Esta fotografía, tomada en 1922 en Riudoms (Tarragona) por Marc Ribas
Gimbernat, ilustra muy bien la historia de una de las mujeres vengadoras que
aparecen en los pliegos de cordel y sobre la que vamos a detenernos por ser una
de las más populares y sobre la que conocemos numerosas reimpresiones a lo
largo del tiempo. Se trata de la historia de Sebastiana del Castillo, heroína
cuyas andanzas impresas han circulado por toda clase plazas y hasta ha
inspirado un baile, como luego veremos.
La historia de Sebastiana del Castillo entra de lleno en la poética de
estas composiciones sobre las mujeres bravas y fuertes. Nacida en Jabalquinto
(Provincia de Jaén, localidad cercana a Sierra Morena), sus padres, en
connivencia con sus hermanos, la encerraron durante un año para impedir su
relación con Juan González del Pino, mancebo granadino que «le paseaba la calle
con fiestas y regocijos». Por medio de un escrito que le hace llegar desde su
cautiverio le cita para encontrarse con ella y escaparse juntos. El mozo acude
a la cita fuertemente armado, cosa que Sebastiana aprovecha para dar muerte a
sus padres: «les sacó los corazones y en aceite los ha frito». Como el mozo
quedó ‘amortecido’ por los hechos contemplados y no daba muestras de valentía y
de arrestos, Sebastiana también lo mata por ser el causante de su desgracia. Se
viste de hombre con sus ropas y se echa al monte para ajustar cuentas con sus
hermanos. En su encuentro con ellos los mata de dos carabinazos y les corta las
cabezas. También da cuenta de dos bandidos prófugos de la justicia con quienes
se había refugiado en una cueva y que le recriminan la acción. Con las cuatro
cabezas se dirige a Ciudad Rodrigo (Salamanca) y las expone en la plaza, donde explica mediante un escrito los
motivos de sus muertes y desafía a todo aquel que ose detenerla. El corregidor
da aviso a sus ministros para prenderla y acudieron «infinitos», dando muerte
Sebastiana «a dos alcaldes y hasta cinco o seis ministros». Sólo la pudo
detener una fuerte pedrada en el pecho, lanzada desde un postigo, que dio con
ella en el suelo donde fue apresada. Antes de ser ejecutada en la horca se
arrepiente de sus crímenes y profiere unos lastimeros consejos para que los
padres que tienen hijas no traten de impedir su matrimonio, como le sucedió a
ella.
La narración, claro está, es inverosímil, pero se ajusta muy bien a la
retórica de este tipo de pliegos donde entran en juego todos los rasgos de
tremendismo propios de estas relaciones de sucesos tan del gusto popular.
Esta truculenta historia alcanzó gran éxito, como acredita la sucesión de reimpresiones que se produjeron a lo largo de los años. Según recoge Carmen Azaustre en su catálogo de 'Canciones y romances populares impresos en Barcelona en el siglo XIX' (ISBN 9788400051457), describe pliegos editados en la imprenta de J. Llorens (1850 y 1861), en la imprenta de Ramírez y Cª. (1871), en la imprenta Peninsular, del que expongo portada, (1880), en la imprenta de la Vda. Pla [s.a.] (del que expongo el pliego completo), así como las impresiones sin año de las imprentas de I. Estivill, El Abanico (del que expongo la portada), de Cristina Segura o de la Imprenta Española. Todas estas reimpresiones proceden solamente de Barcelona sin tener en cuenta las del resto de España.
Lérida: Imprenta de Christoval Escuder [s.a.] |
La historia de Sebastiana ha servido de argumento para uno de los bailes
hablados más representados en el Camp de Tarragona.
Los llamados bailes hablados (balls parlats) consisten en una combinación
de tres elementos: representación teatral, baile y música, cuya proporción
depende del baile de que se trate. En este caso se trata de un baile donde
intervienen personajes llevando armas de fuego que disparan en las fiestas
mayores. Es parecido al ‘ball’ del bandolero Serrallonga o al de Joan Portela.
Uno de los atractivos del baile era la exhibición y el uso de las armas:
carabinas, trabucos, puñales, espadas, etc. Este baile se ejecutaba en las
fiestas patronales de Tarragona o en los pueblos circundantes. Existen noticias
de que en 1929 se representó en Tarragona y aún en fechas posteriores a la
guerra civil. Ignoro si en fechas actuales se ha perdido definitivamente o se
encuentra revitalizado.
La época dorada de estos ‘balls’ coincide con el esplendor económico del
comercio catalán y el auge de los gremios que eran los que los organizaban y
financiaban aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX. El decaimiento
del poder gremial coincide con el de los
bailes que comento. El aspecto satírico de algunos bailes parece esconder una
crítica a los poderes establecidos, por lo que fueron prohibidos muchas veces
aduciendo al peligro de usar de forma indiscriminada la pólvora. Bajo estos
bailes subyace la idealización de personajes marginales que vienen a
convertirse en una especie de héroes del pueblo como trasfondo crítico frente
al orden establecido. De este modo, el personaje de Sebastiana (con todos los
matices que se quiera) vendría a configurarse como ejemplo de mujer liberada.
En la ejecución de este ball se sigue básicamente la estructura del
romance castellano con adaptaciones léxicas propias del catalán. De esta danza
popular se conserva copia escrita por
Pablo Segura en Tarragona el año 1878, arreglada y versificada de nuevo por el
cronista de la ciudad, el Sr. Salvat y Bové.
En dicha copia se especifica la colocación de los personajes y los
diálogos que se van desarrollando en nueve escenas y donde se acota fielmente
el sitio donde se debe interpretar la música.
En la representación, Sebastiana simula cabalgar en un caballo hecho de cartón y va ataviada con pañuelo a la cabeza, corpiño, zurrón con pólvora, pistolón al cinto, escopeta y puñal o espada. Hay noticias de que en la representación cometía todos sus crímenes sin bajar del caballo y que solía ser un hombre, debidamente caracterizado, el encargado de asumir su papel.
Para un desarrollo más pormenorizado de este ball remito al trabajo de Elisa Arévalo, al que se puede acceder a través del siguiente enlace:
Antonio Lorenzo
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