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martes, 18 de abril de 2017

Imágenes para leer: Juego de preguntas y respuestas


Un entretenimiento para damas y galanes ociosos de la primera mitad del siglo XIX fueron las barajas o juegos de naipes. En este caso reproduzco una baraja compuesta por un conjunto de naipes donde se representan figuras aisladas de caballeros y damas. En cada una de los caballeros se plantea una pregunta y en la de ellas una respuesta. Al repartirlas a azar se originaba una situación más o menos comprometida que, de seguro, sería motivo de diversión y de imaginativas combinaciones.

Ante preguntas como: ¿Querrá V. que sepan de nuestro amor? o ¿Me querrá V. más que al otro? o ¿Puedo creer lo que V, me diga?; lo que podría originar respuestas como: "Lo veremos más despacio" o "No me da V. mucho gusto", entre otras muchas combinaciones.

El dibujante de esta peculiar baraja fue José Aparici (1773-1838), más conocido por sus cuadros de temas históricos de carácter patriótico, y por el grabador José Asensio (1759-ca. 1820). Está datada en los primeros años del siglo XIX, sin que podamos precisar más, y se conserva en el Museo de Historia de Madrid (antiguo Museo Municipal).

La baraja con preguntas y respuestas ha gozado desde antiguo de una gran aceptación. Antes de dar paso a una pequeña selección de la baraja que nos ocupa, reproduzco un ejemplo de otra, más moderna, donde la estructura y el desarrollo del juego parece similar.




Entresaco algunas de las preguntas que se incluyen en ellas: ¿Cómo lograré lo que deseo? ¿Amas con frenesí? ¿Sabes guardar un secreto? ¿Quieres que te mimen? ¿Quieres que te besen?... preguntas que, combinadas con determinadas las respuestas, producirían situaciones hilarantes y seguramente embarazosas en algún caso.

Selección gráfica de la baraja de comienzos de siglo

























































































©Antonio Lorenzo


sábado, 15 de diciembre de 2018

Interpretación simbólica de la baraja: pliegos, cuento y canción [III]


Continuando con el motivo folklórico de la interpretación de la baraja por un soldado, que vengo desarrollando en entradas anteriores, creo de interés la reproducción de tres pliegos de cordel brasileños representativos de la doble vía de dirección entre lo oral y lo escrito, procedentes de la región nordestina brasileña.

Contextualización de los pliegos nordestinos

La literatura de cordel brasileña se desarrolló especialmente en la región nordeste, sobre todo en los estados de Pernambuco y en su capital Recife, Paraíba y Ceará, donde se producían y comercializaban en otros estados. Los primeros colonos portugueses, en su expansión colonial, fueron los introductores de las llamadas «folhas volantes», si bien no alcanzaron una verdadera repercusión popular hasta los últimos años del siglo XIX, sobre todo en el nordeste brasileño.

Los nuevos estudios sobre esta literatura, aun reconociendo el origen inicial de la introducción de esas hojas volantes por los colonizadores portugueses, se decantan por la no atribución de una dependencia exclusiva de filiación entre la literatura popular portuguesa y brasileña, lo venía a alimentar una visión eurocéntrica similar a la ocurrida con España respecto a los países que fueron colonias de la metrópoli.

La literatura de cordel nordestina se estudia ahora como el resultado de un proceso independiente de su influencia lusitana en cuanto a formas, autorías, temática, difusión y especificidades propias, superando la influencia inicial de la temática portuguesa.

La confrontación de la literatura de cordel portuguesa con la nordestina, trayectoria histórica y comparación de textos, ha despertado desde no hace muchos años el interés de los estudiosos que han iluminado el proceso experimentado por los folhetos brasileños y que han llegado de forma sorprendente hasta nuestros días, como comentaré algo más adelante en sus trabajos sobre las consideradas relaciones de dependencia entre las "folhas volantes' o 'folhas soltas' lusitanas y las nordestinas.

Si en un primer momento la influencia fue debida al proceso de expansión colonial, la producción de pliegos [folhetos] brasileños adquieren unas características propias en cuanto a la adaptación, desdoblamientos y transversalidad de sus temas, su autoría, su comercialización y difusión, etc. que los convierte en un ámbito de estudio propio en sí mismo. La producción de los folhetos nordestinos se alejan, pues, de su dependencia de la metrópoli en numerosos aspectos, según reflejan los últimos y recientes estudios de estas formas de literatura popular.

Hay que señalar la importancia, anterior a la edición de pliegos nordestinos en la segunda mitad del XIX, de las llamadas «cantorías» (desafíos o debates verbales) generalmente acompañados de intervalos con instrumentos musicales (violas de cinco pares de cuerdas o una especie de violín conocido por rabeca), lo que daba espacio temporal a preparar las respuestas a los contendientes. En estas cantorías se presentaban composiciones poéticas o glosas elaboradas a partir de una palabra o cuestión donde dos cantores disputaban con ingenio y repentización sobre variados temas. Se ponía fin a la disputa cuando uno de los dos antagonistas se declaraba incapaz de proseguir mediante una respuesta adecuada.

El principal campo de actuación de los cantores eran las tradicionales ferias y mercados públicos de la región. Allí, rodeados de gente, improvisaban y entonaban versos del cancionero popular al mismo tiempo que vendían sus composiciones. Como transmisores de noticias, estos cantores, como ocurrió los ciegos en España, fueron una importante fuente de información y ajena a la prensa periódica.
Otro aspecto a considerar es la inexistencia de imprentas en Brasil hasta la llegada de la Corte portuguesa a Río en 1808, huyendo de la pretendida invasión napoleónica, donde se inauguró la «Impremsa Régia» que tuvo el monopolio de impresiones hasta el 1822. Tras el asentamiento de la corte empezaron a surgir librerías e imprentas que comenzaron a difundir los folhetos que escribían los poetas populares.

En su mayor parte hay una diferencia fundamental entre los pliegos españoles que conocemos con estos folhetos brasileños, donde en estos últimos adquiere una gran importancia el nombre del autor que vendía sus propias composiciones, fuera en su propia casa o en las ferias, lo que reforzaba el contacto directo y la sintonía entre el poeta y su público.

Carácter mediador entre lo oral y lo escrito

En estos folhetos se aprecia una fuerte permanencia de lo oral para ser leídos en voz alta a quienes no sabían leer y facilitar su memorialización para personas no alfabetizadas. La originalidad de estos folhetos reside en manejar los viejos temas y adaptarlos a la historia que se quiere contar mediante una reordenación del material y la introducción de nuevos elementos sobre una estructura ya existente

De esta forma, los cambios de versificación observados entre los pliegos lusitanos y los nordestinos radica en estos últimos por una mayor tendencia a adaptarlos para su memorización, esto es, para conseguir una mejor adaptación a la oralidad y que puedan ser leídas, como prácticas de lectura colectiva, o como soporte para ser cantados. Los folhetos tienden a desembarazarse de personajes secundarios y que apenas intervienen en la historia, con el fin de centrarse con la trama principal del relato con las menores interferencias posibles. De esta forma, se incrementa o acentúa el papel de los personajes 'buenos' y 'malos', caracterizando la descripción de los personajes con simples rasgos y adjetivos generalistas que los enmarcan de antemano en un esquema tópico y previsible.

Por todo ello es importante el papel desarrollado por el narrador omnisciente que modula, mediante gestos y cambios de tono, el desarrollo de la historia que cuenta acentuando o matizando sabiamente el desarrollo de la acción que relata para mantener la atención del público. El papel del narrador adquiere un papel preponderante al existir pocos diálogos entre los personajes siendo él el encargado de centrar la atención mediante la utilización y conocimiento de técnicas narrativas y recursos expresivos adquiridos con su práctica.

O soldado jogador

Reproduzco tres pliegos sobre el motivo que nos ocupa de la interpretación de la baraja por un soldado.

El primero de ellos corresponde al considerado por todos como el verdadero artífice, precursor y autor de estas composiciones. 



Leandro Gomes de Narros, nacido en el municipio de Pombal, del estado de Paraíba el 19 de noviembre de 1865 y fallecido en Recife, a los 52 años, el 4 de marzo de 1918, está considerado como el más grande poeta popular y autor brasileño de pliegos de cordel o folhetos.  Su actividad poética le obligó a viajar por numerosas poblaciones para vender y dar salida a sus composiciones. En realidad, ha sido uno de los pocos poetas populares que consiguió vivir de sus historias rimadas, de las que elaboró, o readaptó centenares de títulos. Según sus biógrafos, comenzó a escribir sus folletos en 1889 y sus composiciones se han seguido reeditando hasta nuestros días. Para salvaguardar sus folletos de falsificaciones colocaba en cada uno de ellos una imagen con su cara, ya fuera de busto o de cuerpo entero. Fue pionero en la publicación de folletos rimados y autor de una obra vastísima y de la más alta calidad, lo que le confiere, sin exageraciones, el título de poeta mayor de la Literatura de Cordel. 

Esta forma de atribución de autoría nos resulta chocante respecto a los pliegos de cordel españoles, pues en una enorme cantidad de ellos no suele aparecer el autor y los talleres de impresores se nutrían o manejaban las mismas composiciones sin apenas control de ningún tipo, intercambiándose tacos de madera para ilustrar las cabeceras y sin que en muchos casos guardaran relación alguna con lo que contaban. 

Retomando la actividad editora y la autoría de Leandro, reproduzco el folleto dedicado al tema que nos ocupa de la interpretación de la baraja por el soldado Ricarte. Obviamente está basado en el tópico folklórico conocido y readaptado por don Leandro. Si nos fijamos en la fecha final observamos que esta reimpresión es nada menos que de 1976, lo que da idea de la gran aceptación de la historia a lo largo de tantísimos años en el imaginario popular.






El siguiente pliego, que desarrolla el mismo tema, dice ser versificado por José Martins dos Santos y reimpreso en 1962 y estando a la venta en su propia residencia. Obviamente, se trata de una readaptación del reeelaborado anteriormente por Leandro Gomes de Barros.






La asignación del autor a un mismo folleto da lugar a contradicciones, pues en las diferentes reimpresiones se entremezcla el verdadero autor de los versos con el editor o propietario que los distribuye, quien se arroga los derechos de autoría y los imprime con su nombre, como comento a continuación referido al pliego reproducido.

João Martins de Athayde (1880-1959), poeta popular y empresario, fue gran admirador de la figura pionera de Leandro Gomes Barros. Publicó su primer folleto en 1908 compitiendo con los elaborados por su admirado Leandro. En 1921, a los tres años del fallecimiento de Leandro, adquirió los derechos de publicación de gran parte de su obra iniciando su re-publicación, primero como editor y poco después atribuyéndose la autoría de los folletos, como se puede observar en uno de los folletos que reproducimos. La actividad impresora y difusora de Athayde llevó la literatura de cordel a las más lejanas regiones, gracias al exitoso proyecto de redistribución a través de agentes. En 1949 vendió su tipografía y los derechos de edición a José Bernardo da Silva.

Reproduzco el pliego donde se dice ser de su autoría.






Panorama actual de la literatura de cordel brasileña

Conscientes de la importancia de la literatura de cordel, y a diferencia de lo que ocurre en España en cuanto a la valoración e importancia concedida a la literatura popular impresa, se constituyó en Brasil la Academia Brasileira de Literatura de Cordel en 1988. Entre sus objetivos prioritarios se encuentran la preservación, difusión, digitalización y estudios sobre lo que se considera patrimonio cultural de Brasil.

En España, a pesar de la honda tradición secular de la literatura de cordel, hace años que se extinguió alcanzando sus últimas manifestaciones hacia la década de los 70-80 del siglo pasado, sin lograr despertar el interés de instituciones, salvo alguna honrosa excepción. La temática de los últimos pliegos se redujo a la repetición de historias ya conocidas o a la reproducción de las letras de canciones de moda sin una clara pretensión de revitalizarse con nuevos temas. Su función noticiera se trasladó a la prensa convencional. No ha sucedido lo mismo en Brasil, pues la impresión de los nuevos folletos recogen y señalan con estilo periodístico la importancia de determinados acontecimientos conviviendo con las noticias de la prensa escrita. 



Oralidad y escritura, tradición y actualidad, conviven en los folhetos nordestinos, donde las peleas entre narradores y repentistas confraternizan ahora con los adelantos cibernéticos, como refleja esta ilustración con el duelo o desafío entre la carta y el e-mail, que no precisa de más comentarios.


©Antonio Lorenzo

lunes, 4 de abril de 2022

San Camilo de Lelis, patrón de los agonizantes y de la Buena Muerte


La iglesia católica considera a san Camilo de Lelis como el patrón de los enfermos y de los agonizantes. Fundador de la Orden de los Camilos, conocidos también como los Padres de la Buena Muerte, tanto su vida como su trayectoria fundacional se ha ido resignificado simbólicamente en el imaginario colectivo mediante estampas, oraciones o novenas dedicadas al santo que se han ido difundiendo progresivamente por numerosos hogares. La iconografía particular de san Camilo, con mayor incidencia en el siglo XIX, ha circulado como modelo de entrega a los desvalidos tanto en colecciones privadas como en museos nacionales e internacionales. Las estampas con su imagen, en llaveros o imanes a modo de objetos devocionales, han ido adquiriendo una notable utilidad práctica para los católicos en la creencia de que haciendo un acto de contrición con devoción y fe y acompañado de una oración se lograba la intercesión del santo para reconfortarnos. A ello se unía, como recurrente regalo añadido, las indulgencias dictadas por determinados obispos a quienes practicaran esa devoción al santo.

Su presencia en los pliegos de cordel o en otras manifestaciones de la literatura popular impresa no deja de ser un pretexto en esta ocasión para comentar de modo más extenso sus antecedentes gráficos en relación con las ilustraciones que reflejan las postrimerías de la vida.

Entresaco noticias sobre la vida del santo de distintas biografías, muchas de ellas de contenido fabuloso e inverosímil, algo habitual en las biografías tanto de los santos como de los mártires. Se dice que Camilo Lelis (Bucchianico, 1550-Roma, 1614), nació en un establo debido a que su madre, ya de edad avanzada, quiso imitar el nacimiento de Jesús. A los diecisiete años de edad, Camilo, que ya medía por entonces 1'90 metros (se cuenta que uno de sus viejos zapatos se exhibe hoy en Florencia a modo de reliquia), se enroló con su padre en el ejército veneciano para luchar contra los turcos. De carácter inquieto y travieso tuvo gran dependencia desde su infancia del pernicioso vicio del juego, lo que le hizo caer en la miseria una vez que fue expulsado del hospital de Santiago en Roma, donde acudió para tratarse el mal de su pierna, que tenía fracturada desde los treinta y seis años junto a dos llagas muy dolorosas en la planta del pie adquiridas en sus enfrentamientos contra los turcos. Dedicado a mendigar por las ciudades y acogido en un convento de los capuchinos, le asaltó una luz interior quedando abatido por la luz divina (algo también recurrente en las biografías de los santos), descubriendo que su verdadera vocación era auxiliar a los enfermos. Pasados unos años e iniciando sus estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote en el año 1584. Creador de la Orden de los Ministros de los Enfermos, conocida luego como Los Camilos, tuvieron como misión el cuidado de los enfermos y la atención a los moribundos. El fundador eligió como insignia distintiva una "Cruz Roja" para que la incorporaran en sus sotanas negras, emblema que luego fue adoptado para proteger y señalar internacionalmente la ayuda y la atención médica.

Camilo de Lelis fue beatificado por el papa Benedicto XIV en 1742 y canonizado en 1746. El santoral católico conmemora su día cada 14 de julio. Fue proclamado patrono de los enfermos, junto a san Juan de Dios, por el papa León XIII.

Antes de comentar los antecedentes gráficos sobre las postrimerías de la vida reproduzco algunos pliegos de cordel y unos gozos dedicados al santo como ejemplos cercanos de devoción popular impresa.

En el primero de ellos, a la venta en la librería de Vidal en Reus, se añaden unas alabanzas y milagros atribuidos a la intervención del santo Ángel de la Guarda, muy difundidos y al que dediqué una anterior entrada.







Este segundo pliego fue editado por el conocido taller valenciano de Laborda.



En el siguiente pliego, reimpreso en Zaragoza, en la xilografía de la portada aparece un agonizante postrado en su lecho donde deambulan a su alrededor una serie de diablillos que tratan de hacerse con el alma del moribundo. En lo alto aparece san Camilo flanqueado por dos ángeles que portan unos lazos donde puede leerse: "San Camilo de Lelis" y "Abogado de los agonizantes", al tiempo que el agonizante clama ayuda al santo: "San Camilo defendedme".




Todas estas manifestaciones gráficas que tratan de moribundos y enfermos cuentan con antecedentes en los siglos pasados. Hay que recordar, de manera tangencial, algunas escenas sobre el tránsito que supone la muerte y que fueron tratadas en las magníficas pinturas de Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España por El Bosco.

Dentro de su amplia y fascinante producción pictórica pongo la atención en La mesa de los pecados capitales, y especialmente en su representación de la muerte como fuente iconográfica precursora que obtuvo un amplísimo desarrollo en la entonces América hispana y portuguesa durante el siglo XIX.

En este óleo sobre una tabla de madera de chopo, conservado en el Museo del Prado de Madrid y adquirido en un principio por Felipe II para el monasterio de El Escorial, aparece en el centro de la composición la figura de un Cristo que representa el ojo de Dios junto a una descripción en latín que dice "Cuidado, cuidado, Dios lo ve". Alrededor de la figura de Cristo se observa a modo de un tablero de mesa un círculo más grande dividido en siete partes que representan los siete pecados capitales.

A su vez, en cada una de las esquinas de la mesa aparecen unos pequeños círculos que representan "la muerte", "el juicio", "el infierno" y "la gloria". 


Si nos detenemos en la representación de la muerte en la esquina superior izquierda de la mesa, vemos representado a un moribundo con la cabeza vendada que se encuentra acompañado por un médico, tres religiosos, una monja, un ángel con un demonio a su vera y, tras la puerta semiabierta, aparece la muerte portando una flecha que señala al agonizante. Al fondo de la escena se encuentran los supuestos familiares del enfermo.


Esta representación de la muerte, junto a algunos de los personajes que aparecen, fue ampliamente desarrollada en los siglos posteriores, aunque diferenciando como novedad dos tipos de muertes: la muerte del justo y la del pecador. El Bosco se encontraba influenciado aún por el Ars moriendi (el arte del bien morir), textos conservados escritos en latín a finales de la Edad Media donde se contienen consejos de preparación para una buena muerte. El alma, una vez que ha abandonado el cuerpo, es recogida por un ángel. El Bosco introduce la figura de un esqueleto que aparece tras la cabecera de la cama señalando con la flecha que la muerte ya ha venido a por el moribundo mientras que el ángel y el demonio se muestran expectantes arriba de la cama a la espera del desenlace.

Otra importante contribución de El Bosco es la dedicada a la muerte del pecador, en este caso del avaro (o usurero). La escena, pintada en una tabla, debió de formar parte de un tríptico realizado entre 1490 y 1500 donde se representa simbólicamente el trance de la muerte de un hombre poderoso que se encuentra desnudo en la cama, pues aparecen a los pies de su lecho tras un pequeño muro los restos de lo que parece su armadura.


Esta pequeña tabla refleja el interés de El Bosco por representar la lucha entre ángeles y demonios con ocasión de la muerte de un hombre rico. Aparece así la muerte por la puerta de la estancia, mientras que el moribundo se incorpora tratando de coger una bolsa de oro que le ofrece un demonio por detrás del dosel de su cama.

Detalle

Detalle

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El moribundo descarta mirar hacia su ángel de la guarda, quien señala e indica a su derecha en lo alto el crucifijo del que emana un rayo de luz mientras es observado por otro diablo que asoma sobre el dosel. La figura del avaro, simbolizado por un anciano, extiende una de sus manos hacia un saco de monedas dentro de un cofre sostenido por un demonio. Bajo el cofre aparecen más demonios escondidos mientras que el anciano sostiene con su otra mano un rosario. En primer plano se observa otro demonio que sujeta varias telas. El moribundo no parece dar señales de arrepentimiento, lo que sugiere que los demonios conseguirán su propósito.

Detalle

Si en los textos del Ars Moriendi solo se contemplaba la figura del moribundo que entregaba su alma a Dios, buscando exaltar la muerte del justo, la dualidad iconográfica que poco a poco se fue desarrollando contempla, no solo la muerte del justo, sino también la del pecador que fue ganando terreno iconográfico y alcanzando notoriedad con el paso del tiempo y cuyo precedente ya lo encontramos en El Bosco.

La idea sobre la muerte se va asociando en sus representaciones gráficas mediante a una forma dual: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, el cielo y el infierno o lo efímero y lo eterno. 

El desarrollo de las escenas diferenciales entre la muerte del justo y del pecador se propagan tras el Concilio de Trento (1545-1563) y por la consiguiente mentalidad contrarreformista donde alcanza mayor notoriedad la doble idea de la condenación o salvación de las almas usando el miedo a la muerte como pretexto y argumento simbólico. Unos ejemplos de ello son las siguientes imágenes de gran difusión en Francia.


Ilustración dual de un catecismo de finales del XIX

https://funjdiaz.net/museopapel/expo0106era_ficha.php?id=106210

Selección de imágenes de san Camilo de Lelis

Los grabados populares impresos forman parte de una cultura híbrida o de amalgama que asimila aspectos diversos se reproducen en una amplia diversidad de manifestaciones. De ahí su importancia como valor documental e histórico cada vez más tenido en cuenta por la historia cultural.

Las imágenes, si van acompañadas da algún texto, ayudan a la conceptualización del mensaje que se quiere transmitir, recurso muy utilizado en las estampas devocionales.

Toda caricatura, dibujo, viñeta o imagen general no deja de ser un relato visual que nos encamina a una historia o percepción, a una forma de extensión de la mirada. Las imágenes contienen una potencia descriptiva que en muchas ocasiones resulta, incluso, superior al propio lenguaje, pues su capacidad de significar interpretativamente resulta compleja en relación a lo percibido, ya que se trata de una construcción mental como ocurre con la metáfora.

Comienzo con una excelente estampa popular dedicada a san Camilo elaborada por José Guadalupe Posada (1852-1913), caso excepcional de creatividad como dibujante, ilustrador, caricaturista y litógrafo. Posada aportó una significación personalista al evocar en el conjunto de su obra el protagonismo de la dualidad vida-muerte.

Un padre camilo, portador de una vela encendida como símbolo de la luz divina, trata de exhortar al arrepentimiento al agonizante intercediendo por su alma ante la Santísima Trinidad representada en lo alto. El moribundo aparece perturbado al tiempo que su ángel de la guarda se muestra triste y lloroso. Una de las figuras demoníacas, además, le muestra un cuadro donde se ve a una mujer, que simboliza la lujuria, mientras que esparcido por el suelo se muestran botellas, sacos con dinero y una baraja como atributos del vicio. 


De la colección de "Vidas ejemplares", editadas en México en formato de comic, adjunto la portada y las hojas iniciales del folleto junto a las hojas finales donde se alude al símbolo de la Cruz Roja Internacional.
 
"Vidas ejemplares", Editorial Novaro, año IV, nº 38, México, 1957




Novena y oración a san Camilo de Lelis

Estampa y exvoto mexicano


Autor desconocido - Moribundo asistido por los Padres Camilos

Añado esta otra curiosa ilustración sobre san Camilo que nos recuerda al superhéroe "Supermán" de la película por los aires.


©Antonio Lorenzo