La historia de la mujer es la historia de una marginación. Desde la más remota antigüedad se han venido sucediendo textos sobre los atributos negativos de la condición femenina. La sátira burlesca se vale del humor para ridiculizar defectos sociales o individuales. De este modo se critican determinadas costumbres o particularidades que, en el caso de las mujeres y del matrimonio, se convierten en crítica genérica. La sátira misógina ha sido un tema recurrente en la literatura española, donde se atribuían a las mujeres aspectos negativos como: charlatanas, perezosas, presumidas o gastadoras. La literatura de cordel no ha sido ajena a esta corriente antifeminista que suele ir aparejada a la crítica al matrimonio, pues las desavenencias conyugales solían atribuirse a los defectos de las esposas.
En el fondo, bajo esa crítica de tono divertido y
humorístico se esconde la consolidación de un modelo conyugal donde impera la
desigualdad de los sexos y la sumisión de la esposa al marido. La burla encubre
algo más profundo, como es el preservar el modelo vigente de una sociedad
tradicional basada en la desigualdad y en la jerarquía de los sexos en el
ámbito familiar.
La sátira misógina se puede considerar un subgénero dentro
de la literatura de cordel debido a la abundancia de textos que se han
conservado y al éxito de los mismos. Las mujeres gastadoras y pendientes de la
moda son temas recurrentes en las críticas que se desarrollan en los pliegos, así como las artimañas para seducir a los hombres y a su escasa predisposición al trabajo.
Como ejemplos de estos pliegos publico en esta entrada un
par de ellos completos, impresos en Reus, s.a., de mi colección junto a otras portadas de parecida temática.
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