Jose Ribelles - Proclamación de Isabel II como Princesa de Asturias (1833) |
El 20 de junio de 1833 tuvo lugar, en la iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, la proclamación jurada por las Cortes del reino de la Infanta María Isabel Luisa (la futura Isabel II), hija primogénita de Fernando VII, como Princesa de Asturias y heredera de la corona, cuando apenas contaba con tres años de edad. De esta forma quedaban truncadas las pretensiones del hermano del monarca, el infante Carlos María Isidro.
Jura de Mª Isabel de Borbón en San Jerónimo (1833) |
A partir del momento de la Jura, se puso en marcha la creación de una imagen de la futura reina con todo tipo de actos políticos, populares y sociales encaminados a realzar su figura en todas las capitales del reino e incluso en las Colonias. Esta práctica, tenía claros fines políticos y propagandísticos al asociar la figura de Isabel con el liberalismo e identificarla como una nueva Isabel la Católica como argumento de legitimación dinástica y usada profusamente en la iconografía de la época.
Mesonero Romanos, como testigo de excepción, recuerda dichos actos en su introducción de El Antiguo Madrid. Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa.
"Las fiestas reales celebradas con este motivo, las iluminaciones, fuegos, toros, carreras, torneos, máscaras, comedias y evoluciones militares se sucedieron sin cesar durante quince días, que fueron una de las épocas más brillantes de Madrid en el presente siglo".
Ilustres literatos, por encargo del Ayuntamiento de Madrid, también compusieron obras específicas para resaltar este acontecimiento. Es el caso de Bretón de los Herreros con su drama alegórico El templo de la Gloria, para representarse en el Teatro de la Cruz.
Tras el pliego, creo de interés el reproducir por extenso parte de los actos celebrados en Madrid para conmemorar el juramento de la nueva reina. Reproduzco tres alegorías concebidas y patrocinadas por el Ayuntamiento para conmemorar tan importante suceso.
Tras el pliego, creo de interés el reproducir por extenso parte de los actos celebrados en Madrid para conmemorar el juramento de la nueva reina. Reproduzco tres alegorías concebidas y patrocinadas por el Ayuntamiento para conmemorar tan importante suceso.
En este manifiesto se recogen todos los públicos festejos para solemnizar la Jura de la futura Isabel II organizados por el Ayuntamiento de Madrid, pero hay que recordar que en el resto de ciudades españolas también se conmemoró con diversas actuaciones en un despliegue de fastuosidad y ostentación acompañadas de aparatosas escenografías.
Creo de interés el copiar el contenido de los actos tal y como aparecen en las tres secciones que ilustran las imágenes, ya que considero de que se tratan de «imágenes para ser leídas».
SECCIÓN I
1. Guerreros antiguos
2. Genios esparciendo y recogiendo flores
3. Carro de la Aurora, con la Noche y el Sueño, circundado por las Horas y las Gracias
Abrirá la marcha una brillante música militar. Seguirá una comparsa de guerreros vestidos y armados a la antigua, en representación de la constante lealtad del ejército español para con sus amados Reyes, en cuya defensa está siempre dispuesto a verter la última gota de su sangre, y aludiendo también a las inmortales glorias de esta nación valerosa. Seguirá a los guerreros un grupo de Genios coronados de flores, y derramándolas en todas direcciones; con cuyo emblema se significan los blandos Céfiros, los tiernos amores y las inocentes risas que circundan y embellecen la dorada Cuna en que crece, reservada al Trono de Recaredo, y a colmar la ventura de sus súbditos, la adorada hija de Fernando y de Cristina. En un Carro fulgente irá la Aurora con el cabello suelto y una antorcha en la mano derecha, llevando a sus pies el Sueño y la Noche, representados por una matrona y un joven vestidos alegóricamente. En derredor del Carro irán las Horas y las Gracias con los atributos que a unas y otras pertenecen.
Con esta alegoría se demuestra que la Princesa, objeto de nuestro amor, es consuelo y esperanza del Trono en que ha nacido, y de los pueblos que un día bendecirán su Imperio, así como la Aurora vivifica y embellece los campos que ilumina. En las imágenes del Sueño y de la Noche se representan la ignorancia, los recelos, los quiméricos designios, las ilusiones y los delitos que engendran estas dos divinidades del Averno, cuyo influjo ha desaparecido, como las tinieblas a vista de la luz, desde que plugó a la Providencia fecundar el lecho de Fernando, y sobre todo desde que el Pueblo Español ha visto felizmente restablecida la salud de su más amado Rey, y colmados los votos de su tierna y solícita Esposa. Las Ninfas que rodean al Carro son símbolo de las horas bienhadadas que van a suceder a las que fueron, no ha mucho, horas de amargura, y las gracias que en la tierna Isabel ha prodigado la naturaleza.
SECCIÓN II
1. Pastores
2. Labradores
3. Jardineros
4. Marineros
5. Artesanos
6. Pinturas
7. Arquitectura
8. Escultura
9. Carro de Mercurio con luces y flama
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Precedidas de otra banda de música militar caminarán regocijadas varias cuadrillas, compuestas de pastores, labradores, jardineros, merineros y artesanos con sus correspondientes trajes, y con los instrumentos de sus respectivos oficios. En seguida la Arquitectura, la Pintura y la Escultura con sus atributos, y detrás de esta comitiva otro suntuoso Carro, en cuyo centro aparecerá Mercurio con el Caduceo, los talares &c., Céres coronada de espigas, con la hoz en la mano, y Flora ceñida de guirnaldas.
Este cuadro alegórico denota la lisonjera perspectiva que ofrece a España la directa sucesión de unos Reyes tan amantes de las artes consoladoras. La comparsa de pastores y labradores, bendice a Céres como a Diosa de la Agricultura, fuente inexhausta de la pública felicidad, presintiendo sus progresos en el fértil suelo español, el fomento de nuestros ganados y la mejora de sus preciosas lanas: los jardineros, adorando a Flora, significan que una Princesa en cuya frente resplandecen la hermosura, el candor, y la pureza, debe ser tan grata a los españoles, como era a los gentiles la divinidad de quien en su creencia procedían los dones de la prolífica y apacible Primavera: los marineros y artesanos precediendo el Carro de Mercurio, Dios de la Industria y del Comercio, se recrean con la plácida esperanza de la decidida protección que, imitando a sus ínclitos Padres, dispensará la jurad Princesa a estos elementos de riqueza; y por último la Pintura, la Escultura y la Arquitectura, laureadas, manifiestan que su real munificencia producirá otra edad de oro para las bellas artes, hijas de la prosperidad y de la abundancia.
SECCIÓN III
1. Romanos
2. Sabinos
3. Españoles
4. Americanos
5. Danza de Ninfas y Genios
6. Carro de la Concordia, con la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza; circundado por el Honor, el Poder, la Amistad y la Abundancia
A otra banda de música seguirán comparsas de Romanos y Sabinos vestidos con la austera sencillez que distinguía a aquellos pueblos en el reinado de Rómulo y Tacio. Estas parejas, recordando la alianza más célebre que refieren las antiguas historias, aluden a la entrañable unión con que las Provincias que componen la vasta Monarquía española rivalizan en amor y fidelidad al gran Fernando, a la benéfica Cristina y a su regia prole; y manifiestan que si una Isabel, de gloriosa memoria, reunió bajo una sola Corona los Reinos de Castilla y Aragón, otra Isabel, digna de ser llamada Nieta suya, logra estrechar tan halagüeños lazos aun antes de ceñir a sus sienes la Corona. A continuación, marchará otra lucida comparsa de españoles a la antigua, y de americanos con su primitivo traje, para demostrar que los benéficos rayos del nuevo astro que brilla en el Solio Español, no se limitan a un solo hemisferio.
Las parejas de la primera comparsa llevarán báculos con una cigüeña en su extremo, símbolo de la gratitud entre los gentiles, y asimismo navetas con incienso y vasos para las libaciones; todo en demostración de agradecimiento al Cielo por haber colmado los votos de la Monarquía. Las parejas de americanos y españoles, llevarán mármoles, medallas y pergaminos, como monumentos que han de llevar hasta las más remotas generaciones el egregio nombre de Borbón, su grandeza y sus hechos esclarecidos. Seguirá una danza de Genios y Ninfas, y a continuación se verá el tercer Carro, más bello y magnifico que los precedentes. Este carro será ocupado por cuatro matronas representando las virtudes Cardinales, todas con sus correspondientes atributos. En la parte superior se verá sentada la estatua de la Concordia, teniendo a sus plantas dos Leones que sujetan cada uno un globo, y llevando en sus manos un haz de varas semejantes al de los Lictores Romanos, pero cuyos remates son cálices de varias flores. Le adornan a cada lado dos urnas de perfumes. El arranque de dos brillantes semicírculos con los colores del arco Iris sostiene el dosel, en cuya circunferencia se leerá con caracteres dorados esta inscripción: LA CONCORDIA HACE LA FELICIDAD DE LOS ESPAÑOLES. Rodearán la carroza cuatro figuras que representan el Honor Español, nueva garantía de los derechos de Isabel, cimentados en las leyes y costumbres patrias, el Poder de esta monarquía respetado siempre por las naciones extranjeras: la Amistad, en señal de la que debe reinar entre los Príncipes para bien de sus dominios respectivos; y la Abundancia, que solo puede existir en el seno de la paz y de las virtudes.
… Y al celebrar con públicos regocijos el fausto momento de la Real Jura, en que solemne y universalmente es reconocida y acatada como sucesora de Fernando VII y de María Cristina de Borbón, no podía menos de complacerse el Leal Ayuntamiento de Madrid erigiendo un triunfo en honor de la Concordia.
©Antonio Lorenzo