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Litografía original Federico Mialhe (1853) |
La importante fábrica tabaquera La Honradez, con la repetida frase en su logotipo: «Los hechos me justificarán», fue creada en 1853 por el francés Luis Susini. Pronto alcanzó un notable éxito, por lo que se dedicaron a personalizar sus etiquetas a varios colores para las envolturas de las cajas de cigarrillos que producían a diario. Para ello, incorporó a principios de la década del sesenta unos innovadores métodos de impresión con técnicas importadas de las grandes naciones europeas.
Dentro de la destacada variedad temática de sus marquillas, me detengo en esta ocasión en unas que considero muy especiales. Se trata de un conjunto de ilustraciones que van acompañadas en su reverso por la partitura musical correspondiente. Estos ejemplos musicales, teniendo en cuenta los años correspondientes de su edición, nos proporcionan pistas sobre la música que se practicaba entonces en la isla, como son las llamadas contradanzas.
La contradanza es un baile donde la pareja baila uno enfrente del otro. Si nos atenemos a los tratados conservados, parece que su origen fue inglés pasando posteriormente a Francia y luego a España durante el siglo XVIII. No está nada claro cuál fue el proceso de su evolución, ya que su patrón musical va adquiriendo modalidades diversas por lo que resulta difícil acreditar una única procedencia. Sea como fuere, lo que parece claro es que su patrón musical es el origen de posteriores bases rítmicas como la habanera o el tango. De los ambientes de los salones aristocráticos pasó a ser un tipo de baile popular y público muy extendido y sin el encorsetamiento de sus pasos y vueltas de corte académico.
Conocida en Cuba, debido a la influencia española, fue durante el siglo XIX cuando se populariza adoptando el nombre de contradanza criolla, baile de pareja suelta que se ejecutaba en los salones populares de baile. La forma básica de este tipo de baile y el desarrollo de la contradanza cubana sufrió un proceso de criollización dando lugar en su acompañamiento a ejecutar ritmos conocidos ahora por danzones, sones o habaneras, cada uno de ellos con sus variantes y cambios en sus acentos rítmicos y tempos. La contradanza criolla fue poco a poco absorbiendo los elementos rítmicos de la isla, procedentes de la cultura musical afrocubana, popularizándose en los salones de baile y en las reuniones festivas campesinas.
El interés de estas ilustraciones se acrecienta porque incluyen en su reverso la partitura para piano de estas contradanzas, lo que da idea de su popularidad al tiempo que servía como reclamo publicitario para la venta de sus labores tabaqueras.
Tras este conjunto de publicaciones musicales incluyo otra pequeña muestra de espléndidas marquillas de variada temática, todas ellas entresacadas del archivo documental conservado en la Biblioteca Nacional de España.
Otros magníficos ejemplos de la fábrica «La honradez»
©Antonio Lorenzo