La oca ha sido considerada desde antiguo como un animal sagrado, guía para los humanos, depositaria simbólicamente de la sabiduría y asociada a mitos entre los egipcios, hindúes, el mundo grecorromano y en la cultura céltica.
El tablero de la Oca se interpreta a modo de guía simbólica y encriptada del Camino de Santiago, tanto de ida como de vuelta. Una especie de trayecto iniciático orientado por la Vía Láctea o el Camino de las Estrellas hacia el Finis terrae, considerado como el punto más occidental del mundo conocido en la época romana. Su recorrido se ha asociado con las casillas del juego, con distintas etapas y con significativos lugares.
El Camino de Santiago y el Codex Calixtinus
Según la tradición, el apóstol Santiago el Mayor predicó el cristianismo en la península ibérica, aunque parece ser que sin mucha aceptación. La leyenda sostiene que Santiago fue martirizado (decapitado) en Jerusalén tras su regreso de Hispania hacia el año 44, pocos años después de la muerte de Jesús. Sus restos fueron llevados de nuevo a Galicia en un barco de piedra y sin timón alcanzando la costa gallega en Iria Flavia, junto al Padrón actual, siendo enterrado en el interior.
El descubrimiento en el siglo IX del supuesto sepulcro de Santiago el Mayor por Teodomiro, el obispo de Iria Flavia y fundador de Compostela, contribuyó a que el rey Alfonso II de Asturias ordenara erigir un santuario declarando a Santiago como patrón de España y protector del controvertido concepto de la Reconquista por los historiadores.
Lápida sepulcral del obispo Teodomiro hallada en una excavación en 1955 |
Esta inverosímil leyenda logró adquirir una gran repercusión cultural, religiosa y política en los siglos siguientes, convirtiendo a Campus Stellae, Campo de la Estrella o Compostela en uno de los tres principales destinos de peregrinación de la cristiandad, junto a Roma y Jerusalén.
La catedral de Santiago, destruida por Almanzor, fue reconstruida entre 1078 y 1124 como espléndida muestra del estilo románico al igual que la basílica de San Isidoro de León como máximos exponentes de dicho estilo.
A partir de la invención de la tumba del apóstol, y con la ayuda de los maestros constructores, se construyeron una serie de edificios religiosos o profanos donde se argumenta que los templarios fueron dejando patente sus conocimientos en forma de códigos ocultos mediante señales y signos, siendo el más célebre de ellos la huella de la pata de oca en forma de Y.
Tras el fantasioso descubrimiento del supuesto sepulcro del apóstol Santiago a principios del siglo IX, Compostela se convirtió en destacado punto de destino de peregrinación, favorecido por los reyes y los nobles de los pequeños reinos cristianos, donde el fervor religioso iba acompañado además de una importante fuente de riqueza y de propaganda del lugar. Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León, a principios del siglo XI, tuvieron a bien destacar el que la ruta de peregrinación principal, lo que se conoce como el Camino Francés, se convirtiera en un reclamo religioso, cultural, propagandístico y comercial, ocasionando pingües beneficios.
Favoreció a todo ello el manuscrito más famoso conocido como el Codex Calixtinus, de mediados del siglo XII que se conserva en la catedral compostelana. El famoso y singular códice fue robado el año 2011 por un electricista que estuvo al servicio de la catedral y que estaba enemistado con el deán por haber sido despedido. La búsqueda se prolongó aproximadamente durante un año hasta que afortunadamente se encontró envuelto en un paño y rodeado de basura, aunque en perfectas condiciones, en un garaje del ladrón. Este sonado y mediático robo ha sido inspirador de escritos y novelas dando pie a numerosas conjeturas.
El Codex Calixtinus se compone de 225 pergaminos distribuidos en cinco libros y dos apéndices. En el libro IV se recoge la fantasiosa leyenda donde se detalla cómo el apóstol Santiago se le apareció por tres veces en sueños a Carlomagno indicándole ser el elegido para liberar a Galicia de los sarracenos y mostrándole el camino de estrellas que debía seguir, iniciando de este modo el Camino de Santiago. El libro V es el más divulgado, ya que se trata de una extensa guía del Camino Francés donde se detallan las poblaciones, las costumbres y los santuarios de aquellos lugares por los que discurre el itinerario y donde se incluyen también advertencias de los peligros con los que se podía encontrar el peregrino y consejos para recorrerlo.
De los juegos al aire libre a los juegos de mesa
El éxito iniciático de tan sugerente juego se ha relacionado también con los antiguos sistemas adivinatorios que acabaron convirtiéndose en juegos infantiles, aunque los reseñados a continuación se practicaran al aire libre. El Juego de la Taba, tan popular entre los adolescentes en un pasado reciente, guarda relación con la astragalomancia; el Juego de la Rayuela, como resto de un antiguo sistema adivinatorio de carácter médico; el Juego de la Peonza, recuerda modos adivinatorios de la astrología o el Juego de Bolos, asociado a prácticas adivinatorias de carácter amoroso.
Aún hoy resulta difícil evaluar si en estos juegos de azar practicados por el mundo infantil predomina la suerte o la habilidad o bien una combinación de ambas. El hueso de la taba posee cuatro caras y al lanzarla al aire, a modo de dado, puede caer por la mayor, denominada carne o suerte; la menor, llamada culo, o las dos laterales: hoyo y tripa, nombres que varían según la zona de que se trate.
La rayuela, conocida también como truque o tanga, representa también un camino simbólico entre la tierra y el cielo. Dante Alighieri, en La Divina Comedia, nos habla de un personaje que antes de llegar al Paraíso ha de recorrer previamente 9 mundos teniendo que saltar de casilla en casilla a la pata coja y empujando a la vez una piedra que representaba su alma, y con extremo cuidado de que la piedra no se parara en ninguna línea, pues no se contemplan fronteras entre el cielo y la tierra.
La peonza es otro de los juegos donde se simboliza el sistema de fuerzas que la permiten girar según el centro de gravedad alcanzado y que marca la duración de su giro describiendo círculos en el suelo hasta que acaba cayendo. De ahí la importancia que también adquiere la cuerda para enrollar el cuerpo de la peonza y para que dure más su giro. Mediante este juego se trata de sacar una moneda o una chapa de un círculo, dibujado previamente, moneda que se ofrece como premio a quien logre sacarla.
A diferencia de estos juegos desarrollados al aire libre, el Juego de la Oca, antes de pasar a recogerse en un tablero, como lo conocemos, pudo tener en sus orígenes esta misma consideración de juego al aire libre o como recuerdo del mismo, pues la considerada última casilla nos conduce como puerta de entrada a un hermoso jardín con toda la simbología asociada al mismo.
Alfonso X el Sabio y los juegos de mesa
En pleno siglo XIII Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León (1275-1284), fue el impulsor de dos grandes crónicas: la Estoria de España (o Primera Crónica General) y la General Estoria. Aparte de estas y otras importantísimas contribuciones promovió también la traducción de textos del árabe y latín. Una de sus últimas contribuciones es la que lleva por título Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio. Este manuscrito, más conocido como Libro de los juegos, se conserva actualmente en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). A lo largo de sus 98 páginas y de sus 150 magníficas ilustraciones en color, se repasan los juegos más practicados en su reino donde se distinguían aquellos juegos propios de la nobleza, de las damas o los clérigos donde se incluían los deportivos-caballerescos, como la caza o el ajedrez y las tablas, de aquellos practicados por los estratos sociales de más baja condición, donde se incluirían los juegos de dados y los juegos de azar en general en un producto de celebrado proceso intercultural.
La importancia añadida del Libro de los juegos (comenzado y acabado en Sevilla) es que se trata de un manuscrito datado en el colofón que clausura el texto, que permite establecer el final del mismo el año 1283, apenas un año antes de la muerte del monarca. Se considera la obra más antigua conservada sobre las reglas del ajedrez con sus distintas modalidades y formas de juego.
Las tres primeras secciones en que está dividido el Libro de los juegos, se ocupan del ajedrez, de los dados y de las tablas; las tres siguientes recogen variantes del juego del ajedrez conocidas como el Juego del alquerque, cuyas tres variantes según el número de fichas de cada jugador (de tres, nueve o doce) considerados precedente del conocidos juego de Las tres en raya y el Juego de damas. En estos juegos, recogidos en el espléndido manuscrito medieval, se amalgaman interpretaciones cosmográficas y lúdicas, todo ello acompañado de una coloreada miniatura donde se nos muestran variados personajes pertenecientes a diversos estamentos sociales.
Ejemplo de la miniatura del juego del alquerque del IX recogida en el Libro de juegos a la que sigue la representación del juego grabados en piedra y conservados en edificios religiosos de la época románica
Otro de los juegos reseñados, aparte de los dedicados a los dados y el ajedrez, se refiere al Tablero astronómico donde al comentar la resolución de las jugadas se tuvieron en cuenta como materiales de consulta los ya recogidos en las compilaciones de la década de 1270: información sobre los planetas, constelaciones y signos del zodíaco.
Estos juegos se plasman de forma figurativa en las imágenes que aparecen en el Libro de los juegos, donde a través de ellos se recogen predicciones astrológicas que recogen visualmente anteriores escritos árabes sobre astrología
El tablero de este juego astronómico consta de siete lados, ya que son siete los jugadores con un solo dado y donde participa asociado cada uno a su planeta con doce tantos. Dentro del tablero se encuentran ocho círculos que representan a los ocho cielos y dentro del octavo círculo aparecen los doce signos del zodiaco. A su vez, dentro de los ocho círculos encontramos cuatro círculos que simbolizan los cuatro elementos.
En la figura reproducida más arriba aparecen personificados los siete planetas alrededor de un tablero de ajedrez heptagonal donde el sol ocupa la posición privilegiada en la parte alta de la tabla que viene a identificarse con el propio rey Alfonso como el rey Sol mientras que los planetas se distribuían en torno a él al igual que sus colaboradores.
En esta otra miniatura del juego astronómico de las tablas, aparece también un tablero poligonal de siete lados y siete jugadores presididos por el propio Alfonso X. El tablero se divide por siete líneas radiales y al lado de cada una se agrupan las fichas de cada jugador, siendo cada una de ellas del color de un planeta: el rey Alfonso tiene las fichas amarillas (el sol), a su derecha se suceden las de Venus (violeta), Mercurio (rayas de diversos colores), y Luna (blanco); a su izquierda Marte (cobrizo), Júpiter (verde) y Saturno (negro).
A través de estos juegos, en definitiva, se trataba de simbolizar el funcionamiento del cosmos según quedaba registrado en los viejos sistemas astrológicos helenísticos favorables a la creencia en la predestinación de los astros.
Hay que destacar la gran importancia del contexto histórico-cultural de este tratado del siglo XIII sobre la evolución de estos juegos, entre los que no podemos incluir, obviamente, al Juego de la Oca, pero sí señalar cómo en los juegos de azar de plena Edad Media en España ya se interpretaba de alguna forma la simbología planetaria en el juego del Tablero astronómico. La atribuida variada simbología esotérica sobre el Juego de la Oca que pasa por aspectos alquímicos, masónicos, astrológicos, tántricos, representaciones de la Vía Láctea, marcas criptográficas, etc., no dejan de ser expresiones particulares de una imaginación abierta a la consideración de lo simbólico, esto es, algo que puede admitirse, pero que afortunadamente no agota, su explicación significativa. La función de los juegos, en general, solo puede abordarse desde una plurivalencia interpretativa sin que podamos inferir un único sentido a los mismos.
Fue a través de una Real Cédula que expidió Felipe II el año 1591 donde se reclamaban los libros que pertenecían el patrimonio literario de la corona y que se hallaban custodiados en la entonces Capilla Real de Granada. Es en dicha capilla donde se custodiaba el Libro de los juegos, siendo trasladado felizmente a su ubicación actual en la biblioteca escurialense.
No deja de resultar curioso el interés mostrado por Felipe II por patrimonializar esos documentos y ordenar su traslado a su nuevo emplazamiento si tenemos en cuenta, sobre todo, los años transcurridos entre la fecha de finalización del libro y su real reclamación: ¡cifrados en 308 años!
El patolli, juego de azar precolombino
El llamado Patolli, es un juego de azar y de estrategia practicado en la América prehispánica sobre un tablero en forma de cruz diagonal dividida en casillas Como fichas se usaban los "patollis", que es como se denominan a los fríjoles rojos más pequeños, y de ahí el nombre dado al juego.
En dicho juego se han encontrado coincidencias con elementos claves de la cosmogonía nahua. Por ejemplo: su ciclo del tiempo se basa en una medida de 52 años que corresponde con el número de casillas del juego. A su vez, se desarrolla en cuatro puntos cardinales y con cuatro jugadores en un tablero de cuatro extremos.
A la llegada de los españoles ya se jugaba el patolli en México, ya que figura en los códices y escritos de los cronistas, como en el Códice Magliabecchi (siglo XVI), donde se describe como un juego de azar.
Este juego y su significación simbólica es un ejemplo más de cómo los juegos de azar y de estrategia contenían interpretaciones más allá del juego en sí, antes de pasar a convertirse en un juego de simple entretenimiento infantil, tal y como se conoce actualmente al juego de la Oca.
Expansión del Juego de la Oca como juego impreso
El origen del juego de la Oca es incierto, aunque los primeros indicios conocidos como juego de mesa se sitúan en la Italia del siglo XVI, antes de extenderse por toda Europa.
La primera referencia impresa sobre el juego de la Oca, al menos tal y como lo conocemos, proviene del regalo que el mecenas italiano, Francisco I de Médicis (1541-1587), Gran Duque de Toscana, regaló a Felipe II un Tablero y dados del juego, identificado como el juego de la Oca, que vino a sustituir durante un tiempo al más conocido juego del ajedrez constituyendo un preciado regalo intercambiado entre los nobles y muy practicado en las Cortes europeas tras su rápida aceptación.
Este regalo no está verificado ni se conserva ningún ejemplar del mismo. Este dato tan repetido solo se recoge a través de una fuente posterior: el libro Il giuoco de liscacchi, de Pietro Carrera, publicado en Militello (Italia) en 1617. En él se dice que Francisco I de Medici había regalado a Felipe II un juego titulado Il Nuovo e molto dilettevole giuoco dell'oca (Nuevo y muy divertido juego de la oca), aunque sin proporcionar la fecha, lo que ha dado pie a distintas especulaciones.
Parece razonablemente admisible que la evolución del Juego de la Oca pasase de practicarse como un juego al aire libre a consolidarse dibujado en forma de tablero, ya fuera al principio en pergamino y posteriormente en papel. El éxito alcanzado por este juego a través de una lámina impresa extendida en la mesa y con variadas ilustraciones en sus casillas se expandió por muchos países. Así, en francés se conoce como Jeu de l'oie, en inglés por The Royal Game of Goose, en italiano por Gioco dell'Oca o en portugués como Jogo do ganso o Jogo da Glória, por citar algunos.
En una posterior entrada añadiré datos entresacados de la Filosofía cortesana moralizada (1587) de Alonso de Barros, obra compuesta por un libro que iba acompañado por una lámina del juego de la oca que se daba por perdida, pero de la que afortunadamente se ha encontrado copia en el British Museum de Londres. A su vez, comentaré también la evolución impresa del juego a lo largo del tiempo.
©Antonio Lorenzo
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