miércoles, 3 de diciembre de 2025
Extracto de la zarzuela Adriana Angot en pliegos de cordel
sábado, 22 de noviembre de 2025
Limosna a los pobres ciegos puesto en quintillas para cantar en guitarra

La figura del ciego como rezador de oraciones o vendedor de almanaques y pliegos de cordel se
remonta a siglos atrás prolongándose, incluso, hasta el siglo XIX y comienzos
del XX. El ciego cantor, como mediador cultural, se asocia a su carácter itinerante, lo que les permitía conocer mejor la realidad social que aquellos que permanecían en sus casas y
sin habituales traslados. Sobre la autoría de lo que cantaban o transmitían se conocen dos
alternativas: la de ser ellos mismos los autores, como ocurre en el pliego
reproducido, o como trasmisores de los textos compuestos por otros, que es
sin duda la más prolífica. Su trashumante actividad le sitúa en una especie de medio camino entre su actividad legal, amparada por las hermandades de ciegos, donde
contaban con privilegios, o bien por su actividad clandestina al margen del
consentimiento aprobatorio de las autoridades.
La animadversión de los ciegos pertenecientes a hermandades respecto a los mendigos que no estaban asociados y carecían de prerrogativas comerciales viene de muy antiguo. Los mendigos indigentes no estaban autorizados para la venta de papeles divulgadores de todo tipo, puesto que los ciegos integrantes de la hermandad eran quienes estaban autorizados para vender y transmitir romances y variadas coplas como noticias, milagros y todo tipo de chismorreos y fantasías. Solían acompañarse preferentemente de una guitarra, aunque también podían hacerlo con zanfona, violín, acordeón o con un simple pandero para obtener limosnas o donativos.
[...] la pretensión de los ciegos, reducida a un derecho de venta con ribetes de preferencia y al respeto a la tasa que creían vulnerada, deriva además a un derecho de tanteo y a otro de impresión privilegiada, y se extiende, por estos momentos, desde los almanaques y calendarios hasta las relaciones de los buenos sucesos y novedades que las restricciones y costumbres legales de la época impedían, como es sabido, el conocimiento al público de cualesquier noticias exactas como no fuesen de buen gobierno o las supiera la colectividad de modo subrepticio. (pág. 209)
«Camastrón de por vida, bachiller en embustes, licenciado en malicia y doctor en charla sin haber asistido a seminario, universidad y colegio: charlan de noticias, mercader de jácaras y baratillero de fenómenos sin que se le incluya en las listas del subsidio, saludémosle con la afabilidad y cortesía de que seamos capaces, por advertirse en él toda la perfección, toda la belleza, toda la bizarría del modelo. [...] Por supuesto es rarísimo el Ciego que pide limosna de casa en casa, salvo los que han perdido su vista en la última fratricida guerra».
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| Ciego popular en Cádiz, acuarela del siglo XIX del pintor argentino Prilidiano Pueyrredón |
Dale limosna, mujer,que no hay en la vida nadacomo la pena de serciego en Granada.
viernes, 14 de noviembre de 2025
Disputa entre un barbero y un sacristán sobre la paz en España

La ideología carlista del general Maroto se basaba en la pretensión de reconocer como rey al infante Carlos (hermano de Fernando VII) frente a la hija de Fernando, la futura Isabel II. El carlismo fue un movimiento político tradicionalista basado en la unidad católica de España frente a las reformas políticas sostenidas por un gobierno progresista y libertario.
En el pliego se postulan las
ideas sostenidas, tanto por el sacristán como por el barbero, y ejerciendo como
mediador un discreto y anciano labrador que acaba por posicionarse a favor de
la ideología liberal a modo de "consejos vendo, pero para mí no
tengo". Las divergencias ideológicas entre el sacristán y el barbero, como
consecuencias de la paz firmada por ambos generales, pueden seguirse de una
forma sencilla a través de la lectura del pliego. Pero aparte de estas
discrepancias, lo que me parece más notorio es el comentar algo sobre los
estereotipos y atribuciones populares asociadas a los personajes del sacristán
y del barbero.
El sacristán, entre otros menesteres, ejercía la labor de campanero en su localidad y donde a través de diversos toques transmitía mensajes sonoros, interpretados convenientemente por el pueblo, donde se anunciaban horas, misas, óbitos, fiestas, tormentas o incendios, con un claro valor social que se ha ido perdiendo a lo largo del tiempo por la desgraciada incorporación de los motores electrificados en los campanarios, lo que ha supuesto toda una pérdida patrimonial y cultural.
El sacristán, como asistente del sacerdote, es un personaje muy recurrente en pasillos, sainetes y entremeses, donde suele presentarse como un pretendiente cortejador, pero que acaba siendo despreciado por la mujer. El personaje del sacristán en el teatro breve suele ser representado de una forma satírica y burlona.
Como es sabido, cada localidad tenía su forma de asumir e interpretar los sonidos de la campana que podían coincidir o no con otros. Ejemplo de un documentado recorrido localista es el El lenguaje de las campanas en la ciudad de Jódar (Jaén), que puede consultarse a través del siguiente enlace:
En la obra Los españoles pintados por sí mismos, que comenzó a publicarse en artículos sueltos y por entregas por diversos autores a finales de 1842, apareció en dos volúmenes como recopilación entre 1843 y 1844 a cargo del librero y editor Ignacio Boix siendo reimpresa posteriormente en un solo volumen en 1851. Entre los numerosos artículos e ilustraciones que aparecen en dicha recopilación, hay dos autores que se detienen en las figuras del sacristán y el barbero.
El personaje del sacristán aparece en dicha recopilación, cuyo autor corresponde a Vicente de la Fuente, donde se resalta el que se le conozca por chupalámparas, rascacirios, músico de cuerda y de viento, aludiendo a la manera de tañer la campana, o apodado como gori-gori por su forma de cantar con gorgoritos o leer de forma quebradiza los textos de las lecturas. Entre sus actividades también le correspondía ser el encargado habitual para retocar pinturas:
«Él es quien pinta el rodapié de la iglesia con cal y carbón de sarmiento molido, y si algún niño Jesús está bajito de color, le da en los carrillos un poco de minio ú bermellón. Retoca los bigotes á los judíos del monumento, restaura los cuadros de la iglesia poniéndoles por detras parchazos de papel con engrudo, y con figurin, ó sin el, será capaz de vestir á las tres Marías de beatas y al Cirineo con zaragüelles de papel». (1851, pág. 158)

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«un mocito de estos tiempos,
de los que tañen guitarra
y dicen dos mil requiebros
a las mozas lugareñas
que llenan su ojo derecho».
«Su habilidad en la guitarra le proporciona varios admiradores, que á poco mas se llaman sus amigos, y andando el tiempo enferman, porque la Sociedad de Seguros generales no llega á prevenir las calenturas ni las tercianas. Esta última enfermedad es la que mejor conoce el Barbero, gracias á los muchos desgraciados que imploran su auxilio cuando sienten el frío de la calentura». (1851, pág. 26)
Barbero: Tocar una guitarra es lo primeroque ha de saber hacer un buen barbero.Dama: ¿No es mejor hacer barbas y sangrías?Barbero: Eso ha de ser después de la folía.
miércoles, 5 de noviembre de 2025
Las lavanderas de Madrid en el Manzanares
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| Edificio en la plaza de Francisco Morano |
La trayectoria de María Victoria
como reina de España y esposa de Amadeo I, duró poco más de dos años: desde el 2
de enero de 1871 hasta el 11 de febrero de 1873, fecha en la que el rey pidió su abdicación al trono de España debido a las tremendas discrepancias entre los partidos
políticos y la animadversión hacia su figura por parte de la aristocracia y de
la gente noble en general.
Tras el efímero reinado de Amadeo I de Saboya y de su esposa, el 12 de febrero de 1873 salieron de España donde María Victoria murió en San Remo a la temprana edad de 29 años el 8 de noviembre de 1876 como consecuencia de la tuberculosis.
El duro trabajo de las lavanderas comenzaba a primera hora de la mañana tras recoger la ropa sucia que les llevaban los llamados esportilleros. Su tarea consistía en usar las manos para frotar y enjabonar la ropa sucia en piedras o en una plancha de madera y acabar su duro trabajo hasta llevar la ropa a secar en los secaderos públicos hasta que se doblaba en cestos y era devuelta de nuevo por los esportilleros a los domicilios de donde procedían.
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| Lavanderas en el Puente de Segovia |
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| Lavanderas arrodilladas en cajones para resguardarse |
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| Lavaderos a orillas del Manzanares |
"En prueba de respetuoso cariño, a la memoria de doña María Victoria, las lavanderas de Madrid-Barcelona-Valencia-Alicante-Tarragona. A tan virtuosa señora".
"El turno de las danzas no tarda en volver y una joven gitana, de piel cobriza, cabellos crespos y ojos de azabache –como dicen los españoles– danza el tango americano con un ardor extraordinario; el tango es una danza de negros de carácter muy brusco y fuertemente acentuado; se puede decir otro tanto de la mayor parte de los aires que tienen el mismo origen y especialmente de aquélla que comienza con estas palabras: «¡Ay! ¡Qué gusto y qué placer!», canción tan popular desde hace algunos años como el tango".


«Por el Puente de Toledo pasaba una procesión de mendigos y mendigas, a cual más desastrados y sucios. Salía gente, para formar aquella procesión del harapo de las Cambroneras y de las Injurias; llegaban del paseo Imperial y de los Ocho Hilos; y ya, en filas apretadas, entraban por el puente de Toledo y seguían por el camino alto de San Isidro a detenerse ante una casa roja a recibir la doctrina, a cambio de escuchar sermones que daban las señoras de la alta sociedad, recibían ayuda, comida, ropa o sábanas limpias».
Arturo Barea (1897-1957), hijo de quien fue una lavandera madrileña que se ganaba la vida lavando ropa militar, rememora su infancia en La forja de un rebelde, novela autobiográfica dividida en tres partes y que fue publicada entre 1940 y 1945 durante su exilio en Inglaterra. Para su publicación en España hubo que esperar al año 1978, una vez fallecido Franco y asentados los inicios de la democracia. En su primera parte recuerda el Barrio de las Injurias y cómo su madre (Leonor), acudía a lavar al Manzanares. La cita que entresaco del primer capítulo es larga, pero creo que significativa para enmarcar aquellos años de su infancia y el trasiego de prendas lavadas y recogidas.
«Los doscientos pantalones se llenan de viento y se inflan. Me parecen hombres gordos sin cabeza, que se balancean colgados de las cuerdas del tendedero. Los chicos corremos entre las hileras de pantalones blancos y repartimos azotazos sobre los traseros hinchados. La señora Encarna corre detrás de nosotros con la pala de madera con que golpea la ropa sucia para que escurra la pringue. Nos refugiamos en el laberinto de calles que forman las cuatrocientas sábanas húmedas. A veces consigue alcanzar a alguno; los demás comenzamos a tirar pellas de barro a los pantalones. Les quedan manchas, como si se hubieran ensuciado en ellos, y pensamos en los azotes que le van a dar por cochino al dueño.
Por la tarde, cuando los pantalones están secos, ayudamos a contarlos en montones de diez hasta completar los doscientos. Los chicos de las lavanderas nos reunimos con la señora Encarna en el piso más alto de la casa del lavadero. Es una nave que tiene encima el tejado doblado en dos. La señora Encarna cabe en medio de pie y casi da con el moño en la viga central. Nosotros nos quedamos a los lados y damos con la cabeza en el techo. Al lado de la señora Encarna está el montón de pantalones, de sábanas, de calzoncillos y de camisas. Al final están las fundas de las almohadas. Cada prenda tiene un número, y la señora Encarna los va cantando y tirándolas al chico que tiene aquella docena a su cargo. Cada uno de nosotros tenemos a nuestro lado dos o tres montones, donde están los «veintes», los «treintas» o los «sesentas». Cada prenda la dejamos caer en su montón correspondiente. Después, en cada funda de almohada, como si fuera un saco, metemos un pantalón, dos sábanas, un par de calzoncillos y una camisa, que tienen todos el mismo número. Los jueves baja el carro grande, con cuatro caballos, que carga los doscientos talegos de ropa limpia y deja otros doscientos de ropa sucia». (Capítulo 1 del primer tomo)
sábado, 25 de octubre de 2025
Sufrimientos en la nación por la diversidad de ideas entre unos y otros
En estos últimos años el término polarización se ha popularizado y extendido su significado a cualquier situación de confrontamiento contextual utilizado de una forma abusiva y estratégica, tanto por parte de los medios informativos como de las redes sociales, con el fin de captar la atención y posicionarse en un lado frente al otro. Dicho término se utilizaba básicamente en el terreno de lo científico o tecnológico, pero su uso en la actualidad se ha extendido a cualquier forma de discrepancia, ya sea política, económica o cultural buscando conseguir un efecto exagerado e incisivo encuadrado en una postura ideológica sin apenas fisuras o matizaciones.
- Las lágrimas- Buenos y malos- Madres e hijos- La duda- El siglo- Tristeza y alegría- El telar
Hoy la España es un telar
y el que se meta a tejer
va enredando más la tela
que el que tejió antes en él.
















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