He dedicado anteriormente varias entradas a los santos abogados y protectores contra la peste, tan frecuentes en épocas antiguas y ahora tan presentes, bajo otra forma, en los tiempos que corren.
La entrada de hoy tiene por protagonista a uno de los ángeles jerárquicamente más elevado en la estrafalaria jerarquía angélica de la corte celestial, como es el arcángel san Rafael. Este arcángel figura como uno de los siete acompañantes de Dios, aunque en la biblia solo se mencionan a tres: san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Los arcángeles son considerados como los asistentes o representantes más directos de Dios en la tierra y como sus elegidos mensajeros para cumplir misiones especiales. Pasemos por alto el comentar la excentricidad de estas jerarquías y atendamos al mundo de los pliegos, donde el arcángel san Rafael actuó como declarado protector de Córdoba ante las epidemias que se produjeron desde el siglo XVI.
La leyenda de San Rafael previa a su protectorado cordobés
Para contextualizar el papel desarrollado por el arcángel y comprender mejor los atributos que aparecen en su iconografía es necesario referirse al único libro donde se menciona a San Rafael Arcángel en varios capítulos, como es en el Libro de Tobías.
A pesar de las discrepancias sobre si el Libro de Tobías formaba parte de lo que se podría considerar como texto canónico del Antiguo Testamento, fue finalmente admitido como tal desde el concilio de Roma en el 382 y ratificado en concilios posteriores, como el de Trento en 1546.
En dicho libro se lee que Rafael fue enviado por Yahvé para acompañar a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para cobrar una deuda que se le debía a su padre, y, a ser posible, conseguir para el joven una esposa humanitaria y piadosa.
Acompañado Tobías por Rafael, al que el joven creía que se trataba de un familiar de nombre Azarías, le sucedió lo siguiente: mientras se lavaba los pies en el río Tigris, un pez monstruoso salió del río con intención de devorarlo. El arcángel ordenó a Tobías que se abrazase al pez y lo sacase fuera del agua. Una vez muerto el pez, le ordenó que le sacase el corazón, la hiel y el hígado y lo guardase para hacer uso de ello a su tiempo. Ante la curiosidad de Tobías sobre el uso de las entrañas del pez, el arcángel le dijo que, quemando una parte del corazón, su humo servía para alejar todo género de demonios y que la hiel tenía la virtud de curar la ceguera.
Acompañado Tobías por Rafael, al que el joven creía que se trataba de un familiar de nombre Azarías, le sucedió lo siguiente: mientras se lavaba los pies en el río Tigris, un pez monstruoso salió del río con intención de devorarlo. El arcángel ordenó a Tobías que se abrazase al pez y lo sacase fuera del agua. Una vez muerto el pez, le ordenó que le sacase el corazón, la hiel y el hígado y lo guardase para hacer uso de ello a su tiempo. Ante la curiosidad de Tobías sobre el uso de las entrañas del pez, el arcángel le dijo que, quemando una parte del corazón, su humo servía para alejar todo género de demonios y que la hiel tenía la virtud de curar la ceguera.
Pieter Lastman - Tobías y el arcángel con el pez |
Jan Havicksz Steen - El matrimonio de Tobías y Sarah (1660) |
En fin... el libro de Tobías, incluido en el Antiguo Testamento, se considera como una ficción poética a modo de relato novelado, fábula o cuento, que contiene enseñanzas erróneas que rayan en la superstición, como la de que el hígado de un pez, quemado sobre un brasero, ahuyenta los malos espíritus o el que el hecho de dar limosnas libra de la muerte y purifica todo pecado al margen de lo que enseñan las Sagradas Escrituras sobre que el medio para alcanzar la salvación se reduce a Cristo.
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Antes de pasar a reproducir los pliegos de cordel donde se reivindica al arcángel san Rafael como protector ante la peste y custodio de Córdoba, creo interesante realizar un mínimo recorrido ilustrativo para recrearnos visualmente con algunos grabados basados en el Libro de Tobías.
Antes de pasar a reproducir los pliegos de cordel donde se reivindica al arcángel san Rafael como protector ante la peste y custodio de Córdoba, creo interesante realizar un mínimo recorrido ilustrativo para recrearnos visualmente con algunos grabados basados en el Libro de Tobías.
Filippino Lippi - Tobías y el ángel (detalle) |
Andrea del Verrocchio - Tobías y el ángel |
Bernardo Strozzi - Curación de la ceguera de Tobías con las entrañas del pez |
San Rafael, custodio de Córdoba
Descrita de forma sucinta la mención al arcángel en el Libro de Tobías, la leyenda sobre la que descansa la proclamación de San Rafael como custodio de la ciudad de Córdoba es más o menos como sigue.
A consecuencia de una peste que asoló a la población en el siglo XVI, el arcángel se le apareció varias veces al padre Andrés Roelas revelándole que salvaría a la ciudad y la protegería.
Aparición al padre Roelas ( Juan Bernabé) |
El sacerdote pensó en un principio que se trataba de alucinaciones. Pero, en la madrugada del 7 de mayo de 1578, se produjo una quinta aparición en la que Rafael le dijo al sacerdote que era el ángel Rafael, a quien Dios tenía puesto por guarda de la ciudad y diciéndole: «Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad».
Al poco tiempo de esta aparición, no se produjeron más muertes a causa de la epidemia de peste en Córdoba.
También por las revelaciones del arcángel Rafael al padre Roelas se encontraron los huesos de los santos mártires cordobeses en la iglesia de San Pedro.
Al poco tiempo de esta aparición, no se produjeron más muertes a causa de la epidemia de peste en Córdoba.
También por las revelaciones del arcángel Rafael al padre Roelas se encontraron los huesos de los santos mártires cordobeses en la iglesia de San Pedro.
Nueve años después, el padre Roelas fallecía en Córdoba, pero tuvieron que pasar veinticinco años tras su fallecimiento para que las revelaciones de San Rafael al sacerdote pudiesen ser leídas por todos, dado que fue un hombre muy prudente y discreto con este tema.
Desde entonces, la devoción a San Rafael se ha mantenido hasta la actualidad considerándolo como el patrón de la ciudad, aunque en realidad ha oscurecido a los auténticos patrones, como son los santos mártires san Acisclo y santa Victoria.
La devoción popular hacia el arcángel se generaliza a raíz de la aprobación de iglesia local el año 1602 aprobando las revelaciones del arcángel al padre Roelas. Convertido el arcángel en el referente devocional de los cordobeses, su imagen se potenciará en esculturas, pinturas, retablos y estampas como símbolo significativo de su protectorado.
Su fiesta se celebra el 24 de octubre, aunque la festividad de los santos arcángeles se celebren conjuntamente el día 29 de septiembre. Sin embargo, según la tradición, se concedió a Córdoba el privilegio de mantener su festividad el 24 de octubre en atención a la gran devoción que inspiraba el custodio. Es, junto a la dedicada a Nuestra Señora de la Fuensanta, las dos fiestas locales más importantes y representativas de la ciudad.
La devoción popular hacia el arcángel se generaliza a raíz de la aprobación de iglesia local el año 1602 aprobando las revelaciones del arcángel al padre Roelas. Convertido el arcángel en el referente devocional de los cordobeses, su imagen se potenciará en esculturas, pinturas, retablos y estampas como símbolo significativo de su protectorado.
Su fiesta se celebra el 24 de octubre, aunque la festividad de los santos arcángeles se celebren conjuntamente el día 29 de septiembre. Sin embargo, según la tradición, se concedió a Córdoba el privilegio de mantener su festividad el 24 de octubre en atención a la gran devoción que inspiraba el custodio. Es, junto a la dedicada a Nuestra Señora de la Fuensanta, las dos fiestas locales más importantes y representativas de la ciudad.
Es tradicional que el día de san Rafael los cordobeses acudan al campo en masa para degustar los conocidos como «peroles» y acudir a la iglesia del Juramento de San Rafael para contemplar la imagen de su custodio.
San Rafael en la literatura popular impresa
San Rafael en la literatura popular impresa
La peste de fiebre amarilla de 1804
El 4 de septiembre de 1804 se detectó el foco de una infección que en apenas dos meses y medio acabó con la vida de un número importante de cordobeses.
Dicha infección, catalogada como fiebre amarilla por los signos de palidez amarillenta que suele producir, parece ser, según algunos estudiosos, que su origen vino de los puertos de Cádiz y Málaga donde atracaban los barcos con cargamentos que venían de América. La concentración de la población y la presencia de mosquitos transmisores extendieron la enfermedad. Muchas de las larvas de los insectos se mantenían en las orzas donde se guardaban los alimentos o se rellenaban con agua sin la debida higiene. En 1803 un primer brote se desarrolló en Málaga extendiéndose rápidamente tanto por la ciudad de Córdoba como en otros importantes municipios de la provincia.
El desconocimiento del mecanismo de transmisión fue determinante en la propagación de la enfermedad, ya que hasta los inicios del siglo XX no se sabía con exactitud cómo se transmitía.
Reproduzco unas invocaciones al arcángel para que interviniera ante Dios para salvar a la población.
El final de la peste que padeció Córdoba el año 1804 dio lugar a que el año siguiente se exhortase al pueblo a dar las gracias al custodio por haber logrado detener el contagio, tal y como se recoge en un folleto de 32 páginas impreso por la popular imprenta de Rafael Rodríguez, del que reproduzco la primera y última página.
Iconografía del arcángel San Rafael
Habitualmente suele representarse a San Rafael vestido de peregrino, con bastón y con un pez, que rememora el pasaje bíblico del Libro de Tobías.
Tanto el bastón como el pez son elementos comunes para todas las imágenes de San Rafael del mundo. Sin embargo, en el caso de Córdoba hay diferencias significativas. En esta ciudad lleva, aparte del citado bastón y el pez, una especie de cartela con el Juramento al Padre Roelas, unas veces en las manos y otras en los pies. Este detalle recuerda cuando el 7 de mayo de 1578 se le apareció el arcángel jurándole que sería el guardián y custodio de la ciudad, iniciándose así su culto.
También hay ejemplos en los que aparece junto a los Santos Mártires de Córdoba, San Acisclo y Santa Victoria, como en el caso de la fachada del Juramento, donde San Rafael está con ellos, aunque esto no es imprescindible.
Iglesia del Juramento de San Rafael en Córdoba |
Imagen del altar callejero antiguo y reciente dedicado a San Rafael en la ciudad de Córdoba |
©Antonio Lorenzo