martes, 7 de junio de 2022

Rodrigo, el último rey godo en el Romancero pintoresco [I]

 

En esta primera entrada traigo a colación algunas de las imágenes que acompañan el Romancero pintoresco, o colección de nuestros mejores romances antiguos, que recopiló Juan Eugenio Hartzenbusch en 1848, editado en Madrid por la editorial de José Ramón Benedicto e impreso en el taller de Alhambra y Compañía. Ello me da pie para detenerme en algunos de los romances incluidos, comenzando por la famosa historia del rey Rodrigo y la pérdida de España.

Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880) es un reconocido autor del siglo XIX que desarrolló una importante labor escritora, siendo autor de discursos literarios, novelas y cuentos, artículos de costumbres, ensayos poéticos y numerosas obras dramáticas, siendo una de las más conocidas Los amantes de Teruel.

La importancia concedida a esta recopilación de 1848 está expresada por Juan Eugenio Hartzenbusch en el prólogo:
[...] El Romancero pintoresco que publicamos, no es un repertorio general de nuestros romances, ni aún siquiera de los de una clase sola: es una colección de los que en el género histórico y caballeresco pasan por mejores y ofrecen más bellos asuntos al lápiz del artista, sin que por eso excluyamos totalmente de la obra los pastoriles y amorosos, Los moriscos alternarán con los históricos y caballerescos de sus épocas respectivas. Con grabados en madera, aunque toscos, se imprimieron desde el principio y siguen imprimiéndose los romances sueltos; con hermosos grabados en madera y bellas litografías han de ir adornados los de nuestra publicación; en esta forma no sabemos que hasta ahora se haya impreso en España ningún romancero. Encomendados los dibujos a excelentes profesores, revisado el texto con escrupulosidad por persona entendida, nos lisonjeamos de ofrecer al público una obra realmente buena, y no nos es lícito dudar de que sea bien acogida como han sido ya otras en que hemos tenido más o menos parte. En esmero y lujo excederá a cuanta hemos publicado nosotros, y aun a cuantas de su género se han publicado en España.
Según las diferentes leyendas sobre don Rodrigo, del que se dice erróneamente, según nuevas investigaciones, que fue el último rey godo (que reinó del año 709 al 711) se produjo la caída de su reino a favor de los musulmanes provocada por la violación del rey a Florinda (La Cava), hija del conde don Julián, gobernador de Ceuta, quien para vengarse franqueó el paso de los moros a la península. Tras ser vencido en la batalla de Guadalete, el reino de Rodrigo fue destruido.

Los romances que recogen estos sucesos son de origen erudito y la mayor parte de ellos de basan en la Crónica sarracina de Pedro del Corral, del siglo XV. El éxito de esta crónica novelesca, muy difundida en manuscritos y por la imprenta del siglo XV, dio lugar a los más conocidos romances sobre Rodrigo.

Pedro del Corral compuso una extensa narración, en torno al año 1430, con la pretensión de ser una crónica de la historia de España desde sus inicios hasta comienzos del siglo XV. Con fantasía desbordada se detiene en el desarrollo de los hechos atribuidos al rey don Rodrigo cuya leyenda abarca en sus tres puntos capitales sus amores con la Cava, la invasión musulmana a raíz de la entrada del monarca en la Cueva de Hércules y finalmente su penitencia tras la pérdida de España. Solo este último punto tiene su origen en la tradición cristiana, siendo los anteriores procedentes de las crónicas árabes.

La figura de don Rodrigo ha inspirado una gran cantidad de romances, leyendas entremezcladas y hasta obras dramáticas. De sus episodios legendarios, uno de los que más ha proliferado es el contenido en el célebre romance donde se narra la violación de la hija del conde don Julián por el rey Rodrigo. Un claro y decisivo antecedente se contiene en la Crónica sarracina, conocida también como Crónica del rey don Rodrigo con la destrucción de España, de Pedro del Corral donde escribe:
Como la Cava era la más fermosa doncella de su casa e la más amorosa en todos sus fechos y el rey la havía buena voluntad, assí como la vio echó los ojos en ella e cómo ella e otras doncellas jugaban, e como la puerta era muy guardosa e cercada de grandes tapias e allí do ellas andaban no las podían ver sino de la cámara del rey, no se guardaban, mas fazian lo que en plazer les venía, assí como si fuesen en sus cámaras. E creció porfía entrellas, desque una vez gran pieza ovieron jugado, de quién tenía más gentil cuerpo e oviéronse a desnudar e quedar en pellotes apretados que tenían de fina escarlata, e parecíansele los pechos y lo más de las tetillas. E como el rey la miraba, cada vegada le parescía mejor.
Todos estos episodios reelaborados dieron origen al ciclo romanceril del rey Rodrigo y como punto de partida para obras posteriores que revitalizaron y adornaron la leyenda.
 
Las leyendas que giran y aglutinan los episodios de don Rodrigo tienen el interés añadido de haberse formado a través de tres pueblos instalados en la península: el árabe, el cristiano y el mozárabe, introduciendo cada uno de ellos elementos de sus propias tradiciones.

Los romances que tratan sobre la historia de don Rodrigo quedan recogidos fundamentalmente en tres episodios procedentes de distintas fuentes y con notables variantes: el referido a la Cueva de Hércules (según se relata en la Crónica del historiador Ahmed-ar-Razi, también conocido como el moro Rasis), la violación de la Cava por el rey Rodrigo y su penitencia tras su derrota en la batalla de Guadalete.

La recopilación de Hartzenbusch solo incluye cuatro romances de este ciclo, siendo el más atrayente y el que me sirve de pretexto para dedicarle una mayor atención, es el referido a la Cava, del que reproduce uno de los variados textos que se conservan de las versiones antiguas del romance (tanto en diferentes cancioneros y pliegos) que tratan de la seducción de la Cava por Rodrigo. Es conveniente recordar que el nombre de Cava ha venido entendiéndose como el nombre propio de la doncella, conviviendo con el de Florinda, aunque se trata de un arabismo coloquial que viene a significar mujer mala o deshonrada.

La versión que aparece en el Romancero pintoresco es la siguiente:


Para contextualizar más la historia de la versión publicada por Hartzenbusch añado este otro Amores trata Rodrigo según la versión juglaresca de la Silva primera, 2ª ed., Barcelona 1550. 

Amores trata Rodrigo:   descubierto ha su cuidado;
a la Cava lo decía    de quien era enamorado; 
miraba su lindo rostro,    miraba su rostro alindado,
sus lindas y blancas manos    él se las está loando;
—Querría que me entendieses    por la vía que te hablo:
darte hía mi corazón,    y estaría al tu mandado.
La Cava, como es discreta,    a burlas lo había echado;
el rey le hace juramento    que de veras se lo ha hablado;
todavía lo disimula,    y burlando se ha excusado.
El rey va a tener la siesta,    y en un retrete se ha entrado;
con un paje de los suyos    por la Cava ha enviado.
La Cava, muy descuidada,    cumplió luego su mandado;
el rey, luego que la vido,    hale de recio apretado,
haciéndole mil ofertas,    si ella hacía su rogado.
Ella nunca hacerlo quiso,    por cuanto él le ha mandado;
y así el rey lo hizo por fuerza    con ella, y contra su grado.
La Cava se fue enojada,    y en su cámara se ha entrado.
No sabe si lo decir,    o si lo tener callado.
Cada día gime y llora,    su hermosura va gastando.
Una doncella, su amiga,    mucho en ello había mirado,
y hablóle de esta manera,    de esta suerte le ha hablado:
—Agora siento, la Cava,    mi corazon engañado,
en no me decir lo que sientes   de tu tristeza y tu llanto.
La Cava no se lo dice;    mas al fin se lo ha otorgado:
dice cómo el rey Rodrigo    la ha por fuerza deshonrado,
y por que más bien lo crea,    háselo luego mostrado.
La doncella que lo vido,    tal consejo le ha dado:
—Escríbeselo a tu padre,    tu deshonra demostrando.
La Cava lo hizo luego,    como se lo ha aconsejado,
y da la carta a un doncel    que de la Cava es criado.
Embarcárase en Tarifa,    y en Ceuta lo hubo levado,
donde era su padre, el conde,    y en sus manos la hubo dado.
Su madre, como lo supo,   grande llanto ha comenzado.
El conde la consolaba    con que la haría bien vengado
de la deshonra tan grande    que el rey les había causado.


Otras versiones de romances conservados donde se narra la violación de la Cava por Rodrigo pueden consultarse a través del siguiente enlace que remite al Pan-Hispanic Ballad Project.


Los nobles solían enviar a sus hijas a palacio para convivir con la realeza y labrarse un futuro apetecible, puesto que solían casarse con los hijos de otros nobles. La imagen que ilustra este Romancero pintoresco es la reproducida a continuación.


La deshonra de la Cava se pone en duda en alguna que otra versión romanceril, versos convenientemente expurgados de las versiones más conocidas. Otras versiones argumentan que fue la joven quien sedujo a Don Rodrigo y que éste logró «yacer con ella» bajo promesa de matrimonio, pero no cumplió lo prometido. Desde un punto de vista "feminista" actual y sin entrar en disquisiciones, esta posibilidad seductora y consentidora de la Cava modificaría en parte la reinterpretación y el sentido general de la leyenda.
Florinda perdió su flor,
el rey padeció el castigo:
ella dice que hubo fuerza,
el, que gusto consentido.
Si dicen quien de los dos
la mayor culpa a tenido,
digan los hombres: la Cava,
y las mujeres: Rodrigo.
Pedro del Corral en su Crónica sarracina escribe:
Un día el rey se fue a los palacios del mirador que avía hecho y anduvo por la sala solo sobre las huertas y vio a la Cava, hija del Conde don Julián, que estava en las huertas burlando con algunas donzellas, y ellas no sabían parte del rey, ca bien se cuidavan que dormía. Y como la Cava era la más hermosa donzella de su casa y la más amorosa en todos sus hechos el rey le avía buena voluntad, assí como la vio echó los ojos en ella. Y como ella y otras donzellas jugavan alçó las faldas pensando que no la veía ninguno y mostró yaquanto de las piernas, y teníalas blancas como la nieve y assí lisas que no es persona del mundo que de ella no se enamorasse. Y como ya era dada la sentencia contra el rey que en su vida fuesse destruida España y el diablo uvo de buscar comienço para que uviesse lugar la destruiçión y andava todavía çerca del rey, quanto más lo viesse a los estrados por le meter en ellos de tal guisa que oviesse lugar de acabar lo que codiciava, ca la natura del diablo no es para fazer bien, antes es para de un mal hazer ciento y del bien tornar en mal, y como se halla la persona mudable más unos tiempos que otros, está presto para llevar su camino.
Resulta significativa la opinión de Corral en el sentido de considerar al demonio a modo de agente intermediario, lo que abre el camino a una sugerente, aunque arriesgada interpretación a modo de pacto diabólico en el enamoramiento de Rodrigo, pacto, tentación o determinismo que puede rastrearse en otros textos donde el protagonista cae en una especie de enajenación mental debido a su mediático enamoramiento repentino

La leyenda sitúa el baño de la Cava en la ciudad de Toledo. Se cuenta que desde un torreón junto al río Tajo Rodrigo veía bañarse a la bella hija del conde don Julián y que si se observa con atención en las noches de luna llena aún puede contemplarse el espectro de la joven.




Este conjunto de leyendas ha inspirado la creación de distintos artistas a lo largo del tiempo, como en esta pintura del alemán Franz Xaver Winterhalter (1805-1873) donde puede observarse a la izquierda de la imagen cómo Rodrigo espía el baño de la Cava

Franz Xaver Winterhalter - El baño de Florinda (año 1853)

Un ejemplo más es este óleo sobre lienzo del pintor jienense Francisco Reigón donde recrea la escena donde se medían los brazos de las jóvenes con un listón amarillo.

Óleo sobre lienzo de Francisco Reigón (1840-1884) - Florinda, hija del conde don Julián, llamada la Cava (1860)

La escena se hace eco de los versos del romance editado en el Romancero pintoresco:
Sentadas a la redonda
la Cava a todas les dijo
que se midiesen los brazos
con un listón amarillo.
Midiéronse las doncellas;
la Cava lo mismo hizo,
y en blancura y lo demás
grandes ventajas les hizo.
Pensó la Cava estar sola,
pero la ventura quiso
que por una celosía
mirase el rey don Rodrigo.

Litografía de Eusebio de Letre entresacada de La Ahambra: leyendas árabes, de M. Fernández y González (1856)

El rey don Rodrigo y la Cava. Litografía de 1871
©Antonio Lorenzo

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