jueves, 11 de febrero de 2016

Santas que fueron prostitutas: Santa María Egipciaca (III)

Xilografía ilustrativa de Mª Egipciaca en un  Flos Sanctorum de 1558
En las dos entradas anteriores dedicadas a la figura de santa María Egipciaca comentaba la supervivencia de la leyenda, tanto en el teatro del Siglo de Oro como a través de los efímeros pliegos de cordel.

Anónimo. Libro de Horas francés (ca. 1480)
Su pervivencia a lo largo de los siglos puede justificarse por la adecuada combinación de sus elementos. Aunque nacida en ambientes clericales donde se advertía del poder tentador de la mujer y lo difícil que era llevar una vida de celibato, no pudieron sustraerse a lo atractivo del personaje, capaz de robar el libre albedrío y la voluntad al hombre más sensato. Las amplificadas descripciones de su belleza junto a lo detallado de su vida lujuriosa, ejercieron, sin duda, una fascinación indisimulada como contrapunto a una vida ascética y contemplativa. Aunque la intención originaria fuese la de ofrecer una justificación de corte clerical como modelo de vida: pecado-arrepentimiento-santidad, se trata, en definitiva, de un relato de aventuras propio de una tradición profana. Lo sugestivo del contraste entre el pecado y la santidad, entre lo mundano y lo modélico nunca dejó de ser un atractivo foco de atención para el público.

Las dos vías fundamentales de aproximación a las penitentes pecadoras provienen de los llamados Flos sanctorum (santorales compilados, reelaborados o reescritos a partir de la Leyenda áurea de Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII, o entresacados de fuentes cultas).

La llamada Comedia de santos o 'hagiográfica', es un género dramático que alcanza su plenitud en el Siglo de Oro, cuyo objeto es la representación de la vida real o legendaria de un determinado santo. Dentro de esta tradición puede hablarse de diversos subgéneros, como el de las 'santas pecadoras', cuyo inicial propósito edificante y moralizador, nacido al amparo y con el benepácito de la iglesia, acabó adoptando una serie de características impropias al competir con el teatro profano en los corrales de comedias.

 Sus fuentes de inspiración más conocidas son los Flos sanctorum, de Alonso de Villegas (1ª edición de 1578) y el de Pedro de Rivadeneyra (1ª edición de 1599), por ser los más reeditados. Estas comedias impulsaron los recursos escénicos y las tramoyas efectistas al incluir a personajes como los ángeles o demonios que fomentaron su desarrollo.






















El teatro religioso no sólo se representaba en ambientes eclesiásticos, sino también en recintos profanos. Si en un principio tuvieron como clara finalidad una intención piadosa y edificante, los dramaturgos pronto se dieron cuenta de que las vidas de los santos contenían ingredientes de aventura que podían conectar muy bien con un público más amplio y heterogéneo, para disgusto y recelo de los moralistas del siglo XVII.

El teatro religioso, como vehículo moralizador y amparado en un principio por la iglesia contrarreformista, fue poco a poco conquistando los corrales de comedias donde el público acudía a divertirse y acabó compitiendo cada vez más con el teatro profano. La combinación de la leyenda piadosa con la historia, la aventura, y enriqueciendo o añadiendo episodios profanos sirvieron de estímulo a los más importantes dramaturgos: Lope, Tirso, Calderón o Guillén de Castro, entre otros.

Dentro de esta tradición barroca, la vida de María de Egipto fue inspiradora de varias comedias. Una de ellas es la escrita por el capellán Andrés Antonio Sánchez de Villamayor con el título La muger fuerte, assombro de los desiertos, penitente y admirable Santa María Egipciaca (1677), dedicada a la entonces reina Mariana de Austria.






















Pero la más conocida, sin duda, es la atribuida al dramaturgo Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), quien escenifica muy libremente la vida de santa María Egipciaca en su obra La gitana de Menfis, Santa María Egipciaca (edición princeps 1635), obra que obtuvo gran éxito y que se siguió representando hasta bien avanzado el siglo XVIII y aún del XIX. Dicha obra fue prohibida por la Inquisición, pero fue recogida de forma fragmentaria en pliegos de cordel en lo que se ha venido a llamar Relaciones de comedia.


En esta primera relación, que remite al acto primero de la comedia, María acaba de enterrar a su padre Claudio con gran indiferencia, a lo que Zósimas, pretendiente rechazado por ella y nombrado albacea por el finado, pretende ingresarla en un convento para cumplir la voluntad de su padre, a lo que ella se niega y prefiere una vida con entera libertad. La comedia desarrolla una fabulosa trama muy alejada de lo reflejado en los santorales, aunque con referencias escénicas a su vida que Montalbán desarrolla de forma muy teatralizada, donde introduce la sátira y la comicidad: ocurrencias, burlas y juegos verbales de gracioso, junto a nuevos recursos escenográficos propios del teatro barroco, con el fin de agradar al público, convirtiendo a las santas legendarias en elegantes damas.

Pliego editado en Málaga por Félix de Casas, cuya actividad impresora se desarrolla entre 1781 y 1805.























Añado una segunda relación, impresa en Córdoba por el colegio de Nuestra Señora de la Assumpción [s.a.], aunque conocemos también otra edición del prolífico editor cordobés Rafael García Rodríguez, impresor entre 1805 y 1844.

Según los datos aportados por José María de Valdenebro y Cisneros en su libro La imprenta en Córdoba, editado en Madrid por los Sucesores de Rivadeneyra en el año 1900, pág. XXIII,  sostiene que la imprenta del Colegio de Nuestra Señora de la Assumpción tuvo actividad desde 1730 hasta 1767, detallando los nombres de sus regidores hasta ese último año, donde la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús concluyó con la imprenta y cerró el colegio que regentaban desde 1574. Restituida de nuevo la imprenta, el motín reaccionario de 1814 destruyó los aparatos y desperdigó por calles y plazas los moldes y letras del establecimiento.

En dicha relación María expone claramente su proyecto de vida:

                                                    'Toda reclusión me enfada,
                                                    toda soledad me ofende;
                                                    ver mucho, me alivia mucho;
                                                    mucho hablar, mucho me mueve'.
                                                    […] 
                                                   Y finalmente, seré 
                                                   una mujer, que no tiene 
                                                   más imperio, y sujeción, 
                                                   que aquello mismo que quiere.





Otro pliego, más ajustado a lo recogido en los santorales, es el que reproduzco a continuación, impreso también en Córdoba en la oficina de doña María de Ramos [s.a.], cuya labor impresora se desarrolló entre 1784 y 1789. Es interesante advertir que la xilografía que lo ilustra es intercambiable con la vida apartada de Genoveva de Brabante, alimentada en su retiro con la leche de una cierva, que aparece en una esquina del grabado, y a la que dediqué una entrada anterior. 









La gitana de Menfis, al igual que sucediera con otras comedias de santos del barroco, fue prohibida por el Santo Tribunal en el siglo XVIII por considerar que no se ajustaba a la moralidad que debía observarse aduciendo una serie de motivos. Existen diferentes delaciones y censuras expedidas en distintos años prohibiendo su representación. Aunque la cita es larga, considero de interés dar a conocer una de ellas en resolución dada en Madrid el 17 de mayo de 1795:
Vista, leída y examinada la comedia con toda posible reflexión, debemos decir a V.SS. que la mayor parte de ella está sembrada de expresiones y proposiciones malsonantes, inductivas al desprecio del estado del santo matrimonio y abuso torpe del fin para que fue instituido, enseñando a hacer comercio carnal por intereses temporales, provocativas en sumo grado ad libidinem, escandalosas y llenas de peligro y veneno mortal para la juventud, y que indispensablemente han de relajar el orden de las buenas costumbres los equivoquillos de que usa muy mal el autor para explicarlas […]. En la pág. 12, columna 2, desde la lín. 8 se halla una expresión que provoca a la desesperación de la salvación eterna. Dice así: “Ese tiempo que durare (la vida) quiero tener alegría, y después venga la muerte, vengan penas y desdichas”. Zósimas, corrector introducido de la gitana, la aconseja a quejarse contra el cielo. El interlocutor Ventura mezcla sus fingidos milagros con expresiones lascivas. Así dice en la pág. 33, col. 5, lín. 1: “En los ojos de Teodora”. Finalmente, se habla en la citada comedia con algún desprecio de las órdenes y estado religioso, haciéndole como odiosos a las personas incautas, hay alguna expresión que hace violencia en la elección de estado, y abusa el autor con demasiada continuación de palabras destinadas solamente al culto de Dios para aplicarlas a objetos profanos: “mi adorado serafín”, “pues María ya te adora”, “Te quiero, estimo y adoro…”, etc. Por todo lo cual somos de sentir que la citada comedia intitulada La gitana de Menfis, Santa María Egipcíaca, está llena en muchas partes respectivamente de expresiones y proposiciones escandalosas, malsonantes, impuras y provocativas ad libidinem, piarum aurium ofensivas, impías y con sabor de idolatría y blasfemia. […] En vista della entiendo que el autor se propuso el fin de inspirar a la juventud el desprecio de la vida libertina y el amor a la virtud, proponiendo los desvíos de la santa en sus verdes años, y por lo tanto me persuado que es católico. Pero, aunque el fin es bueno, lo desempeña mal, y por lo tanto su lectura es dañosa a la gente joven […] Demás desto, se encuentran en los interlocutores de la comedia patrañas, ficciones y ridiculeces que no deben permitirse de modo alguno en la historia y relación de las vidas de los santos. […] por esta razón y de que su lectura pueda causar mucho daño y ruina espiritual, somos de dictamen de que V.SS. no la permita correr […]. Fulgencio Gil del Cielo y Plácido Ruiz de San Antonio de Padua, de las Escuelas Pías de Lavapiés (Madrid). 15 de mayo de 1795.
A pesar de toda una serie de prohibiciones la comedia fue del agrado del público durante más de dos siglos, pues la sabia combinación entre lo popular y lo culto, entre una vida disipada y una conversión asombrosa, no perdieron interés a lo largo del tiempo.

En una posterior entrada daré cuenta de cómo la vida de María de Egipto se mantuvo en el tiempo y fue inspiradora de otros pliegos de cordel, si bien con otros escenarios y personajes.

Antonio Lorenzo

miércoles, 3 de febrero de 2016

Santas que fueron prostitutas: Santa María Egipciaca (II)


Comentaba en la anterior entrada dedicada a Santa María Egipciaca cómo el monje Zósimo, en su habitual incursión por el desierto para hacer penitencia con motivo de la Cuaresma, se encontró con una mujer desnuda y muy deteriorada físicamente a la que ofreció su manto. En su primer encuentro la penitente narró al sorprendido monje la historia de su vida. Quedaron en encontrarse de nuevo el Jueves Santo del año siguiente, donde Zósimo le administró la comunión (escena recogida ampliamente en la iconografía de la santa). Al año siguiente, Zósimo viajó en la misma fecha al lugar de su primer encuentro administrándole de nuevo la comunión. Al regresar de nuevo al tercer año se la encontró muerta y con su cuerpo incorrupto junto con una inscripción en la arena solicitando su enterramiento.

Según la leyenda, Zósimo enterró su cuerpo con la ayuda de un león (que al igual que aparece, súbitamente en la narración desaparece de forma insólita) que excavó la arena con sus garras para darle sepultura. A su regreso al monasterio, contó la historia de María a sus hermanos conservándose por tradición oral hasta que fue recogida por escrito por Sofronio. El motivo del león, que también se encuentra presente en el original francés y en las otras versiones de la leyenda, puede relacionarse con la vida de san Pablo el anacoreta, recogido en la Leyenda áurea como el primer ermitaño

El simbolismo del león es complejo y de significados ambivalentes. Desde la antigüedad fue considerado como imagen y encarnación de muy diversas deidades: desde el mundo egipcio (diosa Sekhet), a sus representaciones en el arte asirio y babilonio (diosa Isthar), o en la tradición griega como figura protectora y vigilante de espacios sagrados.

Plinio el viejo (23-79 d.C), en el octavo libro de su Historia Naturalis, vincula al león con la resurrección de Cristo, pues se apoya en la creencia legendaria de que los leones nacían muertos y que a los tres días volvían a la vida gracias a la insuflación del aliento paterno. Desde los inicios de la cristiandad la connotación positiva del león, frente a su imagen negativa (enfrentamientos con Sansón, David o Daniel),  se pone de manifiesto en diversos pasajes de la Biblia y se configura como símbolo del evangelista san Marcos o como acompañante de santos (san Jerónimo). En los libros miniados, conocidos como bestiarios, la figura del león suele asociarse a Jesucristo como figura victoriosa, que es la que más ha pervivido a lo largo del tiempo.

Respecto a la figura seductora y atractiva de María de su anterior vida pecadora, su paso por el desierto fue transformándola en una mujer muy degradada físicamente donde el narrador establece un juego de contrastes entre lo desaforado de su vida erótica y la rigurosidad ascética practicada en su retiro en el desierto (recogido también en la iconografía).

José de Ribera (1591-1652)

Así se nos cuenta en el códice conservado en la Biblioteca de El Escorial:

                                          Toda mudó d'otra figura,
                                          qua non ha panyos nin vestidura.
                                          Perdió las carnes e la color,
                                          que eran blancas como la flor;
                                          los sus cabellos, que eran rubios,
                                          tomáronse blancos e suzios.
                                          Las sus orejas, que eran albas,
                                          mucho eran negras e pegadas.
                                          Entenebridos abié los ojos;
                                          abié perdidos los sus mencojos.
                                          la boca era empelefida,
                                          e derredor muy denegrida.
                                          La faz muy negra e arrugada
                                          de frío viento e de la elada
                                          la barbiella e el su grinyón
                                          semeja cabo de tizón.
                                          Tan negra era su petrina,
                                          como la pez e la resina.
                                          En sus pechos no abiá tetas,
                                          como yo cuido eran secas.
                                          Braços luengos e secos dedos,
                                          cuando los tiende semejan espetos.
                                          Las unyas eran convinientes,
                                          que las tajaba con los dientes.
                                          El vientre abié seco mucho,
                                          que non comié ningún conducho.
                                          Los piedes eran quebraçados:
                                          en muchos logares eran plagados,
                                          por nada non se desviaba
                                          de las espinas on las fallaba.
                                          Semejaba cortes(a),
                                          mas non le fallía hi res:
                                          cuand' huna espina le fín'a,
                                          de sus pecados uno perdía,
                                          e mucho era ella gozosa
                                          porque sufrié tan dura cosa (720-755).




Su ascensión a los cielos transportada por ángeles también es objeto de su iconografía, si bien son versos agregados por el poeta hispánico a partir de sus fuentes francesas.

                                           Los ángeles la van levando,
                                           tan dulçe son que van cantando.
                                           Mas bien podedes esto jurar,
                                           que el diablo no ý pudo llegar. (1336-1339)



















Las dos siguientes ilustraciones recogen las escenas más significativas de la leyenda.



Selección de imágenes








La fortuna de la leyenda fue tanta que la recogen autores como Gonzalo de Berceo en sus Milagros de Nuestra Señora, estrs. 521, 767, 583, entre otras obras suyas, o el propio rey Alfonso X el Sabio en la cantiga número 98 (adaptada) de sus Cantigas de Santa María.

Dejo para una siguiente entrada la reproducción de los pliegos de cordel que tratan sobre dicha leyenda y su relación con el teatro del Siglo de Oro.

Antonio Lorenzo

lunes, 25 de enero de 2016

Santas que fueron prostitutas: Santa María Egipciaca (I)


Pretendo en unas nuevas entradas comentar la repercusión en el imaginario popular de estas mujeres que ejercieron la prostitución antes de arrepentirse y alcanzar la santidad. Obviamente, considero necesario referirme a los antecedentes, tanto literarios como iconográficos, que han servido de vehículo para su difusión en pliegos de cordel, teatro popular, estampas o gozos.

Como primera entrega voy a centrar la atención en santa María Egipciaca, cuyo antecedente literario en castellano remonta a un poema anónimo de mediados del siglo XIII (reelaboración de un poema francés del siglo XII) que se conserva en un único códice de finales del siglo XIV en la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Dicho manuscrito recoge también el Libro de Apolonio y el Libre dels tres reys d'Orient, de procedencias y tradiciones lingüísticas diferentes.

La leyenda de santa María Egipciaca arranca del relato griego del arzobispo de Jerusalén Sofronio (muerto en el 638), quien la recoge de diversas fuentes. A su vez, en la Leyenda áurea (mediados del siglo XIII) recopilada por el dominico Jacobo de la Vorágine, se nos dice que María Egipciaca vivió en el 270 d. C. en tiempos del emperador Claudio II. La leyenda, en suma, se propagó a través de numerosas traducciones del latín y por las diversas composiciones y adaptaciones de poetas anónimos que recogen y ponen el acento en distintas etapas de su vida.

Vemos, pues, como cada compilador o adaptador de la historia reinterpreta y reestructura el significado de la leyenda reforzando o subrayando más o menos los distintos episodios en los tres ejes fundamentales que la constituyen: pecado-arrepentimiento-salvación.

Esta leyenda carece, obviamente, de fundamento histórico. La conversión de las cortesanas no deja de ser un tópico en el cristianismo primitivo y sus distintas escenas se encuentran, más o menos parecidas, en otras narraciones edificantes, como en la de san Pablo ermitaño (donde encontramos al león sepulturero) o la correspondencia de san Antonio Abad con el personaje de Zósimo o las conocidas confusiones con la vida de María Magdalena. Si su figura legendaria se ha mantenido a lo largo de los siglos no considero que lo sea en exclusiva por su carácter edificante (justificación clerical), sino por el ambiente aventurero y atractivo de una mujer que ejerció su libertad en aquellos tiempos difíciles antes de su decisión de retirarse a una vida contemplativa y de oración.

La leyenda cuenta la historia de una prostituta que, tras arrepentirse de su vida pecaminosa, pasó muchos años en el desierto muriendo en estado de santidad. Se trata de un personaje complejo y que no ha dejado de despertar interés a lo largo de los siglos desde su primera documentación literaria, en griego, en el siglo VII. La fecha de su conmemoración varía: la Iglesia Griega celebra su fiesta el día 1 de abril, mientras que el Martirologio Romano la asigna al día 2 de abril y el Calendario Romano el día 3 de abril.

Se suele dividir las versiones de la leyenda en dos grandes grupos: uno, donde María acapara el protagonismo de la historia (propia de la tradición occidental); y dos, donde se magnifica su encuentro con el monje Zósimo quien la encuentra en una cueva y le ayuda a arrepentirse de su vida anterior convirtiéndose en su director espiritual (tradición oriental).

La historia de la pecadora arrepentida ejerció desde antiguo una clara atracción entre un público masculino, en su mayor parte de ambiente monástico, aunque también gozaría de interés como repertorio de juglares, puesto que la vida de María incluye ingredientes de pasión desenfrenada, aventura, violencia y lujuria, lo que sería acogido con satisfacción. Su afición a los placeres corporales entregándose a sus parientes y luego a cualquier hombre que se lo pida, a lo que se une su belleza, la convierte en una historia tentadora, que fomentaría las delicias imaginativas del público masculino. La descripción de su físico en su versión castellana del siglo XIII (adaptación de la francesa) no dejaría indiferentes a sus lectores u oidores:

                                                 Abié redondas las orejas,
                                                 blanquas como leche d'ovejas;
                                                 ojos negros, e sobrecejas;
                                                 alba fruente, fasta las gernejas.
                                                 La faz tenié colorada,
                                                 como la rosa cuando es granada;
                                                 boqua chica e por mesura
                                                 muy fermosa la catadura.
                                                 Su cuello e su petrina,
                                                 tal como la flor dell espina.
                                                 De sus tetiellas bien es sana
                                                 tales son como magaña.
                                                 Bracos e cuerpo e tod' lo al
                                                 blanco es como cristal.
                                                 En buena forma fue tajada,
                                                 nin era gorda nin muy delgada;
                                                 nin era luenga nin era corta,
                                                 mas de mesura bona (vv. 213-30).


En la leyenda se recoge también el episodio de su viaje en barco a Jerusalén desde el puerto de Alejandría. En dicho viaje ofrece su cuerpo a los marineros para pagar el pasaje y al resto de peregrinos que no pudieron escapar ante el encanto de la joven como fuente de tentación. Aunque no se especifican los motivos de la joven para emprender ese viaje en barco, se sobreentiende que es por puro capricho y por el deseo de nuevas aventuras y no por devoción religiosa de conocer los Santos Lugares.
                                               Primerament los va tentando;
                                               después, los va abracando.
                                               E luego s’ va con ellos echando,
                                               a grant sabor los va besando.
                                               Non abia hi tan ensenyado
                                               siquier mancebo siquier cano,
                                               non hi fue tan casto
                                               que con ella non fi ziesse pecado.
                                               Ninguno non se pudo tener,
                                               tant’ fue cortesa de su mester (v.369-78).










Una vez llegados a Jerusalén, no pudo entrar en la iglesia del Santo Sepulcro debido a una fuerza invisible y al impedírselo unos ángeles al no ser digna por su vida de pecado. Arrodillada ante la imagen de la Virgen, que se hallaba cerca de la entrada del templo, prometió que si conseguía acceder a la iglesia abandonaría su vida de pecado para dedicarse a la oración. Tras el acto de contrición escuchó una voz que le decía que más allá del río Jordán encontraría la paz en el desierto. Arrepentida de su vida anterior y tras bañarse en el Jordán y encaminarse al desierto se encontró con un peregrino al que compró tres panes (símbolo de la eucaristía y recogido en su iconografía) donde vivió cuarenta y siete años con gran austeridad.

Libro de Horas de Enrique IV de Francia
Hans Memling (1435-1494) - Escena de tríptico




















Estatua en el pórtico de la iglesia de Saint Germain l'Auxerrois (París)
Una vez en el desierto la encontró de forma casual el monje Zósimo (ya que al llegar la Cuaresma los monjes solían adentrarse en el desierto para hacer penitencia y retornando a su convento el Domingo de Ramos), quien no supo si era una sombra, una tentación diabólica o una visión causada por su propio temor. Al sentirse llamado por su nombre comprendió que se hallaba en presencia de algo sobrenatural y María, al encontrarse sin ropas, le pidió que cubriera su desnudez con su manto.

Fresco conservado en la Basílica de Asís
Miniatura de un Libro de Horas anónimo del siglo XV
El monje quiso quedarse a vivir con María, pero esta lo rechazó y le conminó a regresar al convento. Pasado un año del primer encuentro volvieron de nuevo a encontrarse y Zósimo le administra la comunión (escena recogida ampliamente en la iconografía) y María le anticipa que en su tercer y último encuentro la hallará muerta, como así sucedió un día de Viernes Santo. Zósimo procedió entonces a enterrarla con la ayuda de un sorprendente pacífico león que excavó la tierra de la sepultura con sus garras.







































Estos últimos episodios, junto con otras manifestaciones populares: como su pervivencia en el teatro del Siglo de Oro y en los pliegos de cordel, los comentaré en una posterior entrada.

Antonio Lorenzo


domingo, 17 de enero de 2016

Pliegos de aleluyas: Vida de un gallego o la rueda de la fortuna


De la imprenta madrileña de los Sucesores de Hernando, continuadora de la original Casa Hernando fundada por Victoriano Hernando y Palacios en 1828, este pliego de aleluyas sobre la vida de un gallego al que le tocó la lotería y su final. Los tópicos y estereotipos sobre los gallegos, que pueden rastrearse fácilmente en las comedias del Siglo de Oro (al igual que sobre los andaluces, asturianos, etc.), se mantienen en estas composiciones populares. El poder de síntesis de estas aleluyas es notable, pues en cuarenta y ocho viñetas con sus correspondientes dísticos o pareados se nos ofrece una historia completa sobre las peripecias de este gallego.

Tras reproducirla en su forma completa la divido en secciones para apreciarla mejor.








Antonio Lorenzo