricas como ejemplos de herméticos conocimientos o de interpretaciones fantasiosas, pasando de ser un mero entretenimiento a basarlo en complejas simbologías iniciáticas.

La interpretación de las casillas y sus pretendidos análisis numerológicos suponen complejos conocimientos matemáticos de múltiplos, submúltiplos, sumas y restas en una oscura relación entre las cifras que acaban por producir todo un desbarajuste mental si hacemos caso a quienes tratan de hallar significados esotéricos. Ejemplos característicos en el juego lo constituyen el puente de la casilla 6, la posada de la 19, el pozo de la casilla 31, el laberinto de la casilla 42, la cárcel de la casilla 52, los dados de las casillas 26 y 53, la muerte de la casilla 58, hasta llegar a la puerta del jardín en la casilla 63. 

Se ha señalado como precedente visual al tablero del Juego de la Oca el supuesto Juego de Mehen. Con su forma de serpiente enrollada se asocia al dios protector Ra durante su noche de viaje al inframundo, según la mitología del antiguo Egipto. Uno de los pocos ejemplares encontrados fue hallado como parte del ajuar mortuorio en la tumba del faraón Huni de la III dinastía para facilitarle, se supone, la lucha contra la serpiente en el mundo de los Muertos. No obstante, no se conoce en realidad su función, ya que al no disponer de marcas en las aparentes casillas no podemos inferir el que fuera un precursor de nuestro juego salvo por su similitud gráfica.

Más interés tienen las consideraciones de Hipócrates (siglo V a.C.), en su concepción médico-antropológica de la naturaleza humana. Hipócrates consideraba al ser humano como una especie de microcosmos, como un todo compuesto por partes y con capacidad autorreguladora. De este modo distinguía en su naturaleza cuatro humores o principios activos relacionados a su vez con las estaciones del año y con cuatro temperamentos (melancólico, flemático, sanguíneo y colérico). Por otra parte, sostenía que la distribución de las edades de la vida se cifraba en periodos de siete años (número sagrado) distribuidos en 9 etapas. De este modo alcanzaríamos el número 63, tal y como se ha consolidado en nuestro famoso juego.

El Juego de la Oca es, pues, una alegoría de nuestra existencia, un recorrido con dificultades, premios y castigos a modo de una metáfora de la vida.

Las interpretaciones sobre el origen y la simbología que subyace en el Juego de la Oca son tan variadas, a la par que inverosímiles o incongruentes en su mayor parte, que afortunadamente no se ha alcanzado un consenso generalista debido a su amplio abanico de interpretaciones.

En esta primera entrada hago referencia a algunas de las sugeridas interpretaciones más conocidas sobre el itinerario que simboliza el recorrido hasta el paraíso representado por la Oca. Obviamente, ninguna de estas interpretaciones agota la significación del juego ni su simbolismo asociado a pesar de los numerosos intentos de desciframiento de sus signos.

Distintas culturas y tradiciones, como en los druidas y en algunas tradiciones chamánicas, se considera a la oca como un animal sagrado que guarda relación con fuerzas o espíritus invisibles. Los Aláis, pueblo nativo turco que se asienta en la República de Altái en Rusia, dispersos también en Mongolia y en regiones de China, en el ritual que practican sobre el sacrificio del caballo, el chamán trata de perseguir su alma montado en una oca. La oca ha estado desde antiguo asociada a las mancias como guías y mensajeras y conocedoras de los caminos de ida y de vuelta.

Tradiciones hindúes consideran también a la oca como animal sagrado. A Brahma, dios creador del universo y miembro de la tríada junto a Visnú (el dios preservador) y Shiva (el dios destructor), se le representa tradicionalmente con cuatro cabezas (símbolo de la sabiduría, con un recipiente con agua en sus manos usado para crear vida, un collar de cuentas para llevar el registro del tiempo del universo y una flor de loto). Se le representa montado en una oca con la que vuela por el universo.

En el mundo grecorromano también se atribuye a las ocas la facultad de ser anunciadoras de un peligro inminente, y por tanto protectoras. Las ocas fueron consideradas desde antiguo como guías sagradas enviadas por los dioses a la tierra.

El disco de Festo

Algunos estudiosos creen hallar una relación de similitud con el Juego de la Oca al conocido por el Disco de Festo (Phaistos o Faistos) en un sentido laberíntico e iniciático y por su similitud gráfica. Se trata de un disco plano de arcilla cocida donde se encuentran impresos una serie de signos incrustados con punzones cuando la arcilla se encontraba blanda y antes de cocerla.

Las dos caras del disco de Festo

Este objeto de arcilla cocida lo encontró el arqueólogo italiano Luigi Pernier en 1908 en las ruinas del antiguo palacio de Festos en la isla de Creta, dando lugar a variadas interpretaciones.

La conocida como cultura minoica o cretense hace referencia a la civilización prehelénica desarrollada en la isla de Creta, al sur de Grecia, entre los años 3.000 y 2000 a.C, y cuya denominación se debe al legendario rey mitológico Minos, quien engrandeció la cultura cretense. Se trata de la primera gran civilización mediterránea europea gracias a su excelente posición para desarrollar actividades comerciales y a lo que se unía su clima suave.



Ruinas del Palacio minoico en Creta

Se ha apuntado la hipótesis, al ser los cretenses grandes comerciantes, de que el disco fuera una especie de documento comercial, no de forma textual, sino en el sentido de interpretar sus símbolos como objetos relacionados precisamente con el comercio, a modo de lista de tareas o de calendario anual portátil que daría información precisa a aquellos comerciantes con los que trataban.

Se ha interpretado también como una especie de calendario-juego con disposición discoidal en espiral y de controvertida interpretación no resuelta del todo y con una fabulosa e indemostrable relación con el juego de la Oca, salvo su semejanza gráfica. Su consideración como calendario se basa en las 31 casillas de una de las caras y de 30 en la posterior, de lo que se conoce confirmación arqueológica desde el primer milenio a.C.

No obstante, y que sepamos, no existe ninguna prueba indiscutible y convincente sobre las propuestas de desciframiento o de interpretación de este extraordinario disco. Tampoco se descarta la teoría de encontrarnos ante una falsificación, como argumentó el Dr. Jerry Eisenberg en la Review of Ancient Art & Archaeology, Minerva (2008).

Palamedes y el Juego de la Oca


Hay una teoría en la que se basan y dan crédito algunos estudiosos donde sostienen que el Juego de la Oca, al igual que el del ajedrez, lo inventó Palamedes (hijo del rey de la isla de Eubea y sobrino de Poseidón), personaje que participó en la controvertida Guerra de Troya, al que se atribuye también el invento de los juegos de dados. Argumentan también que Palamedes inventó este juego en su intento de resolver en parte la holgazanería de los sitiadores de Troya y alimentar la moral de las tropas para evitar las consecuencias nefastas a nivel militar. La forma supuestamente circular de las edificaciones troyanas pudo haber inspirado a Palamedes, según esta estrafalaria teoría, a considerar la espiral de las rutas de los gansos en una especie de recorrido laberíntico cuyo objetivo final estaba sujeto a obstáculos y retrocesos antes de alcanzar la ansiada meta. Aparte de atribuir a Palamedes la invención de los juegos de azar también se le adjudica ser el inventor de la balanza, así como un experto en el conocimiento del modo de orientarse y en el cálculo de las distancias, tan importante en la navegación marítima. También pronosticó una peste y la forma de combatirla.

Rembrandt - Palamedes ante Agamenón (1624)

Se ha señalado también la relación de la oca con la llamada alectomancia, una de las formas de adivinación y de presagiar el futuro. Para ello, se ponía un gallo (sustituido a veces por una oca) en medio de un círculo donde se dibujaban 24 casillas correspondientes a las 24 letras del alfabeto griego antiguo. En cada casilla se depositaba un grano dejando que el gallo eligiera y consumiera grano por grano anotándose la sucesión de letras que serían traducidas en palabras dando respuesta a la pregunta inicial.

Los Templarios, el Camino de Santiago y el Juego de la Oca

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, conocida de forma abreviada como la Orden del Temple, fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns tras la primera cruzada. Pero fue en el año 1129 cuando se aprobó oficialmente su creación en el Concilio de Troyes. La Orden de los Caballeros Templarios se formó para defender a los peregrinos que acudían a los Santos Lugares en Palestina. Se mantuvo activa aproximadamente durante dos siglos. Estos monjes-soldados comenzaron protegiendo a los peregrinos hacia Jerusalén, aunque fueron progresivamente ampliando su radio de acción por Europa con principal referencia simbólica al Camino de Santiago.

La palabra peregrino aparece por primera vez en nuestra lengua en los poemas de Berceo, en la primera mitad del siglo XIII, para denominar a los cristianos que viajaban a Roma o a Palestina para visitar los lugares sagrados. De estos peregrinos surgirá posteriormente la idea de las Cruzadas, enviadas para reconquistar los lugares que los cristianos consideraban sagrados y que estaban en poder de pueblos de otras religiones.

Los Templarios eran los guardianes de los Lugares Santos de Jerusalén, así como de los caminos que conducían a los mismos. Esta labor de custodia se extendió progresivamente al Camino de Santiago, por entonces aún en manos de los musulmanes en muchos de sus tramos en la Península Ibérica.

Existe una amplia literatura donde se sostiene que el Juego de la Oca, es un mapa simbólico cifrado del Camino de Santiago, donde los templarios, a través de su vinculación con el gremio de los constructores y maestros canteros, marcaban con determinados signos los lugares que consideraban poseían determinada significación: iglesias, catedrales, puentes o castillos defensivos. Esta especie de jeroglífico simbólico solo era conocido por los iniciados de la Orden, permitiendo su entendimiento a todos los caballeros de la misma independientemente de su procedencia.

El juego de la oca no fue inventado por los templarios y su relación con el camino se basa en señalar su paralelismo en el sentido de un viaje simbólico, al margen de que se trate de una especie de mapa criptográfico de ida y vuelta, idea que ha prosperado y que se da por cierta.

Los templarios, con la ayuda de los constructores y maestros canteros, han dejado huellas simbólicas a lo largo del camino a través de la simbología vinculada con el juego de la Oca (espirales, laberintos, pozos...) que muchos autores creen identificar en topónimos, catedrales, edificios, castillos e iglesias.


El trayecto a Compostela se considera, pues, un camino iniciático independientemente de donde se venga. El peregrino no es propiamente un viajero, sino alguien que emprende el camino, ya sea a Compostela o a otros lugares considerados sagrados, movido por un deseo de purificación interior que incluye una promesa o una acción de gracias. 

La ruta jacobea proporcionó a los templarios grandes beneficios económicos, pues al margen del fervor religioso de los peregrinos que querían contemplar las controvertidas reliquias de los diferentes lugares que recorrían, tenían que pernoctar en albergues, hospederías, encomiendas u hospitales, lo que iba en beneficio de la Orden, que ya ostentaba un enorme poder,  hasta que se decidió la supresión de la misma en el Concilio  de Vienne en el 1312.

Tras la disolución de la orden, el Temple resurgió secretamente a través de logias y sociedades secretas relacionadas con otras ya existentes: rosacruces, cátaros, francmasones... o diseminados en órdenes militares como la de Calatrava, Monfragüe, Montesa, Alcántara o Santiago.

Otra de las hipótesis interpretativas sobre el juego de la Oca en relación a los templarios  se refiere a la creencia de que fueron ellos siglo XII quienes utilizaron las conchas del nautilus (molusco cefalópodo que habita en una concha de forma de espiral formada por cámaras separadas por tabiques) como juego con significado esotérico al corresponder el número 63 con las oquedades que quedan en el corte del nautilus por la mitad al dividir a este cefalópodo en dos. En estos espacios, dicen los que sostienen esta incongruente teoría, los iniciados dibujaban mensajes criptográficos, algo que, de ser así, supondría una capacidad y agudeza visual asombrosa. 


Hay estudiosos que sostienen convencidos, en su desbordante imaginación, que la concha del nautilus pudo usarse como tablero de juego y ser origen del Juego de la Oca, juego practicado por antiguos marineros. Se afirma también que dicho juego ya existía hace cuatro mil años con sentido iniciático y laberíntico y con relación numérica con calendarios lunares.
 
Grabado de Bartolomeo Pinelli (1781-1835)

Para no alargar en demasía esta entrada del blog, ampliaré más adelante la relación del Camino de Santiago con el Juego de la Oca, así como las primeras muestras de este juego en la corte española en tiempos de Felipe II; su relación con el tratado de Filosofía cortesana (1587) de Alonso de Barros y con los cinco libros que integran el Codex Calixtinus (mediados del siglo XII) conservado en la catedral compostelana, así como su relación con las aucas (ocas), conocidas también como aleluyas dentro del ámbito preferentemente catalán, así como diversas reproducciones o ejemplos del juego.

©Antonio Lorenzo

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