Si algo se
puede decir de esta graciosa composición es que ha sido inspiradora de la
célebre novela de Pedro Antonio de Alarcón «El sombrero de tres picos» (1874),
novela inspiradora a su vez del famoso ballet de Manuel de Falla, de igual
título, estrenado en Londres en 1919, aunque una primera versión de la obra
bajo el título de «El corregidor y la molinera», ya se estrenó en el teatro
Eslava de Madrid en 1917 en forma de pantomima en dos partes.
Pocos casos hay en que una canción narrativa, no propiamente un romance
como se viene repitiendo, puesto que combina versos de 8 y de cinco sílabas,
haya tenido tanta repercusión y se haya convertido en un sólido referente de
sendas obras que han alcanzado una difusión internacional.
La persistencia de la tradición oral, que se ha mantenido ininterrumpida
desde el siglo XIX, ha permitido el que
la historia del molinero Lucas, su desenfadada esposa Frasquita y el estrafalario
corregidor haya resultado ser tan sugerente que, hasta el propio Picasso, asumió
el encargo de diseñar los decorados y trajes para el estreno del ballet de
Falla.
Decorado de Picasso para el estreno del ballet de Falla |
Figurines de Picasso |
El antecedente sobre el que se inspira Alarcón proviene de su
conocimiento de un pliego suelto recogido en el segundo tomo del Romancero de
Durán (Tomo II, nº 1356) titulado «El molinero de Arcos» que preludia la
historia, así como en los romances orales que llegó a conocer y escuchar.
En el prefacio, Alarcón expresa con claridad la fuente de su novela:
«Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de la escondida Cortijada en que nació, fue el primero a quien nosotros se la oímos referir. Era el tal uno de aquellos rústicos sin ningunas letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con el dictado de pícaros. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o bautizo, o de solemne visita de los amos, tocábale a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los Romances y Relaciones; y precisamente en una ocasión de estas (hace ya casi toda una vida..., es decir, hace ya más de treinta y cinco años) tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de ''El corregidor y la molinera'', o sea de ''El molinero y la corregidora'', que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de ''El sombrero de tres picos''».
Algunos estudiosos han querido ver en la canción narrativa de «El
corregidor y la molinera» ciertas similitudes con un cuento de Boccaccio en su
octava Jornada, aunque más bien hay que atribuir el motivo de los adulterios
cruzados y las venganzas que ocasionan a motivos folklóricos preexistentes en
cuentos y leyendas, lo que viene un poco a corroborar burlonamente aquello de
que todo lo parecido se parece. Hay una amplia literatura folklórica de
molineras y de molineros adúlteros que sería prolijo enumerar siquiera.
También se ha señalado la influencia en la novelita de Alarcón de un “fabliau” titulado «Le meunier d’Arleux» donde también se suceden
desplazamientos de camas y desarrollos parecidos. Pero en el hecho de que en
una narración aparezca un molino, una ciudad cercana e imprecisa, la noche que
facilita el intercambio de papeles, los cambios de ropas y el adulterio,
consumado o no, son elementos y motivos tan generalistas que resultaría
arriesgado el tomarlos como fuentes directas.
Pero vayamos a los pliegos inspiradores de la novela de Alarcón.
Publico, en primer lugar, la portada del pliego que recoge el texto de Durán en su recopilación, antecedente de los siguientes.
A continuación expongo tres versiones del mismo pliego editados en imprentas diferentes: Imprenta 'El abanico' [Barcelona], s.a.; Imprenta de F. Santarén (Valladolid) en 1873 y el editado en Reus por 'La Fleca', s.a.
La obra de Alarcón difiere en su argumento con el pliego que presentamos. La mentalidad de la época concordaba mejor con el final feliz y la salvaguarda de la virtud de la mujer del molinero y la del corregidor.
No debemos dejar de citar también a «La
molinera de Arcos» de Alejandro Casona, estrenada en 1947 en el Teatro
Argentino de Buenos Aires, donde residía entonces el dramaturgo. Obra inspirada a su vez en
la obra de Alarcón, añadiendo un eslabón más a la cadena de recreaciones y
adaptaciones de aquella historia contada en la canción narrativa de principios
del siglo XIX y de tan largo recorrido.
Casona retoma el motivo común de la anécdota del molinero que toma
venganza en la esposa de su rival vistiendo sus ropas, pero utilizando
materiales tan tradicionales como romances, refranes, músicas y bailes a modo
de las comedias de Lope.
La desenvoltura y viveza de los diálogos, junto a la caracterización de
los personajes y el ritmo ágil de la narración ha contribuido a que esa seminal
y humilde canción narrativa haya perdurado en el tiempo y haya sido motivo
inspirador de excelentes y conseguidas obras.
Antonio Lorenzo
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