martes, 7 de enero de 2014

El Curro marinero, el cachirulo y rondeñas para cantar


Las alusiones atrevidas o los dobles sentidos de los textos impresos son uno de los recursos utilizados por determinados pliegos de cordel para atraer la atención e incitar al público a su posterior compra. Por su especial modo de difusión y mercantilización, la censura ‘preventiva’ en este tipo de composiciones resulta más relajada que en las obras impresas en forma de libro. Es por ello que no es infrecuente encontrar un número considerable de pliegos donde se juega con el doble sentido y con una falsa inocencia socarrona.

Es el caso del famosísimo pliego de «Curro el marinero», de las que se conocen diferentes reediciones no siempre acompañadas de las mismas composiciones, como luego veremos.

Reproduzco una de las impresiones más conocidas a las que se añade la ‘Canción del cachirulo’ y unas rondeñas para cantarse con guitarra, editado [en Barcelona] por la imprenta ‘El abanico’, s.a.





El barón Davillier, en su «Viaje por España» junto al ilustrador Gustavo Doré  en 1862, recoge noticias directas sobre esta composición, que entresaco de la edición que manejo (Ediciones Grech, Madrid, 1988, Tomo I, p. 360). 


Según Davillier se trata de una «playera», acompañada de guitarra y bandurria, semejante a las barcarolas venecianas, aunque estas observaciones del barón están en revisión por los estudiosos. Respecto al origen, influencias, terminología y desarrollo de esta forma musical remito al luminoso trabajo de Guillermo Castro Buendía «De playeras y seguidillas. La seguiriya y su legendario nacimiento», que puede consultarse a través del siguiente enlace:


Sobre el posible autor o recreador del «Curro marinero» existen discrepancias, porque bajo el mismo o parecido título es atribuido a distintos autores. Es el caso de José Melchor Gomis (1791-1836), autor, por cierto, del «Himno de Riego» y de una obra titulada precisamente «El Curro marinero», si bien instrumental, del que adjunto el enlace para escucharla:


El gran músico alavés Sebastián Iradier (1809-1865), autor de la famosísima habanera «La paloma», cuenta entre su extensa producción de canciones con una de ellas titulada precisamente «El Curro marinero», junto a otras muchas de claro ambiente andaluz.

También se cita como autor de esta composición a Estanislao Ronzi, del que encontramos noticias de su actividad musical en las publicaciones periódicas de esa época. La noticia más antigua que he encontrado data del año 1833, publicada en «El diario de avisos de Madrid»


La autoría de la música a cargo del señor Ronzi la encontramos de forma expresa en «El correo de las damas», de Madrid, el 14-11-1835.


La «Revista española» (periódico dedicado a la reina Ntra. Sra.), editado en Madrid (11-01-1836), da cuenta de un altercado con la censura en el teatro de La Cruz a causa de esta composición, debido seguramente a la doble intención de su letra, incidente que transcribo por su interés:

“El caso es que después de ‘anunciado y ensayado’ el Polo del ‘Curro Marinero’ para la expresada función, un sugeto (sic) de los que más influencia tienen en la dirección del teatro, movido por no sé qué impulso, se opuso a que se cantase, pretestando (sic) estar prohibido por la censura. Por parte del autor de la canción se procuró saber si era o no cierta la prohibición, y se supo que no solo no había pasado a la censura, sino que el mismo censor contestó que si se le pasaban lo censuraría para que le cantasen. Esto no obstante, la persona que se oponía al canto del Polo, se quitó de cuentos, y mandó poner una nota en el cartel, manifestando que ‘por indisposición’ de la señora Bustos ‘no se podía cantar’ el dicho Polo ofrecido. El público, que algo sabía de lo que andaba (pues nada hay oculto en el teatro) pidió que se cantase el Polo, con tanta más razón, cuanto que vio a la señora Bustos buena y sana cantar en la opereta, en el himno y en la tonadilla. A pesar de las instancias del público, no faltó quien por entre bastidores mandó que se corriese el telón, después de haber hecho anunciar por un corista que el Polo no se cantaba por ‘haberlo prohibido la autoridad’. Todo el mundo vio en seguida (sic) que la misma autoridad desmintió lo dicho por el corista en el solo acto de mandar que el Polo se cantase. Cerrado que fue el telón, la joven cantora fue insultada en el escenario, y aún se supuso por algunos que la autoridad la había llamado para reconvenirla, lo que sabido por ella se presentó el Regidor presidente, quien tuvo la bondad de manifestarla que no había dado tal orden, y que podía retirarse tranquila, pues que ningún motivo había dado para ser reconvenida”.
En fin, sea como fuere lo que interesa destacar es la enorme popularidad que consiguió esta composición como lo prueban sus diferentes y reiteradas reimpresiones.

En el pliego reproducido acompaña al «Curro el marinero» una composición llamada «El cachirulo» y una serie de coplas en décimas para cantarse como rondeñas acompañadas con la guitarra.

Estébanez Calderón, en sus celebérrimas «Escenas andaluzas» (1847 en su forma definitiva), en las líneas que dedica al bolero, en diálogo con su improvisado y versado interlocutor, nos da noticias sobre el 'cachirulo’ como un baile más exuberante en su interpretación que el bolero, bolero al que parecer dio forma el maestro murciano Requejo (de nombre Sebastián Cerezo).

Sobre el baile y las coplas del cachirulo daré noticias en una entrada aparte.


Acaba el pliego con una serie de coplas para cantarse como rondeñas acompañadas por la guitarra. Antes de ‘aflamencarse’ estos cantes estarían emparentados con las canciones de ronda formando parte del patrimonio común del cancionero popular.

Fue tal el éxito de esta composición que originó añadidos y ‘segundas partes’. Reproduzco una de ellas, editada igualmente por la imprenta barcelonesa ‘El abanico’ s.a.





Para completar esta panorámica, adjunto la ‘canción divertida de Currillo marinero’, esta vez como colofón al pliego editado por José M. Marés en Madrid, en 1846, sobre una recreación de un romance tradicional archiconocido, aunque muy alejado de las versiones recogidas oralmente, como Gerineldo.



Antonio Lorenzo

martes, 31 de diciembre de 2013

La castañera, los toros del Puerto y el tango americano


Traigo en esta ocasión un pliego emparentado con la canción andaluza y con relación a determinadas representaciones de zarzuelas.

El género andaluz tuvo una importancia decisiva en la configuración de la zarzuela de la segunda mitad del siglo XIX, al igual que el conocido como casticismo madrileño a modo de exaltación nacionalista de los usos y costumbres españoles.

Los pliegos de cordel vienen a ser como una crónica popular de los gustos imperantes en los medios urbanos y no tanto en los rurales, como en una primera mirada pueda parecer, pues la producción y actividad mercantil de estos pliegos se promueve preferentemente desde las ciudades donde residen los centros de poder. La mercantilización de la letra impresa, producida, como digo, en las ciudades, se distribuye como textos baratos entre amplias capas sociales de la población sin que podamos considerarlo como un género exclusivo de las clases bajas.

Reproduzco el pliego reeditado en Barcelona por Llorens, sin año, aunque según el catálogo de Azaustre, giraría alrededor del 1850. Contiene tres composiciones que comentaré a grandes rasgos más adelante.






La castañera de Madrid

Respecto a este pregón tan difundido, entresaco de la fundamental obra de Emilio Cotarelo y Mori, Historia de la zarzuela, o sea el drama lírico en España, desde su origen a fines del siglo XIX, Madrid, Tipografía de Archivos, Olózaga I, 1934, página 189, lo siguiente:
«El 3 de abril se estrenó en el Príncipe la zarzuelita en un acto Jeroma la Castañera, letra del actor Mariano Fernández y música de don Mariano Soriano Fuertes.
La llamaron tonadilla sus autores, porque ya no se sabía ni lo que era zarzuela ni tonadilla. Es una preciosa zarzuelita en un acto, como otra cualquiera de hoy. Se hizo veinte días seguidos, y luego se cantó millares y millares de veces en todos los teatros de España y de América.
Matilde Díez hizo una castañera con muchísima gracia; lo mismo que Mariano en su papel de manolo andaluz y Sobrado de gabacho, tocador de organillo callejero. La escena es a la puerta de una taberna, en que tiene su puesto la castañera.
Empieza con un coro de hombres, sencillo, pero intencionado y armonioso. 
                       Dejad las faenas: - reíd al destino;
                       ahoguemos las penas - en un mar de vino.
 Jeroma entona su graciosa canción, acompañada luego del coro:
                       Aunque vendo castañas asadas,
                       aguantando la lluvia y el frío,
                       con mi moño y mis medias caladas
                       soy la reina para mi ‘querío’.
                       iRegordonas!... que se acaban:
                       sin dinero no se dan...
                       que a rumbosa no me ganan
                       los usías de gabán». 

Matilde Díez, actriz de los teatros de Madrid
Mariano Fernández, actor y autor de la letra


Tal fue el éxito de este pregón que no tardó en incorporarse como copla independiente al repertorio andaluz en los cafés cantantes dentro del grupo genérico de las cantiñas. Alguna de sus coplas se ha cantado por «Caracoles», estilo flamenco al que dio forma más o menos canónica el eminente don Antonio Chacón, aunque sustituyendo algunas palabras, como ‘querío’ por ‘marío’, en una grabación suya de 1928, seguramente más apto para los oídos del público femenino de la alta sociedad madrileña ante los que solía actuar.

Los toros del Puerto

De la misma obra citada anteriormente de Cotarelo, entresaco lo que publica sobre «Los toros del puerto»:
"El día 24 de diciembre de este mismo año de 1841, en que tales avances se dieron a la reaparición de la zarzuela y se empezó a usar ya este antiguo nombre, se estrenó igualmente «La zarzuela interrumpida o lo que fuere sonará»; pieza burlesca, en la cual se cantó, por Juana Pérez y Francisco Salas, una «Canción satírica» cuya letra escribió el después famoso ministro don Luis González Bravo. La misma Juana Pérez cantó a continuación las antiguas coplas del «Serení», ahora con nueva música, compuesta por don Ramón Carnicer; luego Salas cantó los famosos «Toros del Puerto», letra de González Bravo y música del propio Salas; un aria de la ópera «El fanático por la música», y, por último, Bárbara Lamadrid hizo oír un aria nueva y una «tirana» final". (Cotarelo, pp.185-186)

Más adelante añade:

«Los toros del Puerto», zarzuela andaluza en un acto y en verso. Cádiz, 1847, que parece representada en este año y teatro, pues está dedicada a Dardalla, que actuaba en él. Tiene solo tres piezas de música, el último la conocida canción «Los toros del Puerto». (Cotarelo, página 211 en nota).

Dardalla, a quien está dedicada la obra, no es otro que el célebre actor José María Dardalla y Gutiérrez, muy querido por el público y primer actor en numerosas representaciones del género gitanesco-andaluz.

Como es sobradamente conocido, el barón Charles Davillier y el ilustrador Gustavo Doré, recorrieron gran parte de España en 1862, viaje recogido en Le voyage en Espagne, publicado primero por entregas y en 1874 en su forma definitiva.

De la edición que manejo (Ediciones Grech, Madrid, 1988) reproduzco las referencias que he encontrado sobre «Los toros del Puerto»:



El nuevo tango americano

La última composición que recoge el pliego, conocida también por «El pobe negillo» remeda un tanto burdamente el habla del esclavo y no es otra cosa que el punto cubano o de La Habana que tan de moda se puso en el siglo XIX, de clara influencia atlántica, y que adquirió notable éxito tanto en los números de zarzuela como en todo tipo de espectáculos de variedades. Este nuevo tango americano guarda relación con los tangos de negros descritos y estudiados por José Luis Ortiz Nuevo y Faustino Núñez, fruto de sus trabajos en las hemerotecas de Madrid, Sevilla, Cádiz o La Habana y que han abierto unas nuevas e importantes vías de investigación que pueden consultarse en su fundamental y espléndida obra La rabia del placer. El nacimiento del tango y su desembarco en España (1823-1923), Diputación Provincial de Sevilla, 1999, junto a otros trabajos de ambos autores.

Antonio Lorenzo

viernes, 27 de diciembre de 2013

Las guerras de España con Marruecos [Guerra de Melilla: 1893]

Ilustración sobre esta guerra aparecida en 'Le Petit Journal' (18-11-1893)

La guerra de Melilla de 1893-1894, también conocida como guerra de Margallo o primera guerra del Rif, no fue propiamente una guerra contra Marruecos, sino contra las cabilas o tribus que rodeaban la ciudad de Melilla y que instigaban a las tropas españolas.


Tras la guerra de 1860, el gobierno de Isabel II consiguió una ampliación del campo de Melilla y el establecimiento de una zona neutral ante la plaza. No obstante, los ataques rifeños no dejaban de producirse. En el mes de julio se comenzó en esta zona neutral la construcción de un fuerte que sirviera de posición a las tropas españolas. La escasa visión estratégica de los mandos españoles, no contempló el que se comenzasen a excavar los cimientos de un nuevo fuerte en los terrenos de un cementerio donde reposaba un moravito (santón) muy popular entre los rifeños. Estos destruían inmediatamente lo comenzado originando numerosas escaramuzas. El general Juan García Margallo, gobernador por entonces de la plaza de Melilla y bisabuelo del actual ministro de Exteriores José Manuel García Margallo, intentó desalojar el campo para proseguir las obras comenzadas. La agresividad de los rifeños y la escasez de las fuerzas españolas, hicieron al general refugiarse en el fuerte de Cabrerizas, próximo a Melilla, donde hubo de soportar un durísimo asedio. El general intentó una salida desesperada y fue abatido por tres balazos el 28 de octubre.



El general Margallo según 'La Ilustración española y americana'

En el transcurso de esta guerra tuvo una especial intervención el entonces capitán Juan Picasso González, tío segundo del célebre pintor y que, andando los años, sería el encargado de elaborar un informe, conocido por el «Expediente Picasso», que resultaría decisivo para dilucidar las responsabilidades del desastre de Annual en 1921.

Abastecimiento del fuerte de Cabrerizas

Salida de un convoy para aprovisionar los fuertes

Fuerte de Rostrogordo en Melilla en 1893

Cercadas las tropas españolas del general Margallo, resultaba vital el envío de refuerzos. Picasso, extraordinario jinete, se ofreció voluntario para traspasar las líneas enemigas y llegar al fuerte de «Rostrogordo» para pedir ayuda. Situado en tierra de nadie y con enorme riesgo de su vida, consiguió llegar a Melilla en su caballo «Príncipe» a través de innumerables disparos enemigos. Su atrevida y arriesgada acción le valdría la laureada de San Fernando.

Como testimonio del seguimiento popular reproduzco esta aleluya que da cumplida cuenta de los acontecimientos de este conflicto.


Sobre estos episodios nos da cuenta el romance que transcribo a continuación, inédito hasta ahora, donde el nombre del general Margallo se trastoca en un sorprendente Marigallo. La versión fue dictada por Moisés Crespo Azabal, de 61 años, en  la alquería hurdana de Martilandrán (Cáceres), en el verano de 1985. Respeto la grafía tomada de la audición.

El año noventa y tres,   el mes de octubre corría,
y al general Marigallo   los marroquinos herían:
siete tiros en el pecho   y otros siete en la barriga,
y otros siete al su caballo   que en la tierra se rendía.
Y a cuenta de tantos tiros,   Marigallo se moría.
Cuando se estaba moriendo,   a sus tropas les decía:
–Allí alante, allí alante,   más alante de Melilla,
un millón de marroquinos   quieren conquistar Melilla.
Y yo vos digo, hijos míos,   hijos de la patria mía,
que donde esté un español   no se admite la porfiria.–
Mandó el sultán marroquino   a toda la morería,
no quedara un español   con el latido de vida.
Y asaltaron los fortines   que había en la tierra asiria.
Y un soldadito español   vio la bandera perdida.
Al irla a recuperar,   los moros vinon encima.
Le han cortado los dos brazos,   le han cortado las dos piernas;
con la boca sostenía   el asta de la bandera.
A grandes voces gritaba   y decía de esta manera:
–¡Viva nuestro general   y viva la España entera!
¡La bandera no caerá   en las manos de estas fieras! 

Reproduzco otras ilustraciones sobre esta guerra tomadas de la prensa de la época.

Cádiz: calurosa despedida al Regimiento Pavía camino de Melilla

Málaga: salida del  Regimiento de Dragones de Santiago para Melilla

Vitoria: despedida a las tropas del 2ª Regimiento de Artillería de Montaña

Desembarco de penados destinados a trabajos de atrincheramiento del fuerte de Sidi Guariax

Llegada del general Mártínez Campos a Melilla al fondear el «Alfonso XII»

Alojamiento de tropas en Melilla

Portada del almanaque del semanario satírico anticlerical y republicano 'Campana de Gracia' de 1894, al año siguiente de comenzada la guerra del Rif. En ella se ve a una mujer con barretina y falda catalana que lleva en su mano izquierda una bandera española y en su mano derecha un fusil de asalto.


Antonio Lorenzo


lunes, 23 de diciembre de 2013

Las guerras de España con Marruecos [4ª parte: 1859-1860]

Recibimiento en Madrid al ejército victorioso que regresaba de África, por Joaquín Sigüenza 

Firmada la paz con Marruecos el 26 de octubre de 1860, las tropas que intervinieron en el conflicto regresaron a sus destinos de origen, donde fueron recibidas con grandes aclamaciones. Especialmente brillante fue la acogida en Barcelona a los voluntarios catalanes que sobrevivieron a estos enfrentamientos.


Recibimiento a los voluntarios catalanes en Barcelona

Una de las marchas militares más conocidas es, precisamente, la dedicada a los voluntarios catalanes, compuesta por Gerónimo Giménez en 1893 y que puede escucharse accediendo al siguiente enlace:

http://www.youtube.com/watch?v=uWnj_HfoYf8&list=PL130119043AE00976&index=1

La exaltación patriótica que suscitó la victoria fue recogida en romances y en pliegos de cordel.

















Reconstrucción del atentado al general Prim

El 27 de diciembre de 1870, en medio de una fuerte nevada en Madrid, el general Prim se disponía a regresar del Congreso de los Diputados al palacio de Buenavista, su residencia oficial como presidente entonces del consejo de ministros. En su recorrido por la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) le salieron al paso unos pistoleros que, a bocajarro, abatieron a Prim quien moriría días después. Según unos, la causa de su muerte se debió a la infección producida por las heridas recibidas en el atentado; según otros, fue rematado aún con vida con un lazo o correa de cuero según parece apreciarse en el cuello de la momia que ha sido recientemente estudiada y de lo que existe abundante información a poco que se busque en la red.

Prim quería instaurar una monarquía constitucional que no fuese borbónica, debido a las malas experiencias pasadas. La búsqueda de un nuevo rey provocó numerosas intrigas entre las fuerzas integristas y conservadoras. Prim fue el principal valedor de Amadeo de Saboya frente a otros candidatos que se postulaban. Prim murió el 30 de diciembre, a los tres días escasos del atentado, por causas aún no aclaradas y discutidas ante el reciente examen de sus restos.

Apenas dos días después de la muerte de Prim, el día 2 de enero de 1871, juró como nuevo rey Amadeo I, al que vemos en el cuadro de Antonio Gisbert ante el cadáver de su valedor.




Amadeo I da el pésame a la viuda de Prim en su primer acto oficial

El atentado causó una gran conmoción en toda España. Una conocida canción que ha pervivido y que, curiosamente, forma parte del repertorio infantil como canción de corro, así lo expresa:

                                       En la calle del Turco
                                       le mataron a Prim
                                       sentadito en su coche
                                       con la guardia civil.
                                       Con la guardia civil,
                                       con la guardia rural,
                                       a las diez de la noche
                                       en paseo Real.

                                       Cuatro tiros le dieron
                                       en mitad del corazón,
                                       cuatro tiros le dieron
                                       a boca de cañón.

                                       Al pasar por las cortes
                                       le dijeron a Prim:
                                       Vaya usted con cuidado
                                       que le quieren herir.
                                       Si me quieren herir
                                       que me dejen hablar
                                       para entregar las armas
                                       a otro general.

                                      Al llegar a la plaza
                                      salió el hijo mayor.
                                      ¿Quién ha sido el ingrato
                                      que a mi padre mató?
                                      ¿Quién será ese tirano,
                                      quién será ese traidor?
                                      ¿Quién ha sido el infame
                                      que a mi padre mató?

La desaparición del general convirtió en inviable la solución dinástica a largo plazo de los Saboya. Amadeo no tenía más apoyo real que el de Prim. Su reinado duró apenas dos años. Al cabo de ese breve tiempo se vio obligado a abdicar y dar paso a la I República.

Las revistas satíricas de la época constituyen un formidable escaparate para seguir los acontecimientos desde diversos puntos de vista. Detengámonos en la que reproduzco de la revista «La flaca», en 1869.



En la caricatura puede observarse al general Serrano alzando la corona para ‘subastarla’. A su derecha se encuentra el general Prim, que guiña un ojo cómplice y a su izquierda a un serio y circunspecto Juan Bautista Topete, valedor del duque de Montpensier para hacerse con el trono de España. Entre el público puede verse pujando al duque de Montpensier a la izquierda de la imagen, al candidato portugués ofreciendo dinero para comprar la corona y a Isabel II, que alza en brazos a su hijo, el futuro Alfonso XII.

La siguiente caricatura representa, de manera jocosa, la búsqueda de un nuevo monarca para España una vez derrocada Isabel II. En ella vemos a la propia Isabel II junto a su hijo el príncipe Alfonso, el duque de Montpensier y el aspirante carlista Carlos VII. Todos ellos leen con atención el cartel donde puede leerse ‘se colocan reyes’.




En las siguientes caricaturas observamos al general Prim manejando el bombo de la lotería y sosteniendo con su prestigio el precario trono del futuro rey.




















Adjunto otras interesantes caricaturas publicadas por la revista satírica «La Flaca» alusivas a estos acontecimientos.

Caricatura de la Constitución española de 1869 aprobada tras el triunfo de la revolución de 1868 «La Gloriosa», que puso fin al reinado de Isabel II y vigente durante el breve reinado de Amadeo I.


Caricatura sobre la entrada de Amadeo I representado por un mono.



Antonio Lorenzo