Quentin Massys, 'El cambista y su mujer' (1514) |
En esta nueva entrada y en las siguientes que seguirán vamos a mostrar una serie de pliegos de cordel que aluden a controversias, contiendas, disputas, desafíos o debates donde se enfrentan dos personajes. Estos interlocutores no corresponden siempre a personas, ya que pueden ser animales, plantas, estaciones del año, conceptos, figuras alegóricas, representantes de estamentos sociales, etc.
Estos debates que se recogen en los pliegos de cordel y que se han prolongado hasta tiempos recientes pueden referirse, por ejemplo, a las disputas entre el agua y el vino, a contiendas entre un cristiano y un judío o un moro, entre un caballero y un clérigo, sobre las virtudes del día y de la noche, sobre la riqueza y la pobreza o al curioso debate entre el cuatro y el tres, entre otros.
Para ilustrar esta primera entrada me voy a detener en el clásico enfrentamiento entre el trigo y el dinero donde se dirime cuál de ellos ostenta la mayor excelencia.
Estos debates o contiendas fueron muy apreciados en la Edad Media, no solo en el ámbito hispánico, sino también en el resto de la Europa occidental. Los debates literarios remontan a una tradición muy antigua y se conocen al menos desde el siglo IX, y cuyos precedentes remontan hasta los diálogos de Platón o de Cicerón o a las églogas de Virgilio, etc.
Mediante estos debates, que podemos considerar como un género en sí mismo, se analizan dos puntos de vista diferentes sobre un tema de interés. Hay que recordar la importancia de la dialéctica en el sistema educativo medieval. Entre las habilidades y saberes que se exigían en las universidades tenía gran importancia el llamado «trivium», que conjugaba la gramática, la retórica y la dialéctica. La habilidad dialéctica consistía en el arte de razonar y en el ejercicio del arte de la disputa sobre un tema. Un buen dialéctico debería ser capaz de defender posturas contrarias sobre un determinado tema. Los educandos debían practicar esa especie de justas dialécticas para adquirir una buena perspectiva general sobre una determinada «quaestio».
Del diálogo en forma de debate conocemos textos en latín y en lenguas vernáculas. Una de las formas de diálogo medieval más apreciada era la de la del maestro con el discípulo, cuya finalidad era didáctica y servía de vehículo para desarrollar un determinado tema.
Para ilustrar este tipo de debates traigo el ejemplo de un pliego muy conocido que trata sobre las excelencias del trigo y el dinero.
Barcelona, Impr. Ignacio Estivill, s.a. |
Madrid, Impr. de Andrés de Sotos, s.a. |
En una primera lectura se nos viene a la memoria el famoso «Enxienplo de la propiedat qu’el dinero ha» que compuso el Arcipreste de Hita en el siglo XIV tomando como fuente un poema goliárdico.
Veamos, a modo de ejemplo, algunas similitudes:
Sea un omne nesçio e rudo labrador,
los dineros le fazen hidalgo e sabidor (...).
Él faze cavalleros de neçios aldeanos,
condes e ricosomnes de algunos villanos
(Libro de Buen amor,
estrofas 491 y 500)
Hago al pobre poderoso, discreto al que necio era,
también de un soldado raso hago un general apriesa.
(El trigo y el dinero)
Vi tener al dinero las mejores moradas,
altas e muy costosas, fermosas e pintadas;
castillos, heredades e villas entorreadas
al dinero servían e suyas son conpradas
(Libro de buen amor, estrofa 501)
Yo edifico casas, pueblos, villas, ciudades y aldeas,
alcázares y palacios, castillos y fortalezas,
catedrales y ermitas y otras fábricas diversas.
(El trigo y el dinero)
Como es
harto conocido el tema medieval del poder del dinero es retomado por Quevedo en
su célebre letrilla «Poderoso caballero es don Dinero», que por sabido omito,
así como otras similitudes temáticas.
Adjunto el
enlace de la popular adaptación cantada de Paco Ibáñez sobre la letrilla del Arcipreste de Hita.
En el pliego
el trigo manda a callar al dinero, al que llama villano, considerándolo como el
causante de todos los vicios y males. La composición muestra en su conjunto su
clara intención moralizadora al identificar al trigo con la hostia consagrada
frente a lo meramente material del dinero. Es curioso observar cómo la mayor
parte del romance desarrolla «in extenso» las excelencias del dinero frente al
trigo, quien, a la postre, sale finalmente airoso de la disputa.
Añado otra portada distinta de la Casa Hernando, en Madrid y el comienzo de la relación recogida en Chile, lo que da prueba de su popularidad y difusión.
Portada del pliego editado en Madrid por la Impr. Hernando, s.a. |
Recogido por Vicuña Cifuentes, Julio, en Romances populares y vulgares, Santiago de Chile, 1912. |
Para finalizar esta primera aproximación copio un poema de temática similar, aunque de traza descuidada y claramente moderno, del que no he logrado identificar ni al autor ni su procedencia.
Estando el trigo en el campo
jugando con las amapolas
pasó por allí el dinero
y le preguntó con sorna:
—¿Qué haces amigo mío?
tan distraído que estás,
yo que no tengo tiempo
ni de poder almorzar.
Siempre voy de mano en mano
o de bolsillo en bolsillo
y no me puedo fumar
ni un simple cigarrillo—.
Entonces el trigo contesta:
—Pero, ¿tú sabes lo bonito que es
tener el alma tranquila
y no tener nadie a tus pies?
Porque tú ya lo sabes
siempre has dicho
que tú eres don Dinero.
Siempre estás ufano
siempre estás muy contento
regodeándote del poder
pero siempre dando escarmiento.
Y con eso no se vive
porque en el mal de este mundo
siempre estás tú por medio.
En la prostitución, el engaño,
robos, desfalcos,
las familias se pelean
los hermanos no se hablan
y hasta renuncian de Dios
y con el diablo se casan.
Si tú crees que eso es bueno
estás muy equivocado,
porque siempre te acompaña
la ambición y la venganza
y el querer tener poder
para dominar las masas.
Tú no me ves a mí,
que siempre ayudo a la gente
en su comida, en su mesa
y también en la despensa.
Acábate de enterar
porque si tú no lo sabes
también estoy en el altar
y me siento muy contento
de poder ayudar
al rico y a todo el mundo
porque son hijos de Dios
y todos los seres vivos
tenemos que pedir perdón—.
Antonio Lorenzo