miércoles, 3 de marzo de 2021

De oca a oca... y tiro porque me toca [IV]

Detalle del grabado de Patricia R. Muñoz (2003)

Tras las reflexiones que vengo desarrollando sobre el juego de la oca en anteriores entradas quiero detenerme en algunas de las muestras impresas más antiguas de las que tenemos noticia, con especial atención a las españolas, al margen del tablero que acompañaba a la Filosofía cortesana (1587), al que dediqué la entrada anterior.

Los orígenes arcaicos del juego de la oca han suscitado todo tipo de interpretaciones, muchas de ellas poco creíbles o de dudosa solvencia a la que he dedicado algunas líneas en las entradas anteriores. Como antecedente remoto del juego se ha señalado el disco cretense de Festos, su invención por Palamedes, su representación de un calendario o de una secta herética protestante, su origen oriental, una especie de guía secreta del Camino de Santiago vinculado a la orden del Temple, su simbología mántica asociada a juegos infantiles, significaciones cabalísticas y numerológicas, etc. 

Al margen de la simbología sobre los juegos de azar practicados desde la antigüedad, entre los que se podría considerar el juego de la oca, no es sino hasta el siglo XVI cuando a consecuencia del regalo de un tablero de juego de Francisco del Medicis a Felipe II, alrededor de 1580, el juego se extendió por toda Europa donde proliferaron multitud de tableros y se introdujeron numerosas variantes e incorporando aspectos y facetas de la vida cotidiana y cortesana, todo ello en distintas impresiones y calidades de las láminas.

Aparte del extraordinario tablero al que se refería la Filosofía cortesana de Alonso de Barros, si aceptamos que el Juego del ganso tiene sus raíces en Italia, la impresión más antigua conocida es la publicada en Venecia por Carlo Coriolani en 1640, donde es probable que el nombre del juego, como de la oca, se derive de ahí.

Lo que resulta curioso es que el motivo central al llegar a la casilla 63 reproduzca una versión muy alejada a las interpretaciones esotéricas tradicionales donde se representa a una familia sentada alrededor de una mesa puesta y en el medio un ganso asado presto para ser degustado. Esta interpretación tan materialista de que el premio consiste en comerse el ganso pondría en cuestión tanta versión simbólica a la que ha dado lugar el juego.

Carecemos de falta evidencia contemporánea confiable de la importancia del ganso para los inventores del juego. También es posible que hayan tomado prestado el símbolo del ganso de un juego anterior, ahora perdido.

Il delettevole Gioco di Loca

Il delettevole Gioco di Loca (edición moderna coloreada)

Il delettevole Gioco di Loca (edición moderna coloreada) (detalle)

Las versiones impresas del juego de la oca más antiguas que conocemos en España se remontan a la malloquina Imprenta Guasp. Dicho taller engloba a una de las dinastías de impresores más antiguas de Europa, responsables de la introducción de la imprenta en las Islas Baleares. La actividad impresora de esta dinastía abarca, desde su fundación, hacia 1576 por Gabriel Guasp, hasta el año 1958 en que cesó su actividad tras varias generaciones. Las xilografías conservadas de su taller, de las que se conservan matrices del siglo XVIII, son de indudable interés histórico por su diversidad tipológica y temática.

De esta valiosa colección provienen las más antiguas muestras del juego de la Oca que se conservan en España. En algunas de estas tres láminas reproducidas del siglo XVII, puede observarse que varía el número de casillas habitual y aparecen otros elementos entremezclados con figuras de otros juegos y épocas de los que carecemos de noticias fidedignas.




Las Aucas (Auques) catalanas (o Aleluyas castellanas)  

Por auca (en catalán) o aleluya se conoce un tipo de estampa impresa, generalmente a doble folio, que suelen contener un conjunto de 48 viñetas que desarrollas un tema o historia. Las primeras conocidas datan del siglo XVII. Las primeras aucas conocidas no llevan título ni texto que acompañe.

La palabra auca procede del juego de la Auca, forma arcaica de la conocida por oca, mientras que la palabra castellana aleluya deriva de las hojas con viñetas que contenían la palabra aleluya para ser recortadas y echadas a la calle desde ventanas o balcones al paso de la procesión del Corpus o de otras festividades religiosas.

Una de las primeras láminas conocidas es la del Sol y la Luna, impresa por Pere Abadal en 1676, donde en viñetas redondas aparecen 8 viñetas en 6 filas, sin texto acompañante. Con posterioridad, ya en el siglo XVIII, toman la disposición típica de 8 filas de 6 cuadrados acompañados de pareados (conocidos por rodolins, en catalán).

A lo largo del tiempo el auca va perdiendo la primitiva idea de juego de azar y se va decantando para desarrollar un carácter más propiamente didáctico. A medida que van evolucionando se vio la necesidad de que fueran acompañadas por un texto, preferentemente en forma de pareado.

A mediados del siglo XIX es cuando la correlación texto-imagen se hace más notoria siendo distribuidas a través de librerías o como hojas volantes junto a los pliegos de cordel que vendían los ciegos.

Como ejemplos de aucas que recogen el juego, reproduzco una pequeña muestra de algunas impresiones catalanas.






Impresiones diversas y recientes

A lo largo de los siglos XVII, XVIII, y especialmente del XIX, conocemos multitud de tableros y reglas impresas, con diferentes calidades de papel e impresiones. A medida que fueron avanzando las técnicas de impresión el fascinante juego de la Oca se presta a servir de soporte en sus casillas para infinidad de temas iconográficos: sean guerras, cambios políticos, personajes célebres, guías de viajes y turismo, juegos de carreras, de contenidos religiosos o morales, como soporte para aprender a leer o geografía... lo que convierte la estructura del juego en un instrumento de variada enseñanza.

Entre los cientos de impresiones modernas que tienen por soporte iconográfico el juego de la oca en numerosos países europeos, elijo, a modo de ejemplo, algunas de las impresas en España.





La gran carga simbólica del juego de la oca unida a su función lúdica, son los ingredientes principales para su perduración en el imaginario colectivo desde siempre, pues se presta a correlacionarlo con el recorrido vital humano. Las tradiciones populares nunca son fáciles de estudiar desde un punto de vista histórico, ya que la documentación suele ser escasa o inexistente. Intentar explicar la simbología de las casillas o su trayectoria imaginativa como definitivas no agotan su interpretación.

A los juegos hay que tratarlos a modo de perspectivas simbólicas. Los símbolos son multivalentes, es decir, pueden acoger o referirse a distintas significaciones que traspasan el plano de lo inmediato. Son mediadores comprensivos, en un proceso dialéctico, que complementan y sobrevuelan por la imaginación y la razón.


Como apunta el arco de la casilla 63 del magnífico grabado de Patricia R. Muñoz no se trata de la llegada al final del juego, sino más bien una sugerente puerta de entrada que nos invita a proseguir nuestro camino.


Referencias generales

* Varios autores: Juego de la Oca, Valladolid, Fundación Joaquín Díaz, 2005.

* Alarcón, Rafael: A la sombra de los templarios. Los enigmas de la España mágica, Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 2001.

* Amades, Joan: «El juego de la oca», en Bibliofilia, 3, 1950, pp. 1-21.

* Ciompi, Luigi y Seville, Adrian  (2014). «Giochi dell’Oca e di percorso», catálogo en línea
<http://www.giochidelloca.it>

* Lalanda, Fernando: El juego templario de la oca en el Camino de Santiago, Madrid, Visión libros, 2013.

* http://patadeoca.blogspot.com/ (blog de Patricia R. Muñoz).

*  Martínez Vázquez de Parga, Mª José: Juego, figuración, símbolo. El Tablero de la Oca, Madrid, 451 Editores, 2008.

©Antonio Lorenzo

jueves, 25 de febrero de 2021

De oca a oca... y tiro porque me toca [III]

 

La primera mención metafórica sobre el Juego de la Oca en español se encuentra recogida en la obra Filosofía cortesana moralizada, del segoviano Alonso de Barros, publicada en Madrid en 1587, de la que se conocen dos ediciones del mismo año: la impresa por María Ruiz, viuda de Alonso Gómez y la de Pedro Madrigal, a la que siguieron otras escasas ediciones y traducciones.

El libro iba acompañado de un pliego grande acompañado con ciertas figuras y letras, es decir, asociado a un tablero de juego del que no se conserva la edición original, pero sí el de la edición italiana publicada en Nápoles un año después (1588) y reproducido más abajo, siendo el autor del grabado Mario Cartaro y conservado en el British Museum de Londres.

La importancia del conocimiento de este tablero es excepcional por su simbología y su riqueza gráfica, ya que se trata de la primera representación emblemática del juego de la oca que durante mucho tiempo se había dado por perdida. No deja de resultar curioso que el "descubrimiento" de tan impactante y sugerente lámina se hiciese de forma casual por un bloguero  australiano de Sidney el año 2008.


El interés de esta obra, en cuanto al juego que nos ocupa, reside en que en ella se recoge, al margen de aspectos políticos, una excelente aproximación a cómo a través del simbólico juego de la oca quien pretenda ascender socialmente (entonces en la corte) ha de superar una serie de dificultades que vienen a enturbiar ese pretendido ascenso social, donde el azar, las apuestas y el uso de los dados, juegan un papel preponderante. Se trata, en suma, de un valioso entretenimiento manual simbólico del comportamiento cortesano.

La trayectoria del ascenso social que simboliza el juego, entronca con el viejo tema literario de la fortuna recogido en numerosas obras donde se reflejan las relaciones sociales de la vida en la corte, pero donde Barros no la atribuye a leyes imprevisibles o irracionales, sino que obedece a una cuidada estrategia que debe conocer quien pretenda ascender en la corte.

El tablero está dividido en 63 casillas numeradas, acompañadas de imágenes junto a una pequeña glosa constituyendo la primera descripción española conocida del juego.

El formato y la estructura del tablero se asemeja al concepto de emblema como combinación de dibujos y textos estructurados en tres partes: la inscripcio (o lema que da el título), la pictura (lo gráfico, la figura) y la suscriptiu (la glosa o versos al pie de la imagen), donde se vincula lo gráfico con lo textual en un conjunto.

Se trata, en definitiva, de un juego de apuestas donde la estrategia de los jugadores queda en parte oscurecida por la importancia azarosa que se concede a los dados.

La idea principal que subyace en la intención de Barros es contraponer la fortuna frente al trabajo. Alcanzar la fortuna depende, pues, de la diligencia y de la constancia en el trabajo

 Filosofía cortesana de Alonso de Barros. Grabado de Mario Cartaro, Nápoles, 1588. 

El libro recoge las instrucciones del juego donde pueden intervenir dos o más personas quienes deben apostar previamente una cantidad acordada de dinero en el centro del tablero. La llamada polla o puesta es el nombre genérico que designa la bolsa del premio aportada inicialmente por los jugadores, pero que puede ir modulándose a medida de desarrollo y vicisitudes del juego.

Resulta de interés el detenernos en las figuras que pueden observarse en las esquinas del tablero y su significación simbólica.

En la esquina superior derecha aparece un pez (un delfín según interpretaciones), junto con un áncora o ancla. El delfín representaría el movimiento y el ancla la quietud o firmeza con la leyenda date prisa despacio.


En la esquina superior derecha se observa a una mujer calva que lleva una especie de mechón de cabellos levantados por el aire y que, como explica el propio autor, representa la ocasión, con la leyenda "No me pierdas", en el sentido de no desechar la oportunidad para alcanzar la fortuna, ya que la fortuna "menosprecia a los tímidos y favorece a los atrevidos y arriesgados".


En la esquina inferior izquierda y sobre un arco de entrada sostenido por dos columnas aparece un cisne con las alas desplegadas, tocando una trompeta y pisando una calavera como símbolo de la muerte e invitando al recorrido propuesto en el juego con la frase nosce te ipsum, o conócete a ti mismo, que ya se encontraba inscrita en la entrada del tempo del dios Apolo en Delfos. Para alcanzar la fortuna es preciso reconocer los límites de nuestra propia naturaleza, así como la importancia del autoconocimiento humano.


En la esquina derecha aparece una mano que señala un reloj de pared, representando la importancia del tiempo que corre inexorable y defendiendo el valor de la constancia para llegar hasta el final: hasta la postrera, hasta la muerte, en definitiva.


La imagen central de la llegada en la casilla 63 representa la victoria, el triunfo, mediante la conocida palmera, símbolo del triunfo, la paz y recompensa en la vida eterna. En la iconografía cristiana representa la victoria del espíritu sobre la carne, asociada simbólicamente a los mártires que llevan una rama en la mano alusiva a la palma del martirio.

El triunfo consiste en la realización de las aspiraciones personales, pero eso sí, Barros advierte que no hay que caer en la soberbia por haber alcanzado la prosperidad y lo ganado, pues es necesario mantener la templanza: ni lo mucho ni lo poco.

Asido a las ramas de la palma se encuentra un hombre tratando de levantarse ante la flaqueza de su suerte, ya que la palma se dobla, pero no quiebra y ayuda a levantarse a todo aquel que se agarra a ella. El hombre aparece como que ha pescado un pez, como alegoría de su trabajo, pero ha perdido uno de sus zapatos. Todo ello en un mar de aspecto agitado y lleno de dificultades, lo que da a entender que nada se consigue en balde: Mai salirà gran costa / che mira quanto costa // Nunca subirá gran cuesta / quien mirare lo q questa. 



Nos encontramos con la primera representación y adaptación metafórica del juego de la Oca en español, anterior a los ejemplares baleares impresos por Guasp en el siglo XVII, sobre los que comentaré algo en una próxima entrada y su evolución gráfica

Seguramente Alonso de Barros conocería un referente italiano derivado del juego de la Oca antes de dar a la estampa su librito acompañado del tablero de juego con finalidad didáctica. La extraordinaria estructura del tablero acompañado de instrucciones moralizantes y motivos cortesanos, hacen sospechar que nuestro autor ya tuviera referencia de algún impreso italiano que le inspiró. El éxito de su librito y juego fue tal, que en toda Europa proliferaron enseguida impresos de grabadores con diferentes calidades y variados motivos simbólicos.

Invito a todo aquel que quiera profundizar y contextualizar más sobre la importancia de esta obra a consultar los trabajos de eminentes estudiosos e investigadores, sobre los que anoto una mínima y somera referencia.

Para saber más

* Lucero, Ernesto (estudio y edición crítica): Alonso de Barros, Filosofía cortesana, Madrid, Polifemo, 2019.

* Lucero, Ernesto: La Filosofía cortesana y el juego de la oca (I). Reglas generales, en Edad de Oro, Revista de Filología hispánica, Nº 39 (2020), pp. 117-130.

* Infantes, Víctor, Ludo ergo sum. La literatura gráfica y el juego áureo, Madrid, Turpin editores, 2014.

* Infantes, Víctor: "Una pintura que se contiene en un pliego grande". El tablero de la Filosofía cortesana de Alonso de Barros: una oca emblemática entre España e Italia (1587 y 1588), en Imago, Revista de Emblemática y Cultura Visual, [Núm. 2, 2010] pp. 127-135.

* Collar de Cáceres, Fernando, «El tablero italiano de la Filosofía cortesana de Alonso de Barros (1588); la carrera de un hombre de corte», Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, 21, 2009, pp. 81-104.

* Martínez Millán, José, Filosofía cortesana de Alonso de Barros (1587), en Política, religión e inquisición en la España moderna: homenaje a Joaquín Pérez Villanueva, Madrid, Universidad Autónoma, 1996, pp. 461-482.

©Antonio Lorenzo

sábado, 20 de febrero de 2021

De oca a oca... y tiro porque me toca [II]


En la anterior entrada adelantaba algunas de las hipótesis sobre el origen y la significación del Juego de la Oca. Antiguas culturas y tradiciones han destacado y puesto de relieve el simbolismo otorgado a la Oca y su correspondencia con distintas y variadas interpretaciones esotéricas que han llegado hasta nosotros.

La oca ha sido considerada desde antiguo como un animal sagrado, guía para los humanos, depositaria simbólicamente de la sabiduría y asociada a mitos entre los egipcios, hindúes, el mundo grecorromano y en la cultura céltica.

El tablero de la Oca se interpreta a modo de guía simbólica y encriptada del Camino de Santiago, tanto de ida como de vuelta. Una especie de trayecto iniciático orientado por la Vía Láctea o el Camino de las Estrellas hacia el Finis terrae, considerado como el punto más occidental del mundo conocido en la época romana. Su recorrido se ha asociado con las casillas del juego, con distintas etapas y con significativos lugares. 

El Camino de Santiago y el Codex Calixtinus

Según la tradición, el apóstol Santiago el Mayor predicó el cristianismo en la península ibérica, aunque parece ser que sin mucha aceptación. La leyenda sostiene que Santiago fue martirizado (decapitado) en Jerusalén tras su regreso de Hispania hacia el año 44, pocos años después de la muerte de Jesús. Sus restos fueron llevados de nuevo a Galicia en un barco de piedra y sin timón alcanzando la costa gallega en Iria Flavia, junto al Padrón actual, siendo enterrado en el interior.

El descubrimiento en el siglo IX del supuesto sepulcro de Santiago el Mayor por Teodomiro, el obispo de Iria Flavia y fundador de Compostela, contribuyó a que el rey Alfonso II de Asturias ordenara erigir un santuario declarando a Santiago como patrón de España y protector del controvertido concepto de la Reconquista por los historiadores.

Lápida sepulcral del obispo Teodomiro hallada en una excavación en 1955

Esta inverosímil leyenda logró adquirir una gran repercusión cultural, religiosa y política en los siglos siguientes, convirtiendo a Campus Stellae, Campo de la Estrella o Compostela en uno de los tres principales destinos de peregrinación de la cristiandad, junto a Roma y Jerusalén.

La catedral de Santiago, destruida por Almanzor, fue reconstruida entre 1078 y 1124 como espléndida muestra del estilo románico al igual que la basílica de San Isidoro de León como máximos exponentes de dicho estilo.

A partir de la invención de la tumba del apóstol, y con la ayuda de los maestros constructores, se construyeron una serie de edificios religiosos o profanos donde se argumenta que los templarios fueron dejando patente sus conocimientos en forma de códigos ocultos mediante señales y signos, siendo el más célebre de ellos la huella de la pata de oca en forma de Y.

Tras el fantasioso descubrimiento del supuesto sepulcro del apóstol Santiago a principios del siglo IX, Compostela se convirtió en destacado punto de destino de peregrinación, favorecido por los reyes y los nobles de los pequeños reinos cristianos, donde el fervor religioso iba acompañado además de una importante fuente de riqueza y de propaganda del lugar. Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León, a principios del siglo XI, tuvieron a bien destacar el que la ruta de peregrinación principal, lo que se conoce como el Camino Francés, se convirtiera en un reclamo religioso, cultural, propagandístico y comercial, ocasionando pingües beneficios.

Favoreció a todo ello el manuscrito más famoso conocido como el Codex Calixtinus, de mediados del siglo XII que se conserva en la catedral compostelana. El famoso y singular códice fue robado el año 2011 por un electricista que estuvo al servicio de la catedral y que estaba enemistado con el deán por haber sido despedido. La búsqueda se prolongó aproximadamente durante un año hasta que afortunadamente se encontró envuelto en un paño y rodeado de basura, aunque en perfectas condiciones, en un garaje del ladrón. Este sonado y mediático robo ha sido inspirador de escritos y novelas dando pie a numerosas conjeturas. 

El Codex Calixtinus se compone de 225 pergaminos distribuidos en cinco libros y dos apéndices. En el libro IV se recoge la fantasiosa leyenda donde se detalla cómo el apóstol Santiago se le apareció por tres veces en sueños a Carlomagno indicándole ser el elegido para liberar a Galicia de los sarracenos y mostrándole el camino de estrellas que debía seguir, iniciando de este modo el Camino de Santiago. El libro V es el más divulgado, ya que se trata de una extensa guía del Camino Francés donde se detallan las poblaciones, las costumbres y los santuarios de aquellos lugares por los que discurre el itinerario y donde se incluyen también advertencias de los peligros con los que se podía encontrar el peregrino y consejos para recorrerlo.

De los juegos al aire libre a los juegos de mesa

El éxito iniciático de tan sugerente juego se ha relacionado también con los antiguos sistemas adivinatorios que acabaron convirtiéndose en juegos infantiles, aunque los reseñados a continuación se practicaran al aire libre. El Juego de la Taba, tan popular entre los adolescentes en un pasado reciente, guarda relación con la astragalomancia; el Juego de la Rayuela, como resto de un antiguo sistema adivinatorio de carácter médico; el Juego de la Peonza, recuerda modos adivinatorios de la astrología o el Juego de Bolos, asociado a prácticas adivinatorias de carácter amoroso.


Aún hoy resulta difícil evaluar si en estos juegos de azar practicados por el mundo infantil predomina la suerte o la habilidad o bien una combinación de ambas. El hueso de la taba posee cuatro caras y al lanzarla al aire, a modo de dado, puede caer por la mayor, denominada carne o suerte; la menor, llamada culo, o las dos laterales: hoyo y tripa, nombres que varían según la zona de que se trate.

La rayuela, conocida también como truque o tanga, representa también un camino simbólico entre la tierra y el cielo. Dante Alighieri, en La Divina Comedia, nos habla de un personaje que antes de llegar al Paraíso ha de recorrer previamente 9 mundos teniendo que saltar de casilla en casilla a la pata coja y empujando a la vez una piedra que representaba su alma, y con extremo cuidado de que la piedra no se parara en ninguna línea, pues no se contemplan fronteras entre el cielo y la tierra.

La peonza es otro de los juegos donde se simboliza el sistema de fuerzas que la permiten girar según el centro de gravedad alcanzado y que marca la duración de su giro describiendo círculos en el suelo hasta que acaba cayendo. De ahí la importancia que también adquiere la cuerda para enrollar el cuerpo de la peonza y para que dure más su giro. Mediante este juego se trata de sacar una moneda o una chapa de un círculo, dibujado previamente, moneda que se ofrece como premio a quien logre sacarla.

A diferencia de estos juegos desarrollados al aire libre, el Juego de la Oca, antes de pasar a recogerse en un tablero, como lo conocemos, pudo tener en sus orígenes esta misma consideración de juego al aire libre o como recuerdo del mismo, pues la considerada última casilla nos conduce como puerta de entrada a un hermoso jardín con toda la simbología asociada al mismo.

Alfonso X el Sabio y los juegos de mesa

En pleno siglo XIII Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León (1275-1284), fue el impulsor de dos grandes crónicas: la Estoria de España (o Primera Crónica General) y la General Estoria. Aparte de estas y otras importantísimas contribuciones promovió también la traducción de textos del árabe y latín. Una de sus últimas contribuciones es la que lleva por título Juegos diversos de Axedrez, dados, y tablas con sus explicaciones, ordenados por mandado del Rey don Alfonso el sabio. Este manuscrito, más conocido como Libro de los juegos, se conserva actualmente en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). A lo largo de sus 98 páginas y de sus 150 magníficas ilustraciones en color, se repasan los juegos más practicados en su reino donde se distinguían aquellos juegos propios de la nobleza, de las damas o los clérigos donde se incluían los deportivos-caballerescos, como la caza o el ajedrez y las tablas, de aquellos practicados por los estratos sociales de más baja condición, donde se incluirían los juegos de dados y los juegos de azar en general en un producto de celebrado proceso intercultural.


La importancia añadida del Libro de los juegos (comenzado y acabado en Sevilla) es que se trata de un manuscrito datado en el colofón que clausura el texto, que permite establecer el final del mismo el año 1283, apenas un año antes de la muerte del monarca. Se considera la obra más antigua conservada sobre las reglas del ajedrez con sus distintas modalidades y formas de juego.

Las tres primeras secciones en que está dividido el Libro de los juegos, se ocupan del ajedrez, de los dados y de las tablas; las tres siguientes recogen variantes del juego del ajedrez conocidas como el Juego del alquerque, cuyas tres variantes según el número de fichas de cada jugador (de tres, nueve o doce) considerados precedente del conocidos juego de Las tres en raya y el Juego de damas. En estos juegos, recogidos en el espléndido manuscrito medieval, se amalgaman interpretaciones cosmográficas y lúdicas, todo ello acompañado de una coloreada miniatura donde se nos muestran variados personajes pertenecientes a diversos estamentos sociales.

Ejemplo de la miniatura del juego del alquerque del IX recogida en el Libro de juegos a la que sigue la representación del juego grabados en piedra y conservados en edificios religiosos de la época románica



Alquerques de XII y de IX procedentes de San Vicentejo de Treviño y de San Pedro de Tejada (Burgos)

Otro de los juegos reseñados, aparte de los dedicados a los dados y el ajedrez, se refiere al Tablero astronómico donde al comentar la resolución de las jugadas se tuvieron en cuenta como materiales de consulta los ya recogidos en las compilaciones de la década de 1270: información sobre los planetas, constelaciones y signos del zodíaco.

Estos juegos se plasman de forma figurativa en las imágenes que aparecen en el Libro de los juegos, donde a través de ellos se recogen predicciones astrológicas que recogen visualmente anteriores escritos árabes sobre astrología

El tablero de este juego astronómico consta de siete lados, ya que son siete los jugadores con un solo dado y donde participa asociado cada uno a su planeta con doce tantos. Dentro del tablero se encuentran ocho círculos que representan a los ocho cielos y dentro del octavo círculo aparecen los doce signos del zodiaco. A su vez, dentro de los ocho círculos encontramos cuatro círculos que simbolizan los cuatro elementos.


En la figura reproducida más arriba aparecen personificados los siete planetas alrededor de un tablero de ajedrez heptagonal donde el sol ocupa la posición privilegiada en la parte alta de la tabla que viene a identificarse con el propio rey Alfonso como el rey Sol mientras que los planetas se distribuían en torno a él al igual que sus colaboradores.

En esta otra miniatura del juego astronómico de las tablas, aparece también un tablero poligonal de siete lados y siete jugadores presididos por el propio Alfonso X. El tablero se divide por siete líneas radiales y al lado de cada una se agrupan las fichas de cada jugador, siendo cada una de ellas del color de un planeta: el rey Alfonso tiene las fichas amarillas (el sol), a su derecha se suceden las de Venus (violeta), Mercurio (rayas de diversos colores), y Luna (blanco); a su izquierda Marte (cobrizo), Júpiter (verde) y Saturno (negro).


A través de estos juegos, en definitiva, se trataba de simbolizar el funcionamiento del cosmos según quedaba registrado en los viejos sistemas astrológicos helenísticos favorables a la creencia en la predestinación de los astros.

Hay que destacar la gran importancia del contexto histórico-cultural de este tratado del siglo XIII sobre la evolución de estos juegos, entre los que no podemos incluir, obviamente, al Juego de la Oca, pero sí   señalar cómo en los juegos de azar de plena Edad Media en España ya se interpretaba de alguna forma la simbología planetaria en el juego del Tablero astronómico. La atribuida variada simbología esotérica sobre el Juego de la Oca que pasa por aspectos alquímicos, masónicos, astrológicos, tántricos, representaciones de la Vía Láctea, marcas criptográficas, etc., no dejan de ser expresiones particulares de una imaginación abierta a la consideración de lo simbólico, esto es, algo que puede admitirse, pero que afortunadamente no agota, su explicación significativa. La función de los juegos, en general, solo puede abordarse desde una plurivalencia interpretativa sin que podamos inferir un único sentido a los mismos.

Fue a través de una Real Cédula que expidió Felipe II el año 1591 donde se reclamaban los libros que pertenecían el patrimonio literario de la corona y que se hallaban custodiados en la entonces Capilla Real de Granada. Es en dicha capilla donde se custodiaba el Libro de los juegos, siendo trasladado felizmente a su ubicación actual en la biblioteca escurialense.

No deja de resultar curioso el interés mostrado por Felipe II por patrimonializar esos documentos y ordenar su traslado a su nuevo emplazamiento si tenemos en cuenta, sobre todo, los años transcurridos entre la fecha de finalización del libro y su real reclamación: ¡cifrados en 308 años!

El patolli, juego de azar precolombino

El llamado Patolli, es un juego de azar y de estrategia practicado en la América prehispánica sobre un tablero en forma de cruz diagonal dividida en casillas Como fichas se usaban los "patollis", que es como se denominan a los fríjoles rojos más pequeños, y de ahí el nombre dado al juego.

En dicho juego se han encontrado coincidencias con elementos claves de la cosmogonía nahua. Por ejemplo: su ciclo del tiempo se basa en una medida de 52 años que corresponde con el número de casillas del juego. A su vez, se desarrolla en cuatro puntos cardinales y con cuatro jugadores en un tablero de cuatro extremos.

A la llegada de los españoles ya se jugaba el patolli en México, ya que figura en los códices y escritos de los cronistas, como en el Códice Magliabecchi (siglo XVI), donde se describe como un juego de azar.


Este juego y su significación simbólica es un ejemplo más de cómo los juegos de azar y de estrategia contenían interpretaciones más allá del juego en sí, antes de pasar a convertirse en un juego de simple entretenimiento infantil, tal y como se conoce actualmente al juego de la Oca. 

Expansión del Juego de la Oca como juego impreso

El origen del juego de la Oca es incierto, aunque los primeros indicios conocidos como juego de mesa se sitúan en la Italia del siglo XVI, antes de extenderse por toda Europa.

La primera referencia impresa sobre el juego de la Oca, al menos tal y como lo conocemos, proviene del regalo que el mecenas italiano, Francisco I de Médicis (1541-1587), Gran Duque de Toscana, regaló a Felipe II un Tablero y dados del juego, identificado como el juego de la Oca, que vino a sustituir durante un tiempo al más conocido juego del ajedrez constituyendo un preciado regalo intercambiado entre los nobles y muy practicado en las Cortes europeas tras su rápida aceptación.

Este regalo no está verificado ni se conserva ningún ejemplar del mismo. Este dato tan repetido solo se recoge a través de una fuente posterior: el libro Il giuoco de liscacchi, de Pietro Carrera, publicado en Militello (Italia) en 1617. En él se dice que Francisco I de Medici había regalado a Felipe II un juego titulado Il Nuovo e molto dilettevole giuoco dell'oca (Nuevo y muy divertido juego de la oca), aunque sin proporcionar la fecha, lo que ha dado pie a distintas especulaciones.

Parece razonablemente admisible que la evolución del Juego de la Oca pasase de practicarse como un juego al aire libre a consolidarse dibujado en forma de tablero, ya fuera al principio en pergamino y posteriormente en papel. El éxito alcanzado por este juego a través de una lámina impresa extendida en la mesa y con variadas ilustraciones en sus casillas se expandió por muchos países. Así, en francés se conoce como Jeu de l'oie, en inglés por The Royal Game of Goose, en italiano por Gioco dell'Oca o en portugués como Jogo do ganso o Jogo da Glória, por citar algunos.

En una posterior entrada añadiré datos entresacados de la Filosofía cortesana moralizada (1587) de Alonso de Barros, obra compuesta por un libro que iba acompañado por una lámina del juego de la oca que se daba por perdida, pero de la que afortunadamente se ha encontrado copia en el British Museum de Londres. A su vez, comentaré también la evolución impresa del juego a lo largo del tiempo.

©Antonio Lorenzo