Ilustración de G. Doré en Voyage en Espagne (1862-1873) del Barón Davillier |
«No es hoy la primera vez que aparecen en letra de molde la mayor parte de las Poesías comprendidas en este tomo; pero, publicadas en diferentes épocas, tamaños y formas; ya solas, ya acompañadas; ora en folletos, ora en hojas volantes, ora en periódicos políticos ó literarios, aun las mas conocidas no lo serán de todos los que leyeren la presente colección: otras, y no en corto número, son absolutamente inéditas: otras, en fin, que habían corrido anónimas, entran ahora ostensiblemente en el seno de la familia».
Teniendo en cuenta esta advertencia y a la vista de las fechas de impresión de los pliegos está claro que los versos sobre la manola ya circulaban y eran conocidos popularmente.
Ignacio Zuloaga - Una Manola (ca. 1913) (Museo del Prado) |
Lo que nos sugiere La Manola como vendedora de productos frescos es su desparpajo resolutivo e irónico ante aquellos que tratan de cortejarla y que se hacen eco de su facilidad y donaire para los bailes populares.
En el mundo del Romanticismo musical español, especialmente en la vida operística madrileña en la segunda mitad del siglo XIX, hay que resaltar la enorme influencia de la música italiana en la península, sobre todo con la abrumadora presencia de la obra de Rossini. La enorme influencia del italianismo operístico sobre todo tras la Guerra de la Independencia, acabó eclipsando las manifestaciones de carácter popular españolista. En el año 1821 se derogó la orden de 1799 donde se prohibía representar, cantar o bailar piezas que no estuviesen escritas en castellano o fuesen ejecutadas por artistas foráneos. Ello dio pie a la enorme expansión y éxito del teatro lírico italiano a lo que algunos intelectuales, como es el caso de Bretón, criticaron la excesiva dependencia que trascendía incluso lo musical e impregnaba aspectos de la vida social. De ello se hizo eco Mesonero Romanos en sus Escenas matritenses, Vol. II, Madrid, Imprenta de Yenes, 1842, p. 83:
«El mérito de los cantantes, la nueva pompa con que se adornó el espectáculo, lo escogido de las funciones que se presentaron, fueron cosas de trastornar todas las cabezas, y llegó a tal punto el entusiasmo, que no solamente se les imitaba en el canto, sino en gestos y modales; se vestía "a la Montresor", se peinaba "a la Cortessi", y las mujeres varoniles "a la Fábrica", causaron furor todo el año. Tan poderoso es el prestigio de la novedad, y tan dominantes los preceptos de la moda».
La crítica al excesivo gusto por lo italianizante también lo asumió Bretón de los Herreros en su opúsculo Contra el furor filarmónico, ó más bien contra los que desprecian el teatro español, Madrid: Imprenta de M. de Burgos, 1828, donde condenaba el excesivo e irracional entusiasmo a la música italiana en detrimento de lo considerado genuinamente español, cuyo ejemplo de un andalucismo nacionalista es precisamente la canción satírica de La Manola recogida en la literatura popular impresa.
Tal fue el éxito del texto de La Manola en el imaginario colectivo que hasta se le puso música como canción por Estanislao Ronzi en una interpretación de signo "españolista" dentro del marco escénico de la representación de la exitosa ópera de Rossini El Barbero de Sevilla, interpretada en su día por la reconocida mezzosoprano Almerinda Manzocchi (1804-1869), quien participó como cantante durante su estancia madrileña en distintas óperas representadas en los teatros más representativos.
«En el [teatro del] Príncipe a las seis y media de la noche: Todo lo vence amor o la pata de cabra, melo-mimo-drama mitológico burlesco, de magia y de grande espectáculo, nuevo, en tres actos; escrito, dirigido, y ensayado por D. Juan de Grimaldi. Las decoraciones son obra de D. Juan Blanchard, pintor que ha sido de los reales teatros de París, y en la actualidad de los de esta corte. La maquinaria ha sido ejecutada por D. Ruperto Sánchez, y los bailes dirigidos por el Sr. Juan Bautista Cozzer».
Como consecuencia del éxito del personaje de la manola, se confeccionaron distintos pliegos elaborados por distintos talleres que fueron ampliamente distribuidos y acompañados de otros textos, como Una letrilla satírica, La canción del trovador, La canción satírica titulada del Pú, La perla de Triana, Las corraleras de Sevilla y La calahorrana, canciones que merecerían por sí mismas de una mayor atención, aunque por ahora considero de interés la reproducción de los pliegos completos.