lunes, 18 de junio de 2018

Sucesos extraordinarios: Inundación de la ciudad de Barcelona en 1862


El 15 de septiembre de 1862 se produjo una terrible inundación en la ciudad de Barcelona, que ocasionó alrededor de mil muertos y un gran número de barrios enteros y negocios destrozados.

El Diario de Barcelona del 16 de septiembre de 1862 recogió ampliamente las secuelas de la gran inundación.



Hans Christian Andersen, testigo de la inundación

Un testigo presencial de este acontecimiento fue el afamado escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875), autor de cuentos infantiles de recorrido universal, como, entre otros: El patito feo, La sirenita, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo o La cerillera.



El 4 de septiembre de 1862 Andersen atravesó la frontera franco-española por la Junquera acompañado de Jonas, hijo de su amigo y protector Jonas Collins. Se instalaron en el Hotel Oriente y fueron testigos de la inundación del día 15 del mismo mes. 

Andersen relató en su obra Viaje por España, injustamente olvidada, la experiencia de su viaje por España en 1862-1863 ofreciendo detalladas descripciones, tanto de la geografía como de sus gentes y sus costumbres. La obra es un claro reflejo de las aspiraciones y mentalidad decimonónica, dando informaciones de su estancia posterior en Valencia, Murcia, Málaga, Granada, Madrid, Toledo y Burgos.

Su relato, el día de la gran tormenta viene expresado de esta forma en el capítulo dedicado a su viaje por Barcelona:
"Cuando llegué al hotel, Jonas me dijo que había inundaciones en la calle y echó a correr escaleras abajo. Yo me asomé al balcón mirando a la Rambla y vi como para cada lado bajaba una corriente de agua de color café amarillento que parecía formar como una cascada. Tuve miedo por mi joven compañero y también bajé. Entonces vi que a ambos lados del paseo, un poco en alto, las calzadas eran como un río que se llevaba todo lo que encontraba a su paso. Un carro que llevaba terracota había sido arrastrado un buen trozo calle abajo y el agua saltaba sobre él. Las tablas de las tiendas que habían estado fuera flotaban sobre el agua. El agua entraba en las casas. Maderas y calabazas parecían navegar por ese río. La gente iba con el agua hasta las caderas y una mujer fue arrastrada por la corriente y hubo naturalmente gritos, pero tres hombres lograron agarrar y casi en un estado de inconsciencia la llevaron a lugar seguro. Nunca había visto yo antes de esta manera la fuerza del agua, que también se metía por dos callejuelas estrechas del otro lado de la calle que parecían los estrepitosos canales que hacen mover los molinos. En todos los balcones e incluso en las azoteas se veía gente mirando".
El 7 de marzo de 2006 el ayuntamiento de Barcelona promovió la colocación de una placa en el actual Hotel Oriente conmemorando la estancia en 1862 de Hans Christian Andersen. En recuerdo de su permanencia por nuestro país. También se recordó el paso por Madrid del célebre escritor mediante una placa donde estuvo situado su alojamiento en la Fonda La Vizcaína, en la calle Mayor, esquina a la Puerta del Sol.


 

Reproduzco dos pliegos, editados en Barcelona el mismo año del suceso, por las imprentas de Narciso Ramírez y Cristóbal Miró, respectivamente, donde se detienen en describir y comentar las desgracias ocasionadas por la inundación de sus calles y poblaciones, salvándose, al parecer, el recinto de la ciudad romana de Barcino (Barcelona romana).









©Antonio Lorenzo

viernes, 8 de junio de 2018

Las lavanderas de Carabanchel

Lavanderas en el Manzanares con el Puente de Toledo al fondo
Este impreso se inscribe en la moda que, desde finales del siglo XVII y durante gran parte del siglo XVIII, distintos personajes de clara procedencia folclórica toman la palabra, generalmente en forma de diálogo, para proferir críticas o ensalzar a personajes. Son ejemplos, por tanto, de la llamada sátira política. Este tipo de impresos suelen estar redactados en forma de cartas cuyos personajes suelen estar representados por rústicos o patanes, quienes al estar apartados normalmente de la vida urbana y al margen de las intrigas cortesanas, aprovechan para criticar determinadas prácticas o actuaciones diseñadas en las grandes ciudades. Todo ello resulta de interés por la inmediatez de sus críticas o sus sátiras como reflejo de la realidad política, social o económica de su época.

Es importante contextualizar este impreso, teniendo en cuenta la fecha de su edición, de 1706, para comprender adecuadamente algunas de las referencias que contienen. Dicha fecha coincide con parte de la Guerra de Sucesión Española entre los partidarios del rey borbón Felipe V y los partidarios del Archiduque austriaco, coronado con el nombre de Carlos III en gran parte de Cataluña y Aragón, frente al poder ejercido por los partidarios castellanos en favor de Felipe V. El año de 1706, fecha del impreso, coincide con el Sitio de Barcelona, una de las más importantes contiendas entre los partidarios del Archiduque austriaco (Carlos III) y los de Felipe V. La rebelión catalana (favorable en general a las pretensiones del Archiduque) se extendió a Zaragoza con victorias parciales de uno y otro bando produciéndose posicionamientos a favor de uno u otro pretendiente al trono en prácticamente la totalidad de la península. En este ambiente de confrontación es donde hay que situar el impreso reproducido. Dicho impreso toma un claro partido favorable al rey borbón Felipe V, lo que se aprovecha para criticar y satirizar a las a las regiones que apoyaban al Archiduque Carlos.

El impreso hace hincapié en la lejía como el mejor instrumento para borrar y limpiar las manchas. Mediante este recurso se aprovecha el tema de la lejía para criticar satíricamente las "manchas" de la gente de la corte, a lo que se añade un repaso por las distintas regiones españolas utilizando la ropa y sus manchas como elemento de crítica social.

La repetitiva expresión "todo saldrá a la colada", se aprovecha para criticar determinadas acciones o posturas referidas a las distintas regiones teniendo en cuenta la época a la que se refiere el impreso. Así, se menciona por ejemplo a la "ropa portuguesa" que le cayó una mancha al unirse a la "ropa" inglesa, pero... todo saldrá a la colada.

Ya desde entonces, la mención a Cataluña y a sus "manchas" se expresa en el impreso como sigue:

                                    Cataluña en mi conciencia,
                                    según las manchas que tiene,
                                    me parece que conviene
                                    darle un jabón de Palencia;
                                    su rebelde resistencia
                                    merece un jabón tirano,
                                    y apretarle bien la mano
                                    que está la mancha entrapada.
                                    ..."todo saldrá a la colada"

Tras repasar las distintas regiones y sus "manchas", se vaticina que el rey Felipe aplicará la consabida lejía para sacar "tanta mancha endemoniada".

Las lavanderas del Manzanares

La importancia de las lavanderas en la vida social del Madrid de entonces, hasta bien avanzado el siglo XX, merece unas breves notas que entresaco en parte del siguiente blog:


En Madrid, un número elevado de mujeres, desde niñas a ancianas, no podían conseguir otro modo de vida mejor que dedicarse a lavar la ropa, de la mañana a la noche, en la propia orilla del río Manzanares o en los lavaderos, tanto si hacía frío, calor, lloviera o nevara. El número de lavanderas, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se puede estimar en unas 5.000 mujeres  dedicadas a este duro trabajo, mal pagado e insalubre, con contacto permanente de prendas infectadas, de enfermos contagiosos, sin medios de desinfección ni protección. Este trabajo conllevaba otras tareas aparejadas, como son el traslado de la ropa, desde los hogares donde se recogía hasta el río y su devolución, ya limpia y seca, a su lugar de origen. Esto se hacía en cualquier época del año, como ya se ha comentado y, además, debían cargar con sus hijos, si es que no tenían con quién dejarlos permaneciendo junto a ellas a la orilla del río o deambulando solos por los barrios aledaños o zonas de miseria de la ciudad.

Este trabajo suponía un esfuerzo físico muy fuerte por la cantidad de horas que permanecían agachadas, encorvadas y de rodillas, soportando las inclemencias del tiempo.

Algo mejoró su precaria situación al crearse un Asilo de Lavanderas en tiempos de exiguo reinado de Amadeo de Saboya y por sugerencia de su esposa María Victoria. El asilo se inauguró en 1871, situado entre la Puerta de San Vicente y el Paseo de la Florida. En sus dependencias se daba asilo a los niños de las lavanderas hasta los cinco años de edad, en lo que se podría considerarse como la primera guardería de España.

Desaparecido Asilo lavanderas en la Glorieta de San Vicente (1934)
El impreso nos remite a la conversación de dos lavanderas de Carabanchel: Mari-García y su nuera Isabel. El entonces pueblo de Carabanchel (tanto el Alto como el Bajo), debería contar con un elevado número de mujeres cuyo oficio era precisamente el de lavanderas. Como curiosidad, en un artículo recogido en La Correspondencia de España, del 17 de enero de 1870, se nos informa de la casi terminación de una Colonia de Lavanderas a poca distancia de Carabanchel Alto:
"Ya está a punto de terminarse la magnífica colonia de lavanderas establecida a poca distancia de Carabanchel alto donde a las mujeres que se dedican al lavado de ropas no se les hará tan penoso su trabajo.
  La sección que puede llamarse del lavado la forma un excelente depósito para las aguas donde pueden colocarse cómodamente hasta 3.000 lavanderas, por secciones de diez en diez, con su caldera de colada y tendederos separados (...).
 La señora doña María Hernández y Espinosa, propietaria de la colonia, ha querido formar un gran pueblo en los vastísimos terrenos que posee en Carabanchel y al efecto ha empezado a construir ya cien casas de las 500 que piensa hacer para las lavanderas y operarios de la colonia, cuyos alquileres podrán pagarlos desahogadamente los jornaleros. Pero otra circunstancia hará que muy pronto se transforme esta sitio en un gran pueblo. Esto será a principios del próximo mes [febrero de 1870] cuando empiece a funcionar una fábrica de jabón montada al vapor (…).
 El punto que ocupa la colonia, por último, es sumamente saludable y si a esto y a las comodidades que dentro de poco ha de reunir, pues no faltarán tiendas de comestibles, tahona, médico, botica y hasta iglesia, se agrega que tendrá estación de ferrocarril a 30 metros de distancia, cuando se haga la línea de Malpartida, no podrá dudarse que la nueva colonia del Carmen será dentro de poco un nuevo pueblo exento de pobres, puesto que sus moradores tendrán asegurado el trabajo".
Desgraciadamente no he logrado conseguir una mayor documentación sobre esta Colonia ni fijar tampoco su ubicación exacta. Respecto a su propietaria y benefactora, doña María Hernández Espinosa, sí sabemos que, como duquesa de Santoña y marquesa de Manzanedo por su matrimonio, fue también la principal impulsora y financiadora del Hospital del Niño Jesús madrileño.

Tras la reproducción del impreso añado una pequeña e interesante selección de fotos sobre la actividad de las lavanderas en el río Manzanares para ilustrar su precario oficio.








Selección de fotografías









Lavanderas en el Manzanares, por Eusebio Pérez Valluerca (1887)
Lavanderas en el Río Manzanares por Emilio Po y Dalmau (1876-1933)
©Antonio Lorenzo

domingo, 3 de junio de 2018

Sucesos extraordinarios: El terremoto de Manila de 1863

Casa de la Dirección del Tabaco en Binondo tras el terremoto de 1863
Las Filipinas formaron parte del imperio español, tras la llegada de Magallanes, desde 1565 hasta 1898. Las rutas comerciales y el frecuente intercambio con la Península Ibérica se fueron consolidando cada vez más. Tras la muerte de Magallanes continuó el intercambio comercial con Juan Sebastián Elcano y posteriormente con López de Legazpi, donde se consolidaron y ampliaron las relaciones así como la evangelización que desde el principio se había emprendido.

La colonización española no se aseguró hasta 1565, fundándose la capital, Manila, en 1571 por Miguel López de Legazpi. En un primer momento fue controlada por el virreinato de Nueva España y posteriormente por la propia metrópoli. 

La presencia española perduró, pues, durante cuatro siglos hasta que el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898 puso fin a la guerra hispano-estadounidense y con ella a la presencia española en el archipiélago.

Entre 1863 y 1880 varios terremotos asolaron Manila. Entre los edificios dañados en el terremoto de 1863 se encontraba la Catedral, el Palacio del Gobernador, la Capitanía General, la Aduana, el Tribunal de Comercio, la Casa de Inspección General de Labores (del servicio de tabaco), el Tribunal de Cuentas, la Casa Intendencia, el Palacio Arzobispal, la Casa Provisional de Moneda y la Real Audiencia.

En fin, poco más se puede añadir a la descripción del terremoto de Manila de 1863 y a la relación de desastres que ocasionó. El pliego reproducido, e impreso en Barcelona por Juan Llorens en el mismo año del desastre, desarrolla cabalmente los hechos del 3 de junio de aquel año en víspera del Corpus.

Añado una serie de fotografías ilustrativas, sacadas de distintas publicaciones, sobre el terremoto sufrido, al que seguirían desgraciadamente otros en años sucesivos. Hay que tener en cuenta que con la invención de la fotografía se produce una revolución en el modo de transmisión de la información y el conocimiento. No deja de ser un paso de la palabra impresa a una cultura de la imagen a partir del primer procedimiento fotográfico de 1839 -el daguerrotipo- que supondrá una nueva forma de entender e imaginar el mundo.

Casa del cónsul de Dinamarca tras el terremoto de 1863

Estado en el que quedó la iglesia de la Compañía de Jesús

Vista del interior de la Catedral de Manila tras el desastre

Ruinas producidas por el seismo de 1863

Fachada de la catedral de Manila tras el terremoto de 1863
Fachada N.E. de la Aduana de Manila tras el seismo de 1863



©Antonio Lorenzo

martes, 29 de mayo de 2018

Sucesos extraordinarios: El terremoto del Reino de Las Dos Sicilias de 1857


El terremoto del Reino de las Dos Sicilias, conocido también como el terremoto de Basilicata o el gran terremoto napolitano, se produjo el 16 de diciembre de 1857 causando numerosas víctimas y destruyendo numerosas ciudades. 

Al igual que en las entradas anteriores, y centrados en la divulgación popular de estos sucesos mediante pliegos de cordel, reproduzco un impreso, editado al año siguiente de los hechos, donde se recogen diferentes episodios de ese terrible terremoto.


Por el Reino de las Dos Sicilias se conoce al estado italiano, creado en 1816, comprendiendo los territorios de los reinos de Nápoles y Sicilia, ligados desde antiguo a la Corona de Aragón. Las relaciones entre los que ejercieron autoridad sobre los los sicilianos (reyes borbónicos, ocupación napoleónica, etc. fueron desde siempre muy complejas. En 1860 Francisco II de las Dos Sicilias perdió el trono tras la victoria de Garibaldi dejando de existir como estado independiente. La unificación de Italia se consolidó el 17 de marzo de 1861 al asumir Víctor Manuel II el título de "Rey de Italia por la gracia de Dios y voluntad de la nación", lo que no impidió numerosas rebeliones y movimientos separatistas.

A principios del año 1858, ayudado por una beca de la Royal Society, Robert Mallet visitó la zona devastada y pasó más de dos meses estudiando los efectos del desastre, prestando especial atención al daño causado a los edificios. Su amplio reportaje fue publicado en 1862, y continúa siendo un trabajo memorable en la historia de la sismología.


Ciñéndonos al estudio de Mallet reproduzco una serie de imágenes que se encuentran contenidas en dicha obra:

Vista general de Padula

Ciudad de Polla y catedral de Tito

Ciudad de Auletta

Ciudad de Polla

Estado de una puerta de la ciudad de Auletta

Ciudad de Sarconi y Saponara

Vista global de la ciudad de Saponara

Ciudad de Paterno y Auletta
El pliego, más bien una estampa, fue impreso en 1858 por José Torrás en Barcelona.



©Antonio Lorenzo