lunes, 4 de abril de 2022

San Camilo de Lelis, patrón de los agonizantes y de la Buena Muerte


La iglesia católica considera a san Camilo de Lelis como el patrón de los enfermos y de los agonizantes. Fundador de la Orden de los Camilos, conocidos también como los Padres de la Buena Muerte, tanto su vida como su trayectoria fundacional se ha ido resignificado simbólicamente en el imaginario colectivo mediante estampas, oraciones o novenas dedicadas al santo que se han ido difundiendo progresivamente por numerosos hogares. La iconografía particular de san Camilo, con mayor incidencia en el siglo XIX, ha circulado como modelo de entrega a los desvalidos tanto en colecciones privadas como en museos nacionales e internacionales. Las estampas con su imagen, en llaveros o imanes a modo de objetos devocionales, han ido adquiriendo una notable utilidad práctica para los católicos en la creencia de que haciendo un acto de contrición con devoción y fe y acompañado de una oración se lograba la intercesión del santo para reconfortarnos. A ello se unía, como recurrente regalo añadido, las indulgencias dictadas por determinados obispos a quienes practicaran esa devoción al santo.

Su presencia en los pliegos de cordel o en otras manifestaciones de la literatura popular impresa no deja de ser un pretexto en esta ocasión para comentar de modo más extenso sus antecedentes gráficos en relación con las ilustraciones que reflejan las postrimerías de la vida.

Entresaco noticias sobre la vida del santo de distintas biografías, muchas de ellas de contenido fabuloso e inverosímil, algo habitual en las biografías tanto de los santos como de los mártires. Se dice que Camilo Lelis (Bucchianico, 1550-Roma, 1614), nació en un establo debido a que su madre, ya de edad avanzada, quiso imitar el nacimiento de Jesús. A los diecisiete años de edad, Camilo, que ya medía por entonces 1'90 metros (se cuenta que uno de sus viejos zapatos se exhibe hoy en Florencia a modo de reliquia), se enroló con su padre en el ejército veneciano para luchar contra los turcos. De carácter inquieto y travieso tuvo gran dependencia desde su infancia del pernicioso vicio del juego, lo que le hizo caer en la miseria una vez que fue expulsado del hospital de Santiago en Roma, donde acudió para tratarse el mal de su pierna, que tenía fracturada desde los treinta y seis años junto a dos llagas muy dolorosas en la planta del pie adquiridas en sus enfrentamientos contra los turcos. Dedicado a mendigar por las ciudades y acogido en un convento de los capuchinos, le asaltó una luz interior quedando abatido por la luz divina (algo también recurrente en las biografías de los santos), descubriendo que su verdadera vocación era auxiliar a los enfermos. Pasados unos años e iniciando sus estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote en el año 1584. Creador de la Orden de los Ministros de los Enfermos, conocida luego como Los Camilos, tuvieron como misión el cuidado de los enfermos y la atención a los moribundos. El fundador eligió como insignia distintiva una "Cruz Roja" para que la incorporaran en sus sotanas negras, emblema que luego fue adoptado para proteger y señalar internacionalmente la ayuda y la atención médica.

Camilo de Lelis fue beatificado por el papa Benedicto XIV en 1742 y canonizado en 1746. El santoral católico conmemora su día cada 14 de julio. Fue proclamado patrono de los enfermos, junto a san Juan de Dios, por el papa León XIII.

Antes de comentar los antecedentes gráficos sobre las postrimerías de la vida reproduzco algunos pliegos de cordel y unos gozos dedicados al santo como ejemplos cercanos de devoción popular impresa.

En el primero de ellos, a la venta en la librería de Vidal en Reus, se añaden unas alabanzas y milagros atribuidos a la intervención del santo Ángel de la Guarda, muy difundidos y al que dediqué una anterior entrada.







Este segundo pliego fue editado por el conocido taller valenciano de Laborda.



En el siguiente pliego, reimpreso en Zaragoza, en la xilografía de la portada aparece un agonizante postrado en su lecho donde deambulan a su alrededor una serie de diablillos que tratan de hacerse con el alma del moribundo. En lo alto aparece san Camilo flanqueado por dos ángeles que portan unos lazos donde puede leerse: "San Camilo de Lelis" y "Abogado de los agonizantes", al tiempo que el agonizante clama ayuda al santo: "San Camilo defendedme".




Todas estas manifestaciones gráficas que tratan de moribundos y enfermos cuentan con antecedentes en los siglos pasados. Hay que recordar, de manera tangencial, algunas escenas sobre el tránsito que supone la muerte y que fueron tratadas en las magníficas pinturas de Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España por El Bosco.

Dentro de su amplia y fascinante producción pictórica pongo la atención en La mesa de los pecados capitales, y especialmente en su representación de la muerte como fuente iconográfica precursora que obtuvo un amplísimo desarrollo en la entonces América hispana y portuguesa durante el siglo XIX.

En este óleo sobre una tabla de madera de chopo, conservado en el Museo del Prado de Madrid y adquirido en un principio por Felipe II para el monasterio de El Escorial, aparece en el centro de la composición la figura de un Cristo que representa el ojo de Dios junto a una descripción en latín que dice "Cuidado, cuidado, Dios lo ve". Alrededor de la figura de Cristo se observa a modo de un tablero de mesa un círculo más grande dividido en siete partes que representan los siete pecados capitales.

A su vez, en cada una de las esquinas de la mesa aparecen unos pequeños círculos que representan "la muerte", "el juicio", "el infierno" y "la gloria". 


Si nos detenemos en la representación de la muerte en la esquina superior izquierda de la mesa, vemos representado a un moribundo con la cabeza vendada que se encuentra acompañado por un médico, tres religiosos, una monja, un ángel con un demonio a su vera y, tras la puerta semiabierta, aparece la muerte portando una flecha que señala al agonizante. Al fondo de la escena se encuentran los supuestos familiares del enfermo.


Esta representación de la muerte, junto a algunos de los personajes que aparecen, fue ampliamente desarrollada en los siglos posteriores, aunque diferenciando como novedad dos tipos de muertes: la muerte del justo y la del pecador. El Bosco se encontraba influenciado aún por el Ars moriendi (el arte del bien morir), textos conservados escritos en latín a finales de la Edad Media donde se contienen consejos de preparación para una buena muerte. El alma, una vez que ha abandonado el cuerpo, es recogida por un ángel. El Bosco introduce la figura de un esqueleto que aparece tras la cabecera de la cama señalando con la flecha que la muerte ya ha venido a por el moribundo mientras que el ángel y el demonio se muestran expectantes arriba de la cama a la espera del desenlace.

Otra importante contribución de El Bosco es la dedicada a la muerte del pecador, en este caso del avaro (o usurero). La escena, pintada en una tabla, debió de formar parte de un tríptico realizado entre 1490 y 1500 donde se representa simbólicamente el trance de la muerte de un hombre poderoso que se encuentra desnudo en la cama, pues aparecen a los pies de su lecho tras un pequeño muro los restos de lo que parece su armadura.


Esta pequeña tabla refleja el interés de El Bosco por representar la lucha entre ángeles y demonios con ocasión de la muerte de un hombre rico. Aparece así la muerte por la puerta de la estancia, mientras que el moribundo se incorpora tratando de coger una bolsa de oro que le ofrece un demonio por detrás del dosel de su cama.

Detalle

Detalle

Detalle

El moribundo descarta mirar hacia su ángel de la guarda, quien señala e indica a su derecha en lo alto el crucifijo del que emana un rayo de luz mientras es observado por otro diablo que asoma sobre el dosel. La figura del avaro, simbolizado por un anciano, extiende una de sus manos hacia un saco de monedas dentro de un cofre sostenido por un demonio. Bajo el cofre aparecen más demonios escondidos mientras que el anciano sostiene con su otra mano un rosario. En primer plano se observa otro demonio que sujeta varias telas. El moribundo no parece dar señales de arrepentimiento, lo que sugiere que los demonios conseguirán su propósito.

Detalle

Si en los textos del Ars Moriendi solo se contemplaba la figura del moribundo que entregaba su alma a Dios, buscando exaltar la muerte del justo, la dualidad iconográfica que poco a poco se fue desarrollando contempla, no solo la muerte del justo, sino también la del pecador que fue ganando terreno iconográfico y alcanzando notoriedad con el paso del tiempo y cuyo precedente ya lo encontramos en El Bosco.

La idea sobre la muerte se va asociando en sus representaciones gráficas mediante a una forma dual: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, el cielo y el infierno o lo efímero y lo eterno. 

El desarrollo de las escenas diferenciales entre la muerte del justo y del pecador se propagan tras el Concilio de Trento (1545-1563) y por la consiguiente mentalidad contrarreformista donde alcanza mayor notoriedad la doble idea de la condenación o salvación de las almas usando el miedo a la muerte como pretexto y argumento simbólico. Unos ejemplos de ello son las siguientes imágenes de gran difusión en Francia.


Ilustración dual de un catecismo de finales del XIX

https://funjdiaz.net/museopapel/expo0106era_ficha.php?id=106210

Selección de imágenes de san Camilo de Lelis

Los grabados populares impresos forman parte de una cultura híbrida o de amalgama que asimila aspectos diversos se reproducen en una amplia diversidad de manifestaciones. De ahí su importancia como valor documental e histórico cada vez más tenido en cuenta por la historia cultural.

Las imágenes, si van acompañadas da algún texto, ayudan a la conceptualización del mensaje que se quiere transmitir, recurso muy utilizado en las estampas devocionales.

Toda caricatura, dibujo, viñeta o imagen general no deja de ser un relato visual que nos encamina a una historia o percepción, a una forma de extensión de la mirada. Las imágenes contienen una potencia descriptiva que en muchas ocasiones resulta, incluso, superior al propio lenguaje, pues su capacidad de significar interpretativamente resulta compleja en relación a lo percibido, ya que se trata de una construcción mental como ocurre con la metáfora.

Comienzo con una excelente estampa popular dedicada a san Camilo elaborada por José Guadalupe Posada (1852-1913), caso excepcional de creatividad como dibujante, ilustrador, caricaturista y litógrafo. Posada aportó una significación personalista al evocar en el conjunto de su obra el protagonismo de la dualidad vida-muerte.

Un padre camilo, portador de una vela encendida como símbolo de la luz divina, trata de exhortar al arrepentimiento al agonizante intercediendo por su alma ante la Santísima Trinidad representada en lo alto. El moribundo aparece perturbado al tiempo que su ángel de la guarda se muestra triste y lloroso. Una de las figuras demoníacas, además, le muestra un cuadro donde se ve a una mujer, que simboliza la lujuria, mientras que esparcido por el suelo se muestran botellas, sacos con dinero y una baraja como atributos del vicio. 


De la colección de "Vidas ejemplares", editadas en México en formato de comic, adjunto la portada y las hojas iniciales del folleto junto a las hojas finales donde se alude al símbolo de la Cruz Roja Internacional.
 
"Vidas ejemplares", Editorial Novaro, año IV, nº 38, México, 1957




Novena y oración a san Camilo de Lelis

Estampa y exvoto mexicano


Autor desconocido - Moribundo asistido por los Padres Camilos

Añado esta otra curiosa ilustración sobre san Camilo que nos recuerda al superhéroe "Supermán" de la película por los aires.


©Antonio Lorenzo

viernes, 25 de marzo de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [XIV]


Este segundo Almanaque de la ilustración para el año 1875 es el continuador del editado bajo la misma etiqueta el año anterior y que bajo dicho rótulo tuvo una amplia trayectoria.

En el "juicio del año" escrito por el editor Carlos Frontaura se trasluce su ideología política decantándose por la restauración monárquica, algo que tomaría forma a finales de diciembre.


El balance que aparece en el almanaque sobre los principales acontecimientos del año 1874 estuvo a cargo del colaborador y escritor Manuel Ossorio y Bernard, donde comienza por justificar el golpe de estado llevado a cabo por el general Pavía el día 3 de enero, apenas comenzado el año en curso. El balance del año, según consta, fue escrito en septiembre, por lo que no pudo prever el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto el 29 de diciembre que supuso la Restauración borbónica en España, el fin del Sexenio Democrático (1868-1874) y el de la Primera República Española (1873-1874).
«Meros narradores de sucesos públicos, y sin que entre en nuestro ánimo hacer apreciaciones políticas, debemos, no obstante, hacer constar que el hecho realizado por el capitán general y la guarnición de Madrid fue perfectamente acogido por la opinión pública, que, dividida en toda clase de cuestiones políticas, veía, no obstante, en aquel suceso la conservación de la unidad de la patria».
El golpe de estado lo propició el general Manuel Pavía ordenando el desalojo inmediato del Congreso y enviando a las Cortes unas compañías de infantería y de guardias civiles, aunque el general no estuvo físicamente presente, ni aparece en lo registrado ese día en el "Diario de Sesiones", y mucho menos entrando a caballo a lomos de un caballo blanco, lo que se asocia imaginariamente a la difundida imagen del legendario Santiago Matamoros en la también inexistente batalla de Clavijo de la Reconquista.

Independientemente de su controvertido origen, los llamados "soldaditos de Pavía" se asocian, sobre todo en Madrid, aunque conocidos también en algunos establecimientos andaluces, con una fritura de bacalao rebozado acompañado de pimiento rojo, tapa característica de Casa Labra, taberna centenaria madrileña en la calle Tetuán, 12, local protagonista también de la fundación por Pablo Iglesias el dos de mayo de 1879 del Partido Socialista Obrero Español, como recuerda una placa conmemorativa.


El recuento de los principales sucesos del año por Ossorio y Bernard, escritos como hemos señalado en el mes de septiembre, termina con la siguiente reflexión:
«Quiera Dios que en el año próximo pueda ser cronista de venturas y llene en EL ALMANAQUE DE LA ILUSTRACIÓN igual número de páginas que el consagrado a las desgracias de1874».
De las ilustraciones incluidas en el almanaque entresaco las siguientes:

Entrada de las tropas en el Congreso de los Diputados.


El sitio de Bilbao que refleja la ilustración se refiere al enfrentamiento entre los carlistas y los republicanos en el marco de la conocida Tercera Guerra Carlista. Durante dos meses la ciudad de Bilbao estuvo sitiada por las tropas del pretendiente carlista Carlos María de Borbón, algo que finalmente no pudieron lograr y tuvieron que retirarse.


La siguiente ilustración da cuenta de la grave inundación ocurrida en la ciudad de Burgos el 11 de junio de 1874 tras el desbordamiento del río Arlanzón, a consecuencia de una gran granizada e intensa lluvia ocasionando la inundación de numerosas viviendas.


Las siguientes ilustraciones ofrecen una visión costumbrista de la vida social en la isla de Cuba donde se diferencia la población negra de la blanca. Ello se enmarca dentro de los episodios de la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878), la primera de las tres guerras cubanas de liberación contra las fuerzas coloniales españolas, lo que acabaría consumándose en 1898.




La ilustración siguiente da noticia del atentado sufrido por el entonces canciller alemán Otto von Bismarck el día 13 de julio de 1874 donde resultó levemente herido.

Al igual que sucede con el caballo de Pavía, se atribuye al famoso "canciller de hierro", que logró la reunificación alemana a finales del XIX, la apócrifa cita sobre España, cita que, de ser verdadera, haría las delicias a los exaltados nacionalistas españoles como "argumento de autoridad": 
«Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo».
Se trata, obviamente, de una cita falsa, pues no se conoce ni la fuente ni fecha alguna de la misma. Resulta cuanto menos extraño que quien fuera el más importante nacionalista (prusiano) de su momento, ponga a España como prototipo del país más fuerte del mundo. 
 

La última ilustración da cuenta del fallido asalto carlista por ocupar Teruel el 4 de agosto de 1874 tras el también intento fallido un mes antes frente al acueducto de Los Arcos o traída de las aguas a Teruel. Tras este último intento de entrar en Teruel el grueso de las tropas carlistas se retiraron a otros puntos limítrofes de la provincia. Tiempo después la ciudad erigiría un monumento a los héroes del 3 de julio y 4 de agosto donde prosperó el estribillo de la jota: "Mientras que Teruel exista / a su historia será fiel / y nunca el bando carlista / podrá triunfar en Teruel".


©Antonio Lorenzo

jueves, 17 de marzo de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [XIII]


Este primer número del Almanaque de la ilustración para el año 1874 fue el comienzo de una serie de almanaques de igual título y factura de periodicidad anual y larga trayectoria. A partir del año 1897 formó parte provisionalmente de la revista Almanaque de la Ilustración española y americana, donde aparecían en las portadas ambas publicaciones, siendo absorbida por completo a partir de 1908.

Su primera época estuvo a cargo de Carlos Frontaura, conocido y prolífico periodista y escritor, director del periódico El Cascabel (1863-1875), periódico que también editaba almanaques para el año próximo bajo su dirección, a los que hemos dedicado atención en anteriores entradas. También colaboró en otras importantes publicaciones, como El Museo Universal, La Ilustración española y americana y como fundador y director de Los Niños, aparte de su obra personal. De ideología conservadora, desarrolló también una actividad política de la mano de Cánovas del Castillo ejerciendo el cargo de gobernador de distintas provincias y contribuyendo a la llamada Restauración borbónica con la figura de Alfonso XII.

El 11 de febrero de 1873, año de la edición del almanaque, se proclamó la I República española, tras la renuncia al trono de Amadeo I, lo que ello supuso de revuelo político y desconocidas expectativas coincidiendo con una turbulenta situación económica y social, entre otros factores por las consecuencias de la Tercera guerra carlista, el recrudecimiento de la guerra  de los Diez años en Cuba, el auge del movimiento obrero y campesino, y el conflicto dentro de las filas republicanas entre unitarios y federalistas «intransigentes». Todo ello desencadenó la llamada Insurrección cantonalista o revolución cantonal que comenzó en julio de 1873 con la proclamación del Cantón de Cartagena, (símbolo del movimiento), queriendo junto a otros territorios que lo secundaron instaurar inmediatamente una "República Federal" sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal que estaba en marcha, como defendía el presidente del poder ejecutivo de la república Francisco Pi y Margall.

Este levantamiento cantonal contribuyó a debilitar la tambaleante república considerado desde el gobierno central como un movimiento separatista que lo que buscaba era reformar la estructura del estado mediante una división administrativa (región o territorio) que gozase de gran autonomía de gobierno dentro de una organización política más amplia para constituir "desde abajo" la "República Federal" española.

Esta revolución cantonalista se ha descrita de forma parcial por algunos historiadores tachándola tan solo como un movimiento localista y desfasado, liderado por notables burgueses sin atender a los problemas reales de su tiempo y ocultando establecer similitudes con la Comuna de París, movimiento insurreccional activo entre el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871 en la capital francesa.

En el "Juicio del año" del almanaque, escrito por Carlos Frontaura, tras repasar la trayectoria mitológica de Júpiter, principal dios de la mitología romana, solicita de forma metafórica su intervención para el año venidero debido a la lamentable situación en la que encontraba envuelta España en ese momento. 


A su vez, en el exhaustivo balance del año 1873 que también desarrolla Carlos Frontaura atendiendo al contexto histórico y social, escribe al final del mismo lo siguiente:
«Triste es, -como puede verse por los anteriores apuntes- la historia del año último: la desgraciada España le ha ocupado casi por entero con el ensayo de la República, pudiendo asegurarse que la revolución del 1868 no ha logrado su desarrollo hasta febrero de 1873. Las pasiones contenidas durante cuatro años (desde la revolución de 1868), se han manifestado en toda su desnudez, y han causado numerosas víctimas; y el problema constituyente, planteado por la abdicación del rey Amadeo de Saboya, queda sin resolver al terminar el año. Tenemos república; pero unos quieren que sea unitaria, otros federal y otros socialista. Suframos sus consecuencias, y pues que tenemos que pasar por dicha forma de gobierno, penetremos con timidez en el año 1874, buscando la mejor de las repúblicas, como el célebre Jerónimo Paturot». (pág. 20)

La mención a Jerónimo Paturot se refiere a la novela satírica de Louis Reybaud, donde comentaba humorísticamente las extravagancias de la sociedad francesa de entonces en su obra Jerónimo Paturot en busca de la mejor república (original de 1848 con edición española de 1856) que alcanzó cierto éxito en los círculos intelectuales. 

La insigne escritora Emilia Pardo Bazán en su ensayo crítico La literatura francesa. La Transición (1911), desarrolla unas lúcidas reflexiones sobre el tránsito del romanticismo al realismo en la literatura gala y los espacios creativos e híbridos entre ellos, sobre los que se detiene.

Comentando la influencia de Louis Reybaud, escribe:

«Si se inclina un poco Reybaud a lo vulgar, sus héroes, Jerónimo y Malvina, serán sencillamente personajes de Paul de Kock; si se remonta, lo serán de Eugenio Sue. La sátira social de Reybaud ha evitado estos dos escollos. Es imposible desplegar mayor donaire en la sencillez. Nótese que esta sátira de un régimen deja muy mal parado al romanticismo; y así tenía que suceder, tratándose de un escritor castizo, dotado del humorismo nacional, y cuyos númenes son la sensatez, la claridad, la moderación y un grano de sal irónica. La forma de Reybaud es sucinta, incisiva, sin galimatías ni digresiones; su vena, cáustica y mordaz. No diré que Jerónimo Paturot llegue a la altura de Gil Blas [se refiere a "La Historia de Gil Blas de Santillana" o "Aventuras de Gil Blas de Santillana", novela picaresca escrita en francés por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735, personaje que posteriormente también dio pie a la revista satírica Gil Blas impresa en Madrid entre 1864 y 1872],  pero es de su raza, de la estirpe de esos buscavidas aventureros, descentrados, que al cruzar todos los medios sociales, abarcan en su historia la de una generación». 
A continuación, y bajo la etiqueta de "Recuerdos literarios", el colaborador y escritor Manuel Ossorio (1839-1904) hace un repaso por las más importantes contribuciones artísticas del año 1873 a las que divide en los siguientes apartados:

* Obras de carácter político e histórico
* Literatura científica y filosófica
* Novelas (con especial mención a los primeros cuatro volúmenes ya publicados de los Episodios nacionales de Pérez Galdós.
* Poesía lírica.
* Sobre el Teatro español, comenta lo poco destacado de las obras en estrenos competentes, aunque resalta el éxito popular de lo representado en algún café-teatro "gracias a la benignidad de los espectadores, más larga que los vestidos de las bailarinas, que suelen llevar el secreto de un éxito en sus rosadas pantorrillas de algodón".

Al finalizar el almanaque se recoge un registro de artistas de las letras, ciencias y artes distribuida en meses con las fechas de nacimiento o fallecimiento en su caso señalando su actividad artística.

Ilustraciones destacadas

Las magníficas ilustraciones que aparecen en el almanaque recogen aspectos o episodios característicos del año, como la salida del rey Amadeo I fuera de España; sugerentes imágenes sobre los insurrectos cantonalistas; referencia a la participación española en la Exposición Universal de Agricultura, Industria y Bellas Artes, celebrada en Viena desde el 1 de mayo al 31 de octubre de 1873; referencias a la guerra civil carlista; la catástrofe por descarrilamiento en el puente sobre el río Duero en las cercanías de Viana de Cega (Valladolid) el 11 de septiembre de 1873 con el resultado de 21 muertos y 58 heridos; el traslado de la estatua de Felipe III de la Plaza Mayor madrileña a los almacenes municipales en previsión de posibles actos de vandalismo por la recién proclamada república o la escena donde se recoge la visita de la destronada reina Isabel II al papa Pío IX en 1873 para influir sobre las relaciones entre la Santa Sede y los gobiernos republicanos que promovían entonces el proyecto de separación Iglesia-Estado.









©Antonio Lorenzo