miércoles, 3 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (III)
Siguiendo con los pliegos de burlas a las mujeres y al matrimonio, publico completo el titulado «Vida, muerte, entierro y honras de todas las madamitas de vida airada, doncellas por mal nombre, casadas con el primero que pasa por las calle, viudas de cuantos mueren en Antón Martín». Impreso en Zaragoza, Imprenta de Francisco Badía, s.a.
Añado las primeras planas de otros pliegos relacionados con esta temática.
Córdoba, Impr. de Rafael Gª. Rodríguez, s.a. |
Córdoba, Impr. de Rafael Gª. Rodríguez, s.a. |
Córdoba, Impr. de Rafael Gª. Rodríguez, s.a. |
Carmona, Impr. de José Mª Moreno,1860 |
Antonio Lorenzo
lunes, 1 de abril de 2013
Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (II)
Continuando con los pliegos que satirizan o hacen burla de las mujeres publico una «Graciosa sátira de las faltas de las señoras mugeres (sic) que quieren casarse», impresa en Reus por Juan Bautista Vidal, en 1845.
Añado una de las portadas de la ridícula boda entre Juan Pingajo y María Curiana, donde se describen los extravagantes atuendos de los novios, el convite estrafalario ofrecido, la relación burlesca de la dote y el extraordinario parto de Curiana, con descendencia de este tenor:
«Parió la pobrecita
mil abutardas,
de ratas y ratones
diez carretadas [...]
dos mil lagartijas,
un borrico que se fue a Lebrija,
parió un cigarrón
con orejas de perro pachón.
Parió treinta lagartos,
cien comadrejas,
veinte micos rabones,
y una coneja...»
Añado la primera plana del pliego que recoge los consejos que Paco Gil ofrece a su amigo Pedro sobre los cuarenta y ocho motivos que tienen los hombres para casarse y los treinta y seis para no hacerlo.
Con el socorrido recurso de la correspondencia el autor articula dos partes bien diferenciadas. En la primera parte, se hace una alabanza del matrimonio en tono cómico debido a la inversión de roles: la mujer trabajaría mientras él se quedaría en casa haciendo la comida; la mujer iría a los bailes a divertirse mientras el marido cuidaría de los niños, etc. En la segunda parte Paco contesta a su amigo, quien al estar casado habla por su experiencia, y le conmina a elegir la plaza de soldado porque nada bueno se puede esperar de las mujeres, ya que son perezosas, manirrotas, juerguistas y mentirosas.
Carmona, Impr. José Mª Moreno, 1855. |
Madrid, Sucesores de Hernando, s.a. |
©Antonio Lorenzo
domingo, 31 de marzo de 2013
Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (I)
La historia de la mujer es la historia de una marginación. Desde la más remota antigüedad se han venido sucediendo textos sobre los atributos negativos de la condición femenina. La sátira burlesca se vale del humor para ridiculizar defectos sociales o individuales. De este modo se critican determinadas costumbres o particularidades que, en el caso de las mujeres y del matrimonio, se convierten en crítica genérica. La sátira misógina ha sido un tema recurrente en la literatura española, donde se atribuían a las mujeres aspectos negativos como: charlatanas, perezosas, presumidas o gastadoras. La literatura de cordel no ha sido ajena a esta corriente antifeminista que suele ir aparejada a la crítica al matrimonio, pues las desavenencias conyugales solían atribuirse a los defectos de las esposas.
En el fondo, bajo esa crítica de tono divertido y
humorístico se esconde la consolidación de un modelo conyugal donde impera la
desigualdad de los sexos y la sumisión de la esposa al marido. La burla encubre
algo más profundo, como es el preservar el modelo vigente de una sociedad
tradicional basada en la desigualdad y en la jerarquía de los sexos en el
ámbito familiar.
La sátira misógina se puede considerar un subgénero dentro
de la literatura de cordel debido a la abundancia de textos que se han
conservado y al éxito de los mismos. Las mujeres gastadoras y pendientes de la
moda son temas recurrentes en las críticas que se desarrollan en los pliegos, así como las artimañas para seducir a los hombres y a su escasa predisposición al trabajo.
Como ejemplos de estos pliegos publico en esta entrada un
par de ellos completos, impresos en Reus, s.a., de mi colección junto a otras portadas de parecida temática.
domingo, 24 de marzo de 2013
Mujeres vengadoras (4ª parte)
Continuando con la entrada anterior, la tradición oral moderna ha conservado otros dos romances donde sus protagonistas ejercen también de mujeres matadoras.
En ambos casos no se conservan ejemplos antiguos, debido a lo escabroso de su historia o a su primitiva estructura métrica, pero por su grado de variabilidad en el desarrollo de la intriga y a sus diversos desenlaces son acreedores de una larga vida tradicional.
El veneno de Moriana
La antigüedad de este romance, aunque no recogido en
pliegos, viene acreditada porque figura el inequívoco verso ‘Qué me distes Moriana qué me distes en el vino’ en la llamada «Ensalada
de Praga», del siglo XVI. Con este nombre se conoce una composición de carácter
burlesco existente en uno de los cancioneros góticos españoles conservados en
la ciudad de Praga bajo el título «Ensalada de muchos romances viejos y
cantarcillos».
En este romance la protagonista envenena a su amante debido
a la ambigüedad del convite que viene a anunciar. Contrasta la dignidad que
muestra Moriana con la torpeza e ingenuidad del amante que viene a invitar a su
examante a su boda. Los motivos que aparecen en las diferentes versiones del
mismo son conocidos y equiparables a otras manifestaciones, tanto orales como
escritas: envenenadora/filtro mortal amoroso/amante despechada que busca
vengarse…
La sabia concentración de la intriga y el efecto dramático
del fragmentarismo construyen una historia donde no se plantean los
antecedentes de la relación anterior de los amantes y hemos de inferirla del
propio diálogo entre ellos con el sorprendente final en la versión que
presentamos, donde la envenenadora proclama que tuvieron un hijo juntos. Las
distintas versiones del romance resaltan la prudencia y astucia que autoafirman
a Moriana como mujer, planificando de forma detallada su venganza, frente a la impulsividad del amante, que a la postre le lleva a la muerte.
Publico la versión que recogí, junto con otros compañeros,
en El Ganso, pueblo maragato leonés
en pleno Camino de Santiago. Esta versión venía precedida por el romance de «La apuesta ganada». Prescindo del mismo y
ofrezco solo el que nos ocupa.
El veneno de Moriana
Versión de El Ganso (ay. Brazuelo, p.j. de Astorga, comarca de la Maragatería, León). Recitada por Laura Criado Criado (56 años en 1977). Recogida por Javier y Mª Luisa García Sánchez y por Antonio Lorenzo. Posteriormente por Paloma Díaz-Mas, Bárbara Fernández, José Manuel Fraile y Antonio Lorenzo, el 15 de enero de 1983. Música registrada.
[...]
Madrugaba don Alonso, mañanitas de domingo,
a llevar caballo al agua y tomar de su rocío.
— A verte vengo, Mariana, y a brindarte, de camino,
si quieres ir a mis bodas, se celebran el domingo.
— Las tus bodas, don Alonso, yo pensé que eran conmigo.
— Son con una prima tuya, que acaso diera lo mismo.
— Sube, sube, don Alonso, sube, sube a mi cocina,
sentaráste en silla de oro, que las tengo yo de mío,
que me las dejó mi padre porque casases conmigo;
comerás de mi pan blanco y beberás de mi buen vino. —
Marianita, la ligera, tira un brinco a su jardín,
las siete hojas de beleno luego se las trajo allí;
se las majó en almirez y se las echó en el vino.
— Beba, beba, don Alonso, este vasito de vino.
— No lo quiera el Dios del cielo ni la Virgen del Camino
que entre damas y doncellas beba yo primero el vino.
— Beba, beba, don Alonso, que los demás ya bebimos. —
Aún bien no lo había gustado, ya le ha robado el sentido.
— ¿Qué me echaste, Marianita, qué me echaste en este vino?
— Siete lenguas de culebra, ojos de lagarto vivo,
espinas de salamanca, [................................]
la cola de un renacuajo pa que te arrobe el sentido.
— Quítamelo, Marianita, que me he de casar contigo.
— ¡A buen tiempo has acordado, ahora que lo has bebido!
— No más siento la mi madre, que se queda sin un hijo;
también siento a mis hermanas, que se quedan sin arrimo;
también siento a mi esposita, de no la haber conocido.
— ¿Y no me sientes a mí, traidor, que de ti yo tuve un hijo?
Adjunto el enlace para consultar en línea 97 versiones de
este tema, donde se puede apreciar su variabilidad de intriga y desenlaces. Hay
versiones de Argelia, Marruecos y Brasil, aparte de las peninsulares y las de
las islas.
La Gallarda matadora
Aunque no recogido en el Siglo de Oro no resulta desconocido en la tradición oral moderna, sobre todo en la zona norte (Galicia, Asturias, León, Cantabria), aunque existen versiones dispersas en otras provincias y aún en la tradición sefardí de Tetuán.
El motivo más estable de las versiones de este curioso romance es la presencia de las cabezas de los hombres que ha matado colgadas de las vigas, a modo de trofeos de caza y premonitorios de lo que le seguramente le esperara al caballero. Sin embargo, la astucia del caballero para apropiarse del arma que escondía la gallarda para matarlo se revierte contra ella. Se trata, en suma, de la mujer matadora que es vencida con sus propias armas.
Publico una versión, también del pueblo maragato de El Ganso, y de la misma informante, que recogí hace años junto con otros compañeros encuestadores.
La Gallarda matadora (í-a)
Versión de El Ganso (ay. Brazuelo, p.j. de Astorga, comarca de la Maragatería, León). Recitada por Laura Criado Criado (56 años en 1977). Recogida por Javier y Mª Luisa García Sánchez y por Antonio Lorenzo. Posteriormente por Paloma Díaz-Mas, Bárbara Fernández, José Manuel Fraile y Antonio Lorenzo, el 15 de enero de 1983. Música registrada.
Sentada está la Gallarda, sentada está Gallardina,
sentada está la Gallarda y en su ventana florida.
Vio venir un caballero toda aquella vega arriba.
— ¿Dónde vas, el caballero, dónde vas con tanta prisa?
— Voy en busca ‘el rey mi padre y un hermano que tenía.
— Suba, suba, el caballero, que yo razón le daría. —
Al subir a la escalera una mala seña había.
— ¿Qué es esto, la Gallarda, que hay colgado en esta viga?
— Son cabezas de lechones que he cogido en la montina.
— Mientes, mientes, la Gallarda, mientes, mientes, Gallardina,
que esto son cabezas de hombre que han faltado en esta villa;
ese de la barba roja rey mi padre parecía,
y ese de la barba negra un hermano que tenía.
Haced la cena, Gallarda, que yo cenarla quería. —
Gallardina hace la cena, y el caballero muy bien mira.
— Cene, cene, el caballero, cene, cene, por su vida.
— ¿Cómo había de cenar yo, si de sueño me cay(e)ra?
Gallardina hace la cama, que yo acostarme quería. —
Gallardina hace la cama, y el caballero bien mira;
Siete sábanas debajo y otras siete por encima,
y entre sábana y colchón un puñal de oro metía.
Al tiempo de ir a acostarse, se acostó con Gallardina;
y a eso de la medianoche Gallardina rebullía.
— ¿Qué buscas tú, la Gallarda, qué buscas tú, Gallardina?
— Busco mi rosario de oro, que yo rezarlo quería.
— [Ese rosario de oro,] con él yo te mataría.
— ¡Ay de mí, triste Gallarda, ay de mí, triste Gallardina,
que pensé matar a otro y ahora me mantan amína! —
Se lo mete por el pecho a salir a las costillas.
— Abre la puerta, portera, ábrela de portería.
— ¡Cómo te la tengo abrir, si me mata Gallardina!
— No temas a la Gallarda ni tampoco a Gallardina;
la Gallarda está en su sala, y en su sala muy tendida.
— ¡Bien haya tú, el caballero, qué madre te pariría!
Tantas almas ahí entrasen, tantas quitaba la vida.
— Y yo, por ser el más chiquito me he salido con la mía.
Se pueden consultar 41 versiones en línea a través del
siguiente enlace:
Antonio Lorenzo
viernes, 22 de marzo de 2013
Mujeres vengadoras (3ª parte)
«La estatua que representa la efigie del legendario personaje de la Serrana de la Vera, protagonista de varios romances y obras literarias de otros tantos autores famosos, entre los que se encuentra Lope de Vega, ocupa desde primeras horas de la tarde del pasado jueves el pedestal de roca granítica que ha sido levantado para este menester en el Mirador de la Serrana, junto a la carretera que une Garganta la Olla con el Real Monasterio de Yuste».
Así se recogía la noticia del emplazamiento de la efigie de
la Serrana, cuyo autor es Evaristo García, en El periódico Extremadura del 12 de julio de 2005. El alcalde
garganteño, don Casimiro Herrero, razonaba la inauguración del monumento con
las siguientes palabras:
«En cuanto a los objetivos que el consistorio garganteño intenta conseguir con la instalación de la estatua de la Serrana en las inmediaciones de los montes, donde según la leyenda llevó a cabo su venganza al despecho amoroso que sufrió por parte de un noble placentino, el edil señaló que se trata de añadir "un atractivo turístico más", al mismo tiempo que se recuerda y se pone en valor a un personaje, cuya leyenda ha traspasado los límites regionales».
La Serrana de la Vera constituye, en efecto, todo un
referente de aquellas mujeres fuertes y aguerridas que actúan por despecho en
las alturas de los montes.
Si bien no conocemos ningún pliego de cordel que se haga eco
de esta serrana matadora de hombres, sí se encuentra muy extendida su presencia
en el romancero panhispánico. Siguiendo el enlace se pueden consultar en línea la
nada despreciable cifra de 213 versiones de este romance.
http://depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.php?igrh=0233
Si nos detenemos en leer unas cuantas versiones enseguida apreciamos que, bajo la aparente homogeneidad de la historia, encontramos una diversidad de desarrollos junto a unos desenlaces bastante distintos, lo que es lugar común en el romancero tradicional.
Como ejemplo ilustrativo de este romance, publico una versión inédita que recogí en la comarca salmantina de «Las Arribes del Duero».
La serrana de la Vera (é-a)
Versión de Corporario (Salamanca), de María Soledad Vicente Carretero, de 52
años. Recogida por Antonio Lorenzo el 14
de diciembre de 1983. Música registrada.
Se pasea una serrana a la orilla una ribera,
por ver cómo corre el agua, cómo bailan las arenas.
Y viera estar a un pastor subido encima una peña.
– ¡Bájate de ahí, el pastor, antes que coja una piedra!
– Yo me bajaré, serrana, más de miedo que vergüenza. –
Lo ha cogido por la mano, para su casa lo lleva.
No lo lleva por carril ni tampoco por vereda,
que lo lleva por un monte que de cristianos no era;
donde había muchas crucitas, muchos montones de tierra.
Animóse y preguntóle, que el que pregunta no yerra:
– ¿De qué son estas crucitas, tantos montones de tierra?
– De hombres que yo he matado y ahí les entierro la cabeza,
como te he de hacer a ti cuando mi voluntad sea. –
Lo ha cogido por la mano, para casa lo metiera.
Con la piedra del molino le ha atrancado bien la puerta,
pero ella se descuidó y la dejó medio abierta.
A él le dio un viulín (sic), ella tomó la vihuela;
pensó de dormirlo a él, pero se ha dormido ella.
Al encontrarla dormida, a encaminar se comienza.
Ha andado ya legua y media y sin volver la cabeza.
Al despertar la serrana patea como una perra.
Con la piedra del molino ha largado legua y media.
A la legua y media andada, la serrana ya lo llama:
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una oveja.
– Si la oveja vale dos, yo te daré tres por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una prenda.
– Si la prenda fuera de oro, yo no volvería a por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una perra.
– Más si la perra rabiara, usted rabiara con ella.
– No me descubras, pastor, cuando llegues a tu tierra.
– No te descubro, serrana, mientras yo no llegue a ella;
ya sabes que mientras llegue la cueva está descubierta.
– A mí tanto se me da y a mí tanto se me queda,
que mi padre es un pastor y a mí me parió una yegua. –
por ver cómo corre el agua, cómo bailan las arenas.
Y viera estar a un pastor subido encima una peña.
– ¡Bájate de ahí, el pastor, antes que coja una piedra!
– Yo me bajaré, serrana, más de miedo que vergüenza. –
Lo ha cogido por la mano, para su casa lo lleva.
No lo lleva por carril ni tampoco por vereda,
que lo lleva por un monte que de cristianos no era;
donde había muchas crucitas, muchos montones de tierra.
Animóse y preguntóle, que el que pregunta no yerra:
– ¿De qué son estas crucitas, tantos montones de tierra?
– De hombres que yo he matado y ahí les entierro la cabeza,
como te he de hacer a ti cuando mi voluntad sea. –
Lo ha cogido por la mano, para casa lo metiera.
Con la piedra del molino le ha atrancado bien la puerta,
pero ella se descuidó y la dejó medio abierta.
A él le dio un viulín (sic), ella tomó la vihuela;
pensó de dormirlo a él, pero se ha dormido ella.
Al encontrarla dormida, a encaminar se comienza.
Ha andado ya legua y media y sin volver la cabeza.
Al despertar la serrana patea como una perra.
Con la piedra del molino ha largado legua y media.
A la legua y media andada, la serrana ya lo llama:
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una oveja.
– Si la oveja vale dos, yo te daré tres por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una prenda.
– Si la prenda fuera de oro, yo no volvería a por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una perra.
– Más si la perra rabiara, usted rabiara con ella.
– No me descubras, pastor, cuando llegues a tu tierra.
– No te descubro, serrana, mientras yo no llegue a ella;
ya sabes que mientras llegue la cueva está descubierta.
– A mí tanto se me da y a mí tanto se me queda,
que mi padre es un pastor y a mí me parió una yegua. –
Lope de Vega y Luis Vélez de Guevara, adaptaron o se inspiraron en el romance que conocían para elaborar sus célebres obras. En la de Lope, la figura de la serrana no es la aguerrida hembra que se nos muestra en los romances, sino una discreta dama que se conserva virgen y acaba casándose con su amado. Vélez de Guevara, en cambio, se ajusta más a las características hombrunas de la serrana romancística y la sitúa en Garganta la Olla, donde es seducida por un capitán y es poseedora de una gran fortaleza física, a modo de un Polifemo hembra.
* Localización (Garganta la Olla, Sierra Morena, Pacencia, Florencia, Urpo, etc.)
* Encuentro con el galán (pastor, soldado, caminante, etc.)
* Seducción forzosa y juegos amorosos
* Huida del galán aprovechándose del sueño de la serrana
* Persecución del galán
* Desenlace abierto
* Encuentro con el galán (pastor, soldado, caminante, etc.)
* Seducción forzosa y juegos amorosos
* Huida del galán aprovechándose del sueño de la serrana
* Persecución del galán
* Desenlace abierto
En el desenlace de bastantes versiones, la serrana afirma
ser hija de un hombre y de una yegua. El cruce de especies distintas y, por
tanto, la violación de las leyes naturales, convierten a la serrana en un
personaje transgresor que produce en el imaginario colectivo un miedo atávico,
lo que sin duda ha propiciado, entre otras razones, su permanencia en el
tiempo.
La figura de la serrana no se corresponde exactamente con la
de la bandolera de las comedias ni con las serranas medievales, y mucho menos
con las galantes serranillas, aunque presenten características comunes. La
variante medieval de la serrana, de gran fuerza física, persigue a los hombres
para gozarlos. En los romances muestra su intención de matarlos, pero después
de disfrutar de ellos. Las bandoleras de las comedias (y de los pliegos)
pretenden vengarse de los hombres por despecho.
Si repasamos las 213 versiones que se pueden leer en el
enlace señalado, la acción se desarrolla en muchas de ellas en Sierra Morena, y
otras en escenarios fabulosos, como «A les muntanyes de l’Oro, / les muntanyes
de Florencia» (Versión de Olot); o «A las montanyas de Urpo, / a la ciutat de
Clemencia» (versión de Ripoll). A pesar de la abundancia de versiones que sitúan
el escenario donde actúa a la serrana, cerca de Plasencia, aceptamos el
análisis de Caro Baroja:
«El tema de la serrana de la Vera no es un tema histórico; se trata de un tema mítico que ha quedado en el folklore de una región bajo formas especiales, pero del que se pueden encontrar también vestigios en el folklore de otras partes».
(Caro Baroja, Julio: ¿Es de origen mítico la 'leyenda' de la
Serrana de la Vera?, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, II (1946), págs. 568-572.
Dibujo de Caro Baroja en un estudio posterior sobre el mismo tema |
Algunos eruditos locales extremeños, y algunos otros, sostienen
la historicidad real del personaje. En la actualidad, hasta se organizan
excursiones por la Ruta de la Serrana y hasta creen localizar sus huellas marcadas
en una roca o la fuente en la que bebía. Se trata, en fin, de un curioso caso
de reinterpretación de una leyenda de origen mítico con fines comerciales.
En las distintas actualizaciones del romance se puede
apreciar un entrecruzamiento de motivos, así como de sedimentos narrativos de
carácter contradictorio: por un lado forzuda y destructiva y por otro creadora
y promiscua, lo que reviste a su figura de una ambivalencia que conjuga a la
par belleza y fuerza y amor y muerte, lo que hace de este romance un ejemplo
notable de la vida tradicional del romancero.
Antonio Lorenzo
sábado, 16 de marzo de 2013
Mujeres vengadoras (2ª parte)
Esta fotografía, tomada en 1922 en Riudoms (Tarragona) por Marc Ribas
Gimbernat, ilustra muy bien la historia de una de las mujeres vengadoras que
aparecen en los pliegos de cordel y sobre la que vamos a detenernos por ser una
de las más populares y sobre la que conocemos numerosas reimpresiones a lo
largo del tiempo. Se trata de la historia de Sebastiana del Castillo, heroína
cuyas andanzas impresas han circulado por toda clase plazas y hasta ha
inspirado un baile, como luego veremos.
La historia de Sebastiana del Castillo entra de lleno en la poética de
estas composiciones sobre las mujeres bravas y fuertes. Nacida en Jabalquinto
(Provincia de Jaén, localidad cercana a Sierra Morena), sus padres, en
connivencia con sus hermanos, la encerraron durante un año para impedir su
relación con Juan González del Pino, mancebo granadino que «le paseaba la calle
con fiestas y regocijos». Por medio de un escrito que le hace llegar desde su
cautiverio le cita para encontrarse con ella y escaparse juntos. El mozo acude
a la cita fuertemente armado, cosa que Sebastiana aprovecha para dar muerte a
sus padres: «les sacó los corazones y en aceite los ha frito». Como el mozo
quedó ‘amortecido’ por los hechos contemplados y no daba muestras de valentía y
de arrestos, Sebastiana también lo mata por ser el causante de su desgracia. Se
viste de hombre con sus ropas y se echa al monte para ajustar cuentas con sus
hermanos. En su encuentro con ellos los mata de dos carabinazos y les corta las
cabezas. También da cuenta de dos bandidos prófugos de la justicia con quienes
se había refugiado en una cueva y que le recriminan la acción. Con las cuatro
cabezas se dirige a Ciudad Rodrigo (Salamanca) y las expone en la plaza, donde explica mediante un escrito los
motivos de sus muertes y desafía a todo aquel que ose detenerla. El corregidor
da aviso a sus ministros para prenderla y acudieron «infinitos», dando muerte
Sebastiana «a dos alcaldes y hasta cinco o seis ministros». Sólo la pudo
detener una fuerte pedrada en el pecho, lanzada desde un postigo, que dio con
ella en el suelo donde fue apresada. Antes de ser ejecutada en la horca se
arrepiente de sus crímenes y profiere unos lastimeros consejos para que los
padres que tienen hijas no traten de impedir su matrimonio, como le sucedió a
ella.
La narración, claro está, es inverosímil, pero se ajusta muy bien a la
retórica de este tipo de pliegos donde entran en juego todos los rasgos de
tremendismo propios de estas relaciones de sucesos tan del gusto popular.
Esta truculenta historia alcanzó gran éxito, como acredita la sucesión de reimpresiones que se produjeron a lo largo de los años. Según recoge Carmen Azaustre en su catálogo de 'Canciones y romances populares impresos en Barcelona en el siglo XIX' (ISBN 9788400051457), describe pliegos editados en la imprenta de J. Llorens (1850 y 1861), en la imprenta de Ramírez y Cª. (1871), en la imprenta Peninsular, del que expongo portada, (1880), en la imprenta de la Vda. Pla [s.a.] (del que expongo el pliego completo), así como las impresiones sin año de las imprentas de I. Estivill, El Abanico (del que expongo la portada), de Cristina Segura o de la Imprenta Española. Todas estas reimpresiones proceden solamente de Barcelona sin tener en cuenta las del resto de España.
Lérida: Imprenta de Christoval Escuder [s.a.] |
La historia de Sebastiana ha servido de argumento para uno de los bailes
hablados más representados en el Camp de Tarragona.
Los llamados bailes hablados (balls parlats) consisten en una combinación
de tres elementos: representación teatral, baile y música, cuya proporción
depende del baile de que se trate. En este caso se trata de un baile donde
intervienen personajes llevando armas de fuego que disparan en las fiestas
mayores. Es parecido al ‘ball’ del bandolero Serrallonga o al de Joan Portela.
Uno de los atractivos del baile era la exhibición y el uso de las armas:
carabinas, trabucos, puñales, espadas, etc. Este baile se ejecutaba en las
fiestas patronales de Tarragona o en los pueblos circundantes. Existen noticias
de que en 1929 se representó en Tarragona y aún en fechas posteriores a la
guerra civil. Ignoro si en fechas actuales se ha perdido definitivamente o se
encuentra revitalizado.
La época dorada de estos ‘balls’ coincide con el esplendor económico del
comercio catalán y el auge de los gremios que eran los que los organizaban y
financiaban aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX. El decaimiento
del poder gremial coincide con el de los
bailes que comento. El aspecto satírico de algunos bailes parece esconder una
crítica a los poderes establecidos, por lo que fueron prohibidos muchas veces
aduciendo al peligro de usar de forma indiscriminada la pólvora. Bajo estos
bailes subyace la idealización de personajes marginales que vienen a
convertirse en una especie de héroes del pueblo como trasfondo crítico frente
al orden establecido. De este modo, el personaje de Sebastiana (con todos los
matices que se quiera) vendría a configurarse como ejemplo de mujer liberada.
En la ejecución de este ball se sigue básicamente la estructura del
romance castellano con adaptaciones léxicas propias del catalán. De esta danza
popular se conserva copia escrita por
Pablo Segura en Tarragona el año 1878, arreglada y versificada de nuevo por el
cronista de la ciudad, el Sr. Salvat y Bové.
En dicha copia se especifica la colocación de los personajes y los
diálogos que se van desarrollando en nueve escenas y donde se acota fielmente
el sitio donde se debe interpretar la música.
En la representación, Sebastiana simula cabalgar en un caballo hecho de cartón y va ataviada con pañuelo a la cabeza, corpiño, zurrón con pólvora, pistolón al cinto, escopeta y puñal o espada. Hay noticias de que en la representación cometía todos sus crímenes sin bajar del caballo y que solía ser un hombre, debidamente caracterizado, el encargado de asumir su papel.
Para un desarrollo más pormenorizado de este ball remito al trabajo de Elisa Arévalo, al que se puede acceder a través del siguiente enlace:
Antonio Lorenzo
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