jueves, 19 de julio de 2018

Atrocidades de un pulgón en Constantinopla


Pliego de contenido inverosímil sobre las atrocidades cometidas por un pulgón en la ciudad de Constantinopla e inmediaciones.

El impreso carece de pie de imprenta, por lo que no figura ni fecha, ni imprenta ni año de edición.





©Antonio Lorenzo

sábado, 14 de julio de 2018

El gato madrileño y la soltera + La canción de la Ricarda y su amante

Gatos en la Puerta del Sol - Aguafuerte de Lorenzo Goñi (1911-1992)
Pliego donde, a través de la figura de los gatos, se critica más o menos veladamente, a las jovencitas que se dejan engatusar (nunca mejor dicho) por ellos. Como es sabido, a los madrileños se les apoda con el gentilicio de gatos. Sobre el porqué de esa denominación existen varias teorías; la más difundida está asociada a la agilidad y destreza que demostró un soldado, en tiempos de Alfonso VI, al escalar la muralla madrileña ayudado por una daga que iba clavando por las juntas de las piedras. Una vez arriba logró sustituir la bandera árabe por la cristiana. La consecuencia de su hazaña fue un gran acicate motivador para las tropas cristianas que, de este modo, pudieron reconquistar la ciudad. Dada su habilidad trepadora, al soldado le aplicaron el sobrenombre de gato, lo que con el tiempo fue extendiéndose a todos los nacidos en Madrid.

Continúa el pliego con la "Canción de la Ricarda y su amante don Mariano", macarrónicos versos de carácter procaz y de doble sentido, lo que recuerda a los célebres cuplés tan de moda en tiempos posteriores.

La simbología de los órganos genitales femeninos suelen asociarse popularmente con la huerta, la fuente, la noria, el pozo, el cántaro, el puchero, el conejo, etc., lo que es recurrente, no solo en los impresos populares que tratamos, sino en el cancionero folklórico en general, si bien no siempre fueron recogidos en los cancioneros impresos, ya fuera por recato o por la autocensura de los recopiladores.

El pliego está editado en Madrid, sin año, por la conocida Imprenta Universal, difusora de gran cantidad de pliegos de cordel.





©Antonio Lorenzo

domingo, 8 de julio de 2018

Sucesos extraordinarios: El extraño animal que devoró a 700 niños en la ciudad de Oporto


Otro caso insólito, tan del gusto de los pliegos de cordel, sobre un fiero animal que devoró nada menos que a setecientos niños en la ciudad portuguesa de Oporto "en este presente año".

Hay que observar que, para incitar e impresionar más al público en la compra o escucha del impreso, se habla en el título-resumen de que devoró a los niños, cuando en realidad los tenía encerrados en una cueva y los devolvió a sus padres tras explicar su presencia y actuación.

Contiene todos los tópicos recurrentes en estos casos: disculpas del narrador por su rusticidad estilística, la descripción del espantoso animal con tres cabezas, seis ojos, seis orejas, tres bocas y con uñas como fieros cuchillos, "cosas del abismo", que logra escapar a pesar de los más de setecientos tiros que le propinan. También escapa tras su persecución con ochenta caballos con "ginetes atrevidos" hasta que organizan una procesión hasta la cueva de la fiera donde celebran un exorcismo, y la fiera reconoce que es el mismo demonio enviado por Dios como castigo por la mala crianza de los niños.

El narrador se despide, como es habitual, pidiendo perdón por las faltas cometidas, aunque anunciando que continuará si se produce otra novedad.

                                                El ingenio Segoviano
                                                que como esta plana ha escrito,
                                                de la novedad que hubiere
                                                otra hará, y al tiempo mismo,
                                                de tantas faltas suplica
                                                que le perdonen benigno.

El impreso está editado en Valencia, sin año, por la imprenta de José Mompié, hijo del impresor, fallecido en 1855, Ildefonso Mompié. Su hijo José continuó con la actividad impresora de su padre. 



©Antonio Lorenzo

miércoles, 4 de julio de 2018

La criada perversa y envenenadora


Este pliego es un ejemplo más de sensacionalismo y de utilización de fórmulas de adjetivación morbosa, tan recurrentes y apreciadas por la clientela popular de este tipo de impresos.

El modelo social y de conducta que se desprende sobre la figura de la criada en los pliegos de cordel es en general negativo. El protagonismo que adquieren suele estar asociado a la envidia hacia los señores a los que sirve, siendo su imagen representativa de lo negativo frente a lo positivo asociado a los señores o damas de carácter noble en el imaginario social. La dicotomía entre los defectos de las criadas y las virtudes de los señores a los que sirven se encuentra muy presente en la gran mayoría de impresos populares donde aparecen las primeras. Entre los "defectos comunes" atribuidos a las criadas en los pliegos podemos citar la envidia, la falta de humildad, la maledicencia y la indiscreción.

En el pliego que reproduzco la figura de la criada va mucho más allá, pues a causa de su desmedida ambición acaba cometiendo un execrable crimen envenenando al hijo del señor con quien se casó.

Para un estudio más detallado sobre el papel de las sirvientas en los pliegos de cordel, remito al estudio de Juan Gomis Coloma: Sirvientas en la literatura de cordel, o la criada como enemigo doméstico, en "Cuadernos de Ilustración y Romanticismo", Universidad de Cádiz, Nº 20 (2014).

El pliego reproducido es un reimpresión barcelonesa de José Torrás de 1861.





©Antonio Lorenzo

sábado, 30 de junio de 2018

Sucesos extraordinarios: Erupción del volcán Epomeo (1883)


La isla de Ischia (Isquia) se encuentra frente a las costas de Nápoles y a pocos kilómetros del famoso volcán Vesubio. Es la isla más grande del archipiélago napolitano y se encuentra dividida actualmente en seis municipios.


La historia de la isla ha estado desde siempre llena de incidentes y de invasiones: griegos, normandos, bárbaros, visigodos, corsarios berberiscos, etc. Es una isla que ha sido saqueada repetidamente a lo largo de los siglos. Durante un espacio largo de tiempo su territorio perteneció a la Corona de Aragón, del que queda un imponente castillo que resulta una de las principales atracciones de la isla, conocido precisamente por el Castillo Aragonés. La primera fortaleza, sobre la que se asienta el castillo en la formación rocosa, data del año 474 antes de Cristo, pasando por numerosas ampliaciones y reforzamientos.

El rey Alfonso de Aragón restauró el castillo en el año 1441 mediante enormes muros y fortificaciones para defenderse de los ataques piratas. También fue durante su reinado cuando se conectó el promontorio donde se alza el castillo con la isla de Ischia mediante un puente de piedra de 220 metros de longitud.

Antiguo mapa de la isla de 1590
El famoso castillo se encuentra frente a las costas de Nápoles y de Capri, y actualmente es visitado por los numerosos turistas alojados en la isla.


En marzo de 1774, tras una serie de distintas ocupaciones, la isla fue tomada por los Borbones y administrada por un gobernador real asentado en el célebre castillo.

La noche del 27 de julio de 1883, tal y como narra el pliego reproducido, se produjo una enorme erupción desde el Monte Epomeo, identificado erróneamente con el volcán, ocasionando miles de víctimas e importantes pérdidas de todo tipo.

Monte Epomeo
El pliego fue editado en Palma de Mallorca, sin fecha, por la imprenta de B. Rotger, cuya inicial corresponde, como sabemos, a Bartolomé Rotger, editor desde finales del siglo XIX hasta al menos 1924.





©Antonio Lorenzo

domingo, 24 de junio de 2018

Sucesos extraordinarios: Erupción volcánica en la isla de Sangir (1856)


La isla de Sangir, (escrita también como Sangihe o Sanghir), es una de las pequeñas islas del archipiélago indonesio, situadas entre el mar de las Célebes y el mar de las Molucas, a medio camino de la isla de Mindanao en Filipinas. Su cercanía a las Filipinas, recordemos que fue posesión del imperio español hasta 1898, es tal vez lo que justifica, aparte del recurrente tremendismo, el interés del pliego por la erupción volcánica en una isla que, para la población de la península, resultaba sumamente lejana y desconocida. 

El pliego relata la violenta actividad volcánica del 2, 3 y 17 de marzo de 1856 (aunque en el impreso solo figura la recurrente frase de "en el presente año").

Rodeado con una elipse, el archipiélago puede situarse visualmente en el mapa de Indonesia.


El Monte Awu es el volcán más grande del archipiélago de Sangir. Sus sucesivas erupciones a lo largo del tiempo han ocasionado más de 8.000 muertes y numerosísimas pérdidas materiales.

El impreso fue editado en Barcelona, el mismo año de la catástrofe, por la imprenta de José Tauló para la Casa de Juan Llorens en 1856.




©Antonio Lorenzo

lunes, 18 de junio de 2018

Sucesos extraordinarios: Inundación de la ciudad de Barcelona en 1862


El 15 de septiembre de 1862 se produjo una terrible inundación en la ciudad de Barcelona, que ocasionó alrededor de mil muertos y un gran número de barrios enteros y negocios destrozados.

El Diario de Barcelona del 16 de septiembre de 1862 recogió ampliamente las secuelas de la gran inundación.



Hans Christian Andersen, testigo de la inundación

Un testigo presencial de este acontecimiento fue el afamado escritor danés Hans Christian Andersen (1805-1875), autor de cuentos infantiles de recorrido universal, como, entre otros: El patito feo, La sirenita, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo o La cerillera.



El 4 de septiembre de 1862 Andersen atravesó la frontera franco-española por la Junquera acompañado de Jonas, hijo de su amigo y protector Jonas Collins. Se instalaron en el Hotel Oriente y fueron testigos de la inundación del día 15 del mismo mes. 

Andersen relató en su obra Viaje por España, injustamente olvidada, la experiencia de su viaje por España en 1862-1863 ofreciendo detalladas descripciones, tanto de la geografía como de sus gentes y sus costumbres. La obra es un claro reflejo de las aspiraciones y mentalidad decimonónica, dando informaciones de su estancia posterior en Valencia, Murcia, Málaga, Granada, Madrid, Toledo y Burgos.

Su relato, el día de la gran tormenta viene expresado de esta forma en el capítulo dedicado a su viaje por Barcelona:
"Cuando llegué al hotel, Jonas me dijo que había inundaciones en la calle y echó a correr escaleras abajo. Yo me asomé al balcón mirando a la Rambla y vi como para cada lado bajaba una corriente de agua de color café amarillento que parecía formar como una cascada. Tuve miedo por mi joven compañero y también bajé. Entonces vi que a ambos lados del paseo, un poco en alto, las calzadas eran como un río que se llevaba todo lo que encontraba a su paso. Un carro que llevaba terracota había sido arrastrado un buen trozo calle abajo y el agua saltaba sobre él. Las tablas de las tiendas que habían estado fuera flotaban sobre el agua. El agua entraba en las casas. Maderas y calabazas parecían navegar por ese río. La gente iba con el agua hasta las caderas y una mujer fue arrastrada por la corriente y hubo naturalmente gritos, pero tres hombres lograron agarrar y casi en un estado de inconsciencia la llevaron a lugar seguro. Nunca había visto yo antes de esta manera la fuerza del agua, que también se metía por dos callejuelas estrechas del otro lado de la calle que parecían los estrepitosos canales que hacen mover los molinos. En todos los balcones e incluso en las azoteas se veía gente mirando".
El 7 de marzo de 2006 el ayuntamiento de Barcelona promovió la colocación de una placa en el actual Hotel Oriente conmemorando la estancia en 1862 de Hans Christian Andersen. En recuerdo de su permanencia por nuestro país. También se recordó el paso por Madrid del célebre escritor mediante una placa donde estuvo situado su alojamiento en la Fonda La Vizcaína, en la calle Mayor, esquina a la Puerta del Sol.


 

Reproduzco dos pliegos, editados en Barcelona el mismo año del suceso, por las imprentas de Narciso Ramírez y Cristóbal Miró, respectivamente, donde se detienen en describir y comentar las desgracias ocasionadas por la inundación de sus calles y poblaciones, salvándose, al parecer, el recinto de la ciudad romana de Barcino (Barcelona romana).









©Antonio Lorenzo

viernes, 8 de junio de 2018

Las lavanderas de Carabanchel

Lavanderas en el Manzanares con el Puente de Toledo al fondo
Este impreso se inscribe en la moda que, desde finales del siglo XVII y durante gran parte del siglo XVIII, distintos personajes de clara procedencia folclórica toman la palabra, generalmente en forma de diálogo, para proferir críticas o ensalzar a personajes. Son ejemplos, por tanto, de la llamada sátira política. Este tipo de impresos suelen estar redactados en forma de cartas cuyos personajes suelen estar representados por rústicos o patanes, quienes al estar apartados normalmente de la vida urbana y al margen de las intrigas cortesanas, aprovechan para criticar determinadas prácticas o actuaciones diseñadas en las grandes ciudades. Todo ello resulta de interés por la inmediatez de sus críticas o sus sátiras como reflejo de la realidad política, social o económica de su época.

Es importante contextualizar este impreso, teniendo en cuenta la fecha de su edición, de 1706, para comprender adecuadamente algunas de las referencias que contienen. Dicha fecha coincide con parte de la Guerra de Sucesión Española entre los partidarios del rey borbón Felipe V y los partidarios del Archiduque austriaco, coronado con el nombre de Carlos III en gran parte de Cataluña y Aragón, frente al poder ejercido por los partidarios castellanos en favor de Felipe V. El año de 1706, fecha del impreso, coincide con el Sitio de Barcelona, una de las más importantes contiendas entre los partidarios del Archiduque austriaco (Carlos III) y los de Felipe V. La rebelión catalana (favorable en general a las pretensiones del Archiduque) se extendió a Zaragoza con victorias parciales de uno y otro bando produciéndose posicionamientos a favor de uno u otro pretendiente al trono en prácticamente la totalidad de la península. En este ambiente de confrontación es donde hay que situar el impreso reproducido. Dicho impreso toma un claro partido favorable al rey borbón Felipe V, lo que se aprovecha para criticar y satirizar a las a las regiones que apoyaban al Archiduque Carlos.

El impreso hace hincapié en la lejía como el mejor instrumento para borrar y limpiar las manchas. Mediante este recurso se aprovecha el tema de la lejía para criticar satíricamente las "manchas" de la gente de la corte, a lo que se añade un repaso por las distintas regiones españolas utilizando la ropa y sus manchas como elemento de crítica social.

La repetitiva expresión "todo saldrá a la colada", se aprovecha para criticar determinadas acciones o posturas referidas a las distintas regiones teniendo en cuenta la época a la que se refiere el impreso. Así, se menciona por ejemplo a la "ropa portuguesa" que le cayó una mancha al unirse a la "ropa" inglesa, pero... todo saldrá a la colada.

Ya desde entonces, la mención a Cataluña y a sus "manchas" se expresa en el impreso como sigue:

                                    Cataluña en mi conciencia,
                                    según las manchas que tiene,
                                    me parece que conviene
                                    darle un jabón de Palencia;
                                    su rebelde resistencia
                                    merece un jabón tirano,
                                    y apretarle bien la mano
                                    que está la mancha entrapada.
                                    ..."todo saldrá a la colada"

Tras repasar las distintas regiones y sus "manchas", se vaticina que el rey Felipe aplicará la consabida lejía para sacar "tanta mancha endemoniada".

Las lavanderas del Manzanares

La importancia de las lavanderas en la vida social del Madrid de entonces, hasta bien avanzado el siglo XX, merece unas breves notas que entresaco en parte del siguiente blog:


En Madrid, un número elevado de mujeres, desde niñas a ancianas, no podían conseguir otro modo de vida mejor que dedicarse a lavar la ropa, de la mañana a la noche, en la propia orilla del río Manzanares o en los lavaderos, tanto si hacía frío, calor, lloviera o nevara. El número de lavanderas, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se puede estimar en unas 5.000 mujeres  dedicadas a este duro trabajo, mal pagado e insalubre, con contacto permanente de prendas infectadas, de enfermos contagiosos, sin medios de desinfección ni protección. Este trabajo conllevaba otras tareas aparejadas, como son el traslado de la ropa, desde los hogares donde se recogía hasta el río y su devolución, ya limpia y seca, a su lugar de origen. Esto se hacía en cualquier época del año, como ya se ha comentado y, además, debían cargar con sus hijos, si es que no tenían con quién dejarlos permaneciendo junto a ellas a la orilla del río o deambulando solos por los barrios aledaños o zonas de miseria de la ciudad.

Este trabajo suponía un esfuerzo físico muy fuerte por la cantidad de horas que permanecían agachadas, encorvadas y de rodillas, soportando las inclemencias del tiempo.

Algo mejoró su precaria situación al crearse un Asilo de Lavanderas en tiempos de exiguo reinado de Amadeo de Saboya y por sugerencia de su esposa María Victoria. El asilo se inauguró en 1871, situado entre la Puerta de San Vicente y el Paseo de la Florida. En sus dependencias se daba asilo a los niños de las lavanderas hasta los cinco años de edad, en lo que se podría considerarse como la primera guardería de España.

Desaparecido Asilo lavanderas en la Glorieta de San Vicente (1934)
El impreso nos remite a la conversación de dos lavanderas de Carabanchel: Mari-García y su nuera Isabel. El entonces pueblo de Carabanchel (tanto el Alto como el Bajo), debería contar con un elevado número de mujeres cuyo oficio era precisamente el de lavanderas. Como curiosidad, en un artículo recogido en La Correspondencia de España, del 17 de enero de 1870, se nos informa de la casi terminación de una Colonia de Lavanderas a poca distancia de Carabanchel Alto:
"Ya está a punto de terminarse la magnífica colonia de lavanderas establecida a poca distancia de Carabanchel alto donde a las mujeres que se dedican al lavado de ropas no se les hará tan penoso su trabajo.
  La sección que puede llamarse del lavado la forma un excelente depósito para las aguas donde pueden colocarse cómodamente hasta 3.000 lavanderas, por secciones de diez en diez, con su caldera de colada y tendederos separados (...).
 La señora doña María Hernández y Espinosa, propietaria de la colonia, ha querido formar un gran pueblo en los vastísimos terrenos que posee en Carabanchel y al efecto ha empezado a construir ya cien casas de las 500 que piensa hacer para las lavanderas y operarios de la colonia, cuyos alquileres podrán pagarlos desahogadamente los jornaleros. Pero otra circunstancia hará que muy pronto se transforme esta sitio en un gran pueblo. Esto será a principios del próximo mes [febrero de 1870] cuando empiece a funcionar una fábrica de jabón montada al vapor (…).
 El punto que ocupa la colonia, por último, es sumamente saludable y si a esto y a las comodidades que dentro de poco ha de reunir, pues no faltarán tiendas de comestibles, tahona, médico, botica y hasta iglesia, se agrega que tendrá estación de ferrocarril a 30 metros de distancia, cuando se haga la línea de Malpartida, no podrá dudarse que la nueva colonia del Carmen será dentro de poco un nuevo pueblo exento de pobres, puesto que sus moradores tendrán asegurado el trabajo".
Desgraciadamente no he logrado conseguir una mayor documentación sobre esta Colonia ni fijar tampoco su ubicación exacta. Respecto a su propietaria y benefactora, doña María Hernández Espinosa, sí sabemos que, como duquesa de Santoña y marquesa de Manzanedo por su matrimonio, fue también la principal impulsora y financiadora del Hospital del Niño Jesús madrileño.

Tras la reproducción del impreso añado una pequeña e interesante selección de fotos sobre la actividad de las lavanderas en el río Manzanares para ilustrar su precario oficio.








Selección de fotografías









Lavanderas en el Manzanares, por Eusebio Pérez Valluerca (1887)
Lavanderas en el Río Manzanares por Emilio Po y Dalmau (1876-1933)
©Antonio Lorenzo