Ilustración del Romancero pintoresco (1848) |
El Romancero del rey Rodrigo, basados en diversos episodios de su leyenda, se conoce desde la primera mitad del siglo XVI bajo una primera forma de pliegos sueltos. Los romances más antiguos y conocidos derivan de la Crónica sarracina de Pedro del Corral, quien, a modo de novela en prosa detalla lo más conocido de la leyenda del rey godo de una forma dispersa, como la famosa seducción de Florinda o la Cava y la pérdida del reino debido a la considerada traición del conde don Julián, padre de la Cava, lo que facilitó el ingreso de las tropas musulmanas tras la derrota en la batalla de Guadalete. Su lamento por la perdida y su deseo de regresar a la batalla, ya fuera para vencer a sus enemigos o morir, fue una decisión de la que le apartó un ermitaño.
Manuscrito del siglo XI conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid con Rodrigo y Tariq |
Blanco y Pérez, Bernardo (1828-1876) - Don Rodrigo arengando a sus tropas antes de la batalla de Guadalete (óleo de 1871) |
El resumen más significativo de un Rodrigo penitente deriva del relato de Pedro del Corral, aunque de forma sintética, ya que en el romance no aparece que Rodrigo se encuentre con dos ermitaños y con el obispo de Viseo (Portugal). En el romance solo aparece un ermitaño y un primer encuentro con un pastor.
Este romance, de indudable estilo juglaresco, se ha ido tradicionalizando ya que se conocen muestras modernas trasmitidas en versiones orales que han ido desechando o incrementando pormenores que se emparentan indudablemente con el romance juglaresco. En el paso de un romance de carácter narrativo a sus versiones tradicionales orales, destinadas al canto de forma abreviada, se aprecian las variantes de la culebra que le come "por la parte que todo lo merecía", donde en las versiones modernas recogidas oralmente se ha consolidado en la memoria a través de los más conocidos versos alusivos a la culebra: "ya me comen, ya me comen, por do más pecado había", a modo de figura retórica con sentido figurado,
Después que el rey don Rodrigo a España perdido había,
íbase desesperado por donde más le placía.
Métese por las montañas, las más espesas que había,
porque no lo hallen los moros que en su seguimiento iban.
Topado ha con un pastor que su ganado traía,
díjole: --¿Dime, buen hombre, lo que preguntar quería:
si hay por aquí poblado o alguna casería
donde pueda descansar, que gran fatiga traía?--
El pastor respondió luego que en balde la buscaría,
porque en todo aquel desierto sola una ermita había
adonde estaba un ermitaño, que hacía muy santa vida.
El rey fue alegre de esto por allí acabar su vida.
Pidió al hombre que le diese de comer, si algo tenía.
el pastor sacó un zurrón, que siempre en él pan traía;
diole d`él y de un tasajo que acaso allí echado había
El pan era muy moreno, al rey muy mal le sabía;
las lágrimas se le salen, detener no las podía
acordándose en su tiempo los manjares que comía.
Después que hubo descansado por la ermita le pedía;
el pastor le enseñó luego por donde no erraría.
El rey le dio una cadena, y un anillo que traía:
joyas son de gran valer que el rey en mucho tenía.
Comenzando a caminar, ya cerca el sol se ponía,
llegado es a la ermita que el pastor dicho le había.
Él, dando gracias a Dios, luego a rezar se metía;
después que hubo rezado para el ermitaño se iba;
hombre es de autoridad, que bien se le parecía.
Preguntóle el ermitaño cómo allí fue su venida.
El rey, los ojos llorosos, aquesto le respondía:
--El desdichado Rodrigo yo soy, que rey ser solía.
Vengo a hacer penitencia contigo en tu compañía;
no recibas pesadumbre por Dios y Santa María.--
El ermitaño se espanta, por consolallo decía:
--Vos cierto habéis elegido camino cual convenía
para vuestra salvación, que Dios os perdonaría.--
El ermitaño ruega a Dios por si le revelaría
la penitencia que diese al rey que le convenía.
Fuéle luego revelado de parte de Dios un día
que le meta en una tumba con una culebra viva
y esto tome en penitencia por el mal que hecho había.
El ermitaño al rey muy alegre se volvía:
contóselo todo al rey cómo pasado lo había.
El rey de esto muy gozoso luego en obra lo ponía;
métese como Dios manda para allí acabar su vida.
El ermitaño muy santo mírale el tercero día.
Dice: --¿Cómo os va, buen rey? ¿Vaos bien con la compañía?
--Hasta ahora no me ha tocado porque Dios no lo quería.
Ruega por mí, el ermitaño, porque acabe bien mi vida.--
El ermitaño lloraba, gran compasión le tenía;
comenzóle a consolar y esforzar cuanto podía.
Después vuelve el ermitaño a ver si ya muerto había;
halla que estaba rezando y que gemía y plañía
Preguntóle cómo estaba: --Dios es en la ayuda mía;--
respondió el buen rey Rodrigo: --La culebra me comía;
cómeme ya por la parte que todo lo merecía,
por donde fue el principio de la mi muy gran desdicha.--
El ermitaño lo esfuerza, el buen rey allí moría.
Aquí acabó el rey Rodrigo, al cielo derecho se iba.
No faltan tampoco falsos cronicones ni pseudo profecías sobre la vida del rey Rodrigo recogidos a mediados del siglo XVI, como la Historia verdadera del rey don Rodrigo, publicada en dos partes (la primera en 1592 a la siguiente en 1600) por el médico morisco granadino Miguel de Luna, falsario traductor de un supuesto manuscrito conservado en la biblioteca de El Escorial donde se anunciaba la destrucción de España y de los que solo se salvarían unos pocos escogidos desde la Cueva de San Ginés en Toledo y que actuarían como simiente para la repoblación. La obra obtuvo tanto éxito que se tradujo al francés, al italiano y al inglés. En ella se enaltece como ejemplo de buenos gobernantes a los árabes y se denigra a los visigodos. Fue también uno de los supuestos descubridores y traductores de los llamados "Plomos del Sacromonte", que carecen de rigor histórico y que darían pie a la elaboración de un relato novelesco de singular atracción y que han sido ampliamente estudiados, entre otros, por el eminente don Julio Caro Baroja en Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España), edición del Círculo de Lectores, S.A., 1991.
La leyenda del rey Rodrigo y la pérdida de España ha sido todo un referente y fuente de inspiración para todo tipo de autores. Los románticos del siglo XIX utilizaron como fuente creativa personal lo que entendían como los temas nacionales en el sentido de tender puentes continuos e ininterrumpidos entre la imaginada historia de un pasado nacional y de sus héroes desarrollando estéticamente el patriotismo de sus lectores o espectadores.
La evolución tanto de la leyenda y del Romancero acabó desarrollándose y tomando forma en el drama histórico español adaptando multitud de formas y alterando o modificando episodios que pueden rastrearse en Lope, Tirso o Calderón.
Entre los muchos autores que se inspiraron en la leyenda de la pérdida de España me detengo solamente en la obra de uno de los más representativos del siglo XIX, como el prolífico poeta y dramaturgo don José Zorrilla (1817-1893). El autor del famoso drama romántico Don Juan Tenorio escribió también una tragedia en un acto con el título de El puñal del godo, en relación directa con la leyenda del rey Rodrigo. El argumento se desarrolla en la cueva de un ermitaño en un paraje portugués cerca de la ciudad de Viseo, donde se había refugiado y disfrazado don Rodrigo tras su derrota de la batalla de Guadalete, lo que condujo a la consiguiente pérdida de España según la antigua leyenda. Entre otras vicisitudes Rodrigo quiere de nuevo regresar a España para seguir luchando contra los musulmanes. El noble godo llamado Theudia, que también había huido del dominio musulmán, acabó dando muerte con un puñal al traidor conde don Julián, que apareció también por allí.
Aportaciones sobre la Reconquista en los estudios hispánicos medievales
La renovación de los estudios sobre la historia medieval española viene aportando nuevas perspectivas sobre importantes aspectos, como el tan traído y llevado concepto de la Reconquista. El Romancero sobre el rey Rodrigo y la pérdida de España es la última etapa del proceso donde confluyen todos los caminos de la formación de la leyenda (árabe, mozárabe, cristiano erudito o cristiano popular) convirtiéndose en unas manifestaciones que busca entretener y no detenerse en la noción de la controvertida unidad de los reinos de España, del origen de la también discutida noción de la reconquista como recuperación de lo perdido o del propio concepto de nación española. La idea de reconquista dura nada menos que 800 años hasta la unificación de los Reyes Católicos, cuando en realidad el conflicto entre cristianos y musulmanes representa solo un aspecto dentro de un período mucho más complejo. Es un claro ejemplo de reinterpretación ideológica y propagandística del nacionalcatolicismo español a modo de una reconstrucción de una España católica y unificada bajo un solo rey una sola fe tras la unificación de los reinos de Castilla y Aragón bajo los reyes católicos. No hay que confundir la unificación con la unidad, algo que se ha tenido muy poco en cuenta a la hora de considerar la Reconquista como ejemplo de la unidad española.
La historiografía tradicional apuesta por la invasión musulmana que vino a destruir lo que se consideraba que era un reino unificado bajo una monarquía monárquica y católica con un fuerte "arraigo nacionalista" de la población. Las nuevas perspectivas aportadas por la historiografía medievalista, con especial atención, entre otros, a los trabajos de Alejandro García Sanjuán: La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado (Marcial Pons Historia, 2013), o el estudio del profesor José Álvarez Junco: Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX (Madrid, Taurus, 2001) examina con especial atención todo lo precedente y relativo al controvertido concepto de nación y al criterio de la Reconquista como lucha de "liberación nacional" frente al islam, y añadido en la época franquista como lucha respecto a comunistas, republicanos o masones.
El concepto de Reconquista, como recuperación del territorio hispano que invadieron los musulmanes en el 711, no fue generalizado hasta mediados del siglo XIX, cuando Modesto Lafuente lo utilizó en su Historia General de España, nada menos que tres siglos después de que los Reyes Católicos tomaran Granada.
Las referencias a expresiones de una unidad colectiva tienen arraigo en la llamada Guerra de la Independencia contra el francés entre 1808 y 1814, donde quienes se oponían a Napoleón adquirieron los calificativos de "patriotas", "defensores de lo nuestro y de lo español". Estas expresiones ya guardan una estrecha relación con el sentido generalista de lo propio en un proceso de nacionalización consensuada
España no existía como tal nación en la Edad Media y la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos, ciudad fundada por cierto por los musulmanes, al igual que Badajoz o Almería, no supuso la unificación de España políticamente sino la unión dinástica entre los reinos de Castilla y Aragón.
Las crónicas sobre las que se apoyan los distintos romances, ya sea en pliegos, folletos o por tradición oral, no han de considerarse como obras propiamente historiográficas o de rigor histórico, sino como escritos de tipo anovelado y de entretenimiento para ensalzar a determinados héroes.
En Madrid. Por María de Quiñones. Año 1637 |
Las diferencias sobre la reconquista comienzan desde el propio término. Según estudiosos la palabra reconquista no aparece antes del siglo XVIII para designar el enfrentamiento entre los reinos hispano-cristianos y los árabes. En el propio diccionario de la Real Academia de la Lengua, la acepción de la palabra Reconquista no se incorpora hasta el año 1936 definida como "recuperación del territorio español invadido por los musulmanes y cuyo epílogo fue la toma de Granada en 1492".
La pretensión de otorgar continuidad lineal y unidad a un proceso tan prolongado en el tiempo fue lo que llevó a Ortega y Gasset, en el año 1921, en su España invertebrada a afirmar que no entendía cómo se puede llamar Reconquista a algo que dura ocho siglos. El continuismo lineal que la idea de Reconquista introduce en el análisis historiográfico resulta incompatible con la extrema complejidad de las realidades medievales, y ello es una razón de peso para cuestionar seriamente la validez de este concepto.
En las Cortes gaditanas de 1812 se trató de consolidar un proyecto nacional para todos los territorios, incluidos los de América, llamando españoles tanto a los peninsulares como a los americanos mediante un acuerdo político al margen de connotaciones históricas o culturales definidas, lo que ocasionó disputas entre los propios liberales sobre en qué basar los rasgos comunes de todo ello. Sin entrar en tan interesantes, complejas y resbaladizas disquisiciones, que nos han ido alejando del asunto romanceril, las controversias y discusiones sobre el concepto de nación española se fue desarrollando fundamentalmente a raíz de la quiebra de 1898 y la pérdida del dominio colonial. Seguimos en ello.
©Antonio Lorenzo
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