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miércoles, 24 de mayo de 2017

Testamentos burlescos: Apúnteme usted, señor escribano... [I]


Los testamentos burlescos recogen una antigua tradición de corte carnavalesco y de claro sentido paródico. La tradición de los disparates, en su relación con los testamentos en la tradición folklórica, tanto oral como escrita, es muy abundante. Dentro de los testamentos, a los que ya he dedicado algunas entradas referentes a los de animales recogidos en pliegos de cordel, quiero circunscribirme en esta ocasión a una modalidad de testamentos burlescos, como los que recogen versos de inventarios de bienes ciertamente ridículos. La tradición de los mismos es antigua, pues de los testamentos en general ya conocemos antecedentes literarios en los cancioneros de los siglos XV y XVI, e insertos en entremeses y comedias del Siglo de Oro, y propagados y recogidos incluso en nuestros días, lo que engarza con una tradición secular.

En los testamentos poéticos, en general, confluyen variadas tradiciones y en ellos podemos observar diferentes modalidades o aspectos. En un sentido amplio podemos considerar bajo el rótulo de testamentos poéticos:
1. Los testamentos de animales, donde legan partes de su cuerpo a distintos destinatarios (testamentos de la zorra, asno, gallo, etc.)
2. Los testamentos de personas reales, donde se aprecia una clara intención doctrinal o moral.
3. Los testamentos de personajes ficticios, de clara intención satírica y humorística.
4. Los "testamentos de amores", donde predomina el carácter amoroso y sentimental, alejados de la comicidad. Son conocidos por su mayor presencia en los cancioneros de los siglos XV y XVI (Cancionero de Baena, Cancionero de palacio, Cancionero de Estúñiga o en el Cancionero General de Hernando del Castillo.
5. Los testamentos propiamente burlescos (en sus distintas variedades) entendidos como un subgénero de los disparates, por el uso del sinsentido, la parodia y la incoherencia como ejes organizadores del discurso bajo la apariencia de una normalidad lingüística.
Dentro de los testamentos burlescos podrían establecerse algunas modalidades, como los que describen humorísticamente el inventario estrafalario y caótico de ajuares de boda o inverosímiles dotes. Si rastreamos por los cancioneros folklóricos podemos encontrar parecido sentido humorístico en cuartetas sueltas que entroncan con esa tradición secular.

Son numerosas las muestras que podíamos traer a colación, pero me voy a detener en aquellos testamentos que suelen incluir la fórmula Apúnteme usted, señor escribano, fórmula muy repetida en recitados y cantares populares de la tradición panhispánica, como iremos viendo.

El escribano, actual notario, era el encargado de recoger por escrito las últimas voluntades de la persona que veía próxima su muerte, quien recogía las disposiciones testamentarias en las llamadas mandas, llamadas así porque cada párrafo comenzaba con la fórmula legal Ítem mando.

Esta fórmula del apúnteme usted, se ha empleado no sólo como ejemplo de testamentos de inventarios pobres en canciones, sino también en refranes e, incluso, en algún cuento tradicional. 

Un antecedente literario del Siglo de Oro

Entre los ejemplos de testamento burlesco que podríamos citar he elegido uno de ellos donde se aprecia claramente el sentido paródico del mismo.

Francisco Bernardo de Quirós (1594-1668), dramaturgo poco conocido, escribió la comedia burlesca El hermano de su hermana (Madrid, 1656). Se trata de una parodia donde se mantienen los nombres de los personajes épicos, pero con un sentido cómico-burlesco, práctica frecuente en las comedias burlescas donde se ridiculiza a grandes personajes. Traspone los escenarios, se desmitifican los hechos y se ridiculiza a los personajes históricos. Teniendo en cuenta este marco, es el Cid quien lee el testamento de don Sancho
A mi hermana doña Urraca
doy, por miedo del sereno,
un quitasol que no es bueno
sino para hacer la caca;
unas botas de camino
sin capelladas ni cañas;
un pavés con telarañas
que fue del Architiclino,
un caballo regalado
que de Peranzules fue,
que no sabe andar a pie
si no es por un estrado. (vv.1160-71)

 Esta visión paródica de personajes históricos nos presentan al rey y al Cid discutiendo sobre morcillas, buñuelos o rábanos; los moros se nos presentan como excelentes cristianos y se parodian los conocidos romances del Cerco de Zamora  ridiculizando a sus personajes en un intento de inversión, propio del carnaval, utilizando el modelo del "mundo al revés".


En esta primera entrada reproduzco un pliego donde se recoge una muestra del tipo de testamento que nos ocupa. Tras el pliego, y aunque la cita es larga, me ha parecido oportuno por lo que aporta, el copiar lo publicado sobre el "ciego de profesión" aparecido en El Panorama, periódico literario que se publica todos los jueves (Segunda época), Madrid, Imprenta de I. Sancha, 1839.

El pliego recoge, aparte de las "cuatro clases de mugeres que hay en Madrid" el chistoso testamento del hermano a su hermana, reimpreso en Barcelona en 1854.





La popularidad del tema con la fórmula inicial del apúnteme usted llegó incluso a ser interpretado (eso sí, en un español infame) por la actriz Rita Hayworth en la película Los amores de Carmen, que protagonizó junto a Glenn Ford en 1948. También lo encontramos interpretado por Miguel de Molina con el título de Testamento de un gitano, pero de ello informaré en otra entrada.

El ciego de profesión, según el periódico literario "El Panorama" (año 1839)

Hay ciegos de nacimiento: los hay de resultas de enfermedades que les han privado de la vista; los hay finalmente de oficio. De estos hablo, advirtiendo que los ciegos de oficio no necesitan ser ciegos para llamarse tales, si bien muchos lo son.
   El ciego de profesión es un jénero (sic), y todas sus especies de ocupan del entretenimiento o diversión de los que se jactan de tener vista, aunque hasta ahora está por averiguar si es el que ve quien entretiene y divierte al ciego, o este al que le oye o le compra gacetas y romances.
   Preséntase en primer término el ciego de la gaita, con su ancho y sucio morral, su capa taraseada de azul y verde, sus polainas polvorosas, un garrote ferrado y tobusto, un sombrero a lo patrón de España, Bragas y chaqueta de paño que ha sido pardo y ya suele ser rubio; y en cuanto a camisa... dicen sus declinaciones: vocativo caret. Pulsa, mal he dicho, agovia (sic) bajo las encallecidas yemas de los dedos de la mano izquierda el inharmónico y cerdoso instrumento. Empuña con la derecha la tremebunda clava, y entre el dedo del corazón y el inmediato sujeta con una lazada la mugrienta cuerda que va a parar al collar del pequeñp gosque. Síguele a muy corta distancia mofletudo y dsevergonzado rapaz, traza aproximadamente igual a la del protagonista, fuera de la capa: llámase lazarillo. Sujeta sus pulgares lazada rústica en que se ensartan las enormes castañuelas que repica de cuando en cuando, y que son como el zimbel para cazar papamoscas de calle y de balcón, de taberna y de tienda de curioso guantero, de casa modesta y de elegante palacio; porque los papamoscas abundan en todas partes. El ciego de la gaita es perezoso: levántase a las nueve en verano y a las diez en invierno: discurre de plaza en plaza, desde el Saladero al Rastro, y atraviesa en todos sentidos la población, pescando aquí un mendrugo, allá un ochavo, y más allá un encontron con perro, lazarillo y todo, y repitiendo el famoso testamento, cuyo estrivillo (sic) es
                                                        Apúnteme usted,
                                                        Señor escribano.
 El muchacho se come la parte más suculenta de las vituallas del Belisario filarmónico; y parado delante de cualquier balcón en que ve una mujer, aunque sea de sesenta, exclama puesto en jarras:
                                             Cara de santa Rita
                                             Que...! (Punto y aparte.)
A las dos de la tarde ya está el ciego de gaita en la ribera del apacible Manzanares. Aquel es, por excelencia, su terreno! Allí apura todos los recursos de su garganta, deshaciéndose en gorjeos que si son broncos, no dejan sin embargo de ser gorjeos! Allí es ver como ajitado (sic) por el astro divino de los Homeros de su estofa, improvisa variantes a cual más epigramática, instructiva o chusca a la oración de Ánimas, al responso de san Antonio, a las coplas de Calaínos, y al romance del famoso Lonjinos! Y qué si embozado en la remendada pañosa, y teniendo debajo el acólito, proporciona al auditorio tres o cuatro escenas del siempre divertido, siempre travieso Juan de las Viñas! Las lavanderas con patente suspenden sus labores: las lavanderas por extraordinario abandonan la banca: los mozos del lavadero acorren con tanta boca abierta: los pillos transeúntes se acercan igualmente al corro mientras algunos de sus cofrades, aprovechando la jeneral (sic) distracción, descuelgan tal cual camisa, o tal cual sábana que no estaba muy segura, y la ponen a buen recaudo. El ciego de la gaita triunfa en aquel momento: su voz suena para aquellas jentes (sic) muy más agradable que la de un tribuno en el foro romano: el lazarillo brinca en los entreactos, loquea y vomita desvergüenzas de a folio; y de trecho en trecho, y de corro en corro, tomando aquí un torrezno y allá un vaso de vino cristiano (porque no se consienten moros en las afueras) ganan amo y mozo, contentos y roncos, borrachos y cansados, la puerta de Segovia."
El autor de este verdadero cuadro de costumbres es Agustín Azcona, actor y autor de obras dramáticas y zarzuelas y de una inacabada Historia de Madrid desde sus tiempos más antiguos hasta nuestros días, obra de la que solo se publicó la primera parte en 1843, debido a una enfermedad que le fue dejando ciego.
©Antonio Lorenzo

viernes, 5 de junio de 2015

Testamento de Luzbel cuando cayó arrojado del cielo

Grabado de Hieronymus Wierix (1584)
Leyendas y narraciones, tanto orales como escritas y de muy diversa procedencia, conforman el entramado de los llamados seres espirituales, formados por tres jerarquías o tríadas que agrupan a los llamados nueve órdenes o coros celestiales.


Los ángeles de la religión cristiana son herederos directos de la tradición hebrea, a los que se unen influencias gnósticas y mágico-populares, lo que dificulta en gran medida el tratar de definir tanto su naturaleza como sus funciones.

Según la leyenda, Luzbel era un ángel muy hermoso que se rebeló por soberbia contra el mismo Dios queriendo ser como él. Fue expulsado del cielo junto a sus partidarios por el Arcángel Miguel conociéndose desde entonces como el Ángel Caído identificándose posteriormente en la tradición cristiana con el Diablo (en sus muy diversas acepciones) al que se le fueron añadiendo distintos elementos e  interpretaciones conformando una multiplicidad de leyendas.

Este adversario, el Ángel Caído, recibe en la tradición cristiana nombres como el de Príncipe de las Tinieblas, Belcebú, Satán, Lucifer, etc.

El Apocalipsis (12:7-9) relata así los hechos:
12.7. Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles,
12.8. pero no prevalecieron, ni fue hallado más su lugar en el cielo.
12.9. Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, quien engaña a todo el mundo; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
El arcángel Miguel fue quien arrojó del cielo a Lucifer y a los ángeles rebeldes que le seguían y el que mantiene la batalla contra Satanás. Si bien el judaísmo consideraba a Lucifer y a Satanás como dos entidades diferentes (el primero antes de su expulsión y el segundo como príncipe de los infiernos), el cristianismo los identificó bajo un sólo concepto asociado al diablo.

La iconología religiosa sobre el ángel caído es muy abundante, sobre todo en la pintura, aunque la ciudad de Madrid presume de contar en el parque del Retiro con una de las pocas reproducciones escultóricas dedicadas al ángel caído, obra del escultor Ricardo Bellver, formando parte de una fuente inaugurada oficialmente en el año 1885.


Como curiosidad, hay quienes creen que la altura topográfica de la fuente que se encuentra a 666 metros sobre el nivel del mar, y que coincide justamente con el número de la bestia, obedece a un extraño homenaje al diablo según determinadas creencias esotéricas. A su vez, la serpiente que arrastra a Lucifer hacia los abismos tiene siete cabezas, número considerado mágico.

Las imágenes del arcángel Miguel blandiendo una espada o lanza y pisoteando al vencido Lucifer es lugar común en pinturas, grabados y retablos y cuya inicial popularización la debemos al pintor flamenco Martín de Vos (1532-1603), tan imitado posteriormente, como el grabado que encabeza esta entrada por Hieronymus Wierix en 1584 dedicada a Benito Arias Montano.

Otro aspecto interesante es la ambivalencia o indefinición sexual, tanto del arcángel como de Lucifer, sobre todo si observamos el pecho izquierdo del arcángel o a Lucifer cruzando los brazos y cubriendo sus senos como avergonzado y las miradas que se dedican y que tantas discusiones bizantinas han suscitado sobre la ambigüedad del sexo de los ángeles. Por otra parte, el andrógino fue tema común entre los gnósticos al considerar que el espíritu original era la conjunción de varón-hembra como arquetipo primordial de la unión de los contrarios (luz y sombra, bien y mal...).


Grabado de Hieronymus Wierix (1584) [detalle]
A san Miguel se le asocia también con la llamada psicostasis o pesaje de las almas, donde mediante una balanza (símbolo de la justicia) se pesan en el juicio final las acciones buenas y malas en orden a la salvación o a la condenación eterna y donde suele aparecer el diablo para inclinar la balanza a su favor mediante artimañas por medio de ganchos o pequeños diablillos.

Pintura sobre tabla conservada en el Museo Nacional de Arte de Cataluña
Reproduzco primeramente la portada de una edición dieciochesca, sin año, de la imprenta valenciana de Cosme Granja, del que sabemos que su actividad impresora se desarrolló entre 1734 y 1765.



De la imprenta vallisoletana de Santarén reproduzco el 'infernal testamento' de Luzbel, editado en 1830.





Antonio Lorenzo

domingo, 17 de mayo de 2015

El testamento de la zorra


Agustín Durán, en su célebre Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, Vol I, (1849), cita en en el catálogo que ofrece de pliegos sueltos el Testamento de la zorra, si bien nos adelanta sólo el comienzo: 'atención, todos me escuchen'. Sabida es la animadversión del erudito a los romances que el denomina 'vulgares', de los que suele ofrecer en muchos casos solamente los primeros versos, pero que visto ahora desde la perspectiva actual se nos antoja en noticia provechosa.

El autor del Testamento de la zorra es el poeta ciego cordobés Cristóbal Bravo, autor asimismo del Testamento del gallo que ya comenté en una entrada anterior y de un Testamento de Celestina basado en la célebre hechicera de la obra de Rojas.

Sabemos que los impresores establecidos en Barcelona de igual nombre: Sebastián Cormellas (padre e hijo) regentaron el más importante taller tipográfico del siglo XVII en dicha ciudad situado en la calle del Call, en pleno barrio judío. La imprenta del padre tuvo supuestamente el honor de recibir la visita de Cervantes (nacido, como el impresor, en Alcalá de Henares) en el verano de 1610, según puede inferirse, con las debidas cautelas, teniendo en cuenta los libros que se citan y estaban dispuestos para la imprenta y dada la importancia de su taller, como se describe en el capítulo LXII de la Segunda Parte del Quijote.
Sucedió, pues, que, yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote, y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: Aquí se imprimen libros; de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó en otras a uno, y preguntóle qué era lo que hacía. El oficial le respondió:
-Señor, este caballero que aquí está -y enseñóle a un hombre de muy buen talle y parecer y de alguna gravedad- ha traducido un libro toscano en nuestra lengua castellana, y estoyle yo componiendo, para darle a la estampa.

Según eminentes estudiosos y biógrafos Cervantes estuvo  residiendo en Barcelona en el verano de 1610 donde seguramente se inspiró para redactar la Segunda Parte del Quijote (1615), cuya Primera Parte (1605) ya había sido objeto de nueve ediciones.

La actividad impresora del padre y del hijo no sólo se redujo en publicar importantes y conocidas obras como La Araucana de Ercilla, el Lazarillo, el Guzmán de Alfarache, la Diana de Montemayor, la Galatea de Cervantes, etc. sino que también atendieron a la publicación obras menores como catecismos, devocionarios, hagiografías y sermones, sin descuidar los pliegos de cordel que, como en el caso que nos ocupa,  salió de su imprenta este Testamento de la zorra en quintillas en 1597 y reproducida de nuevo por la imprenta de Antonio Rodríguez Figueroa (1679-1713) en Valladolid.



El gusto de Cristobal Bravo por escribir testamentos burlescos queda reflejado también en El Testamento de Celestina, pliego poco conocido publicado en Barcelona por Valentín Vilomar en 1597, según anota Rodríguez Moñino, Antonio en su Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos, 1970.

«Aqvi se con / tienen dos testa / mentos muy graciosos / El vno es de la Zorra, y el otro de Celestina, / de Duarte, juntamente el Codicillo, / y el Inuentario. /  Impresso en Barcelona en casa / Valentin Vilomar. / Año 1597».
      
El tratamiento burlesco del pliego es evidente, aunque también es interesante observar la materia hechiceril y mágica que contiene. Como ejemplo, transcribo parte del inventario que la moribunda Celestina lega a Elicia con acumulación de objetos o legados hiperbólicos. Para profundizar en el testamento de Celestina remito al fundamental estudio, entre otros suyos, de Lara Alberola, Eva: «'Testamento de Celestina': una burla de la hechicera», en 'Celestinesca', 30, 2006.
                                                                   
                                     ... Aquesta cama en que duermo,
                                     dos sillas viejas y un banco,
                                     vna arqueta pequeñica,
                                     tres botas y cuatro jarros,
                                     la cadena de Calisto
                                     que harto caro me ha costado,
                                     el arca de mis tesoros
                                     que es aquel cofre encorado
                                     donde están los aparejos
                                     para bien y para daño.
                                     Barbas de un cabrón bermejo
                                     y soga de un ahorcado,
                                     dos ojos de un gato negro,
                                     un corazón de venado,
                                     y el hueso que tiene dentro
                                     que sirve al enamorado;    
                                     cinco granos del helecho
                                     cogidos por propia mano,
                                     parias de mujer morena,
                                     una culebra y un sapo,
                                     un pedazo de la tela        
                                     que saca el niño en el parto
                                     las orejas de una mula,
                                     dientes de un desesperado,
                                     un galápago marino,
                                     barbas de un descomulgado,
                                     tierra de una encrucijada
                                     que no poco me ha costado,
                                     que en cogiéndola en candelas,
                                     por ella me han encorozado;
                                     tuétanos de higuera lozana,
                                     un bote de sesos de asno,
                                     la lupia de un potro nuevo,
                                     pelos de perro rabiando...

Pero ciñéndonos al testamento de la zorra, impreso repetidamente durante siglos, viene atestiguado su éxito por la edición, sin año, salida del prolífico taller cordobés de Rafael García Rodríguez, que reproduzco.










Antonio Lorenzo

domingo, 10 de mayo de 2015

El testamento del gallo


Sabemos que el autor de El testamento del gallo fue un poeta ciego cordobés llamado Cristóbal Bravo, ya que firmó algunas de sus obras como 'privado de la vista corporal'. La fecha más antigua donde aparece Cristóbal Bravo como autor remonta a 1572 en un opúsculo donde se recogen tres obritas:

1. la relación de un martirio de un fraile franciscano llamado fray Jerónimo Celo en Maçon (Francia)
2. los sacrílegos amores de un caballero con una monja a la que rapta de forma consentida y acaba contemplando su propio entierro y siendo devorado por unos mastines, lo que recuerda  la leyenda de Lisardo el estudiante, de tan largo recorrido literario.
3. Las angustias de la bolsa, obra de tono humorístico donde el galán disputa con su bolsa o escarcela su falta de dinero, que contó con numerosas ediciones ininterrumpidas durante ¡cuatro siglos!

Aparte de otras obras de autoría más o menos dudosa, lo que nos interesa en este caso es que se trata del autor de los famosos pliegos, tantas veces reimpresos, como son El testamento del gallo y El testamento de la zorra.

El testamento del gallo, como ya referí respecto al testamento del asno, remonta a antiguas tradiciones de la antigüedad clásica, pliego que se ha venido reimprimiendo, con las lógicas variaciones debidas a los caprichos de los diferentes editores o sencillamente por el paso del tiempo para adaptarse a las circunstancias, aunque el fondo de su sentido burlesco ha seguido manteniéndose inalterable.

Obviamente, los bienes y mandas que deja el gallo en su testamento parecen aludir o referirse a personajes conocidos en la época de la composición del pliego. Así, Juan Merino, Gonzalo el portugués, Juan Pérez Toledano y otros tantos mencionados serían nombres que los oyentes o lectores identificarían con personas conocidas facilitando su efecto satírico y burlesco.

La edición más antigua que se conoce del testamento del gallo se encuentra custodiada en la Universitäts-Bibliothek de Gotinga (Alemania) escrito en letra gótica junto a otras composiciones y fechada en 1590.
Aquí se contienen tres obras muy gracio / sas para passar tiempo. La primera es vn testamento que hizo / vn Gallo, y de las grandes mandas que mando a sus amigos. / La segunda, es vna pregunta que pregunto vn gentil hõbre / a vn doctor đ Medicina que orden tenia para curar a su mu / ger porque era braua ξ muy picuda. La tercera es vna Car- / tilla en copla, que pidio vna dama a vn galan poeta, para aprê / der a leer breuemente,  porque  era  ruda  de  ingenio.  El  testa-  /  mento  del  Gallo  y  la  obra  de  la muger picuda compue / stas en verso castellano por christoual brauo ciego / de la vista corporal  natural  đ  la  ciudad  đ  cordoua.
El testamento del gallo se enmarca dentro de las fiestas del carnaval, al igual que sucede con el testamento del asno o de la zorra. En ciertas localidades portuguesas y en Galicia (comarca de Redondela) hay tradiciones donde se entroniza a un gallo como el rey de la fiesta, se le pasea en procesión al tiempo que se lee su testamento. También es frecuente en otras localidades en atar una cuerda entre dos palos separados y colgar de ella uno o más gallos. Con los ojos vendados los mozos o mozas deben intentar cortar la cabeza del gallo con una espada o similar, mientras que otros mozos balancean la cuerda para demorar el golpe.


Las variantes, interpretaciones y antecedentes sobre estas practicas han sido magistralmente estudiadas en el capítulo IV, dedicado a 'El gallo de Carnestolendas', por Julio Caro Baroja (El Carnaval [1965], edit. Taurus, 2ª ed. 1979).

Conocemos igualmente textos de testamentos del gallo no sólo en Portugal y en Galicia, sino también en Brasil, seguramente difundidos por inmigrantes lusos.

















El pliego que reproduzco es una tardía reimpresión de la imprenta madrileña de Marés en 1857, que nos muestra una interesante xilografía y encabezamiento donde se nos habla de 'los gallineros de Madrid'. En la ilustración se aprecia lo que parece ser la familia del moribundo al tiempo que un gallo tocado con chistera ejerce el papel de escribano mientras el postrado gallo le va dictando su testamento.





Aunque extenso, no me resisto a reproducir un texto copiado de un manuscrito por Carlos Lopes Cardoso en 1955 y publicado en Um 'testamento do galo' de Arcos de Valdevez (Revista Lusitana, Nº 4, 1982-83).









También resulta de interés el trabajo de Rosario Álvarez y Xosé Xobe: Un testamento do galo de 1786 (en «Estudios en homenaje a Dulce Estefanía Álvarez», Universidade de Santiago de Compostela, 2004). En dicho trabajo los autores recuperan y estudian un texto mixto entre castellano y gallego con clara influencia de otros textos portugueses de finales del siglo XVIII, donde el gallo se despide de sus gallinas y les advierte del peligro en que quedan. También citan sendos pliegos de cordel editados en Porto con variantes en 1839, 1846 y 1888, con los que guardan similitudes textuales.

Antonio Lorenzo

lunes, 4 de mayo de 2015

El testamento del asno

Mosaico romano
Los testamentos recogidos en los pliegos de cordel, ya sean estos de animales (asno, zorra, mona, gato...) o de personajes reales o ficticios hunden sus raíces simbólicas en antiguas prácticas culturales. A grandes rasgos, la clasificación de los mismos puede resumirse en testamentos dictados por personajes históricos o bien en testamentos de marcado carácter satírico-burlesco. En esta primera aproximación me voy a detener en un ejemplo de testamento burlesco de gran recorrido literario como es el referido al testamento del asno.

Para situar convenientemente este tipo de testamentos satíricos-burlescos es obligado recurrir al clásico trabajo de Pilar García de Diego El testamento en la tradición (Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, IX y X, 1953-1954) y a los artículos publicados en la misma revista por José Pérez Vidal Testamentos de bestias (RDTP, III, 1947) y por Joan Amades El testamento de animales en la tradición catalana (RDTP, XVIII, 1962, cuadernos 3º y 4º). García de Diego cree hallar el origen de estos testamentos en los sacrificios de víctimas humanas de épocas pretéritas. En apoyo de esta tesis cita como ejemplo el llamado testamento de Grunnius Corocotta, fechado en el siglo IV de nuestra Era y ya citado por san Jerónimo como ejemplo de diversión entre la juventud escolar de Roma donde se parodiaba un sacrificio y la víctima legaba sus pertenencias. La parodia, que era cantada, se refiere en este caso al cerdito Grunnius Corocotta. Aunque la cita es larga, creo conveniente ofrecer la traducción de este primer testimonio literario del latín coloquial que he entresacado del estudio de Jairo Javier García Sánchez El Testamentum Porcelli, una fuente del latín vulgar siempre sugerente (en Romanística-Um, Universidade de Coimbra, 2014).

Se trata de un ejemplo de literatura burlesca, de autor anónimo, escrita hacia el año 350 d.C. La parodia alude a las últimas disposiciones del cerdo que va a ser sacrificado donando sus bienes a sus parientes y partes de su cuerpo a otros destinatarios


Mijail Bajtin en su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (1941) menciona los testamentos del cerdo y del asno como propios de la Europa de los siglos VII y VIII asociándolos a la época carnavalesca que giraba alrededor de la muerte fingida en las llamadas 'mascaradas'.


Estos testamentos de animales también aparecen mencionados en algunos de los fabliaux, divulgados principalmente por los juglares franceses durante los siglos XII y XIII, de carácter generalmente licencioso u obsceno. De los aproximadamente ciento cincuenta que se conservan hay uno atribuido a Rutebeuf (siglo XIII) conocido por El testamento del asno donde el avaricioso obispo acepta el dinero del clérigo que supuestamente habría dispuesto el asno en su testamento y le absuelve por haber enterrado a su borrico en tierra sagrada de cristianos.
'Quien tiene dinero suficiente, nada tiene que temer en este mundo y puede hacer de un asno un cristiano. Así nos lo enseña con este cuento Rutebeuf, el buen poeta que nunca tuvo dónde caerse muerto'
En época más reciente Rodrigo Caro (1573-1647) en su obra Días geniales o lúdricos (1626), donde recoge gran cantidad de materiales folklóricos, entre ellos los referentes a los juegos infantiles que se practicaban en el siglo XVII, da noticia en su Diálogo VI: 'cantares de los muchachos: nina, nina y lala, lala' del testamento de Cocorotta, recogido por san Jerónimo en la epístola Ad Eustochium, como antecedente de los cánticos sobre los testamentos de la zorra o del gallo que se cantaban en la época del erudito sacerdote y arqueólogo sevillano.

En España, y asociado al carnaval, perduran costumbres que guardan relación con el testamento del burro, como sucede en el conocido entroido o carnaval de Laza (Orense) del que muestro una reproducción del traje ritual del Peliqueiro, como curioso ejemplo de las máscaras fustigadoras, propias también con diferentes nombres en otras zonas de España, conservado en el Museo del Traje de Madrid.

 La celebración que pone fin al entroido de Laza recibe el nombre de 'Entierro del Entroido' y testamento del burro', donde se repasan los acontecimientos sociales y políticos del último año y se completa la parodia adjudicando a determinados vecinos  diversas partes del burro.


El testamento del burro, cuento folklórico

El testamento del asno, como cuento folklórico, está catalogado en el Índice Internacional de Aarne & Thompson con el Tipo 1842 y variantes. La tradición española apenas ha conservado este relato en su forma oral, aunque sí viene recogido en la obra póstuma de Fernán Caballero Las noches de invierno en las gañanías con el número 6, que transcribo:


Antes de reproducir la versión completa de este pliego, añado la portada del publicado en Córdoba, sin año, por el impresor Rafael García Rodríguez.


Reproduzco el pliego editado en Barcelona por los Herederos de Juan Jolis, sin año. Para saber más sobre esta importante familia de impresores remito a la entrada que les dediqué.











Antonio Lorenzo