martes, 5 de septiembre de 2017

Carta amorosa que escribió el memorialista


Aunque la carta ya no cumpla la función comunicativa de antaño, sí la tuvo ¡y mucho! en épocas pasadas. La carta representa una de las prácticas de escritura de mayor tradición y estabilidad como expresión de la comunicación escrita entre personas de toda clase de condición social.

Un antiguo oficio, ya desaparecido, era el de los antiguos amanuenses o los más modernos «memorialistas». Durante la Edad Media, en los monasterios, los amanuenses eran los encargados de hacer copias de los manuscritos más valiosos. El oficio de memorialista o escribiente nació y se desarrolló en la calle y en las plazas. Su labor era la de servir de puente entre quien solicitaba sus servicios y su receptor. En las grandes ciudades solían establecerse en pequeñas casetas cerca de los mercados o de las oficinas de correos para recibir y redactar los encargos que les solicitaban.

Antiguas casetas numeradas de memorialistas
Los memorialistas no solo redactaban cartas o notificaciones al dictado, sino que también leían las cartas de los familiares a aquellos que carecían de instrucción. Es por ello que los memorialistas eran receptores de mentiras piadosas y de secretos inconfesables. El memorialista podía escribir sobre diferentes temas: ya fueran de cuestiones familiares, dando noticia de nacimientos, muertes inesperadas, herencias o amores desdichados, correspondidos o imposibles, por lo que necesitaba disponer de buenas aptitudes psicológicas, facilidad y talento para escribir dramatizando o suavizando los encargos recibidos.

Cabinas numeradas de memorialistas aguardando clientes

Pío Baroja recuerda la figura del memorialista dejando escrito en sus memorias Desde la última vuelta del camino, publicadas primero en entregas semanales y reunidas posteriormente en sendos volúmenes:
«En mi tiempo de chico en Madrid daba sus últimas bocanadas el oficio de memorialista. El memorialista era el escribiente del pueblo ínfimo, el secretario particular de criadas, nodrizas, pinches, cigarreras. Yo recuerdo uno de la calle de la Luna, en un tugurio oscuro, con un cartel blanco escrito con letras negras, y dos o tres en portales estrechos de las proximidades del Rastro, que hace sesenta años, por su confusión, por su abigarramiento y su chulería desgarrada, era cosa seria y pintoresca. En Barcelona, había también memorialistas en el centro de la ciudad, en la Rambla, al lado de una antigua casa barroca llamada de la Virreina».
En la célebre obra colectiva y costumbrista Los españoles pintados por sí mismos, publicada por primera vez en Madrid en dos tomos durante 1843 y 1844, se recoge la figura del «escribiente memorialista» redactada por Antonio García Gutiérrez.


El memorialista es uno de los oficios populares que también aparece en obras de teatro breve, como en esta comedia de gracioso en dos actos, de Luis Coloma o en el juguete cómico-lírico de Enrique Muñoz y con música de Alejandro García.


Añado un curioso cartel anunciando la representación de la obra de Olona en los teatros Principal y Princesa, de Valencia el 8 de noviembre de 1864, conviviendo con el concertista ciego de bandurria don Juan Vailati «El Paganini de la bandurria», que amenizará, tras el acto primero, con una fantasía de la ópera «Norma». Terminada la comedia, el mismo músico ejecutará en la "guitarra de una sola cuerda", ¡¡El Carnaval de Venecia!!, a lo que seguirá un baile y otras piezas musicales.



Otra obrita de cierto éxito, de un desconocido D.M.P. de título El memorialista o lo que vale un buen hombre, en un acto y en verso, añade que se trata de una pieza bilingüe. El dato tiene interés, pues las divisiones lingüísticas se dibujan con cierta precisión: los personajes hablan en catalán entre ellos y cambian al español cuando el interlocutor no domina el idioma catalán, lo que en principio parece un signo de cortesía, pero que en mi opinión habría que tener en cuenta, además, el hecho de que la utilización del bilingüismo o hibridación es un signo de buena convivencia, aunque también como recurso comercial añadido para lograr una mayor venta entre un amplio sector de público.

Discrepo de quienes consideran que, desde la Guerra de Sucesión (1700-1714) y la obligatoriedad  en 1768 de la enseñanza del español en las escuelas, los autores que utilizan el procedimiento del bilingüismo o doble lectura en sus obras lo hacían con el propósito de reivindicar la lengua catalana y oponerse al uso obligatorio del castellano.

La pieza está editada en Barcelona por Juan Llorens en 1852, siendo cinco los personajes que intervienen en ella: Gregori (el memorialista), doña Clara, don Eugenio, Pauleta (la sirvienta) y Jepet.


También aparece el memorialista entre los personajes de la llamada «tonadilla escénica», que alcanzó su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo XVIII, interpretadas en un principio en los intermedios de las representaciones teatrales. Dichos personajes, de condición humilde o de profesiones modestas, conviven  al mismo tiempo con petimetres, usías, letrados u otras personas de distinción y autoridad. También son frecuentes la presencia de majos y abates, como afirmación popular y respuesta y señal de protesta ante las modas extranjeras. Por citar tan solo un ejemplo, Luis Misón (ca. 1720-1776) utiliza el personaje en su tonadilla a 3: del memorialista, un sargento y una dama (1763).

El pliego está editado en Barcelona, sin año, por la conocida imprenta «El abanico».





©Antonio Lorenzo

martes, 29 de agosto de 2017

Carta de amor de un galán a su dama + La canción del pajarito

William Kay Blacklock (1872-1924) - La carta
Ejemplo de pliego con texto relamido y afectado, que oculta bajo la apariencia de galán entregado a su dama, una concepción claramente machista. Contiene las cartas de amor de un galán a su dama y la contestación quejosa por parte de ella en «bonitas décimas».

Hay muchos ejemplos de este tipo de correspondencia amorosa en pliegos y en libritos con modelos de cartas para este tipo de necesidades.

No resultan tan antiguos, pues el formulario de cartas amorosas que reproduzco remonta al último cuarto del pasado siglo, donde a mediados de los años 80 tuve la oportunidad de comprarlo junto a otros impresos similares que contenían letras de canciones más o menos conocidas.



Los "manuales epistolares" con ejemplos de cartas de todo tipo para una población de escaso nivel cultural estuvieron a la orden del día.

Un ejemplo de mediados del XIX es esta Telegrafía amorosa conteniendo Lenguajes de las Manos; los Brazos; del Abanico: de los Colores y el de las flores seguido de MODELOS DE CARTAS para los Amantes y para Todos.

Su autor es D. M. del C., que corresponde a Mariano del Castillo y reeditado en numerosas ocasiones.

Aconseja el señor Castillo que antes de dirigirse por escrito a las mujeres declarándoles su amor, se debe estudiar su carácter con atención y tener mucho cuidado con las palabras que se emplean, desaconsejando usar un papel con viñetas alusivas, así como tintas de colores, pues pueden resultar de mal gusto. Si las relaciones no cuentan con la anuencia de los padres, los amantes pueden entenderse utilizando los signos que se incluyen en el manual.

Otro ejemplo es el titulado Manuscrito metódico, reeditado repetidas veces, y original de 1894, del ilustre maestro y pedagogo catalán Antoni Bori i Fontestà (1861-1912). Este manuscrito contiene una amplia colección de cartas, documentos mercantiles y oficiales, junto a ejemplos literarios para ilustrar y ejercitar a los niños y niñas en la lectura.

Esta especie de manuales fueron poco a poco sustituyendo el oficio del llamado memorialista, labor sobre la que me detendré algo más en una posterior entrada.

A estos manuales de "urbanidad y de buenas costumbres", de "conversación", del "lenguaje de las flores", "el arte de usar el abanico", "fórmulas para agradar", etc. habría que añadir estos "manuales epistolares", con numerosos modelos de cartas. Entre muchos de los consultados quiero detenerme por su interés en en los Modelos de cartas de Carmen de Burgos.

Carmen de Burgos Seguí (1867-1932), tuvo una vida intensa en el terreno personal e intelectual. Casada muy joven con el periodista Arturo Álvarez Bustos, se separó tempranamente y se trasladó a Madrid con una hija desde su Almería natal. En Madrid ejerció como periodista, maestra, traductora, conferenciante, corresponsal de guerra en África y escritora prolífica. Mantuvo una relación sentimental con Ramón Gómez de la Serna entre 1908 y 1929. Conocida por sus ideas feministas y avanzadas para su época, fue precursora de los derechos civiles de la mujer: defensora del sufragio femenino, de la igualdad salarial de hombres y mujeres, del divorcio y contra la pena de muerte. De hondas convicciones republicanas, su obra fue silenciada por la censura franquista tras su fallecimiento en 1932.

Pero al margen de este pequeño apunte biográfico, lo que ahora nos interesa para el caso que nos ocupa es por ser la autora de Modelos de cartas (1916), con el seudónimo de «Colombine», donde reúne una extensa gama de modelos para ser usados como plantillas a las que se pueden agregar las oportunas modificaciones que convengan. Hay modelos para felicitaciones variadas, cartas de pésame, solicitud de recomendaciones, variados tipos de cartas comerciales y cartas de amor y sus contestaciones, que no aparecen en la primera edición, pero sí en la posterior de 1923: Útimos modelos de cartas, de las que no me resisto a reproducir la propuesta del «modelo»:


Según mi apresurada apreciación, si bien es cierto que sin ahondar en el tema, algunos de los títulos de su producción parecen entrar en contradicción con el espíritu abierto y luchador que todos parecen otorgarle. Me baso para ello en algunas de las obras de la autora en las que, atendiendo solo al título, no parece que se corresponda con el laureado espíritu luchador y feminista de la misma.

Carmen de Burgos fue, sin duda, una figura singular e interesante que cultivó diferentes facetas, algunas de ellas, como la que nos ocupa, posiblemente impulsada a escribir para poder subsistir con la escritura y aceptando encargos que le proporcionaran una relativa comodidad económica.

Entre la relación de su extensa obra entresaco títulos como estos:

             La mujer en el hogar
             Salud y belleza
             Arte de saber vivir
             Vademécum femenino
             El arte de ser amada
             Arte de ser elegante
             El tocador práctico
             La mujer jardinero
             Moderno tratado de labores 
             Las artes de la mujer
             La cocina moderna
             ¿Quiere usted comer bien? (Manual práctico de cocina)
             ¿Quiere usted conocer los secretos del tocador?
             ¿Quiere usted ser amada?
             ¿Quiere usted ser bella, tener salud?
             El arte de seducir (El arte de la belleza)
             Últimos modelos de cartas (1923)
             El arte de ser mujer. Belleza y perfección

El pliego en cuestión, que me ha dado pie para estos comentarios, está editado en Murcia en la imprenta de Pedro Belda, quien ejerció su propia actividad impresora entre 1857 y 1895, impresor al que dediqué una anterior entrada.







Para completar esta entrada añado este otro pliego con «La canción del pajarito» o carta discreta y amorosa, editado en Barcelona por la imprenta de Narciso Ramírez y compañía, sin año, y distribuida por la Casa de Antonio Bosch.

Las décimas recogidas en el pliego son obra de un poeta culto, del que he podido averiguar que pertenecen al cubano fray José Rodríguez Ucres (1715-?), que respondía al seudónimo de «Padre Capacho», cultivador de espinelas jocosas desenfadadas que no parecen propias de la pluma de un religioso. A él pertenecen estas originales «Quejas que un amante despreciado envía a su dama» y la «Respuesta de la dama desengañada», que es como aparecen originalmente, aunque modificadas, en otras ediciones de impresos populares. Se trata de otra prueba más del temprano trasiego cultural de todo tipo entre Cuba y España.

Estas décimas, escritas en pleno siglo XVIII, desarrollan el tópico del ave portadora de noticias (pájaro, gavilán, paloma o águila), que es motivo recurrente en numerosos textos y canciones de todo el ámbito panhispánico, incluido el sefardí.





Ilustración del pliego editado en Barcelona por Juan Llorens en 1858

©Antonio Lorenzo

martes, 22 de agosto de 2017

Nuevas seguidillas voleras (sic) con sus estrivillos (sic) para la guitarra

Antonio Mª Esquivel (1806-1857) - Baile bolero (ca. 1830)
La escena costumbrista que ilustra esta entrada nos muestra a una pareja bailando un bolero, acompañados por un guitarrista y junto a otros asistentes que observan o hacen palmas. Ello nos da idea de la popularidad que alcanzó el bolero, tanto en ambientes burgueses como rurales. La escena está ambientada en Sevilla, ciudad natal del pintor antes de marchar a Madrid. Esta lámina, junto con otras producciones de parecido estilo y época, estaban destinadas a satisfacer la necesidad de atracción de los viajeros extranjeros que acudían a la capital hispalense en busca de los tópicos costumbristas que imperaban, y que han permanecido en el imaginario colectivo a lo largo de los años.

Ya he comentado en entradas anteriores dedicadas a las seguidillas y a sus variantes, la importancia de este baile y su enorme difusión. Las seguidillas dieron paso al bolero, de ritmo más lento y de una mayor complicación coreográfica. La Escuela Bolera, en definitiva, es el resultado de la reelaboración y recreación artística de los bailes populares. No en vano extraigo dos ilustrativas y esclarecedoras citas del Compendio de las principales reglas del baile, traducido del francés por Antonio Cairón, y aumentado de una explicación exacta, y método de ejecutar la mayor parte de los bailes conocidos en España, tanto antiguos como modernos, en el temprano año de 1820:

"Lo que llamamos «seguidillas manchegas» es sin diferencia alguna lo mismo que el bolero, pues consta de las mismas pasadas, de los mismos estrivillos [sic], y bien parados, y todo se ejecuta en el mismo género de combinación, y en igual número de compases del mismo tiempo de «tres por cuatro». Solo la diversidad que tiene, es únicamente la de bailarse las manchegas con mayor precipitación, y el serles más características las mudanzas simples que las dobles. A corta diferencia así se bailaba el bolero al principio de su invención".

Y sobre el bolero:

"Este es el baile español más célebre, el más gracioso y el más difícil tal vez de cuantos se han inventado: en él se pueden ejecutar todos los pasos tanto bajos como altos; en él se puede mostrar la gallardía del cuerpo, su desembarazo, su actividad en las mudanzas, su equilibrio en los bien-parados, su oído en la exactitud de acompañar con las castañuelas".

El pliego utiliza un común desarrollo de la estrofa de cuatro versos que responde a la clásica medida ABAB: el primero y tercero heptasílabos y el segundo y cuarto pentasílabos. Es frecuente que esta clásica estrofa de seguidilla se complete con el llamado «bordón» o estribillo de tres versos.

El pliego que reproduzco a continuación está editado a finales del siglo XVIII o en los primeros años del siglo XIX, pues, aunque no figura en él la fecha de edición, sabemos que la viuda de Escuder, nombrada en el colofón del impreso, se refiere a Rosa Compte (viuda desde 1793 del impresor Cristòfol Escuder), quien se hizo cargo, junto a su hija Rosalía, del taller tipográfico que regentaba su marido. Rosa Falleció en 1818 en Lérida a los 76 años.





©Antonio Lorenzo

martes, 15 de agosto de 2017

Seguidillas boleras

Estampas de aguafuerte y buril por Marcos Téllez Villar (ca. 1790)
El bolero, como forma musical, es básicamente una seguidilla. Un cambio en la forma de bailar de las seguidillas populares, que hizo más lento su 'tempo' y ejecución, dio paso al bolero. 

Las seguidillas, que algunos autores consideran de creación manchega en cuanto a los pasos originales precursores, están extendidas por todas las regiones con sus peculiares estilos y formas. En general, es un baile rápido y alegre, siendo su característica propia el llamado «bien parao», o la postura que hay que adoptar al terminar el baile o al acabar la copla.

Al igual que las «seguidillas sevillanas», conocidas ahora simplemente como «sevillanas», siendo el principal y conocido estilo bailable de Sevilla, son variantes del baile antiguo de las seguidillas. Las seguidillas fueron evolucionando y adaptándose a diversos esquemas y variantes. En los estilos del flamenco puede rastrearse la evolución de las mismas en sus formas de «serranas» o «livianas». 

El término bolero nace con posterioridad a 1770. Como forma musical es más o menos sinónimo de las llamadas seguidillas boleras o bolero a secas. A finales del siglo XVII y principios del XVIII las danzas populares fueron consideradas como obscenas y los maestros de baile tuvieron que adaptar las danzas con pasos más estilizados y nuevos estilos de movimiento de pies y brazos.

El bolero ha dado nombre a la llamada «Escuela Bolera», siendo su creador, según los estudiosos y de una forma un tanto simplificada, el murciano Sebastián Cerezo (Maestro Requejo), que lo enriqueció con sus mudanzas y pasos. El bolero se extendió por todas partes y arrinconó a los bailes más violentos. Durante la primera mitad del siglo XIX era costumbre acabar las representaciones teatrales con pasos de boleros interpretados por varias parejas.

Por influencia francesa se introdujeron nombres específicos para señalar los diferentes pasos en la llamada Escuela Bolera, como «assemblés», «port de bras», y otros muchos.

El bolero tuvo el rango de baile de corte en los reinados de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. De la Escuela Bolera derivaron otros bailes, como la «cachucha», «los panaderos» o el «Vito».

El pliego que reproduzco está editado en Valencia por la imprenta de Domingo y Mompié en la temprana fecha de 1819, lo que confirma el éxito de esta forma musical no sólo en los teatros de la corte, sino también como fácil recurso de los ciegos ambulantes para ganar algo de dinero vendiendo estas coplas.





ⒸAntonio Lorenzo

martes, 8 de agosto de 2017

La vida de Juan Soldado

Cuento ilustrado editado en México por A. Vanegas (ca. 1890)
Juan Soldado es un nombre genérico que pertenece a la categoría de lo que podríamos denominar como tipos folklóricos. Dentro de ellos, abundan los calificativos aplicados a los juanes: Juan Español, Juan Pérez, Juan Palomo, Juan Lanas, Juan el Tonto, Juan Zoquete, etc., casi todos ellos aludiendo a una escasa capacidad mental o a determinados defectos. En realidad, está por hacer un estudio diacrónico de estos personajes y su aparición en el refranero, en los cuentos, frases proverbiales o en el teatro del Siglo de Oro.

El estribillo que aparece en el pliego es muy conocido y aplicable a numerosas canciones por lo socorrido de las faenas domésticas. Es estribillo de canciones infantiles:

                                           La vida de Juan Soldado
                                           es muy larga de contar:
                                           que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar. 

                                            Un soldado se ha perdido;
                                            lo salieron a buscar
                                            veinticinco granaderos
                                            un cabo y un oficial. 

                                           Que tender, que tender,
                                           que lavar, que lavar,
                                           que tender la ropa
                                           en el retamar


Aparece también como estribillo en bulerías, como la que cantaba la Niña de los Peines en «Juanito, el barquillero»: que lo sea o no lo sea/siempre me tengo yo de acostar/que tender, tender, que lavar, lavar...

También aparece el estribillo en un paloteo de rueda dedicado a la virgen en la localidad de Cuevas de Velasco (Cuenca).

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)

                                       La Virgen se está peinando
                                       a la sombra de un rosal,
                                       los cabellos eran de oro
                                       y el peine era de cristal.

                                       Tender, tender
                                       lavar, lavar,
                                       tender la ropa
                                       en el retamar. (bis)


El personaje de Juan Soldado es también protagonista de un cuento tradicional andaluz recogido por Fernán Caballero y publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español del 15 de febrero de 1852.

Copio el resumen del mismo que hace Montserrat Amores en La narrativa breve en el «Semanario Pintoresco Español» (1836-1857), Universitat Autònoma de Barcelona, 2016. Se trata de un cuento folclórico maravilloso que desarrolla los tipos 330B y 326A*, según el trabajo de: Aarne, Antti y Stith Thompson (1973³), The Types of the Folktale: a Classification and Bibliography, Suomalainen Tiedekatemia-Academia Scientiarium Fennica (FF Communications, 184), Helsinki.
Juan Soldado, tras haber servido al rey durante seis años, es despedido y solo recibe un trozo de pan y seis maravedíes por el trabajo prestado. Por tres veces comparte sus bienes con San Pedro y Jesús. Finalmente le regalan una bolsa que tiene la propiedad de contener lo que él pida. Llega a un pueblo y el alcalde le cede una casa para dormir donde hay un alma en pena. Sin ningún miedo salva al alma que baja por la chimenea amenazando con caer y cuando lo hace va pasando de miembro en miembro. El diablo manda a un «satanasillo» para que lo lleve al infierno, pero Juan lo mete en el morral. Lo mismo hace con el propio Lucifer. Cuando muere obra igual con San Pedro y le dejan pasar al cielo.

El personaje de Juan Soldado también sirvió de inspiración a unos versos de Antonio de Trueba ambientados en la guerra de la Independencia con el título de «Vida de Juan Soldado», recogidos en El libro de los cantares, publicado en 1851.

Como personaje folklórico tampoco ha sido ajeno de su tratamiento en el teatro, pues el autor dramático gaditano Luis de Eguílaz (1830-1874) compuso un drama de costumbres populares con el título La vida de Juan Soldado, estrenado con cierto éxito en Madrid en el año 1856. También los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero escribieron una obrita corta, titulada Carta a Juan Soldado, estrenada en el Teatro de la Princesa de Madrid en el año 1910. 


Las referencias se extienden también a la zarzuela, como en la titulada El Dios grande, con libreto de Manuel Fernández de la Puente y música de Manuel Fernández Caballero, estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 29 de enero de 1903. En dicha zarzuela se menciona expresamente la adquisición por unos chiquillos del pliego que contiene la vida de Juan Soldado y una referencia a las llamadas aleluyas, que consistían en un principio en unas estampitas recortadas donde figuraba impreso el nombre de «aleluya» y se lanzaban a la calle desde los balcones al paso de determinadas procesiones. Estas estampitas dieron posteriormente el nombre a las llamadas aleluyas («aucas» en el ámbito lingüístico catalán), que consisten en una sola plana gráfica, con generalmente 48 viñetas, acompañadas de unos dísticos informativos. Ejemplo de estas aleluyas es la que incluyo tras el pliego y referida, precisamente, a la vida de Juan Soldado.


Pero demos paso al pliego, editado en Reus por la imprenta de Juan Bautista Vidal en 1847. A continuación reproduzco la aleluya, que divido en secciones para una mejor lectura.












©Antonio Lorenzo

miércoles, 2 de agosto de 2017

Los aventuras del trigo y otras historias sentimentales

Lionel Percy Smythe (1839-1918) - Descanso del mediodía
El pliego que reproduzco a continuación resulta de interés, no tanto por su calidad literaria y estética, y por tanto subjetiva, sino porque puede considerarse un ejemplo de la convivencia entre una composición más o menos elaborada, como es la dedicada a las aventuras del trigo, junto a otras historias sentimentales que pueden relacionarse con las características de la llamada «novela rosa» o los folletines románticos, en unos pocos versos. Es un ejemplo de literatura popular nacida para la difusión masiva y propia de la literatura de kiosco, que pretende conectar con la sensibilidad colectiva con una técnica y un lenguaje asequibles a la gran mayoría. Este tipo de composiciones, ya sea de mayor o menor dimensión, aprovecha con gran eficacia los esquemas tradicionales del relato de carácter popular: tratando de distraer al lector con asuntos melodramáticos con tendencia al tremendismo

No encontramos en estas historias alusión alguna a problemas de tipo político, religioso o a otros problemas sociales, pues su finalidad es la evasión o consolación. La complejidad de la literatura popular, frente a la llamada culta y la interacción entre ellas no está resuelta en absoluto, por lo que expresar juicios estéticos sobre una u otra o juicios de valor para contraponerlas sin matices creo que no está del todo claro desde un punto de vista generalista. Tampoco la literatura popular, en sus distintas manifestaciones, refleja en todos los casos una ideología de los marginados frente a lo hegemónico (por usar la terminología de Gramsci), pues poco a poco esta literatura popular va consolidándose en las ciudades en un entorno cada vez más urbano.

Al margen del discutible interés estético o literario, de lo que no cabe duda es de su incontestable interés sociológico, con una clara intención moralizante en su descripción dicotómica de los personajes, donde los buenos son buenísimos y los malos malísimos.

Los recursos narrativos empleados son tópicos y recurrentes: los personajes, más que ser verdaderos o reales deben resultar verosímiles y funcionales. La evolución de estas historias sentimentales en verso pueden considerarse antecedentes de las llamadas novelas rosas y posteriormente de las fotonovelas como género híbrido, e incluso a los seriales radiofónicos.

La realidad social es poliédrica y esquiva, por lo que no se deja atrapar en conceptos dicotómicos. Es por eso que no me parece adecuado la clasificación que opone «literatura/subliteratura». Obviamente, la movilidad de fronteras entre ambos conceptos no responde a la multiplicidad de situaciones que pueden producirse. Más adecuado sería, en un sentido global, aunque habría que matizar convenientemente cada caso, una distinción entre «literatura literaria/literatura viva socialmente», entendiendo a grandes rasgos la primera con un grado mayor de apropiación de su funcionalidad estética; y a la segunda, como resultado de una producción, distribución y un consumo generalista.

Pasando a los dos pliegos que reproduzco, se añaden a los martirios que pasa el trigo desde que nace hasta que llega a la mesa, otras composiciones que pasan por un pretendido tango hasta por un pasodoble de corte andalucista.

Los pliegos son tardíos, casi en las postrimerías del género de cordel, que podemos fechar aproximadamente a mediados del siglo XX, editados en Madrid por la imprenta Rodas, 26, de la que conocemos muchos otros ejemplares en un papel muy barato y coloreados en muchos casos, y que aún tuve la oportunidad de conocer directamente, muchos años más tarde, en la calle Toledo de Madrid, donde el vendedor los exponía en la reja de un banco al viejo estilo tradicional: expuestos en un cordel y sujetos con pinzas.








©Antonio Lorenzo