El niño que sobrevive a un abandono y es criado por animales salvajes, preferentemente por lobos, se ha convertido en un arquetipo que se encuentra en la mitología y en las leyendas de numerosas culturas.
Sobre la creencia de que algunos humanos se convierten en lobos, ya fuera de forma voluntaria como fruto de prácticas mágicas, o de forma involuntaria sin control por su parte, ya la encontramos desde Herodoto, viajero e historiador del siglo V a.d.c. y en leyendas de la antigua Roma. Esta transformación de una persona en lobo se conoce como licantropía.
Tanto en la Europa medieval como en el Renacimiento y en el Barroco tuvo un especial arraigo el terror a la licantropía como consecuencia del miedo a determinadas prácticas hechiceriles. Entre las supersticiones conocidas sobre el origen de la transformación de un humano en lobo podemos citar: por haber sido concebido fuera del matrimonio, por haber nacido en Nochebuena, por ser el séptimo hijo, etc.
La creencia sobre la existencia del hombre-lobo se mantiene relativamente viva en las sociedades tradicionales menos letradas. Son numerosas las leyendas recogidas en los núcleos rurales, tanto en España como en Iberoamérica, sobre este antiquísimo tópico.
El pliego que reproduzco, editado en la madrileña imprenta de la calle Colegiata, Nº 6, fechado en 1874, centra su argumento en el tópico del niño abandonado y criado por lobos u otros animales salvajes. Por citar algunos antecedentes literarios recordemos a los hermanos Rómulo y Remo (amamantados por una loba según el mito fundacional de la antigua Roma), Enkidu (en la Epopeya de Gilgamesh, también criado por animales), y los más cercanos de Mowgli en el famoso relato de Rudyard Kipling El libro de la selva (1894) o el personaje de Tarzán de Edgar Rice Burroughs (1912).
El desarrollo del pliego sitúa la acción en Galicia donde un niño, fruto de la deshonra y el pecado de la madre, es abandonado al lado de un precipicio siendo descubierto por una loba que atentamente lo cría. Ya de mayor, causa el espanto de la población por las muertes que produce. Pero es en el inverosímil ataque a una diligencia donde ¡¡armado de un trabuco, a modo de los bandoleros de Sierra Morena!!, se lleva a su cueva a una mujer herida de muerte que a la postre, y como no podía ser menos, resulta ser su inhumana madre. Para abundar más en la poética tremendista del pliego se nos informa que el mismo personaje que depositó al niño en el monte es quien traslada la truculenta historia a un sacerdote que lo pone en papel y aprovecha el relato para incluir la previsible advertencia de que toda culpa tiene al final su castigo.
'El mismo que dejó al niño
en el monte es el que narra
estos hechos que al papel,
un sacerdote traslada;
porque sirvan de escarmiento
a madres tan descastadas,
y comprendan que la culpa
tarde o temprano se paga,
que la Providencia vela
y que el castigo no tarda'.
El Romancero también se ha hecho eco del tópico del niño criado por una loba.
Por su relación con el tema tratado, publico una versión inédita que recogí en la comarca cacereña de Las Hurdes junto a mis compañeros José Luis Puerto y Félix Barroso.
Versión de Nuñomoral (Cj. Nuñomoral), de Ángela Expósito Velaz, de 51 años.
Recogida en 8 de julio de 1991. Música registrada.
Una noche
tormentosa, cuando más relampagueaba,
a la orilla
de un barranco un pobre niño lloraba.
Pasó por allí
una loba oliéndole a carne humana,
lo ha cogido
por su boca, le ha colocado sus garras,
y a su cueva
se lo lleva, de sus pechos lo amamanta;
como si fuera
su madre, el pobre niño mamaba.
La mañana de
un domingo las campanas repicaban;
las campanas
repicaban, las campanas bien se oyen,
toda la gente
va a misa a la boda de una joven.
Ya está el
cura revestido y los novios en la
iglesia,
para hacer la
ceremonia con todas las diligencias.
Al hacer la
ceremonia se oye un grito de terror;
preguntan por
el alcalde, y el alcalde es cazador.
–Una loba
traigo muerta, y un niño debajo el
brazo,
que se lo
pude quitar matándola de un balazo.–
El niño
cuenta tres años, con su risa
angelical,
y al ver a la
novia dice: –"Ay, qué guapa está mamá".
Mamaíta, dame
un beso, que no me has dado ninguno,
que me ha
matado la loba ese cazador tan tuno.
Esa sí que me
quería, y dirás que era una fiera;
más fiera y
mala eres tú, yo no tengo quien me
quiera.
Tú mataste a
mi padre, porque no era de tu igual,
pero nunca lo
pensaste cuando fuiste a pecar.
A pecar,
mujer impura, tú que engañas a los
hombres,
Dios te
quitará la vida, para que a más no
deshonres.
Antonio Lorenzo
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